El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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21º domingo Tiempo ordinario (C)
EVANGELIO
Vendrán de Oriente y
Occidente, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios.
+ Lectura del santo
evangelio según san Lucas 13,22-30
En aquel tiempo, Jesús, de camino
hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.
Uno le preguntó:
- Señor, ¿serán pocos los que se
salven?
Jesús les dijo:
- Esforzaos en entrar por la
puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el
amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a
la puerta diciendo. «Señor, ábrenos» y él os replicará: «No sé quiénes sois».
Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado
en nuestras plazas». Pero él os replicará: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí,
malvados».
Entonces será el llanto y el
rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los
profetas en el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de
Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en el Reino
de Dios.
Mirad: hay últimos que serán
primeros y primeros que serán últimos.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2015-2016 -
21 de agosto de 2016
NO TODO
VALE
Esforzaos
por entrar por la puerta estrecha.
Jesús va caminando hacia Jerusalén.
Su marcha no es la de un peregrino que sube al templo para cumplir sus deberes
religiosos. Según Lucas, Jesús recorre ciudades y aldeas “enseñando”. Hay algo
que necesita comunicar a aquellas gentes: Dios es un Padre bueno que ofrece a
todos su salvación. Todos son invitados a acoger su perdón.
Su mensaje sorprende a todos. Los
pecadores se llenan de alegría al oírle hablar de la bondad insondable de Dios:
también ellos pueden esperar la salvación. En los sectores fariseos, sin
embargo, critican su mensaje y también su acogida a recaudadores, prostitutas y
pecadores: ¿no está Jesús abriendo el camino hacia una relajación religiosa y
moral inaceptable?
Según Lucas, un desconocido
interrumpe su marcha y le pregunta por el número de los que se salvarán: ¿serán
pocos?, ¿serán muchos?, ¿se salvarán todos?, ¿sólo los justos?. Jesús no
responde directamente a su pregunta. Lo importante no es saber cuántos se
salvarán. Lo decisivo es vivir con actitud lúcida y responsable para acoger la
salvación de ese Dios Bueno. Jesús se lo recuerda a todos: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha».
De esta manera, corta de raíz la
reacción de quienes entienden su mensaje como una invitación al laxismo. Sería
burlarse del Padre. La salvación no es algo que se recibe de manera
irresponsable de un Dios permisivo. No es tampoco el privilegio de algunos
elegidos. No basta ser hijos de Abrahán. No es suficiente haber conocido al
Mesías.
Para acoger la salvación de Dios
es necesario esforzarnos, luchar, imitar al Padre, confiar en su perdón. Jesús
no rebaja sus exigencias: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es
misericordioso»; «No juzguéis y no seréis juzgados»; «Perdonad setenta veces
siete» como vuestro Padre; «Buscad el reino de Dios y su justicia».
Para entender correctamente la
invitación a «entrar por la puerta estrecha», hemos de recordar las palabras de
Jesús que podemos leer en el evangelio de Juan: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí será salvo» (Juan 10,9).
Entrar por la puerta estrecha es «seguir a Jesús»; aprender a vivir como él;
tomar su cruz y confiar en el Padre que lo ha resucitado.
En este seguimiento a Jesús, no
todo vale, no todo da igual; hemos de responder al amor de Padre con fidelidad.
Lo que Jesús pide no es rigorismo legalista, sino amor radical a Dios y al
hermano. Por eso, su llamada es fuente de exigencia, pero no de angustia.
Jesucristo es una puerta siempre abierta. Nadie la puede cerrar. Sólo nosotros
si nos cerramos a su perdón.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2012-2013 -
25 de agosto de 2013
CONFIANZA,
SÍ. FRIVOLIDAD, NO
La sociedad moderna va imponiendo
cada vez con más fuerza un estilo de vida marcado por el pragmatismo de lo
inmediato. Apenas interesan las grandes cuestiones de la existencia. Ya no
tenemos certezas firmes ni convicciones profundas. Poco a poco, nos vamos
convirtiendo en seres triviales, cargados de tópicos, sin consistencia interior
ni ideales que alienten nuestro vivir diario, más allá del bienestar y la
seguridad del momento.
Es muy significativo observar la actitud
generalizada de no pocos cristianos ante la cuestión de la “salvación eterna”
que tanto preocupaba solo hace pocos años: bastantes la han borrado sin más de
su conciencia; algunos, no se sabe bien por qué, se sienten con derecho a un
“final feliz”; otros no quieren recordar experiencias religiosas que les han
hecho mucho daño.
Según el relato de Lucas, un
desconocido hace a Jesús una pregunta frecuente en aquella sociedad religiosa:
“¿Serán pocos los que se salven?” Jesús no responde directamente a su pregunta.
No le interesa especular sobre ese tipo de cuestiones estériles, tan queridas
por algunos maestros de la época. Va directamente a lo esencial y decisivo:
¿cómo hemos de actuar para no quedar excluidos de la salvación que Dios ofrece
a todos?
“Esforzaos en entrar por la
puerta estrecha”. Estas son sus primeras palabras. Dios nos abre a todos la
puerta de la vida eterna, pero hemos de esforzarnos y trabajar para entrar por
ella. Esta es la actitud sana. Confianza en Dios, sí; frivolidad, despreocupación
y falsas seguridades, no.
Jesús insiste, sobre todo, en no
engañarnos con falsas seguridades. No basta pertenecer al pueblo de Israel; no
es suficiente haber conocido personalmente a Jesús por los caminos de Galilea.
Lo decisivo es entrar desde ahora en el reino Dios y su justicia. De hecho, los
que quedan fuera del banquete final son, literalmente, “los que practican la
injusticia”.
Jesús invita a la confianza y la
responsabilidad. En el banquete final del reino de Dios no se sentarán solo los
patriarcas y profetas de Israel. Estarán también paganos venidos de todos los
rincones del mundo. Estar dentro o estar fuera depende de cómo responde cada
uno a la salvación que Dios ofrece a todos.
Jesús termina con un proverbio
que resume su mensaje. En relación al reino de Dios, “hay últimos que serán
primeros, y primeros que serán últimos”. Su advertencia es clara. Algunos que
se sienten seguros de ser admitidos pueden quedar fuera. Otros que parecen
excluidos de antemano pueden quedar dentro.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
22 de agosto de 2010
NO TODO
VALE
(Ver homilía del ciclo C -
2015-2016)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
26 de agosto de 2007
LOS
ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS
Hay
últimos que serán los primeros.
Los evangelios recogen un dicho
que Jesús repitió probablemente en diversas circunstancias. Es un grito que
resume su manera de ver la realidad. Las fuentes lo han conservado según una
doble versión. La primera es contundente y radical: «Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».
La segunda es más suave y matizada: «Hay
últimos que serán primeros y primeros que serán últimos».
Jesús ve la realidad con ojos
inconformistas. Las cosas no son lo que deben ser. Este orden de cosas no se
ajusta a la verdad de Dios. Este mundo que estamos construyendo será sometido a
una revisión a fondo. Casi todo será al revés.
Jesús conoció una «sociedad de
patronazgo» donde un patrón domina y protege a sus clientes quienes, a su vez,
son patronos de otros subordinados. En la cúspide de la pirámide social está el
emperador Tiberio, Antipas y las familias herodianas; vienen luego, los
terratenientes y sus administradores; más abajo, los jornaleros, los siervos y
esclavos; por último, los que no tienen nada. Lo mismo sucede en el templo
donde todos ocupan su propio lugar, desde el sumo sacerdote, los sacerdotes,
levitas y funcionarios de diversos rangos, hasta los varones del pueblo y las
mujeres. Fuera quedan los excluidos. Todo esto sufrirá, según Jesús, un vuelco
total.
Nosotros contemplamos la
realidad, jerarquizada según nuestros criterios y valoraciones. Hay un Primer
Mundo y un Mundo último. Hay personas con papeles y derechos, y otras sin
derechos ni papeles. Hay rangos de orden social y religioso. Hay personas
respetables y gentes despreciables. También ante Dios ha de ocupar cada persona
su lugar. Uno está en el centro
presidiendo la liturgia, otros están más abajo; los mendigos se quedan fuera,
junto a la puerta. Un día será al revés.
La sentencia de Jesús sacude
nuestra rutina y nos urge a buscar el reino de Dios y su justicia. Los que
brillan tanto, un día se apagarán en la oscuridad. Los que parecen algo,
desaparecerán. Cada uno ocupará su lugar. Se hará justicia. Dios impondrá su
verdad. Así pensaba Jesús.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
22 de agosto de 2004
LA PUERTA
ESTRECHA
(Ver homilía del 24/08/1986)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
26 de agosto de 2001
SOSPECHA
SANTA
Esforzaos
en entrar por la puerta estrecha.
Nuestra vida es a veces una
contradicción. Nos quejamos de casi todo pero no queremos nada mejor.
Adormecemos nuestro corazón y nos tapamos los oídos para no escuchar llamada
alguna que nos obligue a cambiar. Sería demasiado arriesgado. Todo antes que
reflexionar en serio sobre nuestra vida. Todo antes que meditar sobre el
sentido de lo que estamos viviendo.
Cada uno tiene sus propias
excusas pero, en el fondo, las razones con que intentamos legitimar nuestra
mediocridad son parecidas: todos hacen lo mismo, yo no puedo ser una excepción,
me han enseñado a vivir así, es difícil vivir de otra manera, ¿que puedo hacer?
Mientras tanto, cogidos por los
afanes y preocupaciones de cada día, vamos alejándonos cada vez más de nuestro
ser más hondo. Perdemos el sentido de lo que es importante y de lo que no es.
Alimentamos lo que nos hace daño y no cuidamos lo que nos podría hacer vivir de
manera digna y dichosa.
Poco a poco, caemos en la
resignación: «yo soy así, eso es todo». Es verdad que sentimos un cierto
malestar. No es sólo culpabilidad moral o conciencia de pecado. Es algo más
profundo: infidelidad a nosotros mismos. Pero no nos atrevemos a pensar cómo
podría ser nuestra vida si pudiéramos empezarla de nuevo. No queremos vivir con
metas más elevadas.
Para iniciar un cambio de
dirección en nuestra vida hemos de empezar por alimentar una sospecha santa:
«Mi vida no ha terminado todavía, ¿por qué no puedo cambiar? Tal vez, me estoy
perdiendo algo importante. Hay una felicidad que yo desconozco. Mi alma es más
hermosa de lo que yo imagino. ¿Por qué no voy a saborear la vida de otra
manera?»
Condicionados por una cultura que
busca siempre el bienestar y la comodidad, no se nos hace fácil escuchar la
invitación de Jesús a «entrar por la
puerta estrecha». Nos parece un camino tenebroso y absurdo que sólo puede
llevarnos a la infelicidad y la muerte. No es así. Jesús nos está llamando a
una vida más responsables y digna. Un estilo de vivir que muchos rechazan, pero
que conduce a la plenitud de la existencia.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
23 de agosto de 1998
¿QUÉ
TOLERANCIA?
Entrar
por la puerta estrecha.
La tolerancia ocupa hoy un lugar
eminente entre las virtudes más apreciadas en Occidente. Así lo confirman todas
las encuestas. Ser tolerante es hoy un valor social cada vez más generalizado
sobre todo en el área de lo sexual, lo político o lo religioso. Las jóvenes
generaciones no soportan ya la intolerancia y la falta de respeto al otro.
Todos hemos de celebrar este
nuevo clima social después de siglos de intolerancia y de violencia perpetrada
muchas veces en nombre de la religión o del dogma. Cómo se estremece hoy
nuestra conciencia al leer obras como la excelente novela de Miguel Delibes, El hereje (Ed. Destino,
Barcelona 1998), y qué gozo experimenta nuestro corazón ante ese canto
apasionado a la tolerancia y a la libertad de pensamiento.
Todo ello no impide que seamos
críticos con un tipo de «tolerancia» que más que virtud o ideal humano, es
desafección hacia los valores e indiferencia grande ante el sentido de
cualquier proyecto humano: cada uno puede pensar lo que quiera y hacer lo que
le dé la gana porque poco importa lo que el ser humano haga con su vida. Esta
«tolerancia» nace cuan do faltan principios claros para distinguir el bien del
mal y cuando las exigencias morales quedan diluidas o se mantienen bajo
mínimos.
La verdadera tolerancia no es
«nihilismo moral» ni cinismo o indiferencia ante la erosión actual de valores.
Es respeto a la conciencia del otro, apertura a todo valor humano, interés por
todo lo que hace al ser humano más digno de este nombre. La tolerancia es un
gran valor, no porque no haya verdad objetiva ni moral alguna, sino porque el
mejor modo de acercarnos a ellas es el diálogo y la apertura mutua.
Cuando no es así, pronto queda
desenmascarada. Se presume de tolerancia, pero se reproducen nuevas exclusiones
y discriminaciones, se afirma el respeto a todo y a todos, pero se descalifica
y ridiculiza aquello que molesta. ¿Cómo explicar que en una sociedad que se
proclama tolerante brote de nuevo la xenofobia o se alimente la burla de lo
religioso?
En la dinámica de toda verdadera
tolerancia hay un deseo de buscar siempre lo mejor para el ser humano. Ser
tolerante es dialogar, buscar juntos, construir un futuro mejor sin despreciar
ni excluir a nadie. Pero la tolerancia no es irresponsabilidad, abandono de
valores, olvido de las exigencias morales. La llamada de Jesús a entrar por la «puerta estrecha» no tiene nada que ver
con un rigorismo crispado y estéril, pero sí es una llamada a vivir
radicalmente sin olvidar las exigencias a veces apremiantes de toda vida digna
del ser humano.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
27 de agosto de 1995
UNA FRASE
DURA
Por la
puerta estrecha.
Es, sin duda, una de las frases
más duras de Jesús para los oídos del hombre contemporáneo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. » ¿Qué puede
significar hoy esta exhortación evangélica?, ¿hay que volver de nuevo a un
cristianismo tenebroso y amenazador?, ¿hemos de entrar otra vez por el camino
de un moralismo estrecho?
No es fácil captar con toda
precisión la intención de la imagen empleada por Jesús. Las interpretaciones de
los expertos difieren. Pero todos coinciden en afirmar que Jesús exhorta al
esfuerzo y la renuncia personal como actitud indispensable para salvar la vida.
No podía ser de otra manera.
Aunque la sociedad permisiva parece olvidarlo, el esfuerzo y la disciplina son
absolutamente necesarios para alcanzar la madurez personal. No hay otro camino.
Si alguien pretende lograr su realización por el camino de lo agradable y
placentero, pronto descubrirá que cada vez es menos dueño de sí mismo y de sus
actos. Nadie alcanza en la vida una meta realmente valiosa sin renuncia y
sacrificio.
Esta renuncia no ha de ser
entendida como una manera tonta de hacerse daño a sí mismo privándose de la
dimensión placentera que entraña el vivir saludable. Se trata, por el
contrario, de asumir las renuncias necesarias pra vivir de manera intensa y
positiva.
Así, por ejemplo, la verdadera
vida es armonía. Armonía entre lo que creo, lo que pienso y lo que hago. No
siempre es fácil esta armonía personal. Vivir de manera coherente con uno mismo
exige renunciar a todo lo que entorpece o impide esa armonía. Pero, sin esta
renuncia, la persona no crece.
La vida es también verdad. Tiene
sentido cuando la persona ama la verdad, la busca y camina tras ella. Pero esto
exige esfuerzo y disciplina; renunciar a tanta mentira y autoengaño que
desfigura nuestra persona y nos hace vivir en una realidad falsa.
La vida es amor. Quien vive
encerrado en sus propios intereses, esclavo de sus ambiciones, podrá lograr
muchas cosas, pero su vida es un fracaso. Naturalmente, el amor exige renunciar
a egoísmos, envidias y resentimientos. Pero, sin esta renuncia no hay amor, y
sin amor no hay crecimiento de la persona.
La vida es regalo pero es tarea.
Ser humano es una dignidad pero es también un trabajo. No hay crecimiento sin
desprendimiento; no hay libertad sin sacrificio; no hay vida sin renuncia. Uno
de los errores más colosales de la sociedad permisiva es confundir la «felicidad» con la «facilidad». La advertencia de Jesús guarda toda su gravedad
también en nuestros días. Sin renuncia no se gana ni esta vida ni la eterna.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
23 de agosto de 1992
EROTISMO
Esforzaos
en entrar por la puerta estrecha.
En pocos años ha cambiado de
manera decisiva la actitud social ante el sexo. Todo aquel que quiera
pertenecer a esta sociedad moderna ha de rechazar hoy cualquier tipo de miedo o
tabú sexual y defender en este terreno una libertad absoluta.
Cualquier normativa o prohibición
es considerada inmediatamente como una represión inaceptable en una sociedad
que no tolera ninguna forma de imposición. El único criterio que aquí vale es
«la prohibición de prohibir», pues cada persona ha de comportarse como le
plazca y apetezca.
Sin duda, el clima actual está
pidiendo una clarificación. Si era ingenua y equivocada aquella condena
absoluta que no veía en el sexo sino algo negativo y degradante, no lo es menos
la postura actual de quienes se niegan a ver los riesgos del sexo vivido sin
criterio orientador alguno.
Uno de los elementos positivos de
la cultura moderna de la sexualidad es ciertamente el descubrimiento del
erotismo como fuerza enriquecedora de la persona, que moviliza su fantasía,
despierta la emoción, busca el encuentro gratificante y satisface la necesidad
de comunión amorosa con el otro.
El hombre moderno ha
redescubierto el cuerpo como «el gran signo erótico del deseo amoroso». El
cuerpo sugiere, expresa, atrae y estimula el encuentro gozoso y placentero. Un
cuerpo que no es puro instrumento de placer, sino cauce de una comunicación
amorosa que no acaba sólo en el gozo de la posesión sino en la comunicación
profunda con el otro.
Pero, como lo describe ya Platón
en el «Banquete», «Eros» es hijo de «Poros» (la riqueza) y de «Penía» (la pobreza). El erotismo crea
misterio, encanto, gozo y admiración porque es regalo y don placentero que nace
de la riqueza de la persona. Pero, al mismo tiempo, puede despertar el egoísmo,
la manipulación y la sed de posesión, pues nace también de la indigencia y
pobreza del individuo.
Y es aquí precisamente donde
reside toda su ambigüedad. El erotismo puede enriquecer hasta límites
insospechados el encuentro amoroso, pero puede también reducirlo a puro
interés, donde el otro deja de ser persona para convertirse en objeto del que
yo me apodero y al que utilizo para mi propia y exclusiva satisfacción.
Por eso, también hoy es necesario
afirmar y defender que todo lo que sea instrumentalizar a la persona, fomentar
la búsqueda instintiva del mero placer sin ningún respeto al otro, incitar a la
violencia sexual, convertir el sexo en fuente de ganancia económica... sigue
siendo algo indigno y deshumanizador. Ninguna persona sensata aceptará que un
proyecto como éste sea el modelo de sexualidad que ha de imponerse en nuestra
cultura.
También en este campo se ha de
recordar que no es la vía ancha y relajada la que conduce a la salvación del
ser humano. Cuántos hombres y mujeres disfrutarían más de su encuentro amoroso
y descubrirían todo el gozo humano del erotismo si escucharan esas palabras
aparentemente difíciles de Jesús: «Esforzaos
en entrar por la puerta estrecha. »
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
27 de agosto de 1989
¿RIGORISMO
O RADICALIDAD?
Esforzaos
en entrar por la puerta estrecha.
Hay dichos de Jesús que, si no
sabemos leerlos en su verdadera perspectiva, nos pueden conducir a una grave
deformación de todo el evangelio.
Así sucede con aquellas palabras
tan conocidas: «Esforzaos por entrar por
la puerta estrecha » que pueden llevarnos a un rigorismo estrecho, rígido y
antievangélico en lugar de orientarnos hacia la verdadera radicalidad exigida
por Jesús.
El pensamiento original de Jesús,
tal como lo recoge la tradición de Lucas, es suficientemente claro. A aquellos
judíos que le preguntan por la salvación, Jesús les advierte que ésta no es
algo mecánico, que se obtiene automáticamente. No basta ser hijo de Abrahám. Es
necesario acoger el mensaje de Jesús y sus profundas exigencias.
Jesús imagina una muchedumbre
agolpada hacia una puerta estrecha. Si no se hace un esfuerzo, no es posible
entrar por ella. Si el hombre no se esfuerza por entrar por la puerta del
evangelio puede quedarse excluido de la salvación.
Pero este esfuerzo por entrar por
esa puerta no consiste en aquel rigorismo estrecho, agobiante y, en definitiva,
estéril y superficial que Jesús ha condenado tantas veces en los círculos
fariseos.
Jesús llama, por el contrario, a
la radicalidad (radical viene de “raíz”) y nos invita a cambiar la orientación
del corazón y esforzarnos por vivir una vida nueva, dando primacía absoluta al
amor a Dios y a los hermanos.
Esta conversión no es algo
teórico que se acepta con la cabeza, sin repercusiones prácticas en el
comportamiento diario. Es una decisión que trastoca nuestros criterios de
actuación y nos exige una conducta nueva y un modo nuevo de relacionarnos con
las personas, con las cosas y con Dios.
Si no se ha escuchado esta
llamada radical, corremos siempre el riesgo de vaciar de fuerza todo el mensaje
evangélico y hacer de Jesucristo un pequeño maestro de sabiduría humana que nos
enseña a vivir sin grandes escándalos pero también sin grandes exigencias.
Pero, por otra parte, la llamada
radical a entrar por la puerta sólo se escucha correctamente cuando se descubre
que Jesús mismo es la puerta. “Yo soy la
puerta; si uno entra por mi; estará a salvo” (Jn 10, 9).
Por eso, la llamada de Jesús crea
tensión pero no angustia. Es fuente de exigencia creciente pero no de turbación
estéril. Porque uno sabe que busca una puerta siempre abierta: Jesucristo.
Una puerta que nadie puede cerrar
si no es nosotros mismos cerrándonos a la verdad y a la ternura de Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
24 de agosto de 1986
LA PUERTA
ESTRECHA
Esforzaos
en entrar por la puerta estrecha.
Hay frases en el evangelio que
nos resultan tan duras y molestas que, casi inconscientemente, las encerramos
en un cómodo paréntesis y las olvidamos para no sentirnos demasiado interpelados.
Una de ellas es, sin duda, ésta que escuchamos hoy de labios de Jesús: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha».
Estamos caminando hacia una
sociedad más tolerante y permisiva, y esto que, sin duda, tiene aspectos
grandemente válidos y enriquecedores, está provocando lo que algunos llaman
«involución moral». Muchos comportamientos éticamente reprobables que antes
permanecían en la esfera de lo privado, son aireados y exhibidos públicamente.
Por otra parte, se está
imponiendo en determinadas áreas una permisividad jurídica cada vez mayor
(infidelidad matrimonial, aborto...). Y, naturalmente, cuando la ley civil es
suavizada o se hace más tolerante, se produce un «vacío moral» en aquellos que
han tomado erróneamente la ley civil como guía de su conducta.
Pero, la crisis moral tiene
raíces más profundas. La sociedad actual está haciendo nacer un tipo de «hombre
amoral». Esta sociedad de consumo ataca el núcleo moral de la persona y lo
des-moraliza, colocando en primer término el valor de las cosas y empobreciendo
el espíritu humano de las personas.
Se toman en serio las banalidades
y se pierde de vista lo profundo. La persona se afana por demasiadas cosas y se
le escapa el alma. «Es difícil en verdad
que en el hombre-masa crezcan los valores éticos» (López Ibor).
La competencia se transforma en
agresividad. Las relaciones humanas se desintegran. La producción se reduce a
la búsqueda implacable de lucro. El amor se degrada y la sexualidad se
convierte en un producto más de consumo.
Pero, precisamente en esta
sociedad, hay hombres y mujeres que están descubriendo que es necesario entrar
por la «puerta estrecha», que no es
un moralismo raquítico y sin horizontes, sino un comportamiento lúcido y
responsable. La puerta por la que entran los que se esfuerzan por vivir
fielmente el amor, los que tratan de vivir al servicio del hermano y no tras la
posesión de las cosas, los que saben vivir con sentido de solidaridad y no
desencadenando agresividad y violencia.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 – APRENDER A VIVIR
21 de agosto de 1983
LOS
ULTIMOS SERAN LOS PRIMEROS
Hay
últimos que serán primeros.
Hay frases de Jesús que es
imposible escuchar con sinceridad sin sentirse incómodo. Frases que le
despiertan a uno de su inconsciencia y le obligan a dudar de su propia
seguridad.
Sin apenas darnos cuenta de ello,
somos muchos los cristianos que vivimos dentro de la Iglesia, prácticamente
convencidos de que éste es el camino ancho que lleva a la salvación, sin tener
conciencia de la necesidad que tenemos de entrar por la puerta estrecha de la
conversión personal.
Y, sin embargo, la Iglesia, el
Bautismo oficial, la práctica de unas obligaciones religiosas..., si no
expresan una adhesión auténtica al evangelio y a la persona de Jesús y no se
traducen en una fe viva y responsable en la vida de cada día, no son el
salvoconducto seguro que nos conducirá a la salvación.
Por eso nos debe hacer pensar la
frase de Jesús: «Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos».
Hay teólogos que son los primeros
en hablar de Dios y en atreverse, con audacia a veces ingenua, a hacer toda
clase de afirmaciones sobre sus admirables designios, sin detenerse apenas
nunca a comunicarse con él y abrirse a sus llamadas. Y hay creyentes sencillos,
que no saben hablar de Dios, pero saben hablarle y gritarle desde el fondo del
corazón con la confianza de hijos que creen en un Padre. Estos serán los
primeros en experimentar la bondad del Creador.
Hay moralistas y predicadores que
son los primeros en precisar las obligaciones éticas y en exigir con rigor el
cumplimiento de los deberes cristianos al pueblo fiel, aunque luego no sean tan
radica les a la hora de vivir personalmente el seguimiento a Jesús. Y hay
hombres y mujeres sencillos, de una honradez interior total, que no sabrían dar
muchas explicaciones, pero que saben escuchar con responsabilidad la llamada de
su conciencia. Estos serán los primeros en encontrarse con Dios.
Hay cristianos que son los
primeros en confesar su «ortodoxia» y su fe católica, apostólica y romana,
aunque luego se desentiendan de las exigencias del evangelio de Jesús. Y hay
cristianos que no saben formular su fe con precisión dogmática, pero son de
«corazón ortodoxo» y serán los primeros en encontrarse con la Verdad de Dios.
Hay creyentes revolucionarios que
son los primeros en lanzar consignas de justicia y solidaridad para crear una
sociedad más humana, sin que se les vea en su vida personal un esfuerzo serio
por ser más humanos y estar más cerca de los necesitados. Y hay hombres que no
gritan demasiado, pero que viven comprometidos en una vida de servicio a los
más pobres. Estos serán los primeros en disfrutar del reino definitivo de la
justicia.
José Antonio Pagola
Para
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