El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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2º domingo de Navidad (C)
EVANGELIO
Evangelio
La
Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.
Lectura del santo
evangelio según san Juan 1, 1-18
En el principio ya existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo,
y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida,
y la vida era la luz de los hombres.
y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no la recibió.
y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre, enviado por Dios,
que se llamaba Juan:
éste venía como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos vinieran a la fe.
que se llamaba Juan:
éste venía como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos vinieran a la fe.
No era él la luz,
sino testigo de la luz.
sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera,
que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino,
y en el mundo estaba;
el mundo se hizo por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino,
y en el mundo estaba;
el mundo se hizo por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino a su casa,
y los suyos no la recibieron.
y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron
les da poder para ser hijos de Dios,
si creen en su nombre.
les da poder para ser hijos de Dios,
si creen en su nombre.
Éstos no han nacido de sangre,
ni de amor carnal,
ni de amor humano,
sino de Dios.
ni de amor carnal,
ni de amor humano,
sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne
y acampó entre nosotros,
y hemos contemplado su gloria:
gloria propia del Hijo único del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
y acampó entre nosotros,
y hemos contemplado su gloria:
gloria propia del Hijo único del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Éste es de quien dije:
"El que viene detrás de mí,
pasa delante de mí,
porque existía antes que yo"».
«Éste es de quien dije:
"El que viene detrás de mí,
pasa delante de mí,
porque existía antes que yo"».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la Ley se dio por medio de Moisés,
la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás:
el Hijo único,
que está en el seno del Padre,
es quien lo ha dado a conocer.
el Hijo único,
que está en el seno del Padre,
es quien lo ha dado a conocer.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2015-2016 (C)
3 de enero de 2016
RECUPERAR
A JESÚS
Los creyentes tenemos múltiples y
muy diversas imágenes de Dios. Desde niños nos vamos haciendo nuestra propia
idea de él, condicionados, sobre todo, por lo que vamos escuchando a
catequistas y predicadores, lo que se nos transmite en casa y en el colegio o lo
que vivimos en las celebraciones y actos religiosos.
Todas estas imágenes que nos
hacemos de Dios son imperfectas y deficientes, y hemos de purificarlas una y
otra vez a lo largo de la vida. No lo hemos de olvidar nunca. El evangelio de
Juan nos recuerda de manera rotunda una convicción que atraviesa toda la
tradición bíblica: «A Dios no lo ha visto nadie jamás».
Los teólogos hablamos mucho de
Dios, casi siempre demasiado; parece que lo sabemos todo de él: en realidad,
ningún teólogo ha visto a Dios. Lo mismo sucede con los predicadores y
dirigentes religiosos; hablan con seguridad casi absoluta; parece que en su
interior no hay dudas de ningún género: en realidad, ninguno de ellos ha visto
a Dios.
Entonces, ¿cómo purificar
nuestras imágenes para no desfigurar de manera grave su misterio santo? El
mismo evangelio de Juan nos recuerda la convicción que sustenta toda la fe
cristiana en Dios. Solo Jesús, el Hijo único de Dios, es «quien lo ha dado a conocer».
En ninguna parte nos descubre Dios su corazón y nos muestra su rostro como en
Jesús.
Dios nos ha dicho cómo es
encarnándose en Jesús. No se ha revelado en doctrinas y fórmulas teológicas
sublimes sino en la vida entrañable de Jesús, en su comportamiento y su
mensaje, en su entrega hasta la muerte y en su resurrección. Para aproximarnos
a Dios hemos de acercarnos al hombre en el que él sale a nuestro encuentro.
Siempre que el cristianismo
ignora a Jesús o lo olvida, corre el riesgo de alejarse del Dios verdadero y de
sustituirlo por imágenes distorsionadas que desfiguran su rostro y nos impiden
colaborar en su proyecto de construir un mundo nuevo más liberado, justo y
fraterno. Por eso es tan urgente recuperar la humanidad de Jesús.
No basta con confesar a
Jesucristo de manera teórica o doctrinal. Todos
necesitamos conocer a Jesús desde un acercamiento más concreto y vital a
los evangelios, sintonizar con su proyecto, dejarnos animar por su espíritu,
entrar en su relación con el Padre, seguirlo de cerca día a día. Ésta es la
tarea apasionante de una comunidad que vive hoy purificando su fe. Quien conoce
y sigue a Jesús va disfrutando cada vez más de la bondad insondable de Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2012-2013 (C)
Fecha
Título
---
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 (C)
3 de enero de 2010
RECUPERAR
A JESÚS
(Ver homilía del ciclo C -
2015-2016)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 (C) – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
EL ROSTRO
HUMANO DE DIOS
La
Palabra de Dios se ha hecho carne.
El cuarto evangelio comienza con
un prólogo muy especial. Es una especie de himno que, desde los primeros
siglos, ayudó decisivamente a los cristianos a ahondar en el misterio encerrado
en Jesús. Si lo escuchamos con fe sencilla, también hoy nos puede ayudar a
creer en Jesús de manera más profunda. Sólo nos detenemos en algunas
afirmaciones centrales.
La Palabra de Dios se ha hecho carne. Dios no
es mudo. No ha permanecido callado, encerrado para siempre en su Misterio. Dios
se nos ha querido comunicar. Ha querido hablarnos, decirnos su amor, explicarnos
su proyecto. Jesús es sencillamente el Proyecto de Dios hecho carne.
Dios no se nos ha comunicado por
medio de conceptos y doctrinas sublimes que sólo pueden entender los doctos. Su
Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús, para que lo puedan
entender hasta los más sencillos, los que saben conmoverse ante la bondad, el
amor y la verdad que se encierra en su vida.
Esta Palabra de Dios ha acampado entre nosotros. Han
desaparecido las distancias. Dios se ha hecho «carne». Habita entre nosotros.
Para encontramos con él, no tenemos que salir fuera del mundo, sino acercamos a
Jesús. Para conocerlo, no hay que estudiar teología, sino sintonizar con Jesús,
comulgar con él.
A Dios nadie lo ha visto jamás. Los profetas, los
sacerdotes, los maestros de la ley hablaban mucho de Dios, pero ninguno había
visto su rostro. Lo mismo sucede hoy entre nosotros: en la Iglesia hablamos
mucho de Dios, pero nadie lo hemos visto. Sólo Jesús, el Hijo de Dios, que está en el seno del Padre es quien lo ha dado a
conocer.
No lo hemos de olvidar. Sólo
Jesús nos ha contado cómo es Dios. Sólo él es la fuente para acercarnos a su
Misterio. Cuántas ideas raquíticas y poco humanas de Dios hemos de desaprender
y olvidar para dejamos atraer y seducir por ese Dios que se nos revela en
Jesús.
Cómo cambia todo cuando uno capta
por fin que Jesús es el rostro humano de Dios. Todo se hace más simple y más
claro. Ahora sabemos cómo nos mira Dios cuando sufrimos, cómo nos busca cuando
nos perdernos, cómo nos entiende y perdona cuando lo negamos. En él se nos
revela la gracia y la verdad de Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 (C) – A QUIÉN IREMOS
4 de enero de 2004
Título
---
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 (C) – BUSCAR LAS RAICES
VIVIR SIN
ACOGER
Los suyos
no la recibieron.
Todos vamos cometiendo a lo largo
de la vida errores y desaciertos de todo tipo. Calculamos mal las cosas. No
medimos bien las consecuencias de nuestros actos. Nos dejamos llevar por el
apasionamiento o la insensatez. Somos así. Sin embargo, no son ésos los errores
más graves. Lo peor es tener planteada la vida de manera errónea. Pongamos un
ejemplo.
Todos sabemos que la vida es un
regalo. No soy yo quien he decidido nacer. No me he escogido a mí mismo. No he
elegido a mis padres ni a mi pueblo. Todo me ha sido dado. Vivir es ya desde su
origen recibir. La única manera de vivir sensatamente es acoger de manera
activa y responsable lo que se me da.
Sin embargo, no siempre pensamos
así. Nos creemos que la vida es algo que se nos debe, que nos pertenece de
manera exclusiva. Nos sentimos propietarios de nosotros mismos. Pensamos que la
manera más acertada de vivir es organizarlo todo en función de nosotros mismos.
Yo soy lo único importante. ¿Qué importan los demás?
Esto tiene consecuencias
diversas. Algunos no saben vivir sino exigiendo. Exigen y exigen siempre más.
Tienen la impresión de no recibir nunca lo que se les debe. Son como niños
insaciables que nunca están contentos con lo que tienen. No hacen sino pedir,
reivindicar, lamentarse.
Sin apenas darse cuenta, se
convierten poco a poco en el centro de todo. Ellos son la fuente y la norma.
Todo lo han de subordinar a su ego.
Todo ha de quedar instrumentalizado para su provecho.
La vida de la persona se cierra
entonces sobre sí misma. Ya no se acoge el regalo de cada día. Desaparece el
reconocimiento y la gratitud. No es posible vivir con el corazón dilatado. Se
sigue hablando de amor, pero «amar» significa ahora poseer, desear al otro,
ponerlo a mi servicio.
Esta manera de enfocar la vida
conduce a vivir cerrados a Dios. La persona se incapacita para acoger. No cree
en la gracia, no se abre a nada nuevo, no escucha ninguna voz, no sospecha en
su vida presencia alguna. Es el individuo el que lo llena todo.
Por eso es tan grave la
advertencia del Evangelio en estos últimos días de la Navidad: «La Palabra era luz verdadera que alumbra a
todo hombre. Vino al mundo... y el mundo no la conoció. Vino a su casa y los
suyos no la recibieron». Nuestro gran pecado es vivir sin acoger.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 (C) – UN CAMINO DIFERENTE
4 de enero de 1998
ESCONDIDO,
PERO NO AUSENTE
Al mundo
vino.
Toda la tradición bíblica insiste
en que el Dios de Israel es un “Dios
escondido», según la bella expresión del libro de Isaías. El cristianismo
sigue afirmando lo mismo. Es cierto que se ha “revelado» en Jesucristo, pero
Dios sigue siendo un misterio insondable y, como decía B. Pascal, «toda religión que
no diga que Dios está escondido no es verdadera».
Lo nuevo de la fe cristiana es
confesar, a partir de Cristo, que de ese Dios oculto sabemos lo más importante.
Tiene su rostro vuelto hacia nosotros, pues su misterio insondable es un
misterio de amor. Dios no puede sino mirarnos con amor. Nos lo recuerda san Juan de la Cruz: «el mirar de Dios es amar».
Todo esto puede ser así. Pero lo
cierto es que, para muchos, Dios es hoy no sólo un Dios escondido, sino un Dios
ausente. Dios se ha diluido en su corazón. Su vida transcurre al margen del
misterio. Fuera de su pequeño mundo de preocupaciones, no hay nada importante.
Dios es sólo una abstracción. Lo verdaderamente transcendental para ellos es
llenar esta corta vida de bienestar y experiencias placenteras. Eso es todo.
Sin embargo, el Dios escondido no
es un Dios ausente. En el fondo de la vida, detrás de las cosas, en el interior
de los acontecimientos, en el encuentro con las personas, en los dolores y
gozos de la existencia, está siempre el amor de Dios sustentándolo todo.
Muchos han quedado hoy sin oído
para escuchar esa presencia. Pero la vida no ha cambiado. Dios sigue
ofreciéndose calladamente en el interior de cada persona y de cada cosa. El
mensaje último y decisivo que él pronuncia sobre cada ser humano, lo ha de
escuchar cada uno en el fondo de su corazón. Por eso, el primer paso hacia la
fe es ponerse a escuchar a ese Dios que ni pregunta ni responde con palabras
humanas, pero está ahí, en el interior de la vida, invitándonos a vivir con
confianza.
Estamos celebrando estos días la
Encamación del Hijo de Dios. Como dice el evangelista san Juan: «A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo
único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer. » Dios
sigue escondido pero en Cristo nos ha revelado hasta dónde llega su amor al
hombre.
Este es el mensaje último de la
fiesta de la Navidad. Dios es amor. Tiene su rostro vuelto hacia nosotros. Nos
bendice y nos mira con amor. Como escribió el gran teólogo suizo Karl Barth: “Que está mal, el mundo lo sabe ya; pero no sabe que, por los cuatro
costados, está en las manos buenas de Dios. »
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 (C) – VIVIR DESPIERTOS
ESCONDIDO,
PERO NO AUSENTE
Al mundo
vino.
Toda la tradición bíblica insiste
en que el Dios de Israel es un “Dios
escondido», según la bella expresión del libro de Isaías. El cristianismo
sigue afirmando lo mismo. Es cierto que se ha “revelado» en Jesucristo, pero
Dios sigue siendo un misterio insondable y, como decía B. Pascal, «toda religión que
no diga que Dios está escondido no es verdadera».
Lo nuevo de la fe cristiana es
confesar, a partir de Cristo, que de ese Dios oculto sabemos lo más importante.
Tiene su rostro vuelto hacia nosotros, pues su misterio insondable es un
misterio de amor. Dios no puede sino mirarnos con amor. Nos lo recuerda san Juan de la Cruz: «el mirar de Dios es amar».
Todo esto puede ser así. Pero lo
cierto es que, para muchos, Dios es hoy no sólo un Dios escondido, sino un Dios
ausente. Dios se ha diluido en su corazón. Su vida transcurre al margen del
misterio. Fuera de su pequeño mundo de preocupaciones, no hay nada importante.
Dios es sólo una abstracción. Lo verdaderamente transcendental para ellos es
llenar esta corta vida de bienestar y experiencias placenteras. Eso es todo.
Sin embargo, el Dios escondido no
es un Dios ausente. En el fondo de la vida, detrás de las cosas, en el interior
de los acontecimientos, en el encuentro con las personas, en los dolores y
gozos de la existencia, está siempre el amor de Dios sustentándolo todo.
Muchos han quedado hoy sin oído
para escuchar esa presencia. Pero la vida no ha cambiado. Dios sigue
ofreciéndose calladamente en el interior de cada persona y de cada cosa. El
mensaje último y decisivo que él pronuncia sobre cada ser humano, lo ha de
escuchar cada uno en el fondo de su corazón. Por eso, el primer paso hacia la
fe es ponerse a escuchar a ese Dios que ni pregunta ni responde con palabras
humanas, pero está ahí, en el interior de la vida, invitándonos a vivir con
confianza.
Estamos celebrando estos días la
Encamación del Hijo de Dios. Como dice el evangelista san Juan: «A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo
único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer. » Dios
sigue escondido pero en Cristo nos ha revelado hasta dónde llega su amor al
hombre.
Este es el mensaje último de la
fiesta de la Navidad. Dios es amor. Tiene su rostro vuelto hacia nosotros. Nos
bendice y nos mira con amor. Como escribió el gran teólogo suizo Karl Barth: “Que está mal, el mundo lo sabe ya; pero no sabe que, por los cuatro
costados, está en las manos buenas de Dios. »
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 (C) – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
5 de enero de 1992
¿POR QUE
NO?
La luz
brilla en la tiniebla.
Hemos comenzado un nuevo año. Y
después del bullicio y aturdimiento de las fiestas, puede ser momento idóneo
para proyectar nuestra mirada hacia el nuevo año que acabamos de estrenar.
De manera general, ¿qué es lo que
yo espero de este año? ¿No complicarme la existencia con más problemas y
compromisos? ¿Disfrutar al máximo cada momento? ¿Ir desplegando mi vida de
manera acertada y sana? ¿Será realmente para mí un año nuevo porque aprenderé a
ser más humano cada día, o seguiré estropeando mi vida con los mismos errores y
la misma superficialidad de siempre?
El nuevo año, como la vida entera,
es un camino a recorrer. ¿Qué es lo que más temo y qué es lo que más deseo de
este año? ¿Dónde encontraré fuerza interior para enfrentarme con ánimo y hasta
buen humor a los problemas de cada día?
A veces pensamos que ya no
podemos cambiar. Y, sin embargo, no es así. ¿Me dejaré llevar también este año
por la corriente, o me atreveré a ser diferente siguiendo con más fidelidad mis
propias convicciones? ¿A qué me gustaría llegar este año? ¿Qué meta me he
propuesto?
A lo largo del año me relacionaré
con las personas de siempre, familiares, amigos, conocidos, y también con
personas a las que encontraré por primera vez. ¿Qué recibirán de mí? ¿Haré su
vida un poco más llevadera o, tal vez, más difícil y dura?
Este año haré muchas cosas.
Trabajaré, me divertiré, descansaré, viajaré. . .Pero, ¿desde dónde viviré todo
eso? ¿Dedicaré algún tiempo al silencio, a la reflexión, a mirarme por dentro,
o seguiré viviendo desde fuera de mí mismo?
También este año seguirá
creciendo el número de parados y necesitados. ¿Pueden esperar algo de mí o
pienso que es un asunto que no me concierne? ¿Seguiré yo organizándome la vida
lo mejor posible mientras junto a mí hay familias enteras que se hunden en la
inseguridad y la pobreza?
Está creciendo entre nosotros el
anhelo de paz y reconciliación. ¿Qué voy a hacer yo este año para colaborar más
activamente en la tarea de la pacificación? ¿Pienso que sólo tienen que cambiar
los demás, o me he propuesto introducir también yo algún cambio en mis propias
posturas, reacciones y comportamientos?
También este año Dios me
acompañará de cerca en el caminar de cada día. ¿No haré nada por encontrarme
con él? ¿Seguiré distanciándome cada vez más, o me atreveré, por fin, a
confiarme a su bondad insondable?
Este año sacaré tiempo para mis
cosas, mis aficiones, mis amigos. ¿Tendré tiempo para ser yo mismo? ¿Tendré
tiempo para Dios? En cualquier caso, él sí tendrá tiempo para mí.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 (C) - CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
¿CUAL ES
MI IDOLO PARTICULAR?
Los suyos
no la recibieron
Muchos hombres y mujeres que
piensan no creer en ningún Dios viven de hecho sometidos enteramente a pequeños
ídolos a los que han entregado su existencia.
El olvido del verdadero Dios los
ha llevado no al ateísmo sino a la idolatría. Dios ha dejado paso a ídolos más
pequeños que se han ido alojando en su corazón, cumpliéndose una vez más
aquellas certeras palabras de F.
Dostoievski: “Es imposible ser hombre sin inclinarse. Si a Dios no adora,
ante un ídolo se inclina”.
El ídolo siempre esclaviza porque
nos obliga a organizarnos la vida entera en torno a ese “dios” que hemos
descubierto. Todo lo demás, familia, amistad, proyectos, ideales... sólo valen
en la medida en que están al servicio de nuestro ídolo.
El ídolo es siempre engañoso.
Ingenuamente creemos que cumplirá todos nuestros deseos. Proyectamos en él
nuestras aspiraciones más profundas de felicidad, seguridad, grandeza, poder o
bienestar. Pero, el ídolo nunca ofrece lo que promete.
A veces, produce satisfacciones
inmediatas. A la larga, sólo engendra amargura, decepción y mal sabor.
Descubrimos que no podemos liberarnos de él pero percibimos que estamos hechos
para algo ms grande y mejor.
Hoy vivimos en una “sociedad
politeísta” donde las gentes viven adorando secreta o públicamente multitud de
“pequeños dioses”. Cualquier cosa puede convertirse en ídolo cuando el corazón
del hombre se ha alejado de la fe genuina en el Dios verdadero, el único capaz
de hacernos vivir en el amor y la verdad.
El dinero, el confort, el prestigio
social, el sexo, la patria, el poder, el propio partido, la ciencia.., son los
ídolos intocables adorados por muchos en esta sociedad.
Pero la idolatría no es algo
privativo de los increyentes. Se aloja también en muchos creyentes que erigimos
nuestros pequeños dioses junto al Dios verdadero. El pecado de Israel no
consistió en abandonar a Dios para adorar a los falsos “baales” de Canaán, sino
en pretender “vivir con Dios y los baales”. ¿No es ésta la actitud de muchos
que nos llamamos creyentes?
Ante la escena, aparentemente
ingenua, de aquellos magos buscando al verdadero Dios para ofrecerle sólo a Él
adoración, todos deberíamos preguntarnos a qué “dios” estamos rindiendo nuestra
vida y entregando nuestro corazón.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 (C) - BUENAS NOTICIAS
5 de enero de 1986
MENSAJE
NO COMERCIAL
Y los
suyos no la recibieron.
Las palabras que escuchamos en el
evangelio de S. Juan tienen una resonancia especial para quien está atento a lo
que sucede también hoy entre nosotros. «La Palabra era Dios... En la Palabra
había vida... La Palabra era la luz verdadera... La Palabra vino el mundo... Y los suyos no la recibieron».
No es fácil escuchar esa Palabra
que nos habla de amor, solidaridad y cercanía al necesitado, cuando vivimos
bajo «la tiranía de la publicidad» que nos incita al disfrute irresponsable, al
gasto superficial y a la satisfacción de todos los caprichos «porque usted se
lo merece».
No es fácil escuchar el mensaje
de la Navidad cuando queda distorsionado y manipulado por tanto «mensaje
comercial» que nos invita a ahogar nuestra vida en la posesión y el bienestar
material.
Lo importante es comprar. Comprar
el último modelo de cualquier cosa que haya salido al mercado. Comprar más
cosas, mejores y, sobre todo, más nuevas.
Pocos piensan hacia dónde nos
lleva todo esto ni qué sentido tiene ni a costa de quién podemos consumir así.
Nadie quiere recordar que, mientras nuestros hijos se despiertan envueltos en
mil sofisticados juguetes, 40.000 niños del Tercer Mundo mueren de hambre cada
día (informe de J. Grant, presidente
de la UNICEF).
Nadie parece muy preocupado por
este consumismo alocado que nos masifica, nos irresponsabiliza de la necesidad
ajena y nos encierra en un individualismo egoísta. Lo que importa es oler a la
colonia más anunciada, leer el último «best-seller», regalar el disco número
uno del «hit-parade».
Seguimos fielmente las consignas.
Compramos marcas. Bebemos etiquetas. Satisfacemos «fantasías artificialmente
estimuladas». Con la copa de champagne, nos bebemos la imagen de las jóvenes
que lo beben en el anuncio.
Y poco a poco, nos vamos quedando
sin vida interior. «La gente se reconoce en sus mercancías; encuentra su alma
en su automóvil, en su aparato de alta fidelidad, su equipo de cocina»
(Marcuse). Y mientras tanto, crece la insatisfacción.
El hombre contemporáneo no sabe
que, cuando uno se preocupa sólo de «vivir bien» y «tenerlo todo», está matando
la alegría verdadera de la vida. Porque el hombre necesita amistad, solidaridad
con el hermano, silencio, gozo interior, apertura al misterio de la vida,
encuentro con Dios.
Hay un mensaje no comercial que
los creyentes debemos escuchar en Navidad. Una Palabra hecha carne en Belén. Un
Dios hecho hombre. En ese Dios hay vida, hay luz verdadera. Ese Dios está en
medio de nosotros. Lo podemos encontrar «lleno de gracia y de verdad» en la
persona, la vida y el mensaje de Jesús de Nazaret.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 (C) - APRENDER A VIVIR
2 de enero de 1983
LA ETERNA
INFANCIA DE DIOS
Habitó entre
nosotros.
No es tan equivocado afirmar que
la Navidad es la fiesta de los niños y de aquellos que saben vivir con corazón
de niño.
Son ellos los que desde su
sencillez, su capacidad de sorpresa y su mirada limpia pueden disfrutar como
nadie del regalo de un Dios niño.
A los adultos se nos hace más
difícil disfrutar del contenido entrañable de estas fiestas. Lo que nos impide
gozar como los niños no es la edad, sino nuestro corazón envejecido,
autosuficiente, lleno de egoísmos e intereses. Nuestra vida agitada, polarizada
en la búsqueda obsesiva de eficacia, rendimiento, seguridad y bienestar a
cualquier precio.
El niño habita un mundo diferente
al nuestro. No ha cerrado todavía las puertas de su ser a lo bueno, lo hermoso,
lo admirable. No necesita tampoco esconderse detrás de una máscara. Puede
revelarse como realmente es, en lugar de dedicarse a proyectar imágenes que
agraden, seduzcan y engañen.
El niño es todavía capaz de dar y
recibir con gozo. Es un ser abierto. Sabe admirar, acoger, disfrutar. No ha
aprendido todavía a manipular a los demás. Su vida es acogida y crecimiento.
La Navidad es una gracia que nos
invita a despertar lo que queda en nosotros de ese niño que fuimos, capaces de
admirar, escuchar y acoger con sorpresa y gozo el regalo de la vida.
La contemplación de un Dios niño
es una llamada a reavivar lo que la ambición, el ansia de seguridad, la
obsesión de bienestar y la mentira han podido matar en nosotros.
Paul Claudel, describiendo su conversión, nos recuerda
cómo sintió un día de Navidad en la catedral de Notre Dame de París «el
sentimiento desgarrador de la inocencia, revelación inefable de la eterna
infancia de Dios». Sorprendido y sollozando, comenzó a salir de su «estado
habitual de asfixia y desesperanza».
Cuando uno ha intuido, aunque sea
de manera muy elemental y pobre, la
eterna infancia de Dios, es difícil seguir siendo el adulto mentiroso y
manipulador de siempre.
El niño que todavía hay en
nosotros se despierta para acoger a ese Dios, pequeño, «infantil», incapaz de
engaños y manipulaciones. Un Dios sencillo, confiable, transparente, acogedor.
No lo olvidemos. En medio de la
superficialidad y banalidad que caracterizan con frecuencia a nuestras fiestas
navideñas, hay algo que sólo se puede descubrir con corazón de niño: la eterna
infancia de un Dios que puede despertar nuestra ternura y nuestra capacidad de
amar por puro gozo, como ¡os niños.
José Antonio Pagola
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
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