Homilias de José Antonio Pagola
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15 de julio de 2012
15º domingo Tiempo ordinario (B)
EVANGELIO
Los fue enviando.
+ Lectura del santo
evangelio según san Marcos 6,7-13
En aquel tiempo, llamó Jesús a
los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los
espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada
más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen
sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió: - «Quedaos en la casa
donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.
Y si un lugar no os recibe ni os
escucha,. al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la
conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los
curaban.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2011-2012 -
15 de Julio de 2012
EVANGELIZACIÓN
NUEVA
En la Iglesia se siente hoy la
necesidad de una nueva evangelización. ¿En qué puede consistir? ¿Dónde puede
estar su novedad? ¿Qué hemos de cambiar? ¿Cuál fue realmente la intención de
Jesús al enviar a sus discípulos a prolongar su tarea evangelizadora?
El relato de Marcos deja claro
que solo Jesús es la fuente, el inspirador y el modelo de la acción
evangelizadora de sus seguidores. Estos actuarán con su autoridad. No harán
nada en nombre propio. Son "enviados" de Jesús. No se predicarán a sí
mismos: solo anunciarán su Evangelio. No tendrán otros intereses: solo se
dedicarán a abrir caminos al reino de Dios.
La única manera de impulsar una
"nueva evangelización" es purificar e intensificar esta vinculación
con Jesús. No habrá nueva evangelización si no hay nuevos evangelizadores, y no
habrá nuevos evangelizadores si no hay un contacto más vivo, lúcido y
apasionado con Jesús. Sin él haremos todo menos introducir su Espíritu en el
mundo.
Al enviarlos, Jesús no deja a sus
discípulos abandonados a sus fuerzas. Les da su "autoridad", que no
es un poder para controlar, gobernar o dominar a los demás, sino su fuerza para
"expulsar espíritus inmundos", liberando a las gentes de lo que esclaviza,
oprime y deshumaniza a las personas y a la sociedad.
Los discípulos saben muy bien qué
les encarga Jesús. Nunca lo han visto gobernando a nadie. Siempre lo han
conocido curando heridas, aliviando el sufrimiento, regenerando vidas,
liberando de miedos, contagiando confianza en Dios. "Curar" y
"liberar" son tareas prioritarias en la actuación de Jesús. Darían un
rostro radicalmente diferente a nuestra evangelización.
Jesús los envía con lo necesario
para caminar. Según Marcos, solo llevarán "bastón, sandalias y una
túnica". No necesitan de más para ser testigos de lo esencial. Jesús los
quiere ver libres y sin ataduras; siempre disponibles, sin instalarse en el
bienestar; confiando en la fuerza del Evangelio.
Sin recuperar este estilo
evangélico, no hay nueva evangelización. Lo importante no es poner en marcha
nuevas actividades y estrategias, sino desprendernos de costumbres, estructuras
y servidumbres que nos están impidiendo ser libres para contagiar lo esencial
del Evangelio con verdad y sencillez.
La Iglesia ha perdido ese estilo
itinerante que sugiere Jesús. Su caminar es lento y pesado. No acierta a
acompañar a la humanidad. No tenemos agilidad para pasar de una cultura a otra.
Nos agarramos al poder que hemos tenido. Nos enredamos en intereses que no
coinciden con el reino de Dios. Necesitamos conversión.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO
12 de Julio de 2009
PARA UN
EXAMEN COLECTIVO
Los fue
enviando de dos en dos.
Jesús no envía a sus discípulos
de cualquier manera. Para colaborar en su proyecto del reino de Dios y
prolongar su misión es necesario cuidar un estilo de vida. Si no es así, podrán
hacer muchas cosas, pero no introducirán en el mundo su espíritu. Marcos nos
recuerda algunas recomendaciones de Jesús. Destacamos algunas.
En primer lugar, ¿quiénes son
ellos para actuar en nombre de Jesús? ¿Cuál es su autoridad? Según Marcos, al
enviarlos, Jesús «les da autoridad sobre
los espíritus inmundos». No les da poder sobre las personas que irán
encontrando en su camino. Tampoco él ha utilizado su poder para gobernar sino
para curar.
Como siempre, Jesús está pensando
en un mundo más sano, liberado de las fuerzas malignas que esclavizan y
deshumanizan al ser humano. Sus discípulos introducirán entre las gentes su
fuerza sanadora. Se abrirán paso en la sociedad, no utilizando un poder sobre
las personas, sino humanizando la vida, aliviando el sufrimiento de las gentes,
haciendo crecer la libertad y la fraternidad.
Llevarán sólo «bastón» y «sandalias». Jesús los imagina como caminantes. Nunca instalados.
Siempre de camino. No atados a nada ni a nadie. Sólo con lo imprescindible. Con
esa agilidad que tenía Jesús para hacerse presente allí donde alguien lo
necesitaba. El báculo de Jesús no es para mandar, sino para caminar.
No llevarán «ni pan, ni alforja, ni dinero». No han de vivir obsesionados por
su propia seguridad. Llevan consigo algo más importante: el Espíritu de Jesús,
su Palabra y su Autoridad para humanizar la vida de las gentes. Curiosamente,
Jesús no está pensando en lo que han de llevar para ser eficaces, sino en lo
que no han de llevar. No sea que un día se olviden de los pobres y vivan
encerrados en su propio bienestar.
Tampoco llevarán «túnica de repuesto». Vestirán con la
sencillez de los pobres. No llevarán vestiduras sagradas como los sacerdotes
del Templo. Tampoco vestirán como el Bautista en la soledad del desierto. Serán
profetas en medio de la gente. Su vida será signo de la cercanía de Dios a
todos, sobre todo, a los más necesitados.
¿Nos atreveremos algún día a
hacer en el seno de la Iglesia un examen colectivo para dejarnos iluminar por
Jesús y ver cómo nos hemos ido alejando sin darnos casi cuenta de su espíritu?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
16 de Julio de 2006
LO QUE NO
DEBEMOS LLEVAR
Ni pan ni
alforja.
Los cristianos nos preocupamos
mucho de que la Iglesia cuente con medios adecuados para cumplir eficazmente su
tarea: recursos económicos, poder social, plataformas eficientes. Nos parece lo
más normal. Sin embargo, cuando Jesús envía a sus discípulos a prolongar su
misión, no piensa en lo que deben llevar consigo, sino precisamente en lo
contrario: lo que no deben llevar.
El estilo de vida que les propone
es tan desafiante y provocativo que pronto las generaciones cristianas lo
suavizaron. ¿Qué hemos de hacer hoy con estas palabras de Jesús?, ¿borrarlas
del evangelio?, ¿olvidarlas para siempre?, ¿tratar de ser también hoy fieles a
su espíritu?
Jesús pide a sus discípulos que
no tomen consigo dinero ni provisiones. El «mundo nuevo» que él busca no se
construye con dinero. Su proyecto no lo sacarán adelante los ricos, sino gente
sencilla que sepa vivir con pocas cosas porque han descubierto lo esencial: el
reino de Dios y su justicia.
No llevarán siquiera zurrón, al
estilo de los filósofos cínicos que llevaban colgando del hombro una bolsa
donde guardaban las limosnas para asegurarse su futuro. La obsesión por la
seguridad no es buena. Desde la tranquilidad del bienestar no es fácil crear el
reino de Dios como un espacio de vida digna para todos.
Sus seguidores irán descalzos,
como las clases más oprimidas de Galilea. No llevarán sandalias. Tampoco túnica
de repuesto para protegerse del frío de la noche. La gente los debe ver
identificados con los últimos. Si se alejan de los pobres, no podrán anunciar
la Buena Noticia de Dios a los más necesitados.
Para los seguidores de Jesús no
es malo perder el poder, la seguridad y el prestigio social que hemos tenido
cuando la Iglesia lo dominaba todo. Puede ser una bendición si nos conduce a
una vida más fiel a Jesús. El poder no transforma los corazones; la seguridad
del bienestar nos aleja de los pobres; el prestigio nos llena de nosotros
mismos.
Jesús imaginaba a sus seguidores
de otra manera: liberados de ataduras, identificados con los últimos, con la
confianza puesta totalmente en Dios, curando a los que sufren, buscando para
todos la paz. Sólo así se introduce en el mundo su proyecto.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2002-2003 – REACCIONAR
13 de Julio de 2003
EN
MINORÍA
Ni pan ni
alforja.
No le va a ser fácil a la Iglesia
aprender a «vivir en minoría», en medio de una sociedad secularizada y
pluralista. Después de haber sido la religión oficial del Imperio romano y
haber ejercido durante siglos un poder hegemónico en occidente, no acierta a
caminar sin el apoyo de algún «poder» que le permita actuar desde un nivel de
superioridad.
Sin embargo, es bueno para la
Iglesia ir perdiendo poder económico y político pues ese despojamiento la va
acercando de nuevo hacia el movimiento que puso en marcha Jesús cuando envió a
sus discípulos de dos en dos, sin alforjas, sin dinero ni túnica de repuesto, y
con una sola misión: «predicar la
conversión».
La intención original de Jesús es
clara. No necesita de ricos que sostengan su proyecto. Basta con gente sencilla
que sabe vivir con pocas cosas pues ha descubierto lo esencial: la importancia
de construir una sociedad más humana y digna acogiendo a un Padre de todos.
Jesús no quiso dejar el Evangelio
en manos del dinero. Le horrorizaba «acumular
tesoros en la tierra». Tarde o temprano, el dinero se convierte en signo de
poder, de seguridad, de ambición y dominio sobre los demás. El dinero le resta
credibilidad al evangelio. Desde el poder económico no se puede predicar la conversión
que necesita nuestra sociedad ni crear un espacio de solidaridad para todos.
Por otra parte, Jesús no necesita
de poderosos que protejan la misión de sus discípulos. No cree en el poder como
fuerza transformadora. El poder suele ir acompañado de autoritarismo impositivo
y no es capaz de cambiar los corazones. Jesús cree en el servicio humilde de
los que buscan una sociedad mejor para todos.
Por eso, no quiso dejar el
evangelio en manos del poder. Él mismo nunca se impone por la fuerza, no
gobierna, no controla, no vigila. En su comunidad, «quien quiera ser el mayor se ha de hacer servidor». Jesús no
encumbra a sus discípulos dándoles un poder sobre los demás. Desde el poder no
se puede impulsar la transformación evangélica que necesitamos entre nosotros.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1999-2000 – COMO ACERTAR
16 de Julio de 2000
AUTORIDAD
… dándoles
autoridad sobre los espíritus inmundos.
Según los expertos, el poder y la
autoridad están sufriendo en la sociedad informatizada de estos tiempos,
cambios de cuyas consecuencias no somos todavía conscientes. Tanto en las
sociedades civiles como en las religiosas, la autoridad tiene cada vez más
poder para controlar e imponer un pensamiento único.
Los medios tecnológicos permiten
hoy una centralización fuerte y eficaz. Se cuenta con dictámenes
informatizados, es fácil la supervisión inmediata, las órdenes son instantáneas
y universales. Al mismo tiempo, la autoridad se hace cada vez más invisible,
los despachos últimos son inaccesibles, no se sabe exactamente de dónde parten
las disposiciones.
Se tiende poco a poco a la
supresión de todo diálogo real. Cada vez es más rara la comunicación para
buscar juntos una solución común a problemas comunes. Cada vez es más difícil
el debate y la discrepancia. Hay algunos que piensan y hablan por todos. No se
puede pensar o decir nada diferente excepto en temas de importancia secundaria.
Sin embargo, es peligroso que la
sociedad civil o religiosa se deje guiar ciegamente por los que detentan el
poder. Es necesario más que nunca el diálogo, la mutua escucha, la luz que nace
del contraste, la búsqueda común. «Autoridad»
es una palabra muy noble. Proviene del latín «augere» (hacer crecer) y, en sus inicios, indicaba la capacidad
para hacer crecer a los demás, para hacerlos más adultos y más capaces de una
vida digna. Hoy, por el contrario, significa casi siempre, «control», «poder»,
«gobierno», «imposición». Éste es tal vez nuestro infortunio: necesitamos
personas con autoridad y sólo contamos con personas poderosas.
Jesús no gobernó sobre nadie. No
impuso nada por la fuerza. Nunca utilizó el poder para controlar a sus
seguidores. Jamás excluyó a nadie. Fue libre. Escuchaba a los mendigos ciegos y
a los soldados extranjeros, se negaba a castigar a las adúlteras y pedía a
Pedro «perdonar hasta setenta veces siete». Ponía vida en las personas, y
sensatez y justicia en la sociedad. No ostentó ningún poder oficial pero, según
las gentes, actuaba «como quien tiene
autoridad». Por eso, cuando envía a sus discípulos a evangelizar, Marcos
nos dice que «les dio autoridad sobre los
espíritus inmundos», es decir, les dio poder para liberar del mal, no para
dominar y controlar a las personas.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1996-1997 – DESPERTAR LA FE
13 de Julio de 1997
AL
SERVICIO DEL EVANGELIO
Salieron
a predicar la conversión.
La diócesis de San Sebastián ha
presentado un documento titulado Una
Iglesia al servicio del Evangelio, que va a orientar su trabajo pastoral en
los próximos años. Tiempo habrá para ahondar en este importante escrito donde
se plasma el perfil de Iglesia que servirá de referencia para los planes y
programas de la diócesis donostiarra. Hoy sólo quiero apuntar los seis rasgos
que la definen.
Renovada por el Espíritu. El punto de arranque de todo es
la renovación espiritual de la misma diócesis. No basta mejorar la organización
o intensificar el trabajo. El «gozo de creer» y «la audacia para evangelizar»
sólo se reavivan desde la fuerza del Espíritu y la adhesión a Cristo. La
diócesis quiere cuidar de forma prioritaria la vuelta al evangelio, la
celebración de la eucaristía dominical y cuanto ayude a despertar la
experiencia religiosa.
Al servicio del Evangelio. Es el objetivo primero de la
diócesis: comunicar el evangelio de Cristo al hombre y la mujer de hoy
escuchando sus interrogantes y problemas. Esto exigirá cuidar más el testimonio
y el compromiso cristiano en los diferentes ámbitos de la vida. Esta Iglesia
quiere ser respetuosa con quienes se han alejado de ella, pero, también cercana
a todo el que busca a Dios sinceramente.
Acogedora y cercana. La diócesis quiere ser una
Iglesia «acogedora y cercana», que escuche y acompañe a los hombres y mujeres
de hoy implicándose más en sus problemas e interrogantes. La diócesis se marca,
sobre todo, un doble objetivo: cuidar la acogida a «los jóvenes» y «promover el
apoyo a la familia».
Junto a los que sufren. Ahí quiere encontrar la diócesis
su verdadero lugar social. Sólo desde la solidaridad con los maltratados por la
vida y con las víctimas de las injusticias podrá ser testigo de Cristo y signo
de esperanza. Por otra parte, la diócesis no quiere mirar sólo a Europa, pues
se siente interpelada por los pobres del Sur.
Trabajando por la paz. La diócesis «quiere ser ahora
más que nunca una Iglesia que ora, educa y trabaja por la reconciliación y la
convivencia pacífica». Su contribución a la paz se centrará, sobre todo, en la
defensa de los derechos humanos, el apoyo a las vías pacíficas para resolver
los conflictos, y la promoción del respeto, la tolerancia y el mutuo perdón.
En comunión fraterna. La diócesis quiere desarrollar
«formas nuevas y más fraternas de relación, apoyo mutuo y colaboración» entre
laicos, religiosos y presbíteros. Es urgente, por otra parte, cuidar la
pastoral vocacional e impulsar la participación de los laicos y laicas en
tareas de coordinación y dirección.
No es una tarea fácil, pero es
nuestra misión hoy. Después de veinte siglos de fe cristiana nos sentimos en
medio de esta sociedad sucesores de aquellos discípulos que, enviados por
Jesús, «salieron a predicar la
conversión» (Marcos 6, 13).
José Antonio Pagola
HOMILIA
1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
10 de Julio de 1994
LOS
DINEROS DE LA IGLESIA
Ni
alforja ni dinero en la faja.
A lo largo de su historia, la
economía de la Iglesia ha oscilado entre extremos tan alejados entre sí como la
pobreza radical de san Francisco de Asís y las órdenes mendicantes o la
compraventa de beneficios eclesiásticos.
Hoy, los dineros de la Iglesia
siguen siendo objeto de fuertes críticas. Pero, afortunadamente, ni la Iglesia
es tan rica como se piensa, ni las criticas que se le hacen se basan siempre en
datos reales. Al contrario, aunque hay aspectos criticables, se van dando pasos
importantes hacia una situación económica más coherente con su misión
evangelizadora.
Así, cada vez es mayor la
participación de los seglares en la gestión de los bienes de la Iglesia, de
manera que son ellos quienes mayoritariamente forman los consejos económicos de
las diócesis y quienes administran la economía de las parroquias.
Por otra parte, se van poniendo
los medios adecuados para ofrecer una información transparente de los ingresos
y gastos. De hecho, son cada vez más las diócesis y parroquias que informan
periódicamente de su estado de cuentas y del destino concreto de las
aportaciones de los fieles.
Han desaparecido de manera casi
general aquellas celebraciones de funerales y bodas con mayor o menor
solemnidad según tarifas más o menos elevadas. Se busca una celebración digna
para todos, mientras las tasas son sustituidas por aportaciones voluntarias.
En muchas diócesis, se ha logrado
la equiparación económica de todos los sacerdotes. Ya no existe aquella especie
de jerarquía honorífica y económica. No hay parroquias de primera o segunda
clase. Todos los sacerdotes, cualquiera que sea su cargo, perciben la misma
cantidad para su sustento.
Por otra parte, hay que seguir
dando pasos hacia la autofinanciación de la Iglesia prescindiendo de la
subvención estatal. Sin duda, es legítimo que el Estado asigne una dotación a
la Iglesia por el servicio que presta a la sociedad en el orden religioso. Como
dice L. González-Carvajal, «el argumento
de que no todos los ciudadanos son creyentes carece de valor Tampoco a todos
los ciudadanos les interesa el teatro o el fútbol, y el Estado hace bien en
subvencionarlos». Pero la autofinanciación plena de la Iglesia aseguraría
mejor su libertad e independencia, haría crecer en los creyentes el sentido de
pertenencia y contribuiría a purificar la actuación y el testimonio de las
comunidades cristianas.
Sin duda, hay un largo camino que
recorrer en muchos aspectos. En la Iglesia hemos de escuchar la verdad que se
puede encerrar en las críticas que se nos hacen, pero, sobre todo, hemos de
saber extraer las debidas exigencias de ese mandato de Jesús que envía a sus
discípulos a evangelizar «sin alforja,
sin dinero y sin túnica de repuesto».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
14 de Julio de 1991
NO BASTA
PASARLO BIEN
Predicar
la conversión.
Sociólogos y siquiatras describen
en sus análisis los rasgos que parecen definir cada vez de manera más clara el
perfil del hombre contemporáneo. Sin duda, no todo es negativo. Lo que resulta,
tal vez, más preocupante es el vaciamiento y la degradación de la vida que
constatan en muchas personas.
Según diferentes estudios, el
hombre de hoy es cada vez más indiferente a “lo importante” de la vida. Apenas
le interesan las grandes verdades de la existencia. No tiene certezas firmes ni
convicciones profundas. Es cierto que busca mucha información para saber lo que
está pasando. Pero esto no le ayuda a formarse ni a ser más sabio y profundo.
Recibe noticias, pero le falta capacidad para hacer una síntesis de lo que le
llega.
Se trata, al mismo tiempo, de un
hombre cada vez más hedonista. Sólo le interesa de verdad organizarse de la
manera más placentera posible. Aprovecharse, disfrutar de la vida y sacarle
jugo. La vida es placer y si no, no es vida. A este hombre le cuesta cada vez
más, interesarse por algo que no sea su propio bienestar, su dinero o el
pasarlo bien.
Otro rasgo es la permisividad.
Cada vez es mayor la resistencia a aceptar códigos o normas de comportamiento.
Es bueno lo que me apetece, y malo lo que me disgusta. Eso es todo. No hay
prohibiciones ni terrenos vedados. No hay tampoco objetivos ni ideales mayores.
Lo importante es el pragmatismo: lo que a mí me va bien.
Mientras tanto, la vida se va
vaciando de verdadero contenido humano. El hombre se queda sin metas ni puntos
de referencia. Las personas tienen cada vez más fachada y menos vida interior.
Los valores humanos son sustituidos por los intereses de cada uno. Al sexo se
le llama amor; al placer, felicidad; a la información televisiva, cultura.
Pero el hombre es demasiado
grande para contentarse con cualquier cosa. No pocos analistas toman nota del
número creciente de personas que, cansadas de vivir una vida tan “rebajada”,
buscan algo diferente.
Es difícil vivir una vida que no
apunta a ninguna meta. No basta tampoco pasarlo bien. El hombre necesita
arriesgarse y crecer comprometiéndose en causas nobles y dignas. La vida se
hace insoportable cuando todo se reduce a fachada y frivolidad. Estamos hechos
también para cultivar el espíritu y la alegría interior.
Una vida hueca y superficial es
siempre una vida vulnerable. Tarde o temprano lleva al cansancio. Hay mucha
gente hoy cansada de vivir, pero no como consecuencia de sus compromisos y
tareas sino porque no pueden soportar ya su propio vacío.
Esta sociedad necesita dar un
giro radical. Hay que “predicar la
conversión”, impulsar el cambio, pero, sobre todo, hay que introducir en la
cultura moderna y en la convivencia social valores, actitudes y comportamientos
que nos hagan más humanos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
10 de Julio de 1988
LIBROS
PARA EL VERANO
Un bastón
para el camino.
No sé si Jesús que recomendaba a
sus discípulos “llevar un bastón para el camino» no aconsejaría hoy a los suyos
un buen libro como compañero de viaje.
En cualquier caso, el descanso
veraniego puede ser buena ocasión para una lectura reposada y relajante que
oxigene nuestro espíritu.
Voy a señalar algunos libros
sencillos, de fácil lectura, seleccionados con diversidad de criterios y con el
único fin de ofrecer un modesto servicio de orientación.
Comienzo por sugerir, incluso a
personas poco acostumbradas a leer, los libros de Phil Bosmans. Pueden ser una inyección de energía, serenidad y
alegría de vivir para quienes se sientan cansados interiormente y desalentados:
“La alegría de vivir”; “Sí a la vida “; “El
derecho al amor”; “Las flores del bien”. Todos ellos publicados por
Ediciones 29.
Entre la inmensa literatura
existente sobre la oración, me decido por dos pequeños libros de Jean Lafrance porque pueden conducir espontáneamente
al lector a un clima de oración: “Cuando
oréis, decid Padre” y “La oración del corazón”. Ambos en Ediciones Narcea.
Para quienes buscan a Dios en el
interior mismo de la vida, apunto dos preciosos libros del pensador rumano Ladislao Boros, el segundo de carácter
meditativo: “Experimentar a Dios en la
vida” (Herder); “Encontrar a Dios en
el hombre” (Ed. Sígueme).
Los cristianos hemos de vivir hoy
la fe en un clima inhóspito de increencia. Dos buenos libros pueden ayudar al
creyente turbado: “Ante el reto de la
increencia” de los Obispos del País Vasco (Ed. Idatz) y el reciente estudio
de Juan Martín Velasco: “Increencia y
evangelización” (Ed. Sígueme).
A quien desee conocer una buena
síntesis de la fe católica escrita por selecto equipo de teólogos y pedagogos
para el hombre de hoy le recomiendo sin dudar “La fe de los católicos” de B. Chenu y F. Coudreau (Ed. Sígueme). Es una obra extensa (750 páginas) pero
de fácil lectura.
Cada edad tiene sus problemas
peculiares. Quienes rondan los cincuenta no se arrepentirán de leer el
sugerente librito “La mitad de la vida
como tarea espiritual’ de A. Grün (Ed. Narcea). Para ios de edad más
avanzada, un sabroso libro: “Nuestros
abuelos” de A. Francia (Ed. Paulinas).
A quienes me honran con su
lectura les recuerdo que todos mis artículos están recopilados en dos libros
editados por Idatz, con unos índices que permiten una lectura por temas. Se
titulan: “Aprender a vivir” y “Buenas
noticias”.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
14 de Julio de 1985
SIN APOYO
SOCIAL
Ni pan ni
alforja
¿Cómo podría la Iglesia recuperar
su prestigio social y ejercer de nuevo aquella influencia que tuvo en nuestra
sociedad hace solamente algunos años?
Sin confesarlo, quizás, en voz
alta, son bastante los que añoran aquellos tiempos en que la Iglesia podía
anunciar su mensaje desde unas plataformas privilegiadas que contaban con el
apoyo del poder político.
¿ No hemos de luchar por
recuperar otra vez esas plataformas perdidas que nos permitan hacer «una
propaganda» religiosa y moral, eficaz, capaz de superar otras ideologías y
corrientes de opinión que se van imponiendo entre nosotros?
¿No hemos de trabajar más la
formación sólida de los cristianos para que, bien equipados en la doctrina
cristiana, puedan transmitirla de manera persuasiva y convincente, atrayendo de
nuevo a las gentes hacia la verdad?
¿No hemos de desarrollar unas
estructuras religiosas más fuertes, perfeccionar nuestros organismos pastorales
y hacer de la Iglesia una «empresa más competitiva y rentable»?
Sin duda, en el fondo de esta
inquietud hay una voluntad sincera de llevar el evangelio de Jesucristo a los
hombres y mujeres de nuestro tiempo, pero ¿es ése el camino a seguir?
Las palabras de Jesús, al enviar
a sus discípulos sin pan ni alforja, sin dinero ni túnica de repuesto, insisten
más bien en «caminar» pobremente, con libertad, ligereza y disponibilidad
total.
Lo importante no es un
equipamiento que nos dé seguridad sino la fuerza misma del evangelio vivido con
sinceridad, pues el evangelio penetra en la sociedad no tanto a través de
medios eficaces de propaganda, cuanto por medio de testigos que viven fielmente
el seguimiento a Jesucristo.
Necesitamos cristianos bien
formados doctrinalmente, pero necesitamos, mucho más, testigos vivos del
evangelio. Son necesarias en la Iglesia la organización y las estructuras, pero
sólo para sostener la vida evangélica de los creyentes.
Una Iglesia cargada de excesivo
equipaje corre el riesgo de hacerse sedentaria y conservadora. A la larga se
preocupará más de abastecerse a sí misma que de caminar libremente en el
evangelio.
Una Iglesia más desguarnecida,
más desprovista de privilegios y más empobrecida de poder socio-político, es
una Iglesia más libre y más capaz de ofrecer el evangelio en su verdadera
pureza.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1981-1982 – APRENDER A VIVIR
11 de Julio de 1982
CON POCAS
COSAS
Ni pan,
ni alforjas.
¿Qué ha podido pasar para
distanciarnos tanto de aquel proyecto inicial de Jesús? ¿Dónde ha quedado el
encargo del Maestro? ¿Quién sigue escuchando hoy su deseo?
Pocos gestos nos descubren mejor
la intención original de Jesús como éste que nos relata el pasaje evangélico de
hoy. Jesús envía a sus discípulos de dos en dos, sin alforjas, dinero ni túnica
de repuesto, con una única misión: «predicar la conversión».
Basta un amigo, un bastón y unas
sandalias, para adentrarse por los caminos de la vida anunciando a todos ese
cambio que necesitamos para descubrir el secreto último de la vida y el camino
hacia la verdadera liberación.
No desvirtuemos el encargo de
Jesús rápidamente. No pensemos que se trata de una utopía ingenua, propia
quizás de una sociedad seminómada ya superada, pero imposible en un mundo como
el nuestro.
Aquí hay algo que no podemos
eludir. El evangelio es anunciado por aquéllos que saben vivir con sencillez.
Hombres y mujeres libres, que conocen el gozo de caminar por la vida sin
sentirse esclavos de las cosas.
No son ios poderosos, los
financieros, los tecnócratas, los grandes estrategas de la política, los que
van a construir sin más un mundo más humano.
No son las conferencias, las
protestas y manifestaciones las que van a lograr una mejora profunda de nuestra
sociedad.
Esta sociedad necesita descubrir
que hay que volver a las cosas sencillas de la vida. No basta con aumentar la
producción y alcanzar un mayor nivel de vida. No es suficiente ganar siempre
más, comprar más y más cosas, lograr siempre mejores comodidades.
Puede uno poseer todo lo que se
puede desear, y permanecer todavía insatisfecho. Si seguimos esclavos del
reclamo propagandístico de la televisión, pronto no habrá nadie contento con lo
que tiene.
-Esta sociedad necesita como
nunca el impacto de hombres y mujeres que sepan vivir con pocas cosas. Creyentes
capaces de demostrar que la felicidad no está en acumular bienes.
Alguien que nos recuerde que no
somos ricos cuando poseemos muchas cosas, sino cuando sabemos disfrutarlas con
sencillez y compartirlas con generosidad. Alguien que nos grite con su vida que
un hombre que no sabe amar es un cero colosal, un fracaso total, por muchos que
sean sus bienes y sus éxitos.
Quienes viven una vida sencilla y
una solidaridad generosa son los que mejor predican hoy la conversión que más
necesita nuestra sociedad.
José Antonio Pagola
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