El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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23º domingo Tiempo ordinario (C)
EVANGELIO
El que no renuncia a
todo, no puede ser discípulo mío.
+ Lectura del santo
evangelio según san Lucas 14,25-33
En aquel tiempo, mucha gente
acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
- Si alguno se viene conmigo y no
pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y
a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de
mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere
construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene
para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos
y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: «Este
hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar».
¿O qué rey, si va a dar la
batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres
podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está
todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo vosotros: el que no
renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2015-2016 -
4 de septiembre de 2013
REALISMO
RESPONSABLE
No puede
ser discípulo mío.
Los ejemplos que emplea Jesús son
muy diferentes, pero su enseñanza es la misma: el que emprende un proyecto
importante de manera temeraria, sin examinar antes si tiene medios y fuerzas
para lograr lo que pretende, corre el riesgo de terminar fracasando.
Ningún labrador se pone a
construir una torre para proteger sus viñas, sin tomarse antes un tiempo para
calcular si podrá concluirla con éxito, no sea que la obra quede inacabada,
provocando las burlas de los vecinos. Ningún rey se decide a entrar en combate
con un adversario poderoso, sin antes analizar si aquella batalla puede
terminar en victoria o será un suicidio.
A primera vista, puede parecer
que Jesús está invitando a un comportamiento prudente y precavido, muy alejado
de la audacia con que habla de ordinario a los suyos. Nada más lejos de la
realidad. La misión que quiere encomendar a los suyos es tan importante que
nadie ha de comprometerse en ella de forma inconsciente, temeraria o
presuntuosa.
Su advertencia cobra gran
actualidad en estos momentos críticos y decisivos para el futuro de nuestra fe.
Jesús llama, antes que nada, a la reflexión madura: los dos protagonistas de
las parábolas «se sientan» a
reflexionar. Sería una grave irresponsabilidad vivir hoy como discípulos de
Jesús, que no saben lo que quieren, ni a dónde pretenden llegar, ni con qué
medios han de trabajar.
¿Cuándo nos vamos a sentar para
aunar fuerzas, reflexionar juntos y buscar entre todos el camino que hemos de
seguir? ¿No necesitamos dedicar más tiempo, más escucha del evangelio y más
meditación para descubrir llamadas, despertar carismas y cultivar un estilo
renovado de seguimiento a Jesús?
Jesús llama también al realismo.
Estamos viviendo un cambio sociocultural sin precedentes. ¿Es posible contagiar
la fe en este mundo nuevo que está naciendo, sin conocerlo bien y sin
comprenderlo desde dentro? ¿Es posible facilitar el acceso al Evangelio
ignorando el pensamiento, los sentimientos y el lenguaje de los hombres y
mujeres de nuestro tiempo? ¿No es un error responder a los retos de hoy con
estrategias de ayer?
Sería una temeridad en estos
momentos actuar de manera inconsciente y ciega. Nos expondríamos al fracaso, la
frustración y hasta el ridículo. Según la parábola, la "torre inacabada" no hace sino
provocar las burlas de la gente hacia su constructor. No hemos de olvidar el
lenguaje realista y humilde de Jesús que invita a sus discípulos a ser
"fermento" en medio del pueblo o puñado de "sal" que pone
sabor nuevo a la vida de las gentes.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2012-2013 -
8 de septiembre de 2013
NO DE
CUALQUIER MANERA
Jesús va camino de Jerusalén. El
evangelista nos dice que le “acompañaba mucha gente”. Sin embargo, Jesús no se
hace ilusiones. No se deja engañar por entusiasmos fáciles de las gentes. A
algunos les preocupa hoy cómo va descendiendo el número de los cristianos. A
Jesús le interesaba más la calidad de sus seguidores que su número.
De pronto “se vuelve” y comienza
a hablar a aquella muchedumbre de las exigencias concretas que encierra el
acompañarlo de manera lúcida y responsable. No quiere que la gente lo siga de
cualquier manera. Ser discípulo de Jesús es una decisión que ha de marcar la
vida entera de la persona.
Jesús les habla, en primer lugar
de la familia. Aquellas gentes tienen su propia familia: padres y madres, mujer
e hijos, hermanos y hermanas. Son sus seres más queridos y entrañables. Pero,
si no dejan a un lado los intereses familiares para colaborar con él en
promover una familia humana, no basada en lazos de sangre sino construida desde
la justicia y la solidaridad fraterna, no podrán ser sus discípulos.
Jesús no está pensando en
deshacer los hogares eliminando el cariño y la convivencia familiar. Pero, si
alguien pone por encima de todo el honor de su familia, el patrimonio, la
herencia o el bienestar familiar, no podrá ser su discípulo ni trabajar con él
en el proyecto de un mundo más humano.
Más aún. Si alguien solo piensa
en sí mismo y en sus cosas, si vive solo para disfrutar de su bienestar, si se
preocupa únicamente de sus intereses, que no se engañe, no puede ser discípulo
de Jesús. Le falta libertad interior, coherencia y responsabilidad para tomarlo
en serio.
Jesús sigue hablando con crudeza:
“Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser mi discípulo”. Si uno vive
evitando problemas y conflictos, si no sabe asumir riesgos y penalidades, si no
está dispuesto a soportar sufrimientos por el reino de Dios y su justicia, no
puede ser discípulo de Jesús.
No se puede ser cristiano de
cualquier manera. No hemos de confundir la vida cristiana con formas de vivir
que desfiguran y vacían de contenido el seguimiento humilde, pero responsable a
Jesús.
Sorprende la libertad del Papa
Francisco para denunciar estilos de cristianos que poco tienen que ver con los
discípulos de Jesús: “cristianos de buenos modales, pero malas costumbres”,
“creyentes de museo”, “hipócritas de la casuística”, “cristianos incapaces de
vivir contra corriente”, cristianos “corruptos” que solo piensan en sí mismos,
“cristianos educados” que no anuncian el evangelio...
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
5 de septiembre de 2010
REALISMO
RESPONSABLE
(Ver homilía del ciclo C -
2015-2016)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
9 de septiembre de 2007
CRISTIANOS
LÚCIDOS
¿Quién de
vosotros, si quiere construir una torre…?
Es un error pretender
ser«discípulos» de Jesús sin detenerse nunca a reflexionar sobre las exigencias
concretas que encierra seguir sus pasos, y sobre las fuerzas con que hemos de
contar para ello. Nunca pensó Jesús en seguidores inconscientes, sino en
personas lúcidas y responsables.
Las dos imágenes que emplea son
muy concretas. Nadie se pone a «construir una torre» sin tomarse un tiempo para
reflexionar sobre cómo debe actuar para lograr acabarla. Sería un fracaso
empezar a «construir» y no poder llevar a término la obra iniciada.
El evangelio que propone Jesús es
una manera de «construir» la vida. Un proyecto ambicioso, capaz de transformar
nuestra existencia. Por eso no es posible terminar viviendo de manera
evangélica sin detenerse a reflexionar sobre las decisiones oportunas a tomar
en cada momento.
También es claro el segundo
ejemplo. Nadie se enfrenta de manera inconsciente a un adversario que le viene
a atacar con un ejército mucho más poderoso, sin reflexionar previamente si
aquel combate terminará en victoria o será un suicidio. Seguir a Jesús es
enfrentarse contra los adversarios del reino de Dios y su justicia. No es
posible luchar a favor del reino de Dios de cualquier manera. Se necesita
lucidez, responsabilidad y decisión.
En los dos ejemplos de Jesús se
repite lo mismo: los dos personajes «se sientan» a reflexionar sobre las
verdaderas exigencias, los riesgos y las fuerzas con que han de contar para
llevar a cabo su cometido. Según Jesús, entre sus seguidores, siempre será
necesaria la meditación, el debate, la reflexión. De lo contrario, el proyecto
cristiano puede quedar inacabado.
Es un error en la Iglesia de
Jesús ahogar el diálogo e impedir el debate. Necesitamos más que nunca reflexionar
y deliberar juntos sobre la conversión que hemos de vivir hoy los seguidores de
Jesús. No seguir trabajando como si nada pasara. «Sentarnos» para pensar con
qué fuerzas hemos de construir el reino de Dios en la sociedad moderna. De lo
contrario nuestra evangelización será una «torre inacabada».
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
5 de septiembre de 2004
MÁS QUE
UNA OPINIÓN
… no
puede ser discípulo mío.
No es fácil saber qué está
pasando en la conciencia religiosa de los individuos. Aunque convivimos en la
misma sociedad y nos encontramos diariamente en el hogar, el trabajo o en las
relaciones sociales, lo cierto es que pocas veces sabemos de verdad algo de lo
que piensa el otro acerca de Dios, de la fe o del sentido último de la vida.
Cada uno vive en su interior interrogantes, dudas o búsquedas que no conocemos.
Sin embargo, es difícil
sustraerse a una impresión. Sin verlo, sin poder precisarlo con claridad,
parece que va penetrando entre nosotros una nueva forma de pensar, de actuar y
de vivir que ya no está marcada por la fe cristiana.
Se diría que, poco a poco, nos
vamos familiarizando a una cultura donde cada vez se prescinde más de Dios.
Parece que los mismos cristianos nos vamos acostumbrando a esta nueva situación
de indiferencia. ¿Cómo vivir con lucidez y responsabilidad cristiana en estos
tiempos?
Los expertos dicen que uno de los
cambios más profundos que se está produciendo en nuestros días es el paso de
una «sociedad de creencias» a una «sociedad de opiniones». Hace algunos años,
los individuos actuaban movidos por una fe que les servía de criterio, sentido
y norma de vida; la fe marcaba profundamente sus vidas. Hoy se tiende más bien
a vivir de opiniones: cada uno tiene su propia «opinión religiosa», pero no
siente necesidad alguna de vivirla, alimentarla, y hacer de ella principio
inspirador de su comportamiento.
El cristiano no vive su fe como
una opinión: «tú opinas así, pero yo opino de otra manera». Creer en Jesucristo
es mucho más que tener una opinión frente a otros que opinan de manera
diferente. ¿En qué se convierte la fe si ya no es capaz de inspirar el sentido
global de la vida ni de motivar y movilizar a la persona?
Creer en Jesucristo no es tener
una opinión sobre él, sino seguirle. Y seguirle de manera incondicional
anteponiendo su persona a todo y aprendiendo a vivir como vivió él. De lo
contrario, «nadie puede ser discípulo suyo». Será otra cosa.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
9 de septiembre de 2001
ÍDOLOS
PRIVADOS
El que no
renuncia a todos sus bienes...
Hay algo que resulta escandaloso
e insoportable a quien se acerca a Jesús desde el clima de autosuficiencia y
afirmación personal del hombre del siglo xx. Jesús es radical a la hora de
pedir un adhesión a su persona. El hombre debe subordinarlo todo al seguimiento
incondicional a Jesús.
No se trata de un «consejo
evangélico» para un grupo de cristianos selectos o una élite de esforzados
seguidores. Es la condición indispensable de todo discípulo. Las palabras de
Jesús son claras y rotundas. «El que no renuncia a todos sus bienes, no puede
ser discípulo mío».
El hombre siente desde lo más
hondo de su ser el anhelo de la libertad. Y sin embargo, hay una experiencia
que se sigue imponiendo generación tras generación: el hombre parece condenado
a ser «esclavo de ídolos». Incapaces de satisfacernos a nosotros mismos, nos
pasamos la vida entera buscando algo que responda a nuestras aspiraciones y
deseos más fundamentales.
Cada uno buscamos un «dios», algo
que nos parece esencial para vivir, algo que inconscientemente convertimos en
lo esencial de nuestra vida. Algo que nos domina y se adueña de nosotros
profundamente. Paradójicamente, buscamos ser libres, independientes y
autónomos, pero, al mismo tiempo, parece que no podemos vivir sin entregarnos a
algún «ídolo» que oriente y determine nuestra vida entera.
Estos ídolos son muy diversos.
Dinero, salud, éxito, poder, prestigio, sexo, tranquilidad, felicidad a toda
costa... Cada uno sabe el nombre de su «dios privado» al que da culto y rinde
secretamente su ser.
Por eso, cuando en un gesto de
«ingenua libertad» hacemos algo «porque nos da la gana», debemos preguntarnos
honradamente qué es lo que en aquel momento nos domina y a quién estamos
obedeciendo en realidad.
La invitación de Jesús es
provocativa. Sólo hay un camino para acercarnos a la libertad y sólo lo
entienden los que se atreven a seguir a Jesús incondicionalmente: vivir en
obediencia total a un Dios Padre, origen y centro de referencia de toda vida
humana, y servir desinteresadamente a los hombres sentidos como hermanos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
6 de septiembre de 1998
SENTARSE
No se
sienta primero.
Son muchos los que viven sin
detenerse nunca en su camino. Jamás se paran para preguntarse por el sentido de
su vida o para reflexionar sobre el rumbo que va tomando con el pasar de los
años. No conocen la sabiduría de quien se retira de vez en cuando a la soledad
o, simplemente, se recoge en su habitación para «meditar» su vida.
En el relato evangélico (Le 14,
28-32), Jesús emplea dos imágenes: la del hombre que quiere construir una torre
y la del rey que se ve obligado a afrontar a un enemigo que viene a su
encuentro. En ambos casos, se repite lo mismo: los dos personajes «se sientan»
a reflexionar sobre las exigencias, los riesgos y las fuerzas con que cuentan
para enfrentarse sabiamente a su vida.
¿Por qué no «sentarnos»,
terminadas ya las vacaciones, para reflexionar sobre la vida que reanudamos estos
días? Esta reflexión nos ayudará a no dejamos arrastrar tan fácilmente por la
rutina o el ajetreo de cada día. Compromisos, obligaciones, trabajos..., todo
tiene un sentido más humano cuando la persona vive esa «suave vigilancia» (D.
Maurin) que permite a la persona ser dueña de su vida, reacciones y
sentimientos. Es conocida la sentencia de Pascal: «La desgracia de los hombres
proviene de una sola cosa, de no saber permanecer sosegadamente en una
habitación» (Pensamiento 136).
Más que discurrir, lo que
necesitamos, tal vez, es mirar y aceptar con verdad nuestro ser. Acoger con
sencillez nuestra vida cotidiana sin perdernos en la agitación de cada día.
Disponemos a cuidar lo importante: la confianza en Dios, el amor a las
personas, el gozo de vivir, el trabajo bien hecho, la paz interior.
Cuando en el corazón de la
persona sigue viva la fe, estos momentos de reflexión sobre la vida se
convierten muchas veces en oración sincera. Una oración que no es la repetición
rutinaria de unas fórmulas aprendidas de niño, sino comunicación viva y
espontánea con un Dios sentido como Padre y Amigo.
Las alegrías y los gozos de la
vida llevan entonces al agradecimiento: «Mi corazón se alegra con tu salvación,
cantaré al Señor por el bien que me hace» (Salmo 12). Los sufrimientos y
problemas invitan a la invocación: «Me abandonan las fuerzas... Mi pena no se
aparta de mí. No me abandones, Señor» (Salmo 37). En medio de la oscuridad está
Él: «Señor, tú eres mi lámpara; Dios mío, tú alumbras mis tinieblas» (Salmo
17). En nuestra impotencia podemos contar con Él: «Yo soy pobre y desgraciado,
pero el Señor cuida de mí» (Salmo 39).
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
10 de septiembre de 1995
¿QUE
HACER ANTE EL DOLOR?
Quien no
lleve su cruz...
Tarde o temprano, a todos nos
toca sufrir. Una enfermedad grave, un accidente inesperado, la muerte de un ser
querido, desgracias y desgarros de todo tipo, nos obligan un día a tomar
postura ante el sufrimiento. ¿Qué hacer?
Algunos se limitan a rebelarse. Es
una actitud explicable: protestar, sublevarse ante el mal. Pero, por lo
general, esta reacción intensifica todavía más el sufrimiento. La persona se
crispa y exaspera. Es fácil terminar en el agotamiento y la desesperanza.
Otros se encierran en el aislamiento.
Viven replegados sobre su dolor relacionándose sólo con sus penas. No se dejan
consolar por nadie. No aceptan alivio alguno. Por ese camino la persona puede
autodestruirse.
Otros adoptan la postura de
víctimas y viven compadeciéndose de sí mismos. Necesitan mostrar sus penas a
todo el mundo: «Mirad qué desgraciado soy.» «Ved cómo me maltrata la vida.» Es
una manera de manipular el sufrimiento, que nunca ayudará a la persona a
madurar.
La actitud del creyente es
diferente. El cristiano no ama el sufrimiento, no lo busca, no lo quiere ni
para los demás ni para sí mismo. Siguiendo los pasos de Jesús, lucha con todas
sus fuerzas por arrancarlo del corazón de la existencia. Pero, cuando es
inevitable, sabe «llevar su cruz» en comunión con el Crucificado.
Esta aceptación del sufrimiento
no consiste en doblegarnos ante el dolor porque es más fuerte que nosotros. Eso
sería estoicismo o fatalismo, pero no actitud cristiana. No se trata tampoco de
buscar «explicaciones» artificiosas considerándolo todo castigo, prueba o
purificación que Dios nos envía. Dios no es ningún «sádico» que encuentra un
placer especial en vernos sufrir. Tampoco tiene por qué exigirlo, como a pesar
suyo, para que quede satisfecho su honor o su gloria.
El cristiano ve en el sufrimiento
una experiencia en la que, unido a Cristo, puede vivir su verdad más auténtica.
El sufrimiento sigue siendo malo, pero precisamente por eso, se convierte en la
experiencia más realista y honda para vivir la confianza radical en Dios y la
comunión con los que sufren.
Vivida así, la cruz es lo más
opuesto al pecado. ¿Por qué? Pecar es buscar egoístamente la propia felicidad
rompiendo con Dios y con los demás. «Llevar la cruz» en comunión con el
Crucificado es exactamente lo contrario, pues es abrirse confiadamente al Padre
y solidarizarse con los hermanos, precisamente en la ausencia de felicidad.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
6 de septiembre de 1992
SUFRIR DE
MANERA MAS HUMANA
Quien no
lleve la cruz detrás de mí.
Todos queremos ser felices. Por
caminos diferentes, con más o menos acierto, todos nos esforzamos por alcanzar
«algo» que llamamos «felicidad» y que nos atrae desde lo más hondo de nuestro
ser. Pero, tarde o temprano, todos nos encontramos en la vida con el
sufrimiento.
Por mucho que se esfuerce en
evitarlo, todo hombre o mujer termina experimentando en su propia carne la
verdad de las palabras de Job: «El hombre, nacido de mujer, es corto de días y
harto de inquietudes.»
Sin duda, los sufrimientos de
cada persona son diferentes y pueden deberse a factores muy diversos. Pero K.G.
•Durckheim nos recuerda en sus obras las tres principales fuentes de donde
brota el sufrimiento humano.
El hombre busca, antes que nada,
seguridad y cuando en su vida surge algo que la pone en peligro, comienza a
sufrir porque su seguridad puede quedar destruida. Muchos de nuestros
sufrimientos provienen del miedo a que quede destruida nuestra imagen, nuestra
tranquilidad, nuestra salud.
El hombre busca, además, sentido
a su vida, y cuando experimenta que ésta no significa nada para nadie ni
siquiera para él mismo, comienza a sufrir porque ya todo le parece absurdo e
inútil. Nada merece la pena. Cuánto sufrimiento nace de los fracasos,
frustraciones y desengaños.
El ser humano busca también amor
frente al aislamiento y la soledad, y cuando se siente incomprendido,
abandonado y solo, comienza a sufrir. Cuántas personas sufren hoy porque no
tienen cerca a nadie que las quiera de verdad.
La fe no dispensa al creyente de
estos sufrimientos; también él conoce, como cualquier otro hombre o mujer, el
lado doloroso de la existencia. Tampoco la fe carga necesariamente al cristiano
con un sufrimiento mayor que el del resto de los hombres. Lo primero que
escucha el creyente cuando se siente interpelado por Cristo a llevar la cruz
tras él no es una llamada a sufrir «más» que los demás, sino a sufrir en
comunión con él, es decir, a «llevar la cruz» no de cualquier manera, sino
«tras él», desde la misma actitud y con el mismo espíritu.
Quien vive así la cruz, unido a
Cristo y desde una actitud de confianza total en Dios, aprende a vivir el
sufrimiento de una manera más humana.
Los sufrimientos siguen ahí con
todo su realismo y crudeza, pero con la mirada puesta en Cristo crucificado, el
creyente encuentra una fuerza nueva en medio de la inseguridad y la
destrucción; descubre una luz incluso en los momentos en que todo parece
absurdo y sin sentido; experimenta una protección última y misteriosa en medio
del abandono de todos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
10 de septiembre de 1989
UN OLVIDO
GRAVE
Quien no
lleve su cruz….
En el cristianismo la cruz es el
criterio decisivo para verificar todo lo que merece llamarse cristiano. Y
cuando las generaciones cristianas la olvidan, el cristianismo se aburguesa, se
diluye y pierde su fuerza.
Por eso, los creyentes hemos de
preguntarnos cuál es el significa do más original de la llamada de Jesús:
“Quien no lleve su cruz detrás de mi, no puede ser discípulo mío”.
Aunque parezca sorprendente, los
cristianos hemos desarrollado con frecuencia diversos aspectos de la cruz, pero
hemos olvidado el primero y más fundamental.
Así, hay cristianos que piensan
que seguir al Crucificado es buscar pequeñas mortificaciones, privándose de
satisfacciones y renunciando a gozos legítimos para llegar por el sufrimiento a
una comunión más profunda con Cristo.
Sin duda, es grande el valor de
esta ascesis cristiana y más en una sociedad como la nuestra, pero Jesús no
aparece en los evangelios como un asceta que vive buscando mortificaciones y,
cuando habla de la cruz, no está invitando a una “vida mortificada”. Hay otros
para quienes “llevar la cruz” es aceptar las contrariedades de la vida, las
desgracias o adversidades. Pero los evangelios nunca hablan de estos
sufrimientos “naturales” de Jesús. Su cruz ha sido el rechazo y la agresión que
ha provocado él mismo con su actuación de obediencia absoluta al Padre y de
defensa de todos los pequeños.
Sin duda, hemos de valorar el
contenido cristiano de esa postura de saber aceptar “el lado oscuro y doloroso”
de la vida desde una actitud de fe, pero si queremos descubrir el sentido
original de la llama da de Jesús, hemos de recordar con toda sencillez qué era
“llevar la cruz”.
Llevar la cruz era un rito que
pertenecía al ceremonial de la ejecución. El reo era obligado a atravesar la
ciudad llevando la cruz y portando el “títulus” donde aparecía su delito. De
esta manera aparecía como culpable ante la sociedad, excluido del pueblo, rechazado
por todos.
Esta ha sido la verdadera cruz de
Jesús. Verse rechazado por su mismo pueblo y aparecer como culpable ante la
sociedad, precisamente por su fidelidad al Padre y su amor liberador a los
hombres.
Sin menospreciar otros aspectos
de la vida cristiana, los creyentes no deberíamos olvidar que el seguidor de
Jesús ha de estar dispuesto a sufrir las reacciones, rechazos y condenas de su
mismo pueblo, de sus amigos y hasta de sus familiares, provocados precisamente
por su fidelidad a Dios y al evangelio.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
7 de septiembre de 1986
VOLVER A
LO ESENCIAL
El que no
renuncia a todos sus bienes…
Hay momentos en la vida de los
pueblos y en nuestra propia vida individual en los que es más fácil escuchar la
llamada a enraizarnos en lo esencial.
Muchos de nosotros estamos
viviendo estos días un estado de ánimo en el que se entremezclan el mal sabor
del retorno al trabajo diario y el desconcierto por la tragedia que ha inundado
nuestra tierra.
Tal vez, más de uno ha sentido
estos días la impotencia del ser humano y ha gritado en su corazón que el
destino del hombre es demasiado difícil, demasiado triste e injusto.
Por otra parte, el regreso a la
vida ordinaria de trabajo, problemas y preocupaciones nos recuerda de nuevo el
riesgo de deshumanizarnos en medio de la actividad, el nerviosismo y el
cansancio. Ya no somos los mismos que hace unos días.
Y es, precisamente, en la
experiencia colectiva de la fragilidad humana y en la experiencia individual de
la posible "alienación" en nuestro quehacer diario donde puede uno
escuchar con más urgencia la llamada a vivir de lo esencial.
Lo importante es el hombre. Poner
la «causa del hombre» por encima de estrechos objetivos partidistas y aprender
a organizarlo todo buscando sinceramente el bien del hombre, de todo hombre y
de todos los hombres.
Buscar solidariamente el bien del
hombre por encima de teorías, estrategias, convencionalismos y siglas.
Desenmascarar la insensatez de muchos de nuestros enfrentamientos y hacer
converger más nuestros esfuerzos.
Por otra parte, metidos ya en la
vida monótona de cada día, sabemos que lo decisivo no es lo que hacemos cada
día, sino lo que ese trabajo hace de nosotros. De ahí que el modo de vivir el trabajo diario sea tan importante
o más que el trabajo mismo.
Necesitamos renunciar a todo lo
que nos deshumaniza como pueblo y como individuos y volver a lo esencial, más
allá de nuestras contradicciones.
En el evangelio de hoy
escuchamos, los creyentes, esa llamada radical de Jesús que nos invita a la
decisión tomada con lucidez y realismo.
Quizás llevamos mucho tiempo ya
descaminados. Tal vez no sabemos cómo volver a ser humanos. Tenemos que partir
con realismo de lo que somos. Aceptar nuestras contradicciones y luchar por
superarlas desde una búsqueda sincera, humilde y confiada.
Los hombres y los pueblos valemos
lo que valen nuestras decisiones. Pequeñas o grandes, son nuestras decisiones
las que nos llevan a ser más humanos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 – APRENDER A VIVIR
4 de septiembre de 1983
NUESTROS
“IDOLOS” PRIVADOS
El que no
renuncia a todos sus bienes…
Hay algo que resulta escandaloso
e insoportable a quien se acerca a Jesús desde el clima de autonomía,
autosuficiencia y afirmación personal del hombre del siglo veinte.
Jesús es radical a la hora de
pedir una adhesión a su persona. El hombre debe saber subordinarlo todo al
seguimiento incondicional a Jesús.
No se trata de un «consejo
evangélico» para un grupo de cristianos selectos o una élite de esforzados
seguidores. Es la condición indispensable de todo discípulo. Las palabras de
Jesús son claras y rotundas. «El que no renuncia a todos sus bienes, no puede
ser discípulo mío».
El hombre siente desde lo más
hondo de su ser el anhelo de la libertad. La vida se nos ofrece con frecuencia
como una verdadera lucha de los individuos y las comunidades por lograr su
libertad y su independencia.
Y sin embargo, hay una
experiencia que se sigue imponiendo generación tras generación. El hombre parece
condenado a ser «esclavo de ídolos». Incapaces de satisfacernos a nosotros
mismos, nos pasamos la vida entera buscando algo que responda a nuestras
aspiraciones y deseos más fundamentales.
Cada uno buscamos un «dios», algo
que nos parece esencial para vivir, algo que inconscientemente convertimos en
lo esencial de nuestra vida. Algo que nos domina y se adueña de nosotros
profundamente.
Paradójicamente, este hombre que
busca ser libre, independiente y autónomo, no parece que pueda vivir sin
entregarse a algún «ídolo» que oriente y determine decisivamente su conducta y
su vida entera.
Estos «ídolos» son muy diversos.
Dinero, salud, éxito, poder, prestigio, sexo, tranquilidad, felicidad a toda
costa... Cada uno sabe el nombre de su «dios privado» al que damos culto y
rendimos secretamente nuestro ser.
Por eso, cuando en un gesto de
«ingenua libertad» hacemos algo «porque nos da la gana», debemos preguntarnos
honradamente qué es lo que en aquel momento nos domina y a quién estamos
obedeciendo en realidad.
La invitación de Jesús es
provocativa. Sólo hay un camino para acercarnos a la libertad y sólo lo
entienden los que se atreven a seguir a Jesús incondicionalmente: vivir en
obediencia total a un Dios Padre, origen y centro de referencia de toda vida
humana, y en servicio desinteresado a los hombres sentidos como hermanos.
José Antonio Pagola
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
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