Homilias de José Antonio Pagola
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30 de septiembre de 2012
26º domingo Tiempo ordinario (B)
EVANGELIO
El que no está contra
nosotros está a favor nuestro. Si tu mano te quiere hacer caer, córtatela.
+ Lectura del santo
evangelio según san Marcos 9,38-43.45.47-48
En aquel tiempo, dijo Juan a
Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo
hemos querido impedir, porque no es de los nuestros». Jesús respondió: «No se
lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar
mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
Y, además, el que os dé a beber
un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin
recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le
valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.
Si tu mano te hace caer,
córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al
infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más
te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno, Y,
si tu ojo te hace caer, sácatelo:
más te vale entrar tuerto en el
reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no
muere y el fuego no se apagas’.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2011-2012 -
30 de septiembre de 2012
NADIE
TIENE LA EXCLUSIVA DE JESÚS
La escena es sorprendente. Los
discípulos se acercan a Jesús con un problema. Esta vez, el portador del grupo
no es Pedro, sino Juan, uno de los dos hermanos que andan buscando los primeros
puestos. Ahora pretende que el grupo de discípulos tenga la exclusiva de Jesús
y el monopolio de su acción liberadora.
Vienen preocupados. Un exorcista,
no integrado en el grupo, está echando demonios en nombre de Jesús. Los
discípulos no se alegran de que la gente quede curada y pueda iniciar una vida
más humana. Solo piensan en el prestigio de su propio grupo. Por eso, han
tratado de cortar de raíz su actuación. Esta es su única razón: "no es de
los nuestros".
Los discípulos dan por supuesto
que, para actuar en nombre de Jesús y con su fuerza curadora, es necesario ser
miembro de su grupo. Nadie puede apelar a Jesús y trabajar por un mundo más
humano, sin formar parte de la Iglesia. ¿Es realmente así? ¿Qué piensa Jesús?
Sus primeras palabras son
rotundas: "No se lo impidáis". El Nombre de Jesús y su fuerza
humanizadora son más importantes que el pequeño grupo de sus discípulos. Es
bueno que la salvación que trae Jesús se extienda más allá de la Iglesia
establecida y ayude a las gentes a vivir de manera más humana. Nadie ha de
verla como una competencia desleal.
Jesús rompe toda tentación
sectaria en sus seguidores. No ha constituido su grupo para controlar su
salvación mesiánica. No es rabino de una escuela cerrada sino Profeta de una
salvación abierta a todos. Su Iglesia ha de apoyar su Nombre allí donde es
invocado para hacer el bien.
No quiere Jesús que entre sus
seguidores se hable de los que son nuestros y de los que no lo son, los de
dentro y los de fuera, los que pueden actuar en su nombre y los que no pueden
hacerlo. Su modo de ver las cosas es diferente: "El que no está contra
nosotros está a favor nuestro".
En la sociedad moderna hay muchos
hombres y mujeres que trabajan por un mundo más justo y humano sin pertenecer a
la Iglesia. Algunos ni son creyentes, pero están abriendo caminos al reino de
Dios y su justicia. Son de los nuestros. Hemos de alegrarnos en vez de mirarlos
con resentimiento. Los hemos de apoyar en vez de descalificar.
Es un error vivir en la Iglesia
viendo en todas partes hostilidad y maldad, creyendo ingenuamente que solo
nosotros somos portadores del Espíritu de Jesús. El no nos aprobaría. Nos
invitaría a colaborar con alegría con todos los que viven de manera evangélica
y se preocupan de los más pobres y necesitados.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO
27 de septiembre de 2009
SON
AMIGOS, NO ADVERSARIOS
El que no
está con nosotros, está a favor nuestro.
A pesar de los esfuerzos de Jesús
por enseñarles a vivir como él, al servicio del reino de Dios, haciendo la vida
de las personas más humana, más digna y dichosa, los discípulos no terminan de
entender el Espíritu que lo anima, su amor grande a los más necesitados y la
orientación profunda de su vida.
El relato de Marcos es muy
iluminador. Los discípulos informan a Jesús de un hecho que los ha molestado
mucho. Han visto a un desconocido «expulsando
demonios». Está actuando «en nombre de Jesús» y en su misma
línea: se dedica a liberar a las personas del mal que les impide vivir de
manera humana y en paz. Sin embargo, a los discípulos no les gusta su trabajo
liberador. No piensan en la alegría de los que son curados por aquel hombre. Su
actuación les parece una intrusión que hay que cortar.
Le exponen a Jesús su reacción: «Se lo hemos querido impedir porque no es de
los nuestros». Aquel extraño no debe seguir curando porque no es miembro
del grupo. No les preocupa la salud de la gente, sino su prestigio de grupo.
Pretenden monopolizar la acción salvadora de Jesús: nadie debe curar en su
nombre si no se adhiere al grupo.
Jesús reprueba la actitud de sus
discípulos y se coloca en una lógica radicalmente diferente. Él ve las cosas de
otra manera. Lo primero y más importante no es el crecimiento de aquel pequeño
grupo, sino que la salvación de Dios llegue a todo ser humano, incluso por
medio de personas que no pertenecen al grupo: «el que no está contra nosotros, está a favor nuestro». El que hace
presente en el mundo la fuerza curadora y liberadora de Jesús está a favor de
su grupo.
Jesús rechaza la postura sectaria
y excluyente de sus discípulos que solo piensan en su prestigio y crecimiento,
y adopta una actitud abierta e inclusiva donde lo primero es liberar al ser
humano de aquello que lo destruye y hace desdichado. Éste es el Espíritu que ha
de animar siempre a sus verdaderos seguidores.
Fuera de la Iglesia católica, hay
en el mundo un número incontable de hombres y mujeres que hacen el bien y viven
trabajando por una humanidad más digna, más justa y más liberada. En ellos está
vivo el Espíritu de Jesús. Hemos de sentirlos como amigos y aliados, nunca como
adversarios. No están contra nosotros pues están a favor del ser humano, como
estaba Jesús.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
1 de octubre de 2006
UN
LENGUAJE DURO
Si tu
mano te hace caer, córtatela.
Para Jesús, lo primero dentro del
grupo de sus seguidores es olvidarse de los propios intereses y ambiciones y
ponerse a servir, colaborando juntos en su proyecto de hacer un mundo más
humano. No es fácil. A veces, en vez de ayudar a otros creyentes, les podemos
hacer daño.
Es lo que preocupa a Jesús. Que,
entre los suyos, haya quien «escandalice
a uno de esos pequeños que creen». Que, entre los cristianos, haya personas
que, con su manera de actuar, hagan daño a creyentes más débiles, y los desvíen
del mensaje y el proyecto de Jesús. Sería desvirtuar su movimiento.
Jesús emplea imágenes
extremadamente duras para que cada uno extirpe de su vida aquello que se opone
a su estilo de entender y de vivir la vida. Está en juego «entrar en el reino de Dios» o quedar excluido, «entrar en la vida» o terminar en la
destrucción total.
El lenguaje de Jesús es
metafórico. La «mano» es símbolo de
la actividad y el trabajo. Jesús empleaba sus manos para bendecir, curar y
tocar a los excluidos. Es malo usarlas para herir, golpear, someter o humillar.
«Si tu mano te hace caer, córtatela»
y renuncia a actuar en contra del estilo de Jesús.
También los «pies» pueden hacer daño si nos llevan por caminos contrarios a la
entrega y el servicio. Jesús caminaba para estar cerca de los más necesitados,
y para buscar a los que vivían perdidos. «Si
tu pie te hace caer córtatelo», y abandona caminos errados que no ayudan a
nadie a seguir a Jesús.
Los «ojos» representan los deseos y aspiraciones de la persona. Pero,
si no miramos a las personas con el amor y la ternura con que las miraba Jesús,
terminaremos pensando sólo en nuestro propio interés. «Si tu ojo te hace caer córtatelo» y aprende a mirar la vida de
manera más evangélica.
¿Cómo se le ocurrió a Jesús esa
figura trágica y, al mismo tiempo, cómica de un hombre manco, cojo y tuerto
entrando en la plenitud de la vida?, ¿qué sintió la gente al oírle hablar así?,
¿cómo podemos reaccionar nosotros? Por muy dolorosas que sean, si los
cristianos no hacen opciones que aseguren la fidelidad a Jesús, su proyecto no
se abrirá camino en el mundo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2002-2003 – REACCIONAR
28 de septiembre de 2003
SON DE LOS
NUESTROS
El que no
está contra nosotros está a nuestro favor.
El evangelista Marcos nos
describe un episodio en el que Jesús corrige de manera contundente una actitud
equivocada de los Doce. ¿No habremos de escuchar también hoy la advertencia de
Jesús?
Los Doce tratan de impedir la
actividad de un hombre que «expulsa
demonios», es decir, alguien dedicado a liberar a las personas del mal que
las bloquea y esclaviza, devolviéndoles su libertad y dignidad. Es un hombre
preocupado de hacer el bien a la gente. Incluso actúa «en nombre de Jesús». Pero los Doce observan algo que, a su juicio,
es muy grave: «no es de los nuestros».
Los Doce no toleran la actividad
liberadora de alguien que no está con ellos. Les parece inadmisible. Sólo a
través de la adhesión a ellos puede llevarse a cabo la salvación que ofrece
Jesús. No se fijan en el bien que realiza aquel hombre. Les preocupa que no
esté con ellos.
Jesús, por el contrario, reprueba
de manera rotunda la actitud de sus discípulos. Quien desarrolla una actividad
humanizadora está ya, de alguna manera, vinculado a Jesús y a su proyecto de
salvación. Sus seguidores no tienen que monopolizarlo.
Los Doce han querido ejercer un
control sobre la actividad de quien no pertenece a su grupo, y han visto en él
un rival. Jesús que sólo busca el bien del ser humano ha visto en él un aliado
y un amigo: «El que no está contra
nosotros está a favor nuestro».
La crisis que sufre hoy la
«religión cristiana» es una oportunidad para que los seguidores de Jesús
recordemos que nuestra primera tarea no es organizar y desarrollar con éxito
una religión, sino ser fermento de una humanidad nueva.
Por eso, lo nuestro no es vivir
recelosos, condenando posiciones o iniciativas que no se ajustan a nuestros
deseos o esquemas religiosos. No es muy propio de una Iglesia de Jesús estar
siempre viendo enemigos por todas partes. Jesús nos invita, más bien, a
alegrarnos de todo lo que gentes e instituciones ajenas a la Iglesia pueden
estar haciendo por un desarrollo más humano de la vida. Son de los nuestros
porque luchan por la misma causa: un hombre más digno de su condición de hijo
de Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1999-2000 – COMO ACERTAR
1 de octubre de 2000
¿QUÉ HAS
HECHO DE TU HERMANO?
El que os
dé a beber un vaso de agua...
El individualismo es, sin duda,
uno de los rasgos que mejor caracterizan al hombre de hoy. Como recordaba el
sociólogo americano D. Riesman en su
renombrado estudio «La muchedumbre
solitaria» (1950), en la época moderna lo sagrado ya no es el grupo ni la
familia, sino el individuo suelto y «autodirigido».
Desgraciadamente este
individualismo moderno no lleva siempre a la autoafirmación de la persona.
Después del toque de alarma de Ch. Lasch
en «La cultura del narcisismo» (1979)
no son pocos los que nos ponen en guardia ante cierto estilo de vida
individualista que conduce a la pérdida de identidad humana.
El individuo moderno defiende
«instintivamente» su libertad, pero ésta queda reducida muchas veces a una
defensa recelosa de la esfera privada. Es una libertad sin contenido. Lo que
importa es no atarse a nada ni a nadie. No depender de otros. Exigir derechos
sin asumir obligaciones. Ocuparse y preocuparse sólo de uno mismo.
Este individualismo conduce
entonces a un peligroso aislamiento. La persona se desentiende de todo lo que
no sea su propio interés. Rehúye el compromiso e incluso el amor. Sólo le
interesa su propio yo. Los problemas personales se hipertrofian. La
tranquilidad se va convirtiendo en meta suprema. Lo importante es evitar
tensiones y vivir sin problemas.
Curiosamente, al encontrarse por
fin solo y sin ataduras, el individuo pierde seguridad. No se siente bien.
Necesita coincidir con los demás, vivir a la moda, estar informado, encender el
televisor, tener la sensación de que no está tan solo en la vida. Necesita
sentirse vivo pero ya no sabe lo que es desplegar la vida desde el amor.
Frente a esta «cultura del yo», el Evangelio sigue
invitando a la «cultura del nosotros».
La humanidad no es «una muchedumbre de individuos aislados». El mundo no
termina en mi piel. Todo ser humano es mi «prójimo». De todos me he de sentir
responsable, aunque sólo sea para «dar a
beber un vaso de agua». El individualismo contemporáneo no será humano
mientras no escuche la pregunta de Dios: «Hombre moderno y progresista, ¿qué
has hecho de tu hermano?»
José Antonio Pagola
HOMILIA
1996-1997 – DESPERTAR LA FE
28 de septiembre de 1997
UNA ISLA
GRIEGA
El que os
dé a beber un vaso de agua…
Lo he escuchado esta misma semana
en la televisión. En plena burla de lo que puede significar la ética en la vida
práctica, alguien le preguntaba a Pepe
Navarro: «Pero, ¿tú sabes lo que es ética?» Y el famoso presentador
contestaba con picardía: « ¿Una isla griega?» No nos debe sorprender
excesivamente la «gracia» pues se producía en uno de los programas más vulgares
de la pequeña pantalla. Más desalentador resulta ver cómo autores muy
celebrados hoy en Europa proponen abiertamente una ética inspirada en el propio
interés o convivencia.
Según se nos dice, hay que
olvidarse del altruismo o la preocupación por el otro y ocuparse sólo del
propio bienestar. El interés por uno mismo sería la clave de esta ética de los
nuevos tiempos democráticos. Cada uno ha de buscar inteligentemente lo que le
conviene. «Good ethics make good
business.»
Así afirma G. Lipovetsky en uno de sus libros de mayor éxito de crítica y de
ventas: «Una persona buena en el sentido
de la moral del deber no siempre produce beneficios, por eso todos preferimos
un gestor que robe un poco, pero que incremente la cuenta de resultados, a una
bellísima persona que con su bondad nos lleve a la ruina. Los santos pueden ser
perjudiciales para el bienestar general, mientras que los astutos pueden
resultar beneficiosos. Al individuo responsable le interesarían más los
segundos que los primeros.»
La sociedad del futuro se ha de
construir, pues, sobre este «individualismo
responsable». Las cosas funcionarán bien si cada uno se preocupa
razonablemente de lo suyo. No hace falta ocuparse de los otros. La solidaridad
«quedaría en un segundo plano, porque no es obligatoria, es más bien un valor
sagrado laicizado, que no ocupa el primer lugar. El individualismo es el código
de la democracia moderna.»
Naturalmente, en esta «ética
individualista» desaparece el interés por el otro, el cuidado del débil, la
atención al que sufre. Si una persona sigue haciendo algo de esto, será porque
le interesa o porque le apetece, ya que en última instancia, todo se enfoca
desde el propio interés. No sé qué es más desmoralizador: reírse de la ética
aludiendo a cierta «isla griega» o proponer una ética que nos convierte a todos
en «islas».
Qué sanador y reconfortante
resulta en este contexto escuchar las palabras de Jesús valorando hasta el vaso
de agua que se da a beber a quien tiene sed. Nunca nacerá una sociedad digna
del ser humano promoviendo el desencuentro, el desamor y la insolidaridad entre
las personas y los grupos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
25 de septiembre de 1994
FE Y
PLURALISMO
No es de
los nuestros.
Poco a poco, se va tomando
conciencia de que uno de los hechos más importantes de la época moderna y de
consecuencias más profundas es, sin duda, el pluralismo. La cultura moderna, el
desarrollo de los medios de comunicación y la facilidad para viajar hacen que
cualquier persona entre hoy en contacto con otras culturas, religiones o
ideologías muy diferentes a las suyas.
El hecho no es nuevo en la
historia de la humanidad y se ha dado con cierta frecuencia en las grandes
ciudades. Lo nuevo del pluralismo moderno es la fuerza que va adquiriendo ese
fenómeno que el sociólogo norteamericano Peter
L. Berger llama, en su último libro, «la
contaminación cognoscitiva»: los diferentes estilos de vida, valores,
creencias, posiciones religiosas y morales se mezclan cada vez más. Y no solo
en el seno de la sociedad; también en el interior de cada uno.
Las personas reaccionan de
diversas maneras ante esta realidad. Hay bastantes que caen en un relativismo
generalizado; han descubierto que su religión o su moral no es la única
posible, y, poco a poco, se ha abierto en ellas el resquicio de la duda: « ¿Dónde
estará la verdad?» Hay quienes optan entonces por ahondar en su propia fe para
conocerla y fundamentarla mejor. Pero hay también quienes se abandonan a un
relativismo total: «Nada se puede saber con certeza»; «todo da igual»; « ¿para
qué complicarse más?»
Otros, por el contrario, se
atrincheran en una ortodoxia de «ghetto» y hasta en el fanatismo. Es difícil
para muchos vivir sin seguridad absoluta, sobre todo en lo que afecta a las
cuestiones más vitales de la existencia. Por eso, cuando el relativismo parece
ya excesivo en una sociedad, es normal que el absolutismo y el integrismo
doctrinal adquieran para algunos un fuerte atractivo. Hay que defender la
propia ortodoxia y combatir los errores: «Fuera de nuestro grupo no hay nada
bueno ni verdadero.» Naturalmente, no pienso solo en «ortodoxias» de carácter
religioso; las hay también de orden político o ideológico, vinculadas a un
determinado estilo de vida o de filosofía.
No es fácil vivir hoy con
honestidad las propias convicciones en una sociedad que parece tolerarlo todo,
pero donde los fanatismos vuelven a cobrar tanta fuerza. Los cristianos, por
nuestra parte, habremos de aprender a vivir nuestra propia fe sin disolverla
ligeramente en falsos relativismos y sin encerrarnos ciegamente en fanatismos
que poco tienen que ver con el espíritu de Cristo.
Siempre es posible la lealtad
innegociable al mensaje de Cristo y a su persona, y la apertura honesta a todo
lo bueno y positivo que se encuentra fuera del cristianismo. Esta es la lección
que nos llega de ese Jesús que, en cierta ocasión, corrigió a sus discípulos
cuando rechazaban a un hombre que «echaba
demonios», solo porque, según decían, «no
es de los nuestros». El mensaje de Jesús es claro: El que hace el bien,
aunque no sea de los nuestros, está a favor nuestro.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
29 de septiembre de 1991
ESCANDALOS
El que
escandalice.
Apenas se habla hoy del pecado de
escándalo. Tradicionalmente se veía el “escándalo”, sobre todo, en la
corrupción de las costumbres, las modas provocativas, los espectáculos
atrevidos o todo aquello que turbara los hábitos sociales en el campo del sexo.
Hoy nos hemos habituado de tal
manera al deterioro social, que lo que “escandaliza” y ofende no es el estado
de la sociedad, sino las palabras de quienes, como el Papa, denuncian el
deterioro de los valores morales, el incremento del consumismo, el hedonismo,
la permisividad sexual, el descenso de la natalidad o el aborto.
Antes que nada, es conveniente
que recordemos que “escándalo”, en su sentido más amplio y profundo, es todo
aquello que conduce a otros a actuar al margen de la propia conciencia. Escandalizar
no es tanto producir turbación o confusión cuanto incitar a una vida inmoral.
En este sentido, nadie puede negar que vivamos en una sociedad “escandalosa” en
la que se estimula hacia actuaciones poco humanas.
La desigualdad económica y social
entre quienes viven instalados en la seguridad de su puesto de trabajo bien
retribuido y los que se van quedando descolgados de toda fuente digna de
subsistencia es hoy escandalosa porque está llevando al individualismo ciego, la
insolidaridad y la marginación de los más débiles.
Por otra parte, amplios sectores
del pueblo comienzan a “escandalizarse” porque constatan que el noble ejercicio
de la política se vaya deteriorando de manera lamentable. Estrategias poco
transparentes, enfrentamientos mezquinos y manejos turbios, al margen del bien
común, están llevando a no pocos ciudadanos al desaliento, la inhibición y la
desconfianza en las instituciones públicas.
Asimismo, la agresividad insana,
las descalificaciones destructivas y la violencia verbal entre los políticos
son un “escándalo” en un pueblo que necesita urgentemente modelos públicos de
diálogo constructivo, solidaridad y colaboración en el bien común.
Los cristianos deberíamos
recordar también la grave advertencia de Jesús que nos pone en guardia ante el
escándalo que puede conducir a la pérdida de fe. Esas palabras tan duras de
Jesús: “El que escandalice a uno de estos
pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de
molino y lo echasen al mar” no se refieren a la “corrupción de menores”,
sino a las incoherencias, infidelidades y contradicciones con las que podemos
hacer que se pierda la fe de las gentes sencillas.
Escándalo viene del griego “skandalon” que significa “la piedra”
con la que se puede tropezar. Escandaliza todo aquel que, con su actuación,
obstaculiza o hace más difícil la vida digna y humana de los demás.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
25 de septiembre de 1988
ESCANDALIZARSE
El que
escandalice a uno...
Con cierta frecuencia se oye
hablar entre nosotros de acontecimientos, nuevas costumbres, espectáculos o
hechos que “provocan escándalo”.
Por lo general, se habla
públicamente de escándalos cuando se lesionan valores que se consideran
esenciales para la convivencia dentro de una sociedad.
Pero es curioso observar que los
escándalos que producen mayor irritación son casi siempre aquéllos que hieren
las convicciones o la sensibilidad en lo que afecta al terreno sexual.
Jesús, por el contrario, habla
más bien del “escándalo religioso”, es decir, de todo aquello que puede desviar
o alejar de la fe a los “pequeñuelos que creen”.
El escándalo puede tener efectos
destructivos para el que recibe su impacto, pero puede también convertirse en
estímulo y acicate para la fe. No olvidemos que las persecuciones han
fortalecido casi siempre la vida de las comunidades cristianas.
Naturalmente, ello depende en
gran parte del modo de reaccionar de los creyentes ante el hecho escandaloso
que perturba o hiere sus creencias.
Hay quienes lo hacen no desde una
postura religiosa sino desde la irritación, el resentimiento o la indignación.
Su reacción exasperada, provocada
no pocas veces por la falta de seguridad y solidez interior, les impide con
frecuencia ahondar más en su propia fe y enriquecer o purificar su adhesión
creyente.
Hay también quienes,
curiosamente, se dedican a proclamar a los cuatro vientos el escándalo que han
recibido, con lo cual se convierten en sus mejores propagandistas y promotores.
Se diría que, por alguna razón
difícil de entender, les interesa que el escándalo adquiera una resonancia y un
eco mayor que los que en un comienzo podía tener.
Hay incluso quienes reaccionan de
manera más violenta recurriendo al insulto y los ataques personales, como si no
existiera otra manera más digna y adecuada de defender las creencias y los
valores agraviados.
Sin embargo, si como es normal,
al escándalo religioso se responde desde una actitud religiosa, puede
convertirse en invitación y estímulo para consolidar mejor nuestra fe y dar un
testimonio firme de ella.
Tal vez la próxima presentación
de una película “escandalosa» sobre Cristo nos ofrezca una buena ocasión para
ello.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
29 de septiembre de 1985
«NO ES DE
LOS NUESTROS»
«No es de
los nuestros».
La violencia armada que sacude a
nuestro pueblo, además de otras cosas, es el exponente más visible de una
sociedad intolerante.
Acostumbrados a vivir durante
largos años en un marco totalitario, no hemos aprendido todavía a resolver
nuestras legítimas diferencias por la vía de la confrontación leal y el
diálogo.
Fácilmente caemos en la tentación
de pensar cada uno que el proyecto político que defendemos es el único válido
al que todos se han de someter y que nuestra posición es la única que se
identifica con la justicia.
Sin darnos cuenta, eliminamos de
raíz el derecho que tienen los demás a discrepar, ser diferentes y tener sus
propias posiciones contrarias e, incluso, opuestas a las nuestras.
Cuando uno vive encerrado en un
dogmatismo político, cultural o ideológico, fácilmente desprecia al
discrepante, descalifica todo su proyecto y le niega competencia y hasta
honestidad.
Entonces, el adversario político
o ideológico se convierte en enemigo personal. La confrontación degenera en
insulto y agresividad. El clima de intolerancia y mutua exclusión violenta
puede entonces conducirnos a la tentación de eliminar de alguna manera a quien
se nos presenta como enemigo.
En este clima es fácil justificar
cualquier atentado contra las personas, incluso, los asesinatos, si el muerto
no es de los nuestros.
Cuántas personas sufren hoy con
este ambiente de intolerancia y mutuo rechazo que se respira a menudo, en
nuestros ayuntamientos, lugares de trabajo, asambleas y confrontaciones
políticas.
No se asentará en nuestro pueblo
ninguna paz estable mientras no aprendamos a superar posturas dogmáticas y
exclusivistas. El que trata de imponer por la fuerza su propio proyecto
político o su ideología, está introduciendo en nuestra convivencia nuevos
factores de conflicto y violencia.
Entre todos hemos de crear unas
condiciones y un clima de tolerancia, mutuo respeto y confrontación leal en que
sea posible ir encontrando vías de diálogo y concertación política que hagan
cada vez más injustificable y absurdo el recurso a las armas.
Los cristianos, lejos de
endurecer y sacralizar falsamente nuestras posiciones manipulando a Dios e
identificándolo con nuestras propias posturas, hemos de seguir a ese Jesús que
corrigió a sus discípulos cuando rechazaban a un hombre sólo porque, según
decían, «no era de los nuestros».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1981-1982 – APRENDER A VIVIR
26 de septiembre de 1982
A FAVOR
NUESTRO
El que no
está contra nosotros, está a favor nuestro.
Con frecuencia, los cristianos no
terminamos de superar una mentalidad de casta privilegiada que nos impide
apreciar todo el bien que se realiza en ámbitos alejados de la fe.
Casi inconscientemente, tendemos
a pensar que somos nosotros los únicos portadores de la verdad, y que el
Espíritu de Dios sólo actúa a través de nosotros.
Una falsa interpretación del
mensaje de Jesús nos ha conducido a veces a identificar el reino de Dios con la
Iglesia. Según esta concepción, el reino de Dios se realizaría dentro de la Iglesia,
y crecería y se extendería en la medida en que crece y se extiende la Iglesia.
Y sin embargo, no es así. El
reino de Dios se extiende más allá de la institución eclesial. No crece sólo
entre los cristianos sino entre todos aquellos hombres de buena voluntad que
hacen crecer en el mundo la fraternidad.
Según Jesús, todo aquél que «echa
demonios en su nombre está evangelizando. Todo hombre, grupo o partido capaz de
«echar demonios» de nuestra sociedad y de colaborar en la construcción de un
mundo mejor, está, de alguna manera, abriendo camino al reino de Dios.
Es fácil que también a nosotros
como a los discípulos, nos parezca que no son de los nuestros, porque no entran
en nuestras iglesias ni asisten a nuestros cultos. Sin embargo, según Jesús,
«el que no está contra nosotros, está a favor nuestro».
Todos los que, de alguna manera,
luchan por la causa del hombre, están con nosotros. «Secretamente, quizás, pero
realmente, no hay un sólo combate por la justicia —por equívoco que sea su
trasfondo político— que no esté silenciosamente en relación con el reino de
Dios, aunque los cristianos no lo quieran saber. Allí donde se lucha por los
humillados, los aplastados, los débiles, los abandonados, allí se combate en
realidad con Dios por su reino, se sepa o no, él lo sabe» (G. Crespy).
Los cristianos deberíamos valorar
con gozo todos los logros humanos grandes o pequeños, y todos los triunfos de
la justicia que se alcanzan en el campo político, económico o social, por
efímeros que nos puedan parecer.
Los políticos que luchan por una
sociedad más justa, los periodistas que se arriesgan por defender la verdad y
la libertad, los obreros que logran una mayor solidaridad, los educadores que
se desviven por educar para la responsabilidad, aunque no parezcan siempre ser
de los nuestros, «están a favor nuestro» si se esfuerzan por un mundo más
humano.
Lejos de creernos portadores
únicos de salvación, los cristianos debemos acoger con gozo esa corriente de
salvación que se abre camino en la historia de los hombres, no sólo en la
Iglesia, sino también junto a ella y más allá de sus instituciones.
José Antonio Pagola
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