El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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25º domingo Tiempo ordinario (C)
EVANGELIO
No podéis servir a
Dios y al dinero.
+ Lectura del santo
evangelio según san Lucas 16,1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
[Un hombre rico tenía un
administrador y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
- ¿Qué es eso que me cuentan de
ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido.
El administrador se puso a echar
sus cálculos:
- ¿Qué voy a hacer ahora que mi
amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza.
Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración,
encuentre quien me reciba en su casa.
Fue llamando uno a uno a los
deudores de su amo, y dijo al primero:
- ¿Cuánto debes a mi amo?
Éste respondió:
- Cien barriles de aceite.
Él le dijo:
- Aquí está tu recibo: aprisa,
siéntate y escribe «cincuenta».
Luego dijo a otro:
- Y tú, ¿cuánto debes?
Él contestó:
- Cien fanegas de trigo.
Le dijo:
- Aquí está tu recibo: escribe «ochenta».
Y el amo felicitó al
administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los
hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos amigos con
el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas
eternas.]
El que es de fiar en lo menudo,
también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco
en lo importante es honrado.
Si no fuisteis de fiar en el vil
dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo
ajeno, lo vuestro ¿quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos
amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al
primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.
Palabras de Dios.
HOMILIA
2015-2016 -
18 de septiembre de 2016
DINERO
Ganas
amigos con el dinero injusto.
La sociedad que conoció Jesús era
muy diferente a la nuestra. Sólo las familias poderosas de Jerusalén y los
grandes terratenientes de Tiberíades podían acumular monedas de oro y plata.
Los campesinos apenas podían hacerse con alguna moneda de bronce o cobre, de
escaso valor. Muchos vivían sin dinero, intercambiándose productos en un
régimen de pura subsistencia.
En esta sociedad, Jesús habla del
dinero con una frecuencia sorprendente. Sin tierras ni trabajo fijo, su vida
itinerante de Profeta dedicado a la causa de Dios le permite hablar con total
libertad. Por otra parte, su amor a los pobres y su pasión por la justicia de
Dios lo urgen a defender siempre a los más excluidos.
Habla del dinero con un lenguaje
muy personal. Lo llama espontáneamente «dinero injusto» o «riquezas injustas».
Al parecer, no conoce "dinero limpio". La riqueza de aquellos
poderosos es injusta porque ha sido amasada de manera injusta y porque la
disfrutan sin compartirla con los pobres y hambrientos.
¿Qué pueden hacer quienes poseen
estas riquezas injustas? Lucas ha conservado unas palabras curiosas de Jesús.
Aunque la frase puede resultar algo oscura por su concisión, su contenido no ha
de caer en el olvido. «Yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto para que
cuando os falte, os reciban en las moradas eternas».
Jesús viene a decir así a los
ricos: "Emplead vuestra riqueza injusta en ayudar a los pobres; ganaos su
amistad compartiendo con ellos vuestros bienes. Ellos serán vuestros amigos y,
cuando en la hora de la muerte el dinero no os sirva ya de nada, ellos os
acogerán en la casa del Padre". Dicho con otras palabras: la mejor forma
de "blanquear" el dinero injusto ante Dios es compartirlo con sus
hijos más pobres.
Sus palabras no fueron bien
acogidas. Lucas nos dice que «estaban oyendo estas cosas unos fariseos, amantes
de las riquezas, y se burlaban de él». No entienden el mensaje de Jesús. No les
interesa oírle hablar de dinero. A ellos sólo les preocupa conocer y cumplir
fielmente la ley. La riqueza la consideran como un signo de que Dios bendice su
vida.
Aunque venga reforzada por una
larga tradición bíblica, esta visión de la riqueza como signo de bendición no
es evangélica. Hay que decirlo en voz alta porque hay personas ricas que de
manera casi espontánea piensan que su
éxito económico y su prosperidad es el mejor signo de que Dios aprueba su vida.
Un seguidor de Jesús no puede
hacer cualquier cosa con el dinero: hay un modo de ganar dinero, de gastarlo y
de disfrutarlo que es injusto pues olvida a los más pobres.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2012-2013 -
22 de septiembre de 2013
NO SOLO
CRISIS ECONÓMICA
“No podéis servir a Dios y al
Dinero”. Estas palabras de Jesús no pueden ser olvidadas en estos momentos por
quienes nos sentimos sus seguidores, pues encierran la advertencia más grave
que ha dejado Jesús a la Humanidad. El Dinero, convertido en ídolo absoluto, es
el gran enemigo para construir ese mundo más justo y fraterno, querido por
Dios.
Desgraciadamente, la Riqueza se
ha convertido en nuestro mundo globalizado en un ídolo de inmenso poder que,
para subsistir, exige cada vez más víctimas y deshumaniza y empobrece cada vez
más la historia humana. En estos momentos nos encontramos atrapados por una
crisis generada en gran parte por el ansia de acumular.
Prácticamente, todo se organiza,
se mueve y dinamiza desde esa lógica: buscar más productividad, más consumo,
más bienestar, más energía, más poder sobre los demás... Esta lógica es
imperialista. Si no la detenemos, puede poner en peligro al ser humano y al
mismo Planeta.
Tal vez, lo primero es tomar
conciencia de lo que está pasando. Esta no es solo una crisis económica. Es una
crisis social y humana. En estos momentos tenemos ya datos suficientes en
nuestro entorno y en el horizonte del mundo para percibir el drama humano en el
que vivimos inmersos.
Cada vez es más patente ver que
un sistema que conduce a una minoría de ricos a acumular cada vez más poder,
abandonando en el hambre y la miseria a millones de seres humanos, es una
insensatez insoportable. Inútil mirar a otra parte.
Ya ni las sociedades más
progresistas son capaces de asegurar un trabajo digno a millones de ciudadanos.
¿Qué progreso es este que, lanzándonos a todos hacia el bienestar, deja a
tantas familias sin recursos para vivir con dignidad?
La crisis está arruinando el
sistema democrático. Presionados por las exigencias del Dinero, los gobernantes
no pueden atender a las verdaderas necesidades de sus pueblos. ¿Qué es la
política si ya no está al servicio del bien común?
La disminución de los gastos
sociales en los diversos campos y la privatización interesada e indigna de
servicios públicos como la sanidad seguirán golpeando a los más indefensos
generando cada vez más exclusión, desigualdad vergonzosa y fractura
social. Los seguidores de Jesús no
podemos vivir encerrados en una religión aislada de este drama humano. Las comunidades
cristianas pueden ser en estos momentos un espacio de concienciación,
discernimiento y compromiso. Nos hemos de ayudar a vivir con lucidez y
responsabilidad. La crisis nos puede hacer más humanos y más cristianos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
19 de septiembre de 2010
DINERO
(Ver homilía del ciclo C -
2015-2016)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
23 de septiembre de 2007
CRISTIANISMO
IMPOSIBLE
No podéis
servir a Dios y al dinero.
Jesús era ya adulto cuando
Antipas puso en circulación monedas acuñadas en Tiberíades. Sin duda, la
monetización suponía un progreso en el desarrollo de Galilea, pero no logró
promover una sociedad más justa y equitativa. Fue al revés.
Los ricos de las ciudades podían
ahora operar mejor en sus negocios. La monetización les permitía «atesorar»
monedas de oro y plata que les proporcionaban seguridad, honor y poder. Por eso
llamaban a ese tesoro «mamona», dinero «que da seguridad».
Mientras tanto, los campesinos
apenas podían hacerse con algunas monedas de bronce o cobre, de escaso valor.
Era impensable atesorar «mamona» en una aldea. Bastante tenían con subsistir
intercambiándose entre ellos sus modestos productos.
Como ocurre casi siempre, el
progreso daba más poder a los ricos y hundía un poco más a los pobres. Así no
era posible acoger el reino de Dios y su justicia. Jesús no se calló: «Ningún
siervo puede servir a dos amos pues se dedicará a uno y no hará caso del otro…
No podéis servir a Dios y al Dinero» (mamona). Hay que escoger. No hay
alternativa.
La lógica de Jesús es aplastante.
Si uno vive subyugado por el Dinero pensando sólo en acumular bienes, no puedes
servir a ese Dios que quiere una vida más justa y digna para todos, empezando
por los últimos.
Sus palabras tuvieron que sacudir
la conciencia de quienes le escuchaban. Para ser de Dios, no basta formar parte
del pueblo elegido ni darle culto en el templo. Es necesario mantenerse libre
ante el Dinero y escuchar su llamada a trabajar por un mundo más humano.
Algo falla en el cristianismo de
los países ricos, cuando somos capaces de afanarnos por asegurar y acrecentar
más y más nuestro bienestar, sin sentirnos interpelados por el mensaje de Jesús
y el sufrimiento de los pobres del mundo. Algo falla cuando somos capaces de
vivir lo imposible: el culto a Dios y el culto al Bienestar.
Algo importante falla en la
Iglesia de Jesús cuando, en vez de gritar con nuestra palabra y nuestra vida
que no es posible la fidelidad a Dios y el culto a la riqueza, contribuimos a
adormecer las conciencias, desarrollando una religión burguesa y
tranquilizadora.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
19 de septiembre de 2004
NO MIRAR
PARA OTRO LADO
No podéis
servir a Dios y al dinero.
El hundimiento del socialismo en
los países del Este ha traído como consecuencia el fortalecimiento de un
capitalismo puro y duro. Ya no hay que pensar en ningún otro sistema
alternativo. El único modelo para organizar la economía mundial es el Mercado
Libre.
Es difícil no dejarse
«domesticar» por los predicadores de la economía liberal. Se proclama que
«nadie ha inventado todavía una economía más eficiente», pero no se nos
responde a dos sencillas preguntas: ¿eficiente en qué?, ¿eficiente para quién?
Se nos asegura que el sistema
capitalista es la forma definitiva de economía. Se ha llegado al final de la
evolución del pensamiento humano (F. Fukuyama). No hay que buscar nuevos
principios orientadores. Pero nadie nos dice que este sistema olvida las
necesidades de dos tercios de la humanidad.
Se habla del Mercado Libre como
si fuera una religión. Hay que someterse con fe ciega a sus leyes y mecanismos.
Funciona de manera espontánea e infalible como un poder benefactor. Es el
camino más seguro para lograr un día el bienestar de todos, pues la economía de
Mercado está dirigida por una especie de «deus absconditus» que va orientando
el mundo hacia su verdadero progreso.
Eso sí. Es necesario «creer»,
pues de momento no es posible ninguna verificación. Lo que ahora se comprueba
es que el sistema beneficia a los poderosos y excluye cada vez más a los
pueblos pobres y hambrientos.
Es natural. Los intereses de los
poderosos no crean una economía solidaria con los hambrientos. El egoísmo
estimulado por la competitividad no piensa en la necesidad del otro. En la
lógica de la economía de Mercado no se contempla el sufrimiento y la
humillación de los excluidos. Lo dijo Jesús con rotunda clarividencia: No
podéis servir al Dios de la compasión y al Dinero.
Los cristianos no podemos mirar
para otro lado. Es cierto que la Iglesia no tiene en sus manos la solución,
pero somos portadores de una conciencia animada por la compasión. Hemos de
recordar sin cansarnos el horror del hambre en el mundo y gritar en voz alta la
mentira de nuestro bienestar.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
23 de septiembre de 2001
DESAFÍO
No podéis
servir a Dios y al dinero.
El evangelista Marcos resume
correctamente el mensaje de Jesús cuando dice que «proclamaba la Buena Noticia
de Dios» y predicaba: «El Reino de Dios está cerca. Convertíos creed la Buena
Noticia». Son pocos los que sospechan el desafío y la provocación que encierran
estas palabras aparentemente tan piadosas e inofensivas.
Jesús cuestiona, antes que nada,
la manera de entender la realidad que domina hoy en el mundo occidental. Nuestra
visión es estrecha y unidimensional. Para el hombre moderno, la realidad
termina donde termina nuestra capacidad de comprobar las cosas. No hay nada más
que lo que nosotros podemos verificar (!). Frente a este «ateísmo práctico» que
configura la cultura moderna, Jesús habla de Dios. Hay otra dimensión que está
más allá del mundo visible de nuestra experiencia ordinaria; la realidad es más
rica y profunda que lo que la ciencia nos quiere hacer creer: hay Dios.
Esta Realidad que Jesús llama
Dios no es algo tenebroso para el ser humano. No es tampoco un Ídolo insaciable
al que las diversas religiones se esfuerzan por aplacar. Dios es una «Buena
Noticia», pues lo único que busca es una vida digna y dichosa para todos. Es un
grave error que la cultura moderna arranque de las conciencias la fe en este
Dios, pues es dejar al ser humano sin su fuerza más poderosa de orientación y
realización.
Olvidado ese Dios que defiende la
vida y dignidad de todo ser humano, incluso del más indefenso y desgraciado,
Occidente va desarrollando una idolatría cada vez más masiva y decadente.
Obsesionados por el culto al dinero, al bienestar, a la satisfacción material o
el poder, estamos cada vez más ciegos para ver las víctimas sacrificadas en
honor de nuestros ídolos. Los políticos más poderosos justifican de manera
vergonzosa el egoísmo increíble de Occidente, y las Iglesias, domesticadas por
la cultura del bienestar, no tienen fuerza para gritar y despertar las
conciencias.
La llamada de Jesús es más actual
que nunca. «No podéis servir a Dios y al dinero». Hay que cambiar nuestra
manera de ver la realidad. Hay que centrar de nuevo la historia en ese Dios que
nos recuerda la dignidad de todo ser humano. Hemos de transformar las
conciencias y rebelamos frente a la indignidad de esta civilización. Al menos,
que no cuenten con los que queremos seguir a Jesús.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
20 de septiembre de 1998
PROGRESO
No podéis
servir a Dios y al dinero.
El concepto de progreso que tan
familiar resulta al hombre moderno es de origen relativamente reciente y ha
nacido de la voluntad de emancipación y del avance de las ciencias en los
últimos siglos. En otras épocas se ha vivido con la idea de estar anclados en
un «eterno retorno» e incluso con la mirada puesta con añoranza en una «edad de
oro» ya pasada.
Hoy tenemos la conciencia de
estar viviendo en constante progreso. Cada generación edifica sobre lo
construido por las generaciones anteriores mejorando el pasado. Este progreso
se toma como algo inexorable. Nada ni nadie podrá detenerlo. La Humanidad
seguirá progresando indefinidamente hacia un futuro siempre mejor.
Naturalmente esta idea de un
progreso irreversible es una creencia que no puede ser fundamentada
científicamente. Se trata de una especie de «artículo de fe» o «dogma moderno»
que se acepta casi de manera ciega y sin mayor sentido crítico. De hecho sus
mayores defensores han utilizado más de una vez un lenguaje religioso. Se ha
hablado de una «mística del progreso».
Sin embargo, es evidente que el
ser humano sigue siendo libre para elegir el bien o el mal. Más aún, cuanto más
poder tenga en sus manos, más capacidad tendrá para hacer el bien o el mal. Por
otra parte, es evidente también que no en todo se progresa para bien. El
bienestar de unos se construye, muchas veces, sobre el sufrimiento y la
opresión de otros. Al progreso material no responde de forma automática un
progreso en solidaridad, justicia y vida mejor para todos.
De ahí la necesidad de mantener
siempre la lucidez necesaria y el sentido crítico. ¿De qué sirve un desarrollo
material indefinido, si nos hace más egoístas e insolidarios y si atrofia en
nosotros el sentido de la justicia o la búsqueda de la verdad? Son conocidas
las palabras de Jesús: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si
malogra su vida?» (Mt 16, 26). Algunos comentaristas contemporáneos quieren ver
en estas palabras una contestación penetrante de nuestra «civilización
unidimensional» que no desarrolla el progreso del ser humano como tal en todas
sus dimensiones ni crea mayor solidaridad y comunión entre los hombres. Alguien
parafrasea así el dicho evangélico: «¿De qué sirve tener todo, si ya no se es
nada?»
Lucas nos recuerda en su
evangelio el dicho rotundo de Jesús: «No podéis servir a Dios y al dinero.» Los
creyentes están llamados a criticar todo progreso orientado al mayor bienestar
de los fuertes pero cada vez más ajeno al sufrimiento de los débiles. No se puede
servir a Dios, Padre de todos, y defender tal progreso.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
24 de septiembre de 1995
DIOS O EL
DINERO
No podéis
servir a Dios y al Dinero.
La frase es conocida. Ningún
exégeta duda de su autenticidad. Al contrario, es la sentencia que mejor
refleja la actitud de Jesús ante el dinero. Por otra parte, la claridad y
contundencia con que Jesús se expresa excluye todo intento de suavizar su
sentido: «No podéis servir a Dios y al Dinero. »
Hoy se habla mucho de la crisis
religiosa provocada por el racionalismo contemporáneo, pero se olvida ese
«alejamiento» de Dios que tiene su origen no en el agnosticismo, sino en el
poder seductor del dinero. Sin embargo, según Jesús, quien se ata al dinero termina
alejándose de Dios.
Siempre se ha hecho notar que,
curiosamente, el evangelio no denuncia tanto el origen inmoral de las riquezas
conseguidas de manera injusta cuanto el poder que el dinero tiene de
deshumanizar a la persona separándola del Dios vivo.
Las palabras de Jesús buscan
impactar al oyente oponiendo
frontalmente el señorío de Dios y
el del dinero. No se puede ser fiel a Dios y vivir esclavo del dinero. La
riqueza tiene un poder subyugador irresistible. Cuando el individuo entra en la
dinámica del ganar siempre más y del vivir siempre mejor, el dinero termina
sustituyendo a Dios y exigiendo obediencia absoluta. En esa vida ya no reina el
Dios que pide amor y solidaridad, sino el dinero que sólo mira el propio
interés.
Los exégetas han analizado con
rigor el texto evangélico. El «dinero» viene designado con el término de
mammona», que sólo aparece cuatro veces en el Nuevo Testamento y siempre en
boca de Jesús. Se trata de un término que proviene de la raíz aramea «aman»
(confiar, apoyarse) y significa cualquier riqueza en la que el individuo apoya
su existencia. El pensamiento de Jesús aparece así con más claridad: cuando una
persona hace del dinero la orientación fundamental de su vida, su único punto
de apoyo y su única meta, la obediencia al Dios verdadero se diluye.
La razón es sencilla. El corazón
del individuo atrapado pór el dinero se endurece. Tiende a buscar sólo su
propio interés, no piensa en el sufrimiento y la necesidad de los demás. En su
vida no hay lugar para el amor desinteresado y la solidaridad. Por eso mismo,
no hay lugar para un Dios Padre de todos.
El mensaje evangélico no ha
perdido actualidad pues restituye al dinero su verdadero valor y su carácter
humano. También hoy es un error hacer del dinero el «absoluto» de la existencia.
¿Qué humanidad puede encerrarse en quien sigue acaparando más y más, olvidado
absolutamente de quienes padecen necesidad?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
20 de septiembre de 1992
CONSUMO,
LUEGO EXISTO
No podéis
servir a Dios y al dinero.
Probablemente, todavía no nos
hemos percatado del profundo cambio socio-cultural que se ha producido entre
nosotros, cuando grandes sectores de la sociedad han tenido acceso a un
consumismo masivo.
En pocos años, la tecnología ha
hecho posible la producción de toda clase de objetos, ingenios y aparatos.
Pero, naturalmente, para poder venderlos, ha sido necesario estimular el
apetito de los posibles compradores. Se han producido entonces dos hechos
revolucionarios que van a configurar en adelante el estilo de vida del hombre
contemporáneo.
Por una parte, se pone en marcha
una publicidad cada vez más intensa y agresiva que acosa a las personas a lo
largo de toda su vida, tratando de seducirlas con un mensaje muy sencillo: el
ideal más deseable consiste en poseer cosas y disfrutarlas. Sin eso, la vida
queda manca y sin aliciente.
Por otra parte, con el fin de
facilitar la compra, se introduce el sistema de la venta a plazos. De esta
manera, todos pueden tener ya acceso al consumismo masivo y adquirir toda clase
de productos.
Sin duda, todo ello ha traído
consigo una mejora de las condiciones de vida, que hemos de valorar y agradecer
debidamente. Pero, al mismo tiempo, ha introducido un estilo de vivir
enormemente peligroso, que no hemos de ignorar.
Para muchas personas, el ideal
supremo consiste hoy en ganar más para tener más y disfrutar más. Se ha
despertado en la sociedad un deseo insaciable de cosas. «De la satisfacción de
necesidades hemos pasado a la insaciabilidad de las necesidades» (J. M.
Mardones).
Poco a poco, este consumismo
descontrolado va configurando la vida de no pocas personas. «El hombre
consumista» lo ve todo desde la utilidad o satisfacción que le puede reportar.
Incluso en las relaciones con las demás personas, se acostumbra a buscar la
rentabilidad o el placer que el otro le puede proporcionar, no el encuentro
amoroso y la mutua entrega.
De esta manera, «el consumista»
corre el riesgo de volverse insolidario. No ve las necesidades y sufrimientos
de los otros. Sólo vive para acaparar cosas, acumular experiencias placenteras
y atrapar posesivamente a las personas.
Tampoco Dios tiene sitio en su
corazón. Su religión es el consumo. No puede acoger a Alguien que es Amor. En
último caso, sólo entendería una relación mercantilista con Dios: darle misas,
oraciones y culto para ganar méritos y poseer el cielo.
En esta cultura del consumo
resuenan con nueva fuerza las palabras de Jesús: «No podéis servir a Dios y al
dinero.» No se puede vivir consumiendo egoístamente toda clase de bienes y
pretender, al mismo tiempo, ser fieles a un Dios que pide amor y fraternidad.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
24 de septiembre de 1989
CON
DINERO PERO SIN FELICIDAD
No podéis
servir a Dios y al dinero.
Para aprender a vivir de manera
nueva, lo primero y más importante no es hacer grandes esfuerzos para cambiar
nuestra vida. Lo verdaderamente decisivo es despertar y atrevemos a ver las
cosas tal como son, dándoles su verdadero nombre.
Es sorprendente con qué sencillez
desenmascara Jesús nuestras ilusiones y falsedades. Escuchemos sus palabras
sobre el dinero: “No podéis servir a Dios y al dinero”.
Nosotros creemos ingenuamente que
nos servimos del dinero. Jesús nos habla de que servimos al dinero. Pensamos
que somos dueños de nuestro dinero y no vemos que es el dinero nuestro dueño y
señor. Creemos poseer las cosas y no nos damos cuenta de que las cosas nos
poseen.
Nuestra sed de poseer y tener
siempre más nace sencillamente de nuestra inseguridad. Necesitamos reafirmamos
a nosotros mismos, protegernos ante los demás, asegurarnos el futuro. Pero
cometemos una grave equivocación. Cuantas más cosas poseemos y acumulamos a
nuestro alrededor, más crece nuestra inseguridad y nuestra preocupación. Más
difícil se nos hace asegurar nuestra felicidad.
La razón es sencilla. Si
depositamos nuestra felicidad en las cosas, el dinero y la cuenta corriente y
les entregamos el poder de hacernos felices, nuestra felicidad corre un riesgo
cada vez mayor. La fuente de nuestra felicidad ya no está en nosotros mismos
sino en esas cosas y ese dinero que tenemos que defender y asegurar contra
todos y contra todo.
Pero, por lo general, los hombres
y las mujeres prefieren hacer dinero y tener cada vez más cosas, en vez de
vivir y ser felices. No quieren ver que, precisamente, el vivir esclavos de
tantas cosas es lo que les impide conocer la felicidad y saborear la vida.
Y, mientras se agotan
discurriendo qué último modelo adquirirán o con qué artículo sofisticado nos
“sorprenderán”, ni ellos mismos se dan cuenta cómo se van empobreciendo e
incapacitando para disfrutar todo lo bueno, lo grande y hermoso que se encierra
en una vida sencilla y modesta.
La felicidad no es algo que se
alcanza poseyendo cosas y más cosas, sino algo que se comienza a intuir y
experimentar cuando nuestro corazón se va liberando de tantas ataduras y
esclavitudes.
Demasiado habituados ya a
escuchar las palabras de Jesús, no queremos “entender” que mientras sigamos
“sirviendo al dinero”, no nos abriremos ni sabremos lo que es la vida, el amor
y la alegría.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
21 de septiembre de 1986
NO HAY
DOLOR AJENO
No podéis
servir a Dios y al dinero.
Teóricamente ya entendemos la
radical incompatibilidad que denuncia Jesús, cuando nos grita: «No podéis
servir a Dios y al dinero».
Sabemos que no puede uno, al
mismo tiempo, vivir esclavo de su bienestar económico y escuchar sinceramente
las exigencias de un Dios que es Padre predilecto de los más pobres y nos llama
a estar cerca de los más necesitados.
Pero no nos sentimos demasiado
interpelados. No creemos que estamos tan esclavizados por el dinero sino
sencillamente que nos preocupamos de asegurar las necesidades más «normales»
hoy en una familia.
Por otra parte, tampoco
terminamos de creernos que la fe exija una constante y real solidaridad con los
más abandonados. ¿No es suficiente «dar alguna ayuda» de vez en cuando?
La catástrofe que hemos vivido
recientemente ha provocado reacciones que merecerían un estudio detenido. De
pronto, hemos podido ver a hombres y mujeres, unidos por la tragedia, luchando
juntos por su subsistencia, repartiéndose lo poco que tenían y compartiendo lo
más indispensable para vivir.
Empobrecidos repentinamente por
la calamidad y desguarnecidos ante la fuerza incontenible de la naturaleza,
parecía más fácil compartirlo todo y solidarizarse como hermanos.
Pero las aguas han vuelto de
nuevo a su cauce y, probablemente, también nosotros volveremos a nuestra vida
egoísta de siempre, al aislamiento, la insolidaridad y la lucha despiadada en
que cada uno volverá a preocuparse casi exclusivamente por «lo suyo».
Ciertamente es difícil vivir la
solidaridad cuando uno se organiza de nuevo la vida en función de su bienestar
personal y familiar exclusivamente. Cuando más satisfacemos nuestros caprichos,
más aumenta en nosotros la apatía y la insolidaridad.
Las palabras de Jesús deben
interpelar nuestra conciencia cristiana. No se puede invocar a Dios como Padre
de todos y vivir como expectador neutral de la desgracia ajena. Para los
cristianos, no hay sufrimiento alguno que nos pueda ser ajeno.
No se puede servir al Dios de
Jesucristo y aprovecharse de una desgracia general para asegurar mejor la
prosperidad del propio negocio al margen de las necesidades ajenas.
No es cristiano poner la
desgracia colectiva de las gentes al servicio de ideologías y partidismos
interesados.
Y, sobre todo, es inadmisible
ofrecer a los que sufren un «consuelo barato» hablándoles de la «ayuda de Dios
en medio de la prueba», sin combatir con todos los medios a nuestro alcance, el
sufrimiento que los hombres podemos evitar o suavizar.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 – APRENDER A VIVIR
18 de septiembre de 1983
COMPROMISO
IMPOSIBLE
No podéis
servir a Dios y al dinero.
El mensaje de Jesús obliga a un
replanteamiento total de la vida. Quien escucha sinceramente el evangelio
intuye que se le invita a comprender, de una manera radicalmente nueva, el
sentido último de todo y la orientación decisiva de toda su conducta.
Es difícil permanecer indiferente
ante la palabra de Jesús, al menos, si uno sigue creyendo en la posibilidad de
ser más humano cada día. Difícil no sentir inquietud y hasta cierto malestar al
escuchar palabras como las que hoy nos recuerda el texto evangélico: «No podéis
servir a Dios y al dinero».
Y, sin embargo, se entiende bien
el pensamiento de Jesús. Es imposible ser fiel a un Dios que es Padre de todos
los hombres y vivir, al mismo tiempo, esclavo del dinero y del propio interés.
Sólo hay una manera de vivir como
«hijo» de Dios, y es, vivir realmente como «hermano» de los demás. Por eso, el
que vive al servicio de sus bienes, dineros e intereses, no puede preocuparse
de sus hermanos y no puede, por tanto, ser hijo fiel de Dios.
Hay algo que los cristianos
olvidamos con excesiva facilidad. Ser cristiano exige cambiar radicalmente
nuestros criterios de actuación y encauzar nuestra vida por caminos
completamente diferentes a los que nos ofrece la sociedad actual.
En concreto, el que toma en serio
a Jesús, sabe que no puede organizar su vida desde el proyecto egoísta de
poseer ilimitadamente siempre más y más, sino que debe aprender a compartir y
solidarizarse con los más necesitados. Al hombre que vive dominado por el
interés económico, aunque viva una vida piadosa y recta, le falta algo esencial
para ser cristiano: romper la servidumbre del «poseer» que le quita libertad
para escuchar y responder a las necesidades de los más pobres.
No tiene otra alternativa. Y no puede
engañarse, creyéndose «pobre de espíritu» en lo íntimo de su corazón. Porque el
que realmente tiene alma de pobre, no puede seguir disfrutando tranquilamente
de sus bienes mientras junto a él hay hombres necesitados hasta de lo más
elemental.
Y no podemos tampoco engañarnos
nadie, creyendo que «los ricos» siempre son los otros. La situación de crisis
económica que está dejando en paro a tantos hombres y mujeres nos puede obligar
a revisar nuestros presupuestos de vida, para ver si no debemos reducirlos y
solidarizarnos de manera concreta con ellos. Sería un buen «test» para
descubrir si servimos a Dios o a nuestro dinero.
José Antonio Pagola
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
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