El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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Santa María, Madre de Dios (C)
EVANGELIO
Encontraron a María y a José, y al niño. A
los ocho días, le pusieron por nombre Jesús.
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Lectura del santo evangelio según san Lucas 2,16-21
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a
Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al
verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se
admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas
cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y
alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al
niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de
su concepción.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2015-2016 -
1 de enero de 2016
PREGUNTAS
DE AÑO NUEVO
Hoy comenzamos un «año nuevo».
¿Cómo será?, ¿qué espero yo del nuevo año?, ¿qué deseo de verdad?, ¿qué es lo
que necesito?, ¿a qué dedicaré mi tiempo más precioso e importante?, ¿qué sería
para mí algo realmente nuevo y bueno en este año que hoy comienza?
¿Viviré de cualquier manera,
pasando de una ocupación a otra, sin saber exactamente qué quiero ni para qué
vivo, o aprenderé a distinguir lo importante y esencial de lo que es
secundario? ¿Viviré de forma rutinaria y aburrida, o aprenderé a vivir con
espíritu más creativo?
¿Seguiré este año alejándome un
poco más de Dios o empezaré a buscarlo con más confianza y sinceridad? ¿Seguiré
un año más mudo ante él, sin abrir mis labios ni mi corazón, o brotará por fin
de mi alma maltrecha una invocación pequeña, humilde pero sincera?
¿Viviré también este año
preocupado solo por mi bienestar o sabré preocuparme alguna vez de hacer
felices a los demás?, ¿a qué personas me acercaré?, ¿sembraré en ellas alegría,
o contagiaré desaliento y tristeza? Por donde yo pase, ¿será la vida más amable
y menos dura?
¿Será un año más, dedicado a
hacer cosas y más cosas, acumulando egoísmo, tensión y nerviosismo o tendré
tiempo para el silencio, el descanso, la oración y el encuentro con Dios?, ¿me
encerraré solo en mis problemas o viviré tratando de hacer un mundo más humano
y habitable?
¿Seguiré con indiferencia las
noticias que día a día me llegarán desde los países del hambre?, ¿contemplaré
impasible los cuerpos destrozados de las gentes de Irak o los ahogados de las
pateras?, ¿seguiré mirando con frialdad a los que vienen hasta nosotros
buscando trabajo y pan? ¿Cuándo aprenderé a mirar a los que sufren con corazón
responsable y solidario?
Lo «nuevo» de este año no nos
vendrá de fuera. La novedad solo puede brotar de nuestro interior. Este año
será nuevo si aprendo a creer de manera nueva y más confiada, si encuentro
gestos nuevos y más amables para convivir con los míos, si despierto en mi corazón
una compasión nueva hacia los que sufren.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
1 de enero de 2010
PREGUNTAS
DEL AÑO NUEVO
Encontraron
a María y José y al niño…
(Ver homilía del 01-01-2016)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
1 de enero de 2007
TRABAJAR
POR LA PAZ
Dando
gloria y alabanza a Dios.
Hoy se celebra en el mundo entero
el día de la Paz. En medio de una humanidad envuelta en tantas guerras y
conflictos, la Iglesia desea comenzar el nuevo año elevando hasta Dios una
oración por la paz.
Pero, ¿qué puede significar hoy
una oración por la paz en este mundo desgarrado por tanta violencia? ¿Un
entretenimiento religioso para aquellos que no saben o no se atreven a hacer
nada más eficaz por lograrla? ¿Un tranquilizante cómodo que nos consuela de
nuestra pasividad e inhibición?
Antes que nada, conviene recordar
que nuestra oración no es para informar a Dios de la falta de paz que hay entre
nosotros. No es Dios el que necesita «enterarse» de la ausencia de paz en el
mundo, sino nosotros los que necesitamos descubrir los obstáculos que cada uno
ponemos a la justicia y a la paz.
No es Dios quien tiene que
«reaccionar», cambiar de manera de actuar y «hacer algo» para que se cumplan
nuestros deseos de paz. Somos nosotros los que tenemos que cambiar para ajustar
nuestras actuaciones y nuestra vida a los deseos de paz de Dios para la
humanidad.
Si la oración es encuentro
sincero con Dios, no lleva a la evasión y la cobardía. Al contrario, fortalece
nuestra voluntad, estimula nuestra debilidad y robustece nuestro ánimo para
buscar la paz y trabajar por ella incansablemente.
Quien pide la paz ardientemente,
se hace más capaz para acogerla en su corazón. Más aún. Quien ora así a Dios,
está haciendo ya la paz en su interior. No podrá «orar contra nadie» si no es
contra su propio pecado, su ceguera, su egoísmo e intolerancia, sus reacciones
de odio y venganza.
La verdadera oración convierte.
Nos hace más capaces de perdón y reconciliación, más sensibles frente a
cualquier injusticia, abuso y mentira. Más libres frente a cualquier
manipulación.
No se puede trabajar por la paz
de cualquier manera, pues introduciremos inconscientemente nuevos géneros de
violencia y conflictividad entre nosotros. Con el corazón lleno de odio,
condena, intolerancia y dogmatismo, se pueden hacer muchas cosas. Todo menos
aportar verdadera paz a la convivencia entre los hombres. ¿No necesitaremos
todos detenernos más a hacer paz en nuestro corazón? ¿No estará el mundo
necesitado de más oración por la paz?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
1 de enero de 2004
PREGUNTAS
DE AÑO NUEVO
María
conservaba estas cosas meditándolas en su corazón.
(Ver homilía del 01-01-2016)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
1 de enero de 2001
HORAS
IMPORTANTES
María
conservaba estas cosas meditándolas en su corazón.
Desconocemos lo que nos espera en
el nuevo año. No sabemos siquiera si lo terminaremos. Nadie lo sabe. Así
caminamos los humanos a través del tiempo. Es normal que se despierten en
nosotros preguntas inquietantes: ¿qué nos traerá el nuevo año?, ¿con qué me iré
encontrando a lo largo de los días?, ¿tendré suerte?, ¿me irá mal?
También nos podemos preguntar:
¿cómo viviré yo este año?, ¿en qué puedo crecer?, ¿en qué me puedo estropear?,
¿me renovaré interiormente o envejeceré?, ¿será un año lleno de vida?, ¿será
vacío y rutinario?
No todas las horas del nuevo año
serán iguales. Habrá momentos importantes y momentos que apenas dejarán huella
en nosotros. Pero, a veces, experiencias que no parecen dignas de ser
registradas en un diario, pueden tener gran significado en nuestra vida. Quiero
recordar algunas.
Si en algún momento de este año
soy capaz de renunciar al egoísmo en el que normalmente vivo atrincherado y me
decido a hacer algún gesto de bondad sin buscar contrapartidas ni exigir
reconocimiento, habrá sido una hora importante.
Si en alguna circunstancia me
olvido de otros intereses y actúo simplemente por honestidad, aunque sé que voy
a quedar ante muchos como un imbécil, será una hora importante, pues habré
recuperado mi dignidad.
Si un día de este nuevo año,
decido por fin pararme a reflexionar para poner más verdad en mi vida,
escuchando la voz íntima de mi conciencia, habrá sido una hora muy importante.
Si en algún momento renuncio a
excusarme como acostumbro, escucho la crítica de quienes me conocen bien, y
hago un esfuerzo por corregir mi vida de defectos y miserias que no aceptaría
en los demás, será una hora importante, pues empezaré a cambiar.
Si un día, en vez de rezar como
siempre de manera rutinaria y aburrida, me olvido de pronunciar palabras y me
quedo en silencio ante Dios despertando en mi corazón la confianza y el
agradecimiento, será una hora muy importante en la historia de mi fe.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
1 de enero de 1998
NUEVO AÑO
Dando
gloria y alabanza a Dios.
Se ha dicho que el aburrimiento
es una de las enfermedades más graves de nuestro tiempo. Las personas se
aburren, se cansan de vivir, no saben ya qué hacer para sentirse vivas por
dentro.
No estamos hablando de esa
sensación que podemos experimentar cuando nos aburre la lectura de un libro o
la conversación con una persona. Se trata de un aburrimiento más profundo, que
viene desde dentro y envuelve toda la existencia de indiferencia, escepticismo
y tedio. Todo parece entonces soso e insípido. Nada merece la pena. Se vive en
un desierto interior.
Este aburrimiento no es una
enfermedad nueva. Los medievales la llamaban acedia, y Santo Tomás de
Aquino dice de ella que es la causa primera de muchos males, pues destruye
de raíz el deseo de vivir de manera activa. Es normal que las personas traten
de huir de este aburrimiento y vacío interior. Pero no todos los caminos son
igualmente acertados.
Hay quienes buscan la huida en la
diversión. Necesitan proteger su vida entreteniéndose en algo. Hay que
disfrutar al máximo de todo. Pero paradójicamente, una vida dedicada al
hedonismo es con frecuencia poco divertida. «La
buena vida puede ser algo desesperadamente poco festivo» (J. Pieper).
Otros buscan la novedad y
variedad. Tratan de romper la monotonía de su vida visitando nuevos lugares,
estableciendo nuevas relaciones o cambiando sus hábitos y costumbres. Todo
puede ser ayuda positiva. Pero la novedad ha de venir de dentro hacia fuera, no
de fuera hacia dentro.
La verdadera liberación consiste
en descubrir de nuevo un sentido a la vida. Recuperar «el amor creador», que es
lo más contrario al aburrimiento. Despertar nuestra vida interior, cuidarla
mejor, enriquecerla.
Hoy comenzamos un año nuevo.
¿Cómo será? ¿Estará marcado por el aburrimiento o por el amor creativo? ¿Será
un año dedicado a «hacer cosas», resolver asuntos, asegurar mi pequeño
bienestar, acumular egoísmo, nerviosismo y tensión? ¿Será un año en que
aprenderé a ser más humano? ¿Sabré amar con más ternura y dedicación?
¿Qué tiempo dedicaré al silencio,
a la intimidad, al descanso, a la amistad, a la oración y al encuentro con
Dios? ¿A qué personas me acercaré, a quienes podré hacer un poco más felices,
en quién despertaré un poco de alegría y esperanza?
¿Qué es lo que realmente quiero
yo de este año? ¿Será un año vacío, aburrido, triste y rutinario? ¿Será un año
en que crecerá mi fe y aumentará mi esperanza? ¿Será un año que me acercará a
la vida eterna?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
1 de enero de 1995
LA PAZ ES
POSIBLE
Dando
gloria y alabanza a Dios.
Con el título “También hoy es posible la paz. Hagámosla”,
el obispo de San Sebastián, José María
Setién, publicaba hace un año una carta pastoral sobre la pacificación en
el País Vasco. El escrito, lleno de realismo y esperanza, es, al mismo tiempo,
una llamada a construir la paz. Recojo algunas de sus afirmaciones más importantes,
en este Día Mundial de la Paz.
La paz habrá de alcanzarse a
través de procesos que sean ellos mismos pacíficos y, por ello,
pacificadores... Las acciones que atentan directamente contra los derechos
fundamentales de personas concretas son incompatibles con la justicia de un
proceso de paz.
Decimos con rotundidad que NO a
los asesinatos, a los secuestros, a las amenazas y a los chantajes de ETA, lo
mismo que decimos NO a las torturas, a los malos tratos y a las violaciones de
los derechos reconocidos a los presos. Ese NO... se convierte en un SÍ radical
a la dignidad humana y a los derechos que la protegen, y también a la
pacificación social.
La calle no debe ser objeto de
conquista para nadie. La calle es patrimonio de todos, como lo es el espacio
público del que necesitamos para no asfixiarnos... Se ha de afirmar el derecho
a un uso plural de los espacios públicos, sin violencias ni contaminaciones que
hagan impracticable e irrespirable el clima que en ellos se pueda crear. No es
verdad que cada cual puede hacer lo que quiera en la calle y con la calle,
solamente porque ello pueda serle útil.
Hay que saber distinguir entre lo
que es el ejercicio de la libre expresión y manifestación, propias de una
sociedad democrática, y lo que es la «lucha» que lleva consigo la agresión
contra los derechos de las personas y contra los bienes materiales públicos o
de personas y entidades privadas.
No trabaja al servicio de la paz
quien responde con agresión a la agresión. Para rechazar las agresiones
injustas deben buscarse caminos distintos de la confrontación cívica... Un
pueblo debe tener y debe ejercer los medios legítimos para la eliminación de la
violencia callejera.
La búsqueda colectiva de la
verdad, necesaria para podernos entender, exige afirmar y asegurar el clima de
libertad necesario para poder decirla, con exclusión de las amenazas veladas o
manifiestas que traten de amordazarla. Nadie tiene derecho a machacar a
cuantos, desde las diversas perspectivas y caminos de acceso a la verdad,
tratan de hacer su aportación en favor de la clarificación de los hechos, de
sus causas y de lo que cree ser un paso hacia adelante al servicio de la
justicia y de la paz.
Dialogar no quiere decir dar por
bueno lo hecho por aquel con quien se dialoga. Lo que el diálogo debe buscar no
es otra cosa que el cambio de la situación dolorosa en que nos hallamos, para
dar así el paso a una situación normalizada y más humana.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
1 de enero de 1992
POR LA
PAZ
Dando
gloria y alabanza a Dios.
Hoy se celebra en el mundo entero
el Día de la Paz. En medio de una humanidad envuelta en tantas guerras y
conflictos, la Iglesia desea comenzar el nuevo año elevando hasta Dios una
oración por la paz.
Pero, ¿qué puede significar hoy
una oración por la paz en este pueblo desgarrado por tanta violencia? ¿Un
entretenimiento religioso para aquellos que no saben o no se atreven a hacer
nada más eficaz por lograrla? ¿Un tranquilizante cómodo que nos consuela de
nuestra pasividad e inhibición?
Antes que nada, conviene recordar
que nuestra oración no es para informar a Dios de la falta de paz que hay entre
nosotros. No es Dios el que necesita «enterarse» de la ausencia de paz en el
mundo, sino nosotros los que necesitamos descubrir los obstáculos que cada uno
ponemos a la justicia y a la paz.
No es Dios quien tiene que
«reaccionar», cambiar de manera de actuar y «hacer algo» para que se cumplan
nuestros deseos de paz. Somos nosotros los que tenemos que cambiar para ajustar
nuestras actuaciones y nuestra vida a los deseos de paz de Dios para la
humanidad.
Si la oración es encuentro
sincero con Dios, no lleva a la evasión y la cobardía. Al contrario, fortalece
nuestra voluntad, estimula nuestra debilidad y robustece nuestro ánimo para
buscar la paz y trabajar por ella incansablemente.
Quien pide la paz ardientemente,
se hace más capaz para acogerla en su corazón. Más aún. Quien ora así a Dios,
está haciendo ya la paz en su interior. No podrá «orar contra nadie» si no es
contra su propio pecado, su ceguera, su egoísmo e intolerancia, sus reacciones
de odio y venganza.
La verdadera oración convierte.
Nos hace más capaces de perdón y reconciliación, más sensibles frente a
cualquier injusticia, abuso y mentira. Más libres frente a cualquier
manipulación.
No se puede trabajar por la paz
de cualquier manera, pues introduciremos inconscientemente nuevos géneros de
violencia y conflictividad entre nosotros. Con el corazón lleno de odio,
condena, intolerancia y dogmatismo, se pueden hacer muchas cosas. Todo menos
aportar verdadera paz a la convivencia entre los hombres. ¿No necesitaremos
todos detenernos más a hacer paz en nuestro corazón? ¿No estará este pueblo
necesitado de más oración por la paz?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
1 de enero de 1989
ORACION
PARA NOCHEVIEJA
María
conservaba todas estas cosas.
Señor, antes de entrar en el
bullicio y el aturdimiento del fin de año, quiero esta tarde encontrarme
contigo despacio y con calma.
Son pocas las veces que lo hago.
Tú sabes que ya no acierto a rezar. He olvidado aquellas oraciones que me
enseñaron de niño y no he aprendido a hablar contigo de otra manera más viva y
concreta.
Señor, en realidad, ya no sé muy
bien si creo en Tí Han pasado tantas cosas estos años. Ha cambiado tanto la
vida y he envejecido tanto por dentro. Yo quisiera sentirte más vivo y más
cercano. Me ayudaría a creer. Pero me resulta todo tan difícil.
Y sin embargo, Señor, yo te
necesito. A veces me siento muy mal dentro de mí. Van pasando los años y siento
el desgaste de la vida. Por fuera todo parece funcionar bien: el trabajo, la
familia, los hijos. Cualquiera me envidiaría. Pero yo no me siento bien.
Ya ha pasado un año más. Esta noche
comenzaremos un año nuevo, pero yo sé que todo seguirá igual. Los mismos
problemas, las mismas preocupaciones, los mismos trabajos. Y así, ¿hasta
cuándo?
Cuánto desearía poder renovar mi
vida desde dentro. Encontrar en mí una alegría nueva, una fuerza diferente para
vivir cada día. Cambiar, ser mejor conmigo mismo y con todos.
Pero a mi edad no se pueden
esperar grandes cambios. Estoy ya demasiado acostumbrado a un estilo de vida.
Ni yo mismo creo demasiado en mi transformación.
Por otra parte, Tú sabes cómo me
dejo arrastrar por la agitación de cada día. Tal vez por eso no me encuentro
casi nunca contigo. Tú estás dentro de mí y yo ando casi siempre fuera de mí
mismo. Tú estás conmigo y yo ando perdido en mil cosas.
Si al menos te sintiera como mi mejor
Amigo. A veces pienso que eso lo cambiaría todo. Qué alegría si yo no te
tuviera esa especie de temor que no sé de dónde brota pero que me distancia
tanto de Tí
Señor, graba bien en mi corazón
que Tú hacia mí sólo puedes sentir amor y ternura. Recuérdame desde dentro que
Tú me aceptas tal como soy, con mi mediocridad y mi pecado, y que me quieres
incluso aunque no cambie.
Señor, se me va pasando la vida
y, a veces, pienso que mi gran pecado es no terminar de creer en Ti y en tu
amor. Por eso, esta noche yo no te pido cosas. Sólo que despiertes mi fe lo
suficiente para creer que Tú estás siempre cerca y me acompañas.
Que a lo largo de este año nuevo
no me aleje mucho de Tí Que sepa encontrarte en mis sufrimientos y mis
alegrías. Entonces tal vez cambiaré. Será un año nuevo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
1 de enero de 1986
CON
CONFIANZA
Al
cumplirse los ocho días.
Sin fe, nuestro calendario no es
otra cosa que la medida de las rotaciones de la tierra. En veinticuatro horas
gira la tierra en torno a sí misma y en trescientos sesenta y cinco días, en
torno al sol. El día y el año no son, en definitiva, más que medidas puramente
mecánicas.
Así, el tiempo es como un
círculo. Una marcha circular que se repite siempre de nuevo. La tierra va
realizando su carrera, prescindiendo de los sufrimientos y las esperanzas de
los hombres y mujeres que viven sobre ella.
Sólo la fe transforma el tiempo y
le da sentido. A lo largo del año celebramos los creyentes las fiestas que nos
recuerdan las acciones de Dios, desde el nacimiento de Jesús hasta la
resurrección de Cristo.
La celebración de estas fiestas
es algo totalmente distinto del discurrir de los días. Es la celebración del
amor inagotable de Dios que nos conduce hacia la eternidad.
Así, el comienzo cristiano del
año con la celebración de la Navidad, es algo totalmente distinto del inicio de
un año civil. Es comenzar un nuevo paso hacia la eternidad de Dios apoyados en
la fe en ese mismo Dios encarnado entre los hombres.
Por eso, todos los años, en el
umbral del nuevo año, la Iglesia nos presenta unas palabras de la Carta a los
gálatas donde se nos invita a gritar: «Abba», Padre. La Iglesia nos sugiere
esas palabras para despertar en nosotros una confianza que nos ayude a caminar
hacia el nuevo año consolados y animosos.
No nos resulta fácil a los
hombres de hoy poner esta invocación en nuestra boca. Nos falta la ingenuidad y
el espíritu filial que nos haga gritar: ¡Padre! Nos resistimos a presentarnos
ante Dios como niños débiles, acostumbrados como estamos a defender nuestra
posición de adultos ante todos.
Sin embargo, tenemos la
experiencia amarga del pasado. Cuando queremos caminar solos por la vida,
terminamos encontrándonos con nuestra propia impotencia. ¿No haremos tampoco
este año la experiencia nueva de vivir con más confianza en el Padre? ¿Por qué
no va a ser posible en estos tiempos modernos vivir con esa confianza profunda
en Dios?
No sabemos lo que nos espera en
el nuevo año, pero sabemos que nos espera Dios. No conocemos los problemas,
conflictos, sufrimientos y soledades que pueden sacudir nuestro corazón, pero
siempre podremos invocar a Dios. No sabemos qué pecados cometeremos y en qué
errores caeremos, pero siempre podremos contar con su perdón.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 – APRENDER A VIVIR
1 de enero de 1983
COMENZAR
UN AÑO NUEVO
Al cumplirse
los ocho días.
No es fácil comenzar un año
nuevo. El paso del tiempo y la proximidad cada vez mayor de la vejez y de la
muerte es algo que resulta insoportable al hombre contemporáneo.
Por eso, no es extraño que, al
despedir el año que ha pasado y comenzar otro nuevo, muchos necesiten olvidar,
aturdirse, engañarse a sí mismos y desearse una vida nueva y feliz. Cuántos
comenzarán el año en la mentira de una cena, celebrada entre ruidosas
carcajadas, copas de champagne, gran «cotillón» y augurios de felicidad y
prosperidad.
Y en las próximas horas nos
encontraremos por las calles y nos repetiremos la misma mentira: «Año nuevo,
vida nueva».
Pero, no será así. Comenzará un
año nuevo. Pero, nuestra vida continuará siendo casi la misma. Porque
continuarán nuestros viejos problemas, nuestros enfrentamientos y nuestras
luchas de siempre.
Llegará un nuevo año. Pero,
seguiremos cometiendo los mismos errores y repitiendo los mismos fallos. Y
seguiremos estropeando cada día nuestra vida y obstaculizando a cada momento
nuestra convivencia.
Y, sin embargo, hay un deseo
verdadero y real en muchos hombres, al comenzar el año nuevo. Ese día es
tradicionalmente la Jornada Mundial por la Paz. Parece como que los hombres
deseamos resumir en esa palabra, todos nuestros deseos de vida, justicia,
convivencia y felicidad verdaderas.
Los Obispos de nuestras diócesis,
siguiendo el mensaje del Papa, han querido dirigirnos, al comienzo del año, una
llamada a construir esa paz, poniendo más verdad en nuestras vidas y en nuestra
sociedad.
Su palabra es la de unos hombres
que creen que una nueva paz es posible entre nosotros, si sabemos buscarla
desde una postura de sinceridad, verdad y diálogo.
Durante estos últimos años se ha
ido extendiendo entre nosotros la falsa idea de que nuestros problemas sólo se
pueden resolver por la fuerza y la lucha violenta. Por eso, estamos
acostumbrados a ver que cada uno tiende a imponer, por cualquier medio y a
cualquier precio, sus propias convicciones, esquemas y proyectos.
Necesitamos creer más en el
hombre y en su capacidad de ir resolviendo los problemas desde una postura
sincera de diálogo.
Nuestros Obispos han apostado por
«la fuerza pacificadora de quienes buscan sinceramente la verdad, por el
diálogo en la acción política». Si su voz tuviera acogida, sería realmente un
año nuevo.
José Antonio Pagola
Mira
también:
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
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