Homilias de José Antonio Pagola
Para leer, compartir, bajarse o imprimir las homilias de José Antonio Pagola del domingo haz "clic" sobre el título del domingo, o haz "clic" sobre Ciclo A, Ciclo B o Ciclo C, en el menú superior para leer las homilias de cada ciclo.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
29 de abril de 2012
4º domingo de Pascua (B)
EVANGELIO
El buen pastor da la
vida por las ovejas.
+ Lectura del santo
evangelio según san Juan 10, 11-18
En aquel tiempo, dijo Jesús:
- «Yo soy el buen Pastor. El
buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño
de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace
estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que
conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo
conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que
no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz,
y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque
yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la
entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla:
este mandato he recibido de mi Padre.»
Palabra de Dios.
HOMILIA
2011-2012 -
29 de abril de 2012
VA CON NOSOTROS
El símbolo de Jesús como pastor bueno produce hoy en algunos cristianos cierto fastidio. No queremos ser tratados como ovejas de un rebaño. No necesitamos a nadie que gobierne y controle nuestra vida. Queremos ser respetados. No necesitamos de ningún pastor.
No sentían así los primeros cristianos. La figura de Jesús buen pastor se convirtió muy pronto en la imagen más querida de Jesús. Ya en las catacumbas de Roma se le representa cargando sobre sus hombros a la oveja perdida. Nadie está pensando en Jesús como un pastor autoritario dedicado a vigilar y controlar a sus seguidores, sino como un pastor bueno que cuida de ellas.
El "pastor bueno" se preocupa de sus ovejas. Es su primer rasgo. No las abandona nunca. No las olvida. Vive pendiente de ellas. Está siempre atento a las más débiles o enfermas. No es como el pastor mercenario que, cuando ve algún peligro, huye para salvar su vida abandonando al rebaño. No le importan las ovejas.
Jesús había dejado un recuerdo imborrable. Los relatos evangélicos lo describen preocupado por los enfermos, los marginados, los pequeños, los más indefensos y olvidados, los más perdidos. No parece preocuparse de sí mismo. Siempre se le ve pensando en los demás. Le importan sobre todo los más desvalidos.
Pero hay algo más. "El pastor bueno da la vida por sus ovejas". Es el segundo rasgo. Hasta cinco veces repite el evangelio de Juan este lenguaje. El amor de Jesús a la gente no tiene límites. Ama a los demás más que a sí mismo. Ama a todos con amor de buen pastor que no huye ante el peligro sino que da su vida por salvar al rebaño.
Por eso, la imagen de Jesús, "pastor bueno", se convirtió muy pronto en un mensaje de consuelo y confianza para sus seguidores. Los cristianos aprendieron a dirigirse a Jesús con palabras tomadas del salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me falta... aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo... Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida".
Los cristianos vivimos con frecuencia una relación bastante pobre con Jesús. Necesitamos conocer una experiencia más viva y entrañable. No creemos que él cuida de nosotros. Se nos olvida que podemos acudir a él cuando nos sentimos cansados y sin fuerzas o perdidos y desorientados.
Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado solo de manera doctrinal, un Jesús lejano cuya voz no se escucha bien en las comunidades..., corre el riesgo de olvidar a su Pastor. Pero, ¿quién cuidará a la Iglesia si no es su Pastor?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO
3 de mayo de 2009
ACERCARNOS
Y CONOCERNOS
Cuando entre los primeros
cristianos comenzaron los conflictos y disensiones entre grupos y líderes
diferentes, alguien sintió la necesidad de recordar que, en la comunidad de
Jesús, sólo él es el Pastor bueno. No un pastor más, sino el auténtico, el
verdadero, el modelo a seguir por todos.
Esta bella imagen de Jesús,
Pastor bueno, es una llamada a la conversión, dirigida a quienes pueden
reivindicar el título de «pastores» en la comunidad cristiana. El pastor que se
parece a Jesús, sólo piensa en sus ovejas, no «huye» ante los problemas, no las
«abandona». Al contrario, está junto a ellas, las defiende, se desvive por ellas,
«expone su vida» buscando su bien.
Al mismo tiempo, esta imagen es
una llamada a la comunión fraterna entre todos. El Buen Pastor «conoce» a sus
ovejas y las ovejas le «conocen» a él. Sólo desde esta cercanía estrecha, desde
este conocimiento mutuo y esta comunión de corazón, el Buen Pastor comparte su
vida con las ovejas. Hacia esta comunión y mutuo conocimiento hemos de caminar
también hoy en la Iglesia.
En estos momentos no fáciles para
la fe, necesitamos como nunca aunar fuerzas, buscar juntos criterios
evangélicos y líneas maestras de actuación para saber en qué dirección hemos de
caminar de manera creativa hacia el futuro.
Sin embargo, no es esto lo que
está sucediendo. Se hacen algunas llamadas convencionales a vivir en comunión,
pero no estamos dando pasos para crear un clima de escucha mutua y diálogo. Al
contrario, crecen las descalificaciones y disensiones entre obispos y teólogos;
entre teólogos de diferentes tendencias; entre movimientos y comunidades de
diverso signo; entre grupos y «blogs» de todo género…
Pero, tal vez, lo más triste es
ver cómo sigue creciendo el distanciamiento entre la jerarquía y el pueblo
cristiano. Se diría que viven dos mundos diferentes. En muchos lugares los
«pastores» y las «ovejas» apenas se conocen. A muchos obispos no les resulta
fácil sintonizar con las necesidades reales de los creyentes, para ofrecerles
la orientación y el aliento que necesitan. A muchos fieles les resulta difícil
sentir afecto e interés hacia unos pastores a los que ven alejados de sus problemas.
Sólo creyentes, llenos del
Espíritu del Buen Pastor, pueden ayudarnos a crear el clima de acercamiento,
mutua escucha, respeto recíproco y diálogo humilde que tanto necesitamos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
7 de mayo de 2006
EL PASTOR
BUENO
El buen
pastor da la vida por sus ovejas.
La figura del pastor era muy
familiar en la tradición de Israel. Moisés, Saúl, David y otros líderes habían
sido pastores. Al pueblo le agradaba imaginar a Dios como un «pastor» que cuida
a su pueblo, lo alimenta y lo defiende.
Con el tiempo, el término
«pastor» comenzó a utilizarse para designar también a los jefes del pueblo.
Sólo que éstos no se parecían siempre a Dios, ni mucho menos. No sabían cuidar
al pueblo y velar por las personas como lo hacía él.
Todos recordaban las duras
críticas del profeta Ezequiel a los dirigentes de su tiempo: «¡Ay de los pastores de Israel que se
apacientan a sí mismos! No fortalecéis a las ovejas débiles ni curáis a las
enfermas ni vendáis a las heridas; no recogéis a las descarriadas ni buscáis a
las perdidas, sino que las habéis dominado con violencia y dureza». El
profeta anunciaba un porvenir diferente: «Aquí
estoy yo, dice el Señor, yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él».
Cuando en las primeras
comunidades cristianas comenzaron los conflictos y disensiones, los seguidores
de Jesús sintieron la necesidad de recordar que sólo él es Pastor Bueno.
Felizmente, hubo un escritor que compuso una bella alegoría para presentarlo como
el pastor modelo, capaz de desenmascarar a todos aquellos que no son como él.
Jesús había actuado sólo por
amor. Todos recordaban todavía su entrega a las «ovejas perdidas de Israel»: las más débiles, las más enfermas y
heridas, las más descarriadas. El pastor bueno siempre trata a las ovejas con
cuidado y amor. El pastor que se preocupa de sus propios intereses es un
«asalariado». En realidad, «no le
importan las ovejas» ni su sufrimiento.
Jesús no había actuado como un
jefe dedicado a dirigir, gobernar o controlar. Lo suyo había sido «dar vida», curar, perdonar. No había
hecho sino «entregarse», desvivirse,
terminar crucificado dando la vida por las ovejas. El que no es verdadero
pastor, piensa en sí mismo, «abandona las
ovejas», evita los problemas y «huye».
La alegoría del «buen pastor»
arroja una luz decisiva: quien tenga alguna responsabilidad pastoral ha de
parecerse a Jesús.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2002-2003 – REACCIONAR
11 de mayo de 2003
EN LO
COTIDIANO
Conozco a
las mías.
Nuestra vida se decide en lo
cotidiano. Por lo general, no son los momentos extraordinarios y excepcionales
los que marcan más nuestra existencia. Es más bien esa vida ordinaria de todos
los días, con las mismas tareas y obligaciones, en contacto con las mismas
personas, la que nos va configurando. En el fondo, somos lo que somos en la
vida cotidiana.
Esa vida no tiene muchas veces
nada de excitante. Está hecha de repetición y rutina. Pero es nuestra vida.
Somos «seres cotidianos». La cotidianidad es un rasgo esencial de la persona
humana. Somos al mismo tiempo responsables y víctimas de esa vida aparentemente
pequeña de cada día.
En esa vida de lo normal y
ordinario podemos crecer como personas y podemos también echarnos a perder. En
esa vida crece nuestra responsabilidad o aumenta nuestra desidia y abandono;
cuidamos nuestra dignidad o nos perdemos en la mediocridad; nos inspira y
alienta el amor o actuamos desde el resentimiento y la indiferencia; nos
dejamos arrastrar por la superficialidad o enraizamos nuestra vida en lo
esencial; se va disolviendo nuestra fe o se va reafirmando nuestra confianza en
Dios.
La vida cotidiana no es algo que
hay que soportar para luego vivir no se qué. Es en la normalidad de cada día
donde se decide nuestra calidad humana y cristiana. Ahí se fortalece la
autenticidad de nuestras decisiones; ahí se purifica nuestro amor a las
personas; ahí se configura nuestra manera de pensar y de creer. K Rahner llega
a decir que «para el hombre interior y
espiritual no hay mejor maestro que la vida cotidiana».
Según la teología del cuarto
evangelio, los seguidores de Jesús no caminan por la vida solos y desamparados.
Los acompaña y defiende día a día el Buen Pastor. Ellos son como «ovejas que escuchan su voz y le siguen».
El las conoce a cada una y les da vida eterna. Es Cristo quien ilumina, orienta
y alienta su vida día a día hasta la vida eterna.
En el día a día de la vida
cotidiana hemos de buscar al Resucitado en el amor, no en la letra muerta; en
la autenticidad, no en las apariencias; en la verdad, no en los tópicos; en la
creatividad, no en la pasividad y la inercia; en la luz, no en la oscuridad de
las segundas intenciones; en el silencio interior, no en la agitación
superficial.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1999-2000 – COMO ACERTAR
14 de mayo de 2000
EL DON DE
DIOS
Yo doy mi
vida por las ovejas.
Los cristianos han oído decir
desde siempre que «Dios es Amor» (1Jn 4,
8), pero muchos ni siquiera sospechan lo que se quiere decir con esta
afirmación central y decisiva del cristianismo. Si un día cayeran en cuenta,
nacería en ellos una fe en Dios absolutamente diferente y nueva.
En realidad, no nos atrevemos a
creer que Dios es amor, es decir, que no sólo nos tiene amor y nos quiere, sino
que, en su ser más íntimo, es amor y que, por lo tanto, de Él no puede brotar
más que amor, incluso cuando nosotros no merecemos ser amados. Dios es así;
amor sin condiciones ni restricciones.
A nosotros nos resulta
«increíble» que podamos ser amados sin condiciones. Por eso, enseguida
proyectamos sobre Dios nuestros fantasmas y miedos recortando y deformando su
amor. En el fondo pensamos que Dios es muy bueno y nos quiere, pero sólo si
sabemos corresponderle: es decir, Dios ama como amamos nosotros, con
condiciones, incluso exigiendo más que nosotros.
Este Dios no resulta muy
agradable. Bastantes lo sienten como un ser peligroso, una amenaza, una censura
constante, un juez implacable que no hace sino generar sentimientos de culpa,
inseguridad y miedo. No es extraño que haya tanta gente que no quiera saber
nada de Él.
Junto al pozo de Jacob, Jesús
conversa con una mujer doblemente despreciable para un judío, por mujer y por
samaritana. Jesús que mira siempre el corazón de las personas, le dice estas
palabras inolvidables: «Si conocieras el
don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú y él te daría
agua viva».
Muchos cristianos no conocen el
«don de Dios» y no pueden sentirse a gusto con Él porque sólo conocen sus
exigencias, no su amor incondicional y gratuito. Cristo no les atrae porque
sólo piensan en él como un legislador exigente, y no como un «buen pastor» que se interesa sólo por
el bien de sus ovejas hasta llegar incluso a «dar su vida» por ellas. En la Iglesia, como en tiempos de Jesús,
hay jerarcas, doctores, sacerdotes y escribas, pero, ¿hay testigos capaces de
contagiar y sugerir con su palabra y su vida el verdadero rostro de Dios? Y si
no hacemos esto, ¿para qué hacemos todo lo demás?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1996-1997 – DESPERTAR LA FE
20 de abril de 1997
VOLVER A
CRISTO
Yo y el
Padre somos uno.
No es fácil describir la
evolución que va siguiendo hoy la crisis religiosa en los países desarrollados.
En estos momentos, la descristianización parece estar dejando paso a un
«sincretismo religioso» en el que se pueden conocer diversos componentes no
fáciles de reconciliar: agnosticismo e indiferencia ante Dios, y simpatía por
ciertas manifestaciones religiosas; crítica a la Iglesia, y demanda de sus
servicios religiosos. Esta curiosa «mezcla religiosa» va ocupando poco a poco
el lugar que antes tenía la fe convencida.
¿Cuál es la reacción de las
Iglesias cristianas? Nunca antes se habían enfrentado a una situación
semejante. Los largos años de cristianismo establecido las habían convertido en
depositarias de una doctrina moral y un saber religioso seguros e
indiscutibles. Condicionadas por este pasado, su riesgo puede estar hoy en
preocuparse sólo de defender ese patrimonio doctrinal y moral olvidando que lo
primero que necesitan el hombre y la mujer de hoy es ayuda para descubrir y
experimentar a un Dios amigo y salvador.
En el umbral del tercer milenio
una doble tentación parece amenazar al cristianismo: el fundamentalismo y el
inmovilismo. Ante una situación nueva de crisis no son pocos los que buscan
volver a «las certezas del pasado». Sin duda, hay en ello un deseo noble de
conservar el «depósito de la tradición», pero se olvida que esas certezas del
pasado fueron en su momento «respuestas creativas» a los retos de entonces.
A nosotros se nos pide hoy recorrer
nuestro camino. No nos podemos contentar con preservar el pasado. En un mundo
que ha cambiado de manera espectacular, a los cristianos se nos pide
creatividad, caminos y lenguajes nuevos para ayudar al hombre de hoy. Juan Pablo II nos ha animado a una
evangelización «nueva en su ardor, nueva en sus métodos y nueva en su
expresión».
El primer problema no es la
suerte que pueda correr la tradición del pasado tal como se ha configurado
durante estos veinte siglos, sino la urgencia de buscar caminos que ayuden al
hombre de hoy a encontrarse con Dios. Y para ello no basta aferrarse a la letra
o la autoridad del pasado. Hay que llegar hasta el mismo Cristo y recuperar
vivo su espíritu, su mensaje y su experiencia de Dios. Nadie va al Padre sino
por medio de él. Como dice Jesús: «Yo y
el Padre somos uno» (Juan 10, 30). Tal vez, nuestro mayor pecado sea hoy,
no atrevemos a escuchar directamente a Jesús, paralizados quizás por nuestra
falta de fe en la acción del Espíritu en nuestros días.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
24 de abril de 1994
BUSCAR
DESDE DENTRO
Escucharán
mi voz.
No se pueden diseñar programas o
técnicas que conduzcan automáticamente hasta Dios. No hay métodos para
encontrarse con él de forma segura. Cada uno ha de seguir su propio camino,
pues cada uno tiene su manera de abrirse al misterio de Dios. Sin embargo, no
todo favorece en igual medida el despertar de la fe.
Hay personas que nunca hablan de
Dios con nadie. Es un tema tabú; Dios pertenece al mundo de lo privado. Pero,
luego tampoco piensan en él ni lo recuerdan en la intimidad de su conciencia.
Esta actitud bastante frecuente incluso entre quienes se dicen creyentes,
conduce casi siempre al debilitamiento de la fe. Cuando algo no se recuerda ni
se habla nunca, termina muriendo por inanición.
Hay, por el contrario, personas
que parecen interesarse mucho por lo religioso. Les gusta plantear cuestiones
sobre Dios, la creación, la Biblia o el demonio. Hacen preguntas y más
preguntas, pero no esperan la respuesta. No parece interesarles. Naturalmente,
todas las palabras son inútiles si no hay una búsqueda sincera de Dios en el
interior de la persona. Lo importante no es hablar de «cosas de religión», sino
hacerle un sitio a Dios en la propia vida.
A otros les gusta discutir sobre
religión. No saben hablar de Dios si no es para defender su propia posición y
atacar la del contrario. De hecho, muchas discusiones sobre temas religiosos no
hacen sino favorecer la intolerancia y el endurecimiento de posturas. Sin
embargo, quien busca sinceramente a Dios, escucha la experiencia de quienes
creen en él e, incluso, la de quienes lo han abandonado. Yo tengo que encontrar
mi propio camino, pero me interesa conocer dónde encuentran los demás sentido,
aliento y esperanza para enfrentarse a la existencia.
En cualquier caso, lo más
importante para orientarse hacia Dios es invocarlo desde el fondo del corazón,
a solas, en la intimidad de la propia conciencia. Es ahí donde uno se abre
confiadamente al misterio de Dios o donde decide vivir solo, de forma atea, sin
Dios. Alguien me dirá: «Pero, ¿cómo puedo yo invocar a Dios si no creo en él ni
estoy seguro de nada?» Se puede. Esa invocación sincera en medio de la
oscuridad y las dudas es, probablemente, uno de los caminos más puros y
humildes para abrir- se al misterio y hacerse sensible a la presencia de Dios.
El cuarto evangelio nos recuerda
que hay ovejas que «no son del redil»
y viven lejos de la comunidad creyente. Pero Jesús dice: «También a ésas las tengo que traer y escucharán mi voz.» Quien
busca con verdad a Dios, escucha, tarde o temprano, esta voz de Jesús en el
fondo de su corazón. Primeramente con reservas tal vez, luego con más fe y
confianza, un día con alegría honda.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
21 de abril de 1991
LO
DECISIVO ES DAR
Yo
entrego mi vida.
Probablemente, no reparamos hasta
qué punto la sociedad neocapitalista ha introducido entre nosotros un tipo de
“relaciones de intercambio” donde, como dice el prestigioso sociólogo M. Weber, parece “estar prohibido el
amor”.
El intercambio se ha convertido
en factor que determina casi todas las relaciones. Esta parece la principal
regla de juego: “Yo te doy en la medida que tú me das”. El único principio
ético consiste en no engañar ni cometer fraude en ese intercambio. Por lo
demás, uno puede dedicarse a conseguir toda clase de ventajas para sí mismo.
Este principio de actuación
mercantil no funciona sólo cuando nos intercambiamos artículos, servicios o
favores. Es algo que llega a impregnar incluso las relaciones de los
matrimonios, las parejas y los amigos.
No nos damos cuenta de que,
actuando así, estamos justamente vaciando de amor y de amistad nuestras
relaciones. Quien ama a una persona, se preocupa por su felicidad y busca antes
que nada su bien. Quien, por el contrario, vive una relación “mercantil”, no se
siente responsable del bien o la felicidad del otro; se limita a respetar sus
derechos. En el fondo, no está unido amorosamente al otro, sino separado de él
por su propio interés.
Basta observar lo que sucede
cuando esa persona no encuentra en el otro la respuesta al propio interés. “Le
quiero y, sin embargo, a veces no lo soporto. Hasta me da la impresión de que
lo odio”. “Vivimos ratos de ternura extraordinaria y, sin embargo, ¿por qué me
siento luego tan solo y triste?”.
En el amor lo decisivo es
aprender a dar. Y éste es precisamente el problema de quien vive con espíritu
mercantil, que no sabe dar, pues sólo está dispuesto a dar a cambio de recibir.
El que ama, sabe dar gratis. No
da con el fin de recibir. Da porque ama, porque se siente dichoso al dar. Da de
sí mismo, de su vida. Da lo que está vivo en él, su alegría, su fe, su escucha,
su comprensión, su perdón. No se puede amar sin dar.
Este amor es creador. Engendra
fuerza para vivir, ayuda a crecer, crea y recrea continuamente a las personas y
las parejas. Uno de los signos más claros de tal amor es la alegría que
despierta en los que se aman, a pesar de los desacuerdos, conflictos y
tensiones inevitables. Cuando el amor se vuelve triste es señal de que se está
apagando.
Las palabras de Jesús sobre el
pastor asalariado y el pastor bueno nos recuerdan una gran verdad.
Aparentemente, los dos aman a las ovejas. Sin embargo, el amor de uno es
“asalariado”, sólo busca recibir su salario, no le importan las ovejas y por
ello las abandona. El amor del buen pastor es real, da su vida por las ovejas
porque las ama.
En ese amor verdadero de Cristo,
Buen Pastor, alimenta el cristiano su capacidad de amar y purifica
constantemente sus relaciones, para no caer en una vida puramente mercantil.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
24 de abril de 1988
HACEN
FALTA
Yo soy el
buen Pastor.
Según diversos observadores
occidentales, “la modernidad” parece estar envejeciendo. La llamada «edad de
las luces”, nacida bajo la primacía de la razón, pide relevo. Los hombres
buscan hoy una luz nueva.
Ni el progreso científico ni el
desarrollo tecnológico han logrado satisfacer debidamente el anhelo de verdad,
amor y felicidad que inquieta el corazón humano.
Son, tal vez, las nuevas
generaciones las que ofrecen indicios más claros de su sed por descubrir nuevas
salidas a la existencia.
El célebre maestro espiritual K G. Dürckheim habla de un hecho
ampliamente constatado por él en las sociedades occidentales: «En nuestro
tiempo, y sobre todo en los jóvenes, escuchamos, cada vez más, que están
pidiendo un maestro”.
Son muchos los jóvenes que andan
buscando algo que no saben definir exactamente pero que no lo pueden recibir de
sus educadores y profesores en la medida en que éstos se limitan a
transmitirles unos conocimientos o a capacitarlos para organizarse su futuro.
Las nuevas generaciones buscan
algo más que saber cosas, prepararse para tener éxito o aprender a conducirse
según unos esquemas socioculturales.
Muchos de ellos buscan algo que
nunca podrán encontrar en sus profesores, educadores o sacerdotes
profesionalizados.
Hombres y mujeres de hoy,
consciente o inconscientemente, reclaman algo que no es ciencia ni es doctrina
religiosa, sino experiencia viva del que es la Fuente del ser. En el fondo,
buscan pisar un nuevo suelo, abrirse a una vida interior diferente.
¿ Quién les puede mostrar el
camino acertado y señalar la dirección buena? ¿Quién les puede contagiar esa
experiencia? ¿Quién la conoce? ¿Quién les puede ayudar a conquistar esa verdad
interior que es la que realmente libera y hace vivir?
Hoy, día del Buen Pastor, se
celebra La Jornada de las vocaciones.
Probablemente, se hablará una vez más de la crisis de vocaciones sacerdotales y
religiosas.
Pero sería una grave equivocación
pensar que esta crisis consiste simplemente en la indecisión, la cobardía o la
frialdad religiosa de los jóvenes de hoy.
Tal vez, los padres, educadores,
religiosos y sacerdotes deberíamos hacernos una pregunta previa: ¿Pueden estos
jóvenes escuchar una vocación si nadie les ayuda a acercarse a ese Dios que
toca, llama, libera y compromete?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
28 de abril de 198e5
EL PASTOR
DE NUESTRAS VIDAS
Yo soy el
Buen Pastor.
La vida de los hombres está
siempre amenazada y no es fácil vivir con serenidad los sucesos de cada día,
las experiencias dolorosas del destino, los fracasos y las incertidumbres de la
vida.
M. Heidegger piensa que es necesario «una apertura al
misterio» para aprender a vivir con serenidad la existencia. «La serenidad ante
las cosas y la apertura al misterio coinciden. Nos ofrecen la posibilidad de
comportarnos de una manera totalmente nueva en el mundo. Nos prometen un nuevo
fundamento y un nuevo terreno sobre el que, dentro del mundo, podamos estar y
subsistir sin peligro alguno».
Aunque vivimos en una época de
avances tecnológicos insospechados sólo hace unos años, todos sabemos que nos
movemos en una «ignorancia existencial» profunda. No sabemos qué es lo esencial
y qué es lo poco importante. No sabemos de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Anhelamos algo grande y cuando lo tenemos ante nosotros o dentro de nosotros,
no sabemos reconocerlo.
Andamos a tientas y no
precisamente por nuestra maldad sino por nuestra pequeñez. Somos como niños
perdidos en un mundo difícil que creemos dominar pero que nos desborda con su
misterio.
No nos entendemos a nosotros
mismos. Corremos tras la felicidad sin poder atraparla de manera definitiva.
Nos cansamos buscando seguridad, pero nuestro corazón sigue inquieto e
inseguro.
Tal vez no hemos intuido todavía
que la verdadera serenidad nos envuelve cuando aceptamos humildemente nuestra
pequeñez y nos dejamos guiar por Dios. Hemos olvidado demasiado que tenemos un
Pastor que conoce hasta el fondo nuestras existencias y nos conduce a nuestro
verdadero destino.
Nuestra serenidad sólo es posible
cuando comenzamos a pensar y vivir desde Dios. Entonces todo cobra nueva luz.
Todo es importante pero nada es demasiado importante. Todo se comprende de otra
manera.
Lo único importante es ese Dios
en cuyas manos estamos y cuya vida sostiene la nuestra. Lo importante es ese
Pastor que nos guía hacia el Padre.
Todo tiene salida. No estamos
abandonados. Siempre podemos tener esperanza. Nuestro final es un Padre
demasiado grande para que lo podamos comprender desde ahora. Pero desde ahora
podemos caminar hacia él bajo la guía serena del verdadero Pastor. Y no hay
nada ni hay nadie que tenga fuerza o poder suficiente para arrebatarnos de su
rebaño. Sólo nosotros podemos alejarnos de él.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1981-1982 – APRENDER A VIVIR
2 de mayo de 1982
LA
NECESIDAD DE UN GUlA
Yo soy el
buen pastor.
Para los primeros creyentes,
Jesús no es sólo un pastor, sino el verdadero y auténtico pastor. El único
líder capaz de orientar y dar verdadera vida a los hombres.
Esta fe en Jesús como el
verdadero pastor y guía del hombre adquiere una actualidad nueva en una
sociedad masificada como la nuestra, donde la persona corre el riesgo de perder
su propia identidad y quedar aturdida ante tantas voces y reclamos.
La publicidad y los medios de
comunicación social imponen al individuo no sólo los pantalones «Lois» que debe
vestir, el «Gin» que debe tomar o la canción que debe tararear. Se nos impone
también los hábitos, las costumbres, las ideas, los valores, el estilo de vida
y la conducta que debemos tener.
Los resultados son palpables. Son
muchas las víctimas de esta «sociedad-araña». Personas que viven «según la
moda». Gentes que ya no actúan por propia iniciativa. Hombres y mujeres que
buscan su pequeña felicidad, esforzándose por tener aquellos objetos, ideas y
conductas que se les dicta desde fuera.
No es fácil ser libre ante tanta
presión. Los diversos «slogan» pueden terminar por ser parte de nosotros
mismos. Inconscientemente podemos ir perdiendo la propia personalidad
sustituyéndola por otra personalidad estándar.
Expuestos a tantas llamadas y
presiones, se corre el riesgo de no escuchar ya la voz de la propia
interioridad. Es triste ver a las personas esforzándose por vivir un estilo de
vida «impuesto» desde fuera, que simboliza para ellos el bienestar y la
verdadera felicidad.
Los cristianos creemos que sólo
Jesús puede ser guía definitivo del hombre. Sólo desde él podemos aprender a
vivir. Precisamente, el cristiano es un hombre que desde Jesús va descubriendo día a día cuál es la manera más humana de
vivir.
Seguir a Jesús como buen pastor es
asumir las actitudes fundamentales que él vivió, y esforzarnos por vivirlas hoy
desde nuestra propia originalidad, prosiguiendo la tarea de construir el reino
de Dios que él comenzó.
Pero, mientras la meditación sea
sustituida por la televisión, el silencio interior por el ruido, la escucha del
evangelio por el último fascículo, y el seguimiento a la propia conciencia por
la sumisión ciega a la moda, será difícil que escuchemos la voz del buen pastor
que nos puede orientar y ayudar a vivir en medio de esta sociedad de consumo
que consume a sus consumidores.
José Antonio Pagola
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La publicación de los comentarios requerirán la aceptación del administrador del blog.