lunes, 14 de enero de 2019

20-01-2019 - 2º domingo Tiempo ordinario (C)


El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó  en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos  la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.

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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

No dejes de visitar la nueva página de VÍDEOS DE LAS CONFERENCIAS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA .

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2º domingo Tiempo ordinario (C)



EVANGELIO

En Caná de Galilea Jesús realizó el primero de los signos.

Lectura del santo evangelio según san Juan 2,1-11

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.

Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.

Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo:

- No les queda vino.

Jesús le contestó:

- Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.

Su madre dijo a los sirvientes:

- Haced lo que él diga.

Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.

Jesús les dijo:

- Llenad las tinajas de agua.

Y las llenaron hasta arriba.

Entonces les mandó:

- Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.

Ellos se lo llevaron.

El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:

- Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.

Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2018-2019 -
20 de enero de 2019

UN GESTO POCO RELIGIOSO

 (Ver homilía del ciclo C - 2012-2013)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2015-2016 -
17 de enero de 2016

LENGUAJE DE GESTOS

(Ver homilía del ciclo C - 2009-2010)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2012-2013 -
20 de enero de 2013

UN GESTO POCO RELIGIOSO

"Había una boda en Galilea". Así comienza este relato en el que se nos dice algo inesperado y sorprendente. La primera intervención pública de Jesús, el Enviado de Dios, no tiene nada de religioso. No acontece en un lugar sagrado. Jesús inaugura su actividad profética "salvando" una fiesta de bodas que podía haber terminado muy mal.

En aquellas aldeas pobres de Galilea, la fiesta de las bodas era la más apreciada por todos. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas festivas y cantando canciones de amor.

El evangelio de Juan nos dice que fue en medio de una de estas bodas donde Jesús hizo su "primer signo", el signo que nos ofrece la clave para entender toda su actuación y el sentido profundo de su misión salvadora.

El evangelista Juan no habla de "milagros". A los gestos sorprendentes que realiza Jesús los llama siempre "signos". No quiere que sus lectores se queden en lo que puede haber de prodigioso en su actuación. Nos invita a que descubramos su significado más profundo. Para ello nos ofrece algunas pistas de carácter simbólico. Veamos solo una.

La madre de Jesús, atenta a los detalles de la fiesta, se da cuente de que "no les queda vino" y se lo indica a su hijo. Tal vez los novios, de condición humilde, se han visto desbordados por los invitados. María está preocupada. La fiesta está en peligro. ¿Cómo puede terminar una boda sin vino? Ella confía en Jesús.

Entre los campesinos de Galilea el vino era un símbolo muy apreciado de la alegría y del amor. Lo sabían todos. Si en la vida falta la alegría y falta el amor, ¿en qué puede terminar la convivencia? María no se equivoca. Jesús interviene para salvar la fiesta proporcionando vino abundante y de excelente calidad.

Este gesto de Jesús nos ayuda a captar la orientación de su vida entera y el contenido fundamental de su proyecto del reino de Dios. Mientras los dirigentes religiosos y los maestros de la Ley se preocupan de la religión, Jesús se dedica a hacer más humana y llevadera la vida de la gente.

Los evangelios presentan a Jesús concentrado, no en la religión sino en la vida. No es solo para personas religiosas y piadosas. Es también para quienes viven decepcionados por la religión, pero sienten necesidad de vivir de manera más digna y dichosa. ¿Por qué? Porque Jesús contagia fe en un Dios en el que se puede confiar y con el que se puede vivir con alegría, y porque atrae hacia una vida más generosa, movida por un amor solidario.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
17 de enero de 2010

LENGUAJE DE GESTOS

Jesús comenzó sus gestos.

El evangelista Juan no dice que Jesús hizo "milagros" o "prodigios". Él los llama "signos" porque son gestos que apuntan hacia algo más profundo de lo que pueden ver nuestros ojos. En concreto, los signos que Jesús realiza, orientan hacia su persona y nos descubren su fuerza salvadora.

Lo sucedido en Caná de Galilea es el comienzo de todos los signos. El prototipo de los que Jesús irá llevando a cabo a lo largo de su vida. En esa "transformación del agua en vino" se nos propone la clave para captar el tipo de transformación salvadora que opera Jesús y el que, en su nombre, han de ofrecer sus seguidores.

Todo ocurre en el marco de una boda, la fiesta humana por excelencia, el símbolo más expresivo del amor,  la mejor imagen de la tradición bíblica para evocar la comunión definitiva de Dios con el ser humano. La salvación de Jesucristo ha de ser vivida y ofrecida por sus seguidores como una fiesta que da plenitud a las fiestas humanas cuando éstas quedan vacías, «sin vino» y sin capacidad de llenar nuestro deseo de felicidad total.

El relato sugiere algo más. El agua solo puede ser saboreada como vino cuando, siguiendo las palabras de Jesús, es «sacada» de seis grandes tinajas de piedra, utilizadas por los judíos para sus purificaciones. La religión de la ley escrita en tablas de piedra está exhausta; no hay agua capaz de purificar al ser humano. Esa religión ha de ser liberada por el amor y la vida que comunica Jesús.

No se puede evangelizar de cualquier manera. Para comunicar la fuerza transformadora de Jesús no bastan las palabras, son necesarios los gestos. Evangelizar no es solo hablar, predicar o enseñar; menos aún, juzgar, amenazar o condenar. Es necesario actualizar, con fidelidad creativa, los signos que Jesús hacía para introducir la alegría de Dios haciendo más dichosa la vida dura de aquellos campesinos.

A muchos contemporáneos la palabra de la Iglesia los deja indiferentes. Nuestras celebraciones los aburren. Necesitan conocer más signos cercanos y amistosos por parte de la Iglesia para descubrir en los cristianos la capacidad de Jesús para aliviar el sufrimiento y la dureza de la vida.

¿Quién querrá escuchar hoy lo que ya no se presenta como noticia gozosa, especialmente si se hace invocando el evangelio con tono autoritario y amenazador? Jesucristo es esperado por muchos como una fuerza y un estímulo para existir,  y un camino para vivir de manera más sensata y  gozosa. Si solo conocen una "religión aguada" y no pueden saborear algo de la alegría festiva que Jesús contagiaba,  muchos seguirán alejándose.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
14 de enero de 2007

ALEGRÍA Y AMOR

No les queda vino.

Según el evangelista Juan, Jesús fue realizando signos para dar a conocer el misterio encerrado en su persona y para invitar a la gente a acoger la fuerza salvadora que traía consigo. ¿Cuál fue el primer signo?, ¿qué es lo primero que hemos de encontrar en Jesús?

El evangelista habla de una boda en Caná de Galilea, una pequeña aldea de montaña, a quince kilómetros de Nazaret. Sin embargo, la escena tiene un carácter claramente simbólico. Ni la esposa ni el esposo tienen rostro: no hablan ni actúan. El único importante es un invitado que se llama Jesús.

Las bodas eran en Galilea la fiesta más esperada y querida entre las gentes del campo. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas de boda y cantando canciones de amor. De pronto, la madre de Jesús le hace notar algo terrible: no les queda vino. ¿Cómo van a seguir cantando y bailando?

El vino es indispensable en una boda. Para aquellas gentes, el vino era, además, el símbolo más expresivo del amor y la alegría. Lo decía la tradición: el vino alegra el corazón. Lo cantaba la novia a su amado en un precioso canto de amor: Tus amores son mejores que el vino. ¿Qué puede ser una boda sin alegría y sin amor?, ¿qué se puede celebrar con el corazón triste y vacío de amor?

En el patio de la casa hay seis tinajas de piedra. Son enormes. Están colocadas allí, de manera fija. En ellas se guarda el agua para las purificaciones. Representan la piedad religiosa de aquellos campesinos que tratan de vivir puros ante Dios. Jesús transforma el agua en vino. Su intervención va a introducir amor y alegría en aquella religión. Esta es su primera aportación.

¿Cómo podemos pretender seguir a Jesús sin cuidar más entre nosotros la alegría y el amor?, ¿qué puede haber más importante que esto en la Iglesia y en el mundo?, ¿hasta cuándo podremos conservar en tinajas de piedra una fe triste y aburrida?, ¿para qué sirven todos nuestros esfuerzos, si no somos capaces de introducir amor en nuestra religión? Nada puede ser más triste que decir de una comunidad cristiana: no les queda vino.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
18 de enero de 2004

CASARSE

(Ver homilía del 19 de enero de 1992)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
14 de enero de 2001

VINO BUENO

Tú has guardado el vino bueno hasta ahora.

A Jesús se le identifica, por lo general, con el fenómeno religioso que conocemos por cristianismo. Hoy, sin embargo, comienza a abrirse paso otra actitud: Jesús es de todos, no sólo de los cristianos. Su vida y su mensaje son patrimonio de la Humanidad.

Nadie en occidente ha tenido un poder tan grande sobre los corazones. Nadie ha expresado mejor que él las inquietudes e interrogantes del ser humano. Nadie ha despertado tanta esperanza. Nadie ha comunicado una experiencia tan sana de Dios, sin proyectar sobre él ambiciones, miedos y fantasmas. Nadie se ha acercado al dolor humano de manera tan honda y entrañable. Nadie ha abierto una esperanza tan firme ante el misterio de la muerte y de la finitud humana.

Dos mil años nos separan de Jesús, pero su persona y su mensaje siguen atrayendo a los hombres. Es verdad que interesa poco en algunos ambientes, pero también es cierto que el paso del tiempo no ha borrado su fuerza seductora ni ha amortiguado el eco de su palabra.

Hoy, cuando las ideologías y religiones experimentan una crisis profunda, la figura de Jesús escapa de toda doctrina y transciende toda religión para invitar directamente a los hombres y mujeres de hoy a una vida más digna, dichosa y esperanzada.

Los primeros cristianos experimentaron a Jesús como fuente de vida nueva. De él recibían un aliento diferente para vivir. Sin él, todo se les volvía de nuevo seco, estéril, apagado. El evangelista Juan redacta el episodio de las bodas de Caná para presentar simbólicamente a Jesús como portador de un «vino bueno», capaz de reavivar el espíritu.

Jesús puede ser hoy fermento de nueva humanidad. Su vida, su mensaje y su persona invitan a inventar formas nuevas de vida sana. Él puede inspirar caminos más humanos en una sociedad que busca el bienestar ahogando el espíritu y matando la compasión. Él puede despertar el gusto por una vida más humana en personas, vacías de interioridad, pobres de amor y necesitadas de esperanza.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
18 de enero de 1998

DOMINGO

Jesús comenzó sus signos.

Con este domingo comienzan los cristianos el Tiempo litúrgico Ordinario. Por ello, puede ser una buena ocasión para recordar la importancia y el sentido del domingo. De su celebración depende, en buena parte, el vivir de la comunidad cristiana y la vitalidad de los creyentes.

El domingo es, antes que nada, el día de la resurrección. Aunque a veces se olvida, los cristianos celebramos la Pascua cada ocho días. Esta Pascua semanal sostiene y alimenta nuestra esperanza. En medio de una sociedad a veces tan desesperanzada, los cristianos se reúnen para recordar y renovar su esperanza última en ese Dios que ha abierto una salida a nuestra vida en Cristo resucitado. Donde no se celebra esta esperanza, pronto no habrá esperanza.

El domingo es el día de la Iglesia. Día en el que la Iglesia vuelve a sus fuentes para regenerarse y cobrar nueva vitalidad. El domingo las comunidades cristianas recuerdan su origen, su identidad, su misión y su destino. Por eso, los cristianos se reúnen cada ocho días y, por encima de diferencias ideológicas y políticas, confiesan juntos la misma fe, recitan el mismo Credo, invocan al mismo Padre y se alimentan del mismo Pan. Quien habitualmente no se reúne, va quedando descolgado de la comunidad de fe.

El domingo es el día de la eucaristía, día en el que los creyentes elevan su corazón a Dios para darle gracias por la salvación que nos ha sido ofrecida en Cristo. Esta eucaristía es fuente y cima de toda la vida cristiana. Por eso, quien no participa de ella o sólo se preocupa de cumplir «el precepto de ir a misa» en el momento más cómodo de su programa de fin de semana, queda privado de la experiencia fundamental que podría reavivar su fe.

El domingo es el día de la Palabra de Dios. Día en el que los cristianos escuchan juntos la Palabra que ilumina su existencia. A lo largo de la semana, oímos toda clase de voces y palabras, nos invaden informaciones, noticias e imágenes de todo género. El domingo, por fin, escuchamos una Palabra diferente. Quien nunca se detiene para abrir sus oídos y su corazón al Evangelio, se queda sin «la Palabra que da vida».

El domingo es el día de la caridad fraterna. Desde el comienzo, los cristianos recordaron al Resucitado celebrando la eucaristía y repartiendo sus bienes a los pobres. El domingo no es sólo liturgia; es también solidaridad. Por eso, es el día del perdón y de la amistad, el día de damos la paz, de recordar a los necesitados y compartir con ellos nuestros bienes. Ese es el sentido de las colectas de Cáritas y de las Jornadas por las diversas necesidades. Quien sigue su camino sin recordar nunca a los necesitados no celebra el domingo.

El domingo es también el día del descanso. Fiesta que nos recuerda que no todo se reduce a trabajar.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
15 de enero de 1995

PAREJAS

Había una boda en Caná.

Entre los desajustes que pueden darse hoy en una pareja, no es menos importante el desajuste religioso. Cada vez son más los matrimonios que discrepan profundamente en su actitud religiosa. Mientras uno de ellos se siente creyente, el otro vive su fe de manera vacilante o ha abandonado toda vinculación con lo religioso.

Esta situación relativamente nueva entre nosotros requiere una mayor reflexión. El hecho de que el marido o la esposa se declare más o menos increyente no tiene por qué conducir a la pareja al abandono total de Dios. Al contrario, puede ser un estímulo para plantearse juntos el verdadero sentido de la vida desde su raíz.

Ante todo, es necesario extremar más que nunca el mutuo respeto, profundo y sincero. Cada uno es responsable de su propia vida. Ni el agnóstico ha de menospreciar al que cree como si su fe fuera fruto de la ingenuidad, ni éste ha de sentirse superior porque tiene unas creencias o acepta unas prácticas religiosas.

Lo importante es exigirse coherencia. Que cada uno se esfuerce por actuar de manera coherente con sus propias convicciones. Son los hechos los que ponen de manifiesto la verdad de nuestra vida o la frivolidad de nuestros planteamientos verbales. El creyente no ha de olvidar que la fe se encarna en la vida diaria: en el trabajo y en el descanso, en el amor conyugal y en la dedicación a los hijos, en la convivencia familiar y en la vida social.

Lo que se ha de evitar a toda costa es la polémica crispada o la mutua agresividad en temas religiosos. Por lo general, este tipo de reacciones proviene de una falta de seguridad, acomplejamiento o confusión. El que habla desde una experiencia interior gozosa, lo hace con actitud abierta y comprensiva.

En el terreno de las creencias, el diálogo ha de comenzar por mostrar qué es lo que a cada uno le aportan sus propias convicciones. El creyente debería comunicar cómo le estimula su fe en Dios a vivir de manera responsable y esperanzada. El que ha abandonado toda referencia religiosa debería exponer desde dónde da un sentido último al misterio de la existencia.

Siempre hay un punto de encuentro y es el amor mutuo y el proyecto común de buscar juntos el bien de la pareja y de los hijos. El cristiano, por su parte, cree en un Dios que ama con amor infinito a todo hombre, a quien le busca con sincero corazón y a quien camina por la vida a tientas sin saber a dónde dirigir sus pasos.

La actuación de Jesús en Caná de Galilea, preocupado por la felicidad de un joven matrimonio en la fiesta de sus bodas, es un «signo» cargado de hondo significado. A Dios le interesa la felicidad de la pareja humana.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
19 de enero de 1992

CASARSE

Había una boda en Caná.

Tengo la impresión de que la mayoría de los esposos cristianos viven su matrimonio sin sospechar siquiera la grandeza que encierra su vida matrimonial.

Escuchan de la Iglesia una cuidada predicación sobre los deberes matrimoniales, pero pocas veces se sienten invitados a vivir con gozo la mística que debería animar y dar sentido a su matrimonio.

Y, sin embargo, las exigencias morales del matrimonio sólo se entienden cuando se ha intuido de alguna manera el misterio que los esposos están llamados a vivir y disfrutar. Por esto tal vez lo más urgente y apasionante para las parejas cristianas sea entender bien qué significa «casarse por la Iglesia» y «celebrar el sacramento del matrimonio».

«Sacramento>’ es una palabra gastada que apenas dice hoy algo a muchos cristianos. Bastantes no saben siquiera que, en su origen, «sacramento» significa «signo», «señal». Cuando dos creyentes se casan por la Iglesia, lo que buscan es convertir su amor en sacramento, es decir, en signo o señal del amor que Dios vive hacia sus criaturas.

Esto es lo que los novios quieren decir con su gesto en el momento de la boda: «Nosotros nos queremos con tal hondura y fidelidad, con tanta ternura y entrega, de manera tan total, que nos atrevemos a presentaros nuestro amor como “sacramento”, es decir, como signo del amor que Dios nos tiene. En adelante, cuando veáis cómo nos queremos, podréis intuir, aunque sea de manera deficiente e imperfecta, cómo os quiere Dios.»

Pero su amor se convierte en sacramento precisamente porque cada uno de ellos comienza a ser «sacramento» de Dios para el otro. Al casarse, los esposos cristianos se dicen y prometen así el uno al otro: «Yo te amaré de tal manera que cuando te sientas querido/a por mí, podrás percibir cómo te quiere Dios. Yo seré para ti gracia de Dios. A través de mí te llegará su amor. Yo seré pequeño “sacramento” donde podrás presentir el amor con que Dios te quiere.»

Por eso, el matrimonio no es sólo un sacramento, sino un estado sacramental. La boda no es sino el inicio de una vida en la que los esposos pueden y deben descubrir a Dios en su propio amor matrimonial.

El amor íntimo que ellos celebran y disfrutan, los gestos de cariño y ternura que se intercambian, la entrega y fidelidad que viven día a día, el perdón y la comprensión que sostienen su existencia, todo tiene para ellos un carácter único y diferente, misterioso y sacramental. A pesar de todas sus deficiencias y mediocridad, en el interior de su amor han de saborear ellos la gracia de Dios, su cercanía y su perdón.

Nunca es tarde para aprender a vivir con más hondura. Aquel Jesús que iluminó con su presencia la boda de Caná puede enseñar a los esposos cristianos a beber todavía un «vino mejor».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
15 de enero de 1989

ANTE TODO, HONESTOS

Creció la fe de sus discípulos.

La fe se despierta y aviva en nuestro corazón cuando somos capaces ‘de captar en medio de la vida signos que nos invitan a abrirnos al misterio de Dios.

Según el cuarto evangelista, la fe de los discípulos comenzó a crecer cuando pudieron ver “los signos” que Jesús inició en la aldea de Caná.

Hoy la mirada del hombre moderno apenas parece percibir señal alguna que le oriente hacia Dios. Su corazón no parece escuchar ninguna llamada que lo eleve hacia El.

¿Nos hemos quedado “sin noticias” de Dios o es más bien que nos hemos hecho sordos a sus invitaciones? ¿Ya no hay en la vida, en el hombre y en el mundo “indicios” de Dios o más bien es nuestra mirada la que se ha nublado?

No hemos de olvidar que para percibir las señales que nos hablan de Dios es preciso tener un corazón honesto. Antes de tomar cualquier decisión ante El, la primera actitud ha de ser la honestidad.

Se está extendiendo entre nosotros una postura que parece tener cada vez más adeptos y según la cual, no tiene sentido preguntarse por “el sentido de la vida”.

Ciertamente es más cómodo no remover nuestro corazón, no escuchar las preguntas ni las llamadas que hay en la vida, y decir sencillamente que no tiene sentido alguno buscar un sentido a la vida y, mucho menos, buscarlo en Dios.

Pero no deberíamos olvidar la observación que hacía K. Rahner. “Es más fácil dejarse hundir en el propio vacío que en el abismo del misterio de Dios, pero no supone más coraje ni tampoco más verdad”.

Eludir el problema del sentido de la vida, vivir cerrado a toda llamada o interrogante, pasarse la vida en una postura de “neutralidad”, sin tomar decisión alguna ni a favor de la fe ni en contra de ella, es ya tomar una decisión. La peor de todas.

Una decisión que si es responsable ha de ser honesta y ha de estar apoyada en razones bien meditadas, como cualquier otra decisión seria ante la vida.

Aunque, tal vez, no nos atrevemos a confesarlo nunca ni siquiera a nosotros mismos, nuestro mayor riesgo es pasarnos la vida entera intentando engañarnos a nosotros mismos. Muchos hombres y mujeres no se acercan a Dios porque en su corazón no hay “verdad interior”.

Por eso, es bueno siempre recordar aquellas palabras de S Agustín: “Puedes mentir a Dios, pero no puedes engañarle. Por tanto, cuando tratas de mentirle, te engañas a ti mismo”.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
19 de enero de 1986

FALTA VINO

No les queda vino.

El episodio de Caná es de gran riqueza para quien se adentra en la estructura y la intención teológica del relato. Esta boda anónima en la que los esposos no tienen rostro ni voz propia, es figura de la antigua alianza judía.

En esta boda falta un elemento indispensable. Falta el vino, signo de alegría y símbolo del amor, como cantaba ya el Cantar de los Cantares.

Es una situación triste que sólo quedará transformada por el «vino» nuevo aportado por Jesús. Un «vino» que sólo lo saborean quienes han creído en el amor gratuito de Dios Padre y viven animados por un espíritu de verdadera fraternidad.

Vivimos en una sociedad donde cada vez se debilita más la raíz cristiana del amor fraterno desinteresado. Con frecuencia, el amor queda reducido a un intercambio mutuo, placentero y útil, donde las personas sólo buscan su propio interés. Todavía se piensa quizás que es mejor amar que no amar. Pero en la práctica, muchos estarían de acuerdo con aquel planteamiento anticristiano de S. Freud: «Si amo a alguien, es preciso que éste lo merezca por algún título».

Uno no sabe qué alegría puede sobrevivir ya en una sociedad modelada según el pensar de profesores como F. Savater que escribe así: «Se dice que debo preocuparme por los otros, no conformarme con mi propio bien, sino intentar propiciar el ajeno, incluso, renunciar a mi riqueza o a mi bienestar personal o a mi seguridad para ayudar a conseguir formas más altas de armonía en la sociedad, o para colaborar en el fin de la explotación del hombre por el hombre. Pero, ¿por qué debo hacerlo?... ¿No es signo de salud que me ame ante todo a mí mismo?».

Uno comprende que cuando no se cree en un Dios Padre sea tan fácil olvidarse de los hermanos. En la nueva constitución de nuestro país ha desaparecido el término «fraternidad» sustituido por la palabra «solidaridad». Cabe preguntarse si sabremos comprometernos en una verdadera solidaridad cuando no nos reconocemos como hermanos.

¿Es suficiente reducir la convivencia a una correlación de derechos y obligaciones? ¿Basta organizar nuestra vida social como una mera asociación de intereses privados?

Esta sociedad donde cualquier hombre puede ser secuestrado e instrumentalizado al servicio de tantos intereses, necesita la reacción vigorosa de quienes creemos que todo hombre es intocable pues es hijo de Dios y hermano nuestro.

El amor al hombre como alguien digno de ser amado de manera absoluta es un «vino» que comienza a escasear. Pero no lo olvidemos. Sin este «vino» no es posible la verdadera alegría entre los hombres.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
16 de enero de 1983

CUANDO EL MATRIMONIO FRACASA

No les queda vino.

La posible aparición de una ley sobre el divorcio civil ha comenzado ya a levantar diversas reacciones en nuestra sociedad. Es fácil que dentro de unos meses se viva entre nosotros una fuerte controversia entre los divorcistas y los antidivorcitas.

La presencia de Jesús en las bodas de Can, presentada por el evangelista Juan como el primer «signo» de su servicio salvador a los hombres, puede ser una buena ocasión para una reflexión serena.

La comprensión de Jesús ante aquel matrimonio que «se queda sin vino» y su intervención salvadora que «deja un buen sabor de vino nuevo» en todos, nos puede ayudar a comprender mejor la actitud cristiana ante el matrimonio fracasado.

Es triste observar que no son pocos los que en el fondo de su corazón comienzan a sospechar que Jesús ha venido a «aguar la fiesta del matrimonio» con una pesada ley, insoportable ya para el hombre contemporáneo.

Todavía no han comprendido que la postura y el mensaje de Jesús no viene a destruir o anular la felicidad matrimonial, sino a ofrecer la posibilidad de vivir el amor conyugal de una manera verdaderamente humana y plena.

Precisamente por eso anuncia y exige Jesús un matrimonio indisoluble. Un matrimonio fundado en un verdadero amor conyugal, llamado a ser exclusivo, total e incondicional para toda la vida.

El proyecto de Jesús no es una agresión al matrimonio sino precisamente la exigencia verdadera del amor conyugal que nace en aquellos esposos que se aman sincera y totalmente.

Por eso, ante el fracaso matrimonial no es suficiente discutir teóricamente sobre la indisolubilidad del matrimonio o votar afirmativamente un proyecto de ley sobre el divorcio civil.

Todos nos debemos interrogar sobre las raíces profundas de tanto fracaso matrimonial en nuestra sociedad. Las causas y los factores condicionantes son muchos y diversos. Pero todos debemos sentirnos interpelados por tantos esposos fracasados que soportan una vida matrimonial vacía y desgarrada o buscan liberarse de su soledad en una nueva relación amorosa.

Una ley divorcista no resolverá nunca el problema profundo de una sociedad que engendra tantos hombres y mujeres inestables, inmaduros, frágiles, incapaces de vivir el amor en fidelidad.

Nuestra sociedad necesita hoy hombres y mujeres que sepan defender el proyecto de un amor indisoluble, y comprendan al mismo tiempo a los que son incapaces de vivirlo.

Los creyentes tenemos un modelo de conducta a seguir en Aquél que defendió el matrimonio como nadie y, al mismo tiempo, no quiso lanzar piedras sobre la mujer adúltera.

José Antonio Pagola



Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


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