El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
3º domingo Tiempo ordinario (C)
EVANGELIO
Hoy se cumple esta
Escritura.
+ Lectura del santo
evangelio según san Lucas 1,1-4; 4,14-21
Excelentísimo Teófilo:
Muchos han emprendido la tarea
de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros,
siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos
oculares y luego predicadores de la palabra. Yo también, después de comprobarlo
todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden,
para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a
Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca.
Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había
criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en
pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y,
desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está
sobre mí,
porque él me ha ungido.
porque él me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el
Evangelio a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista.
para anunciar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista.
Para dar libertad a los
oprimidos;
para anunciar el año de gracia del Señor».
para anunciar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el libro, lo
devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en
él. Y él se puso a decirles:
- Hoy se cumple esta Escritura
que acabáis de oír.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2018-2019 -
27 de enero de 2019
PROFETA
En una aldea perdida de Galilea,
llamada Nazaret, los vecinos del pueblo se reúnen en la sinagoga una mañana de
sábado para escuchar la Palabra de Dios. Después de algunos años vividos
buscando a Dios en el desierto, Jesús vuelve al pueblo en el que había crecido.
La escena es de gran importancia
para conocer a Jesús y entender bien su misión. Según el relato de Lucas, en
esta aldea casi desconocida por todos, va a hacer Jesús su presentación como
Profeta de Dios y va a exponer su programa aplicándose a sí mismo un texto del
profeta Isaías.
Después de leer el texto, Jesús
lo comenta con una sola frase: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis
de oír". Según Lucas, la gente "tenía los ojos clavados en él".
La atención de todos pasa del texto leído a la persona de Jesús. ¿Qué es lo que
nosotros podemos descubrir hoy si fijamos nuestros ojos en él?
Jesús actúa movido por el
Espíritu de Dios. La vida entera de Jesús está impulsada, conducida y orientada
por el aliento, la fuerza y el amor de Dios. Creer en la divinidad de Jesús no
es confesar teóricamente una fórmula dogmática elaborada por los concilios. Es
ir descubriendo de manera concreta en sus palabras y sus gestos, en su ternura
y en su fuego, el Misterio último de la vida que los creyentes llamamos
"Dios".
Jesús es Profeta de Dios. No ha
sido ungido con aceite de oliva como se ungía a los reyes para transmitirles el
poder de gobierno o a los sumos sacerdotes para investirlos de poder sacro. Ha
sido "ungido" por el Espíritu de Dios. No viene a gobernar ni a
regir. Es profeta de Dios dedicado a liberar la vida. Solo le podremos seguir
si aprendemos a vivir con su espíritu profético.
Jesús es Buena Noticia para los
pobres. Su actuación es Buena Noticia para la clase social más marginada y
desvalida: los más necesitados de oír algo bueno; los humillados y olvidados
por todos. Nos empezamos parecer a Jesús cuando nuestra vida, nuestra actuación
y amor solidario puede ser captado por los pobres como algo bueno.
Jesús vive dedicado a liberar. Entregado
a liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. La gente lo siente como
liberador de sufrimientos, opresiones y abusos; los ciegos lo ven como luz que
libera del sinsentido y la desesperanza; los pecadores lo reciben como gracia y
perdón. Seguimos a Jesús cuando nos va liberando de todo lo que nos esclaviza,
empequeñece o deshumaniza. Entonces creemos en él como Salvador que nos
encamina hacia la Vida definitiva.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2015-2016 -
24 de enero de 2016
EN LA
MISMA DIRECCIÓN
Me ha
enviado a anunciar la Buena Noticia.
Antes de comenzar a narrar la
actividad de Jesús, Lucas quiere dejar muy claro a sus lectores cuál es la
pasión que impulsa al Profeta de Galilea y cuál es la meta de toda su
actuación. Los cristianos han de saber en qué dirección empuja a Jesús el
Espíritu de Dios, pues seguirlo es precisamente caminar en su misma dirección.
Lucas describe con todo detalle
lo que hace Jesús en la sinagoga de su pueblo: se pone de pie, recibe el libro
sagrado, busca él mismo un pasaje de Isaías, lee el texto, cierra el libro, lo
devuelve y se sienta. Todos han de escuchar con atención las palabras escogidas
por Jesús pues exponen la tarea a la que se siente enviado por Dios.
Sorprendentemente, el texto no
habla de organizar una religión más perfecta o de implantar un culto más digno,
sino de comunicar liberación, esperanza, luz y gracia a los más pobres y
desgraciados. Esto es lo que lee. «El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar
la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a
los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de
gracia del Señor ». Al terminar, les dice: «Hoy se cumple esta Escritura
que acabáis de oír».
El Espíritu de Dios está en Jesús
enviándolo a los pobres, orientando toda su vida hacia los más necesitados,
oprimidos y humillados. En esta dirección hemos de trabajar sus seguidores.
Ésta es la orientación que Dios, encarnado en Jesús, quiere imprimir a la
historia humana. Los últimos han de ser los primeros en conocer esa vida más
digna, liberada y dichosa que Dios quiere ya desde ahora para todos sus hijos e
hijas.
No lo hemos de olvidar. La
"opción por los pobres" no es un invento de unos teólogos del siglo
veinte, ni una moda puesta en circulación después del Vaticano II. Es la opción
del Espíritu de Dios que anima la vida entera de Jesús, y que sus seguidores
hemos de introducir en la historia humana. Lo decía Pablo VI: es un deber de la
Iglesia "ayudar a que nazca la liberación...y hacer que sea total".
No es posible vivir y anunciar a
Jesucristo si no es desde la defensa de los últimos y la solidaridad con los
excluidos. Si lo que hacemos y
proclamamos desde la Iglesia de Jesús no es captado como algo bueno y
liberador por los que más sufren, ¿qué evangelio estamos predicando? ¿A qué
Jesús estamos siguiendo? ¿Qué espiritualidad estamos promoviendo?. Dicho de
manera clara: ¿qué impresión tenemos en la iglesia actual? ¿Estamos caminando
en la misma dirección que Jesús?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2012-2013 -
27 de enero de 2013
PROFETA
En una aldea perdida de Galilea,
llamada Nazaret, los vecinos del pueblo se reúnen en la sinagoga una mañana de
sábado para escuchar la Palabra de Dios. Después de algunos años vividos
buscando a Dios en el desierto, Jesús vuelve al pueblo en el que había crecido.
La escena es de gran importancia
para conocer a Jesús y entender bien su misión. Según el relato de Lucas, en
esta aldea casi desconocida por todos, va a hacer Jesús su presentación como
Profeta de Dios y va a exponer su programa aplicándose a sí mismo un texto del
profeta Isaías.
Después de leer el texto, Jesús
lo comenta con una sola frase: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis
de oír". Según Lucas, la gente "tenía los ojos fijos en él". La
atención de todos pasa del texto leído a la persona de Jesús. ¿Qué es lo que
nosotros podemos descubrir hoy si fijamos nuestros ojos en él?
Movido por el Espíritu de Dios.
La vida entera de Jesús está impulsada, conducida y orientada por el aliento,
la fuerza y el amor de Dios. Creer en la divinidad de Jesús no es confesar
teóricamente una fórmula dogmática elaborada por los concilios. Es ir
descubriendo de manera concreta en sus palabras y sus gestos, su ternura y su
fuego, el Misterio último de la vida que los creyentes llamamos
"Dios".
Profeta de Dios. Jesús no ha sido
ungido con aceite de oliva como se ungía a los reyes para transmitirles el
poder de gobierno o a los sumos sacerdotes para investirlos de poder sacro. Ha
sido "ungido" por el Espíritu de Dios. No viene a gobernar ni a
regir. Es profeta de Dios dedicado a liberar la vida. Solo le podremos seguir
si aprendemos a vivir con su espíritu profético.
Buena Noticia para los pobres. Su
actuación es Buena Noticia para la clase social más marginada y desvalida: los
más necesitados de oír algo bueno; los humillados y olvidados por todos. Nos
empezamos parecer a Jesús cuando nuestra vida, nuestra actuación y amor
solidario puede ser captado por los pobres como algo bueno.
Dedicado a liberar. Vive
entregado a liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. La gente lo
siente como liberador de sufrimientos, opresiones y abusos; los ciegos lo ven
como luz que libera del sinsentido y la desesperanza; los pecadores lo reciben
como gracia y perdón. Seguimos a Jesús cuando nos va liberando de todo lo que
nos esclaviza, empequeñece o deshumaniza. Entonces creemos en él como Salvador
que nos encamina hacia la Vida
definitiva.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
24 de enero de 2010
EN LA
MISMA DIRECCIÓN
(Ver homilía del ciclo C -
2015-2016)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
21 de enero de 2007
PROGRAMA
Me ha
enviado para dar la Buena Noticia a los pobres.
Antes de comenzar su relato
evangélico, Lucas quiere presentar de manera clara el programa de Jesús, que
enseguida irá exponiendo a lo largo de su escrito. Le interesa mucho, pues ése
es precisamente el programa que han de tener ante sus ojos los que le siguen.
Según Lucas, es Jesús mismo quien
selecciona un pasaje del profeta Isaías y se lo lee a los vecinos de su pueblo,
para que puedan entender mejor el Espíritu que lo anima, las preocupaciones que
lleva dentro de su corazón y la tarea a la que se quiere dedicar en cuerpo y
alma.
El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido. Jesús
se siente ungido por el Espíritu de Dios, impregnado por su fuerza. Por eso,
sus seguidores le llaman ahora Cristo, es decir, Ungido, y, por eso, se llaman ellos mismos cristianos. Para Lucas, es una contradicción llamarse «cristiano» y
vivir sin ese Espíritu de Jesús.
Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres. A Dios
le preocupa el sufrimiento de la gente. Por eso, su Espíritu le empuja a Jesús
a dejar su pueblo para dar la Buena Noticia a los pobres. Esta es su gran
tarea: poner esperanza en los que sufren. Si lo que hacemos y decimos los
cristianos no es captado como «Buena Noticia» por los que sufren, ¿qué
evangelio estamos predicando?, ¿a qué nos estamos dedicando?
Jesús se siente enviado a cuatro
grupos de personas: los pobres, los cautivos, los ciegos, y los oprimidos.
Son los que más dentro lleva en su corazón, los que más le preocupan. ¿Qué ha
sido de «la gran preocupación» de Jesús? Aquí no hay escapatoria posible. La
Iglesia es de los que sufren, o deja de ser la Iglesia de Jesús. Si no son
ellos quienes nos preocupan, ¿de qué nos estamos preocupando?
Jesús tiene claro su programa:
sembrar libertad, luz y gracia. Esto
es lo que desea introducir en aquellas aldeas de Galilea y en el mundo entero.
Nosotros podemos dedicarnos a juzgar y condenar la sociedad actual; podemos
discutir de todo; podemos lamentamos de la indiferencia religiosa. Si seguimos
el programa de Jesús, nos sentiremos llamados a poner en el mundo libertad, luz
y gracia de Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
25 de enero de 2004
BUENA
NOTICIA PARA LOS POBRES
Me ha
enviado para dar la buena noticia a los pobres.
Quizás uno de los rasgos más
escandalosos e insoportables de la conducta de Jesús sea su defensa decidida de
los pobres. Una y otra vez, los cristianos tratamos de escamotear y olvidar
algo que es esencial en la actuación de Jesús.
No debemos engañarnos. Su mensaje
no es una buena noticia para todos los hombres, de manera indiscriminada. El ha
sido enviado para dar una buena noticia a los pobres:
el futuro proyectado y querido
por Dios les pertenece a ellos.
Tienen suerte los pobres, los
marginados por la sociedad, los privados de toda defensa, los que no encuentran
sitio en la convivencia de los fuertes, los despojados por los poderosos, los
humillados por la vida. Jesús amenaza a los ricos y felicita a los pobres
porque sólo éstos son los destinatarios del reino de Dios. Sólo éstos se
alegrarán cuando Dios «reine» entre lo hombres.
Pero, ¿por qué son ellos los
privilegiados? Dios, ¿no es neutral? ¿Es que los pobres son mejores que los
demás para merecer de Dios un trato especial?
La posición de Jesús es sencilla
y clara. No afirma nunca que los pobres, por el hecho de serlo, sean mejores
que los ricos. No existe para Jesús «un clasismo moral». La única razón del
privilegio de los pobres consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no
puede «reinar» entre los hombres sino haciéndoles justicia.
Dios no puede ser neutral ante un
mundo dividido y desgarrado por las injusticias de los hombres. El pobre es un
ser necesitado de justicia. Por eso, la llegada de Dios es una buena noticia
para él. Dios no puede hacerse presente entre los hombres sino defendiendo la
suerte de los injustamente maltratados.
Si el reinado de Dios se impone,
los pobres serán felices. Porque donde Dios «reina», no podrán ya reinar los
poderosos sobre los débiles ni los fuertes sobre los indefensos.
Pero no lo olvidemos. Lo que es
buena noticia para los pobres resuena como amenaza y mala noticia para los
intereses de los ricos. Tienen mala suerte los ricos. El futuro no les
pertenece. Sus riquezas les impiden abrirse a un Dios Padre y entrar en la nueva
sociedad de hermanos. No participarán en la última fiesta, cuando el Rey se
siente a la mesa «con los pobres,
lisiados, ciegos y cojos».
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
21 de enero de 2001
LA
PRIMERA MIRADA
Para dar
la Buena Noticia a los pobres.
La primera mirada de Jesús no se
dirige al pecado de las personas, sino al sufrimiento que arruina sus vidas. Lo
primero que toca su corazón no es el pecado, sino el dolor, la opresión y la
humillación que padecen hombres y mujeres. El pecado consiste precisamente en
cerrarse al sufrimiento de los demás para pensar sólo en el propio bienestar.
La exégesis contemporánea
atribuye una importancia decisiva al «relato programático» de la sinagoga de
Nazaret (Lc 4, 16-22). Jesús se
siente «ungido por el Espíritu» de un
Dios que se preocupa de los que sufren, impregnado por su amor a los pobres y
desvalidos. Es ese Espíritu el que lo empuja a entregar su existencia entera a
liberar, aliviar, sanar, perdonar: «El
Espíritu del Señor está sobre m4 porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar
la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los
ciegos la vista, para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de
gracia del Señor» (Lc 4, 18-19).
Este programa de actuación propio
de Cristo no ha sido siempre el de los cristianos. La teología cristiana ha
dirigido más su atención al pecado de la criatura que a su sufrimiento. El
afamado teólogo J.B. Metz ha denunciado repetidamente este grave desplazamiento:
«La doctrina cristiana de la salvación ha
dramatizado demasiado el problema del pecado mientras ha relativizado el
problema del sufrimiento». Es así. Muchas veces la preocupación por el
dolor humano ha quedado atenuada por la atención a la redención del pecado.
En el interior del cristianismo
hay una fe no en cualquier Dios, sino en el Dios atento al dolor humano. Frente
a la «mística de ojos cerrados» propia del budismo y de la espiritualidad del
Oriente en general, volcados sobre todo en la atención a lo interior, el
cristianismo ha de cultivar una «mística de ojos abiertos» y una espiritualidad
de la obligación absoluta de atender al dolor de los otros.
Al cristiano verdaderamente
espiritual —.«ungido por el Espíritu»—
se lo encuentra, lo mismo que a Cristo, junto a los más desvalidos y
humillados. Lo que le caracteriza no es tanto la comunicación íntima con el Ser
Supremo cuanto la apertura al amor de un Dios Padre que empuja y envía a sus
fieles hacia los seres más pobres y abandonados. Como ha recordado
recientemente el cardenal Carlo Martini,
en estos tiempos de globalización, el cristianismo ha de globalizar la atención
al sufrimiento de los pobres de la Tierra.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
25 de enero de 1998
MERECE LA
PENA
Para dar
la Buena Noticia a los pobres.
Se dice que los sacerdotes no nos
atrevemos ya a invitar a los jóvenes a que sigan nuestros pasos y que muchos
padres se entristecen ante la sola idea de que a su hijo se le pueda ocurrir
ser cura. Al leer el relato de Lucas en que Jesús se presenta en medio de su
pueblo como «ungido por el Espíritu del
Señor» y «enviado para dar la Buena Noticia a los pobres» aportando luz,
liberación y gracia, he pensado qué diría yo hoy a unos jóvenes que se
plantearan el servicio presbiteral como la forma de vida concreta para seguir a
Jesús. ¿Merece la pena ser cura? ¿Para qué?
Yo os animo a ser sacerdotes para
escuchar los interrogantes, miedos e incertidumbres de tantos hombres y mujeres
que han abandonado a un Dios en el que ya no podían creer y necesitan que
alguien los acompañe en la búsqueda del verdadero rostro del Padre revelado en
Jesucristo.
Haceos curas si queréis sembrar
un poco de esperanza en tantas personas que viven sin horizonte, llenas de
cosas, pero con el alma vacía y triste, sin saber qué sentido dar a su vida. No
dudéis en dar el paso si queréis contribuir a que en nuestro pueblo no se oigan
solamente las palabras de los políticos, las voces de los cantantes o los
anuncios comerciales de la televisión, sino que se siga escuchando el mensaje
liberador de Jesucristo.
Animaos a ser sacerdotes si
queréis denunciar desde el Evangelio, con libertad y sin depender de las
consignas de ningún partido, las mentiras, injusticias y violencias que nos
deshumanizan día a día.
Tomad en serio esa llamada que
sentís dentro de vosotros, si queréis compartir las inquietudes de los jóvenes,
comprender sus contradicciones y orientarlos hacia una vida más sana y
positiva.
Haceos sacerdotes, si queréis
trabajar desinteresadamente por una cultura nueva de paz promoviendo entre
nosotros el diálogo, el respeto mutuo, la defensa de toda persona, el perdón y
la reconciliación.
Orientad vuestra vida hacia el
servicio sacerdotal si queréis animar comunidades cristianas donde los hombres
y mujeres de nuestro tiempo aprendan a creer en Jesucristo y descubran dónde
puede poner el ser humano su última esperanza.
Yo os invito a ser sacerdotes
para defender los derechos humanos que todos defienden e, incluso, los que
apenas defiende nadie, como el derecho a la vida interior, el derecho a morir
con esperanza, el derecho de todo hombre al amor y la solidaridad de todos, el
derecho a buscar a Dios.
Si un día llegáis a ser
sacerdotes, no os espera una vida fácil. No haréis dinero. No tendréis gran
prestigio social. Seréis fácilmente discutidos y hasta rechazados. Pero nadie
os podrá quitar la alegría de vivir haciendo este mundo un poco más humano
desde el Evangelio de Jesucristo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
22 de enero de 1995
SIN
ESCAPATORIA
Para dar
la Buena Noticia a los pobres.
A la Iglesia y a los cristianos
hay que cogerles por su palabra. Continuamente hablan de Cristo como su maestro
y fundador, el único Señor al que hay que seguir. Y es así. Por eso, Cristo se
convierte en su más implacable juez. El criterio de su verdad o su mentira. No
son nada las críticas que le pueden llegar a la Iglesia desde fuera, comparadas
con las que le vienen del mismo Cristo.
Por eso, nos resulta tan duro
escuchar estas palabras programáticas de Jesús: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha
enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la
libertad, a los ciegos la vista, y para dar libertad a los oprimidos» (Lc
4, 18).
El Espíritu de Dios está en Jesús
enviándolo a los pobres. Esa es su primera tarea y misión: comunicar a los
pobres la Buena Noticia de que Dios quiere introducir en el mundo su justicia y
derecho, y dedicarse a liberarlos de la opresión y el mal del que son víctimas.
No hay escapatoria. La Iglesia o es de los pobres, o deja de ser la Iglesia de
Cristo. La defensa de los maltratados por la vida o por los hombres es la señal
y la prueba de que nos estamos dejando guiar por el Espíritu de Cristo.
Por eso, cuando en la Iglesia se
olvidan los designios de Dios y se oscurece el seguimiento a Cristo, el
Espíritu vuelve a interpelarla desde el clamor de los pobres y crucificados de
la Tierra. La «opción» de Jesús por los pobres desenmascara nuestras
seguridades, rompe nuestros esquemas religiosos y cuestiona nuestra manera de
entender y vivir la fe. Si lo que estamos anunciando y promoviendo en las
parroquias y comunidades cristianas no es captado como «Buena Noticia» por los
más necesitados de la sociedad, ¿de qué evangelio estamos hablando?, ¿a qué
Jesucristo estamos siguiendo?
Hay algo que los cristianos hemos
de ver con absoluta claridad en nuestros días: no se puede anunciar ni vivir el
Evangelio de Cristo si no es desde la defensa de los excluidos de la sociedad
del bienestar, y desde la solidaridad con el Sur. No cualquier teología, no
cualquier evangelización ni cualquier acción pastoral es igualmente fiel al
Espíritu de Cristo. La teología es discurso vacío si no lleva la Buena Noticia
de Dios a los pobres, la evangelización no es plenamente tal si no denuncia la
injusticia y el pecado que engendra marginación, la pastoral se vacía de
contenido cristiano si olvida el servicio a los últimos.
Los pobres son el gran reto para
los que decimos seguir a Jesús. Podemos continuar discutiendo sobre la moral
sexual, los preservativos o el sacerdocio de la mujer. Pero el Espíritu de
Jesús nos seguirá interpelando a todos desde el sufrimiento de los parados, los
pobres o los hambrientos. Sólo él nos puede sacudir de nuestras fáciles
«ortodoxias» o nuestras acomodaciones religiosas de derechas o de izquierdas.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
26 de enero de 1992
HOMBRES
SIN DERECHOS
Para dar
la Buena Noticia a los pobres.
Desde hace algunos años, nos
hemos convertido en país de inmigración. Por unas razones u otras, han ido
llegando hasta nosotros marroquíes, portugueses, latinoamericanos. Lo hacen en
un momento de grave crisis económica y plantean un problema más, de no fácil
solución.
Se les llama «clandestinos»,
«ilegales», «sin papeles»; se les relega fácilmente a una situación marginal;
malviven, por lo general, en la más absoluta indefensión. Pero son seres
humanos como nosotros, que interpelan nuestra conciencia.
Lo más cómodo es la pasividad.
Los que nos sentimos insertos en nuestra sociedad por nuestro origen, familia,
trabajo o cultura, corremos el riesgo de no tener sensibilidad suficiente para
reaccionar ante situaciones injustas de quienes, como los inmigrantes, no se
encuentran en nuestra condición.
Es fácil entonces sumarse a una
opinión pública desinformada, que presenta a los inmigrantes como «rivales» que
vienen a quitarnos un puesto de trabajo o delincuentes peligrosos de los que
hay que defenderse. Por ese camino no es difícil que se despierten sentimientos
de segregación y xenofobia.
Sin embargo, la política de
inmigración de un pueblo, y el trato humano que damos al extranjero, son un
buen test para comprobar la verdad de nuestras solemnes proclamas sobre la
igualdad de los derechos humanos y la capacidad real de nuestra solidaridad con
el Tercer Mundo.
Es verdad que todo país tiene
derecho a controlar sus fronteras, pero este derecho ha de concretarse en el
contexto global de regulación de los flujos migratorios y desde una actitud de
solidaridad elemental con los países más miserables.
Por nuestra parte, los ciudadanos
no podemos ignorar su presencia entre nosotros, ni actuar como si fueran
«hombres sin derechos». Aunque sean clandestinos según las leyes vigentes, son
seres humanos como nosotros, con derechos humanos, sociales y cívicos
inalienables, reconocidos por la Declaración Universal y la Convención Europea.
Se me dirá que suponen una «carga
excesiva>) para nuestra economía. Es la objeción de quien desea un mundo más
humano, pero desde el aislamiento insolidario. En el fondo, ésta es la
cuestión. ¿Queremos que se vayan porque no hay pan para todos, o porque no
estamos dispuesto a arriesgar en absoluto nuestro nivel de bienestar aunque
otros mueran de hambre?
Aunque resulte impopular, la
Iglesia ha de alinearse claramente a favor de estos hombres y defender con
decisión sus derechos. De lo contrario, sería infiel a aquel que se sentía «enviado a dar la Buena Noticia a los
pobres».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
22 de enero de 1989
EVANGELIO
Y OTAN
El
Espíritu del Señor está sobre mí.
Como motivo de la polémica
surgida en torno al documento elaborado por los Secretariados Sociales “Ante el
referéndum sobre la OTAN”, no pocos políticos y comentaristas se han apresurado
a decir que la postura contraria a la OTAN no es la única que se puede concluir
del evangelio.
De esta manera tan sencilla se
descalifica el documento y se propaga la idea de que el evangelio, en realidad,
es algo abierto a cualquier clase de posturas, todos ellas igualmente
aceptables.
Pero, ¿qué es ese “evangelio” al
que se dice que han de acudir los cristianos para madurar su postura ante el
próximo referéndum?
Se diría que para muchos es
sencillamente una especie de “código doctrinal”. Un conjunto de doctrinas y
principios morales de contenido tan general y amplio que, a la hora de
aplicarlo a casos concretos, permite toda clase de posiciones, con lo cual no
parece servir para gran cosa.
Sin embargo, el evangelio es otra
cosa. El evangelio es la persona misma de Jesucristo. El Espíritu que animó
toda su actuación y su mensaje. Ese Espíritu que le empuja a “dar la Buena
Noticia a los pobres, a anunciar a los cautivos la libertad, a los ciegos la
vista, a los oprimidos libertad”.
Escuchar el evangelio de Jesús es
escuchar una llamada a cambiar las relaciones de los hombres en favor de los
más pobres. Es aprender a mirar la vida con los ojos de aquellos que son
nuestras víctimas. Es adquirir una sensibilidad para defender todo aquello que
traiga a los hombres libertad verdadera, solidaridad y vida más humana.
Ante el próximo referéndum, yo no
sé lo que escuchan otros en el evangelio. He aquí algo de lo que yo
modestamente creo percibir: Una invitación a recordar que nuestro “bienestar
europeo” se está consolidando a costa de esos pueblos cada vez más
subdesarrollados y que la fabricación demencial de armamentos (también en
España) seguirá impidiendo una solidaridad más efectiva con esos países que se
mueren de hambre.
Una llamada a defender otra clase
de relaciones entre los pueblos, que no sea el enfrentamiento de bloques que se
esconde tras la OTAN y el Pacto de Varsovia.
Una llamada a resistirme a que
“todo tenga que seguir así”, porque los políticos profesionales siguen
preocupándose sólo de sus propios países y siguen creyendo sólo en métodos de
fuerza y de poder.
Una llamada a exigir y urgir
nuevos caminos de convivencia pacífica entre los pueblos, aunque todavía sean
inviables y los actuales políticos no sean capaces de impulsarlos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
26 de enero de 1986
NO SOLO
UN ASUNTO PRIVADO
Para dar la Buena Noticia a ¡os pobres...
Está muy extendida entre nosotros
la tendencia a comprender y vivir la fe como un asunto puramente privado.
Bastantes piensan que la presencia comprometida de la Iglesia en la vida
pública es algo totalmente ajeno a la acción evangelizadora querida por Jesús.
La Iglesia tendría una misión
exclusivamente religiosa, de orden sobrenatural, ajena a los problemas
políticos y económicos, y debería limitarse a ayudar a sus fieles en su
santificación individual.
Pero luego se observa una postura
curiosa. Se bendice y aprueba la intervención eclesial cuando viene a legitimar
o fortalecer las propias posiciones, y se la condena como una degradación de su
misión o una intrusión ilegítima cuando critica las propias opciones.
Este doble criterio a la hora de
valorar la intervención de la Iglesia, ¿no está indicando una fidelidad mayor a
la propia opción socio-política que a la búsqueda sincera de las auténticas
exigencias de la fe?
Es indudable que la Iglesia puede
en algún caso no respetar debidamente la autonomía propia de lo político y
económico. Pero lo que resulta sospechosa es esa reacción casi visceral ante
cualquier posicionamiento de la Iglesia que trate de concretar las exigencias
sociales de la fe, sin coincidir con nuestra propia posición.
Lo paradójico es que, con
frecuencia, se le pide a la Iglesia que «se
dedique a lo suyo». Pero, resulta que «lo suyo», es actuar animada por el
mismo Espíritu de Jesús quien se veía «enviado
a dar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos..,
y a dar libertad a los oprimidos».
No se quiere entender que la
Iglesia, si quiere seguir a Jesús, debe buscar la salvación integral del
hombre, que abarca a las personas concretas, los pueblos, las estructuras y las
instituciones creadas por el hombre y para el hombre.
La Iglesia es entre nosotros una
institución de gran incidencia pública, un «poder fáctico», como dicen algunos.
El problema de la Iglesia es cómo convertirse en servicio evangelizador,
inspirador de una sociedad más humana y fraterna, cómo poner su influencia
social al servicio de los más desheredados de la sociedad.
La salvación cristiana no puede
reducirse a lo económico ni a lo político o cultural, pero la Iglesia «no
admite circunscribir su misión sólo al terreno religioso, desentendiéndose de
los problemas temporales del hombre». Es un deber suyo «ayudar a que nazca la
liberación... y hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la
evangelización» (Pablo VI).
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 – APRENDER A VIVIR
23 de enero de 1983
BUENAS
NOTICIAS PARA LOS POBRES
Me ha
enviado para dar la buena noticia a los pobres.
Quizás uno de los rasgos más
escandalosos e insoportables de la conducta de Jesús sea su defensa decidida de
los pobres. Una y otra vez, los cristianos tratamos de escamotear y olvidar
algo que es esencial en la actuación de Jesús.
No debemos engañarnos, Su mensaje
no es una buena noticia para todos los hombres, de manera indiscriminada. El ha
sido enviado para dar una buena noticia a los pobres: el futuro proyectado y
querido por Dios les pertenece a ellos.
Tienen suerte los pobres, los
marginados por la sociedad, los desprovistos de toda defensa, los que no
encuentran sitio en la convivencia de los fuertes, los despojados por los
poderosos, los humillados por la vida.
Jesús amenaza a los ricos y
felicita a los pobres porque sólo éstos son los destinatarios del reino de
Dios. Sólo éstos se alegrarán cuando Dios «reine» entre lo hombres.
Pero, ¿por qué son ellos los
privilegiados? Dios, ¿no es neutral? ¿Es que los pobres son mejores que los
demás para merecer de Dios un trato especial?
La posición de Jesús es sencilla
y clara. No afirma nunca que los pobres, por el hecho de serlo, sean mejores
que ¡os ricos. No existe para Jesús «un clasismo moral».
La única razón del privilegio de
los pobres consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no puede «reinar»
entre los hombres sino haciéndoles justicia.
Dios no puede ser neutral ante un
mundo dividido y desgarrado por las injusticias de los hombres. El pobre es un
ser necesitado de justicia. Por eso, la llegada de Dios es una buena noticia
para él. Porque Dios no puede hacerse presente entre los hombres sino
defendiendo la suerte de los injustamente maltratados.
Si el reinado de Dios se impone,
los pobres serán felices. Porque donde Dios «reina», no podrán ya reinar los
poderosos sobre los débiles ni los fuertes sobre los indefensos.
Pero no lo olvidemos. Lo que es
buena noticia para los pobres resuena como amenaza y mala noticia para los
intereses de los ricos.
Tienen mala suerte los ricos. El
futuro no les pertenece. Sus riquezas les impiden abrirse a un Dios Padre y
entrar en la nueva sociedad de hermanos. No participarán en la última fiesta,
cuando el Rey se siente a la mesa «con los pobres, lisiados, ciegos y cojos».
José Antonio Pagola
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