El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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6º domingo de Pascua (C)
EVANGELIO
El Espíritu Santo os
irá recordando todo lo que os he dicho.
Lectura del santo
evangelio según san Juan 14,23-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
- El que me ama guardará mi
palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis
palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me
envió.
Os he hablado de esto ahora que
estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre
en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os
he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no
os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se
acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado». Si me
amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os
lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis
creyendo.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2015-2016 -
1 de mayo de 2016
LA PAZ EN
LA IGLESIA
La paz os
dejo; mi paz os doy.
En el evangelio de Juan podemos
leer un conjunto de discursos en los que Jesús se va despidiendo de sus
discípulos. Los comentaristas lo llaman "El Discurso de despedida".
En él se respira una atmósfera muy especial: los discípulos tienen miedo a
quedarse sin su Maestro; Jesús, por su parte, les insiste en que, a pesar de su
partida, nunca sentirán su ausencia.
Hasta cinco veces les repite que
podrán contar con «el Espíritu Santo».
Él los defenderá, pues los mantendrá fieles a su mensaje y a su proyecto. Por
eso lo llama «Espíritu de la verdad».
En un momento determinado, Jesús les explica mejor cuál será su quehacer: «El Defensor, el Espíritu Santo... será
quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». Este
Espíritu será la memoria viva de Jesús.
El horizonte que ofrece a sus
discípulos es grandioso. De Jesús nacerá un gran movimiento espiritual de
discípulos y discípulas que le seguirán defendidos por el Espíritu Santo. Se
mantendrán en su verdad, pues ese Espíritu les irá enseñando todo lo que Jesús
les ha ido comunicando por los caminos de Galilea. Él los defenderá en el
futuro de la turbación y de la cobardía.
Jesús desea que capten bien lo
que significará para ellos el Espíritu de la verdad y Defensor de su comunidad:
«Os estoy dejando la paz; os estoy dando
la paz». No sólo les desea la paz. Les regala su paz. Si viven guiados por
el Espíritu, recordando y guardando sus palabras, conocerán la paz.
No es una paz cualquiera. Es su
paz. Por eso les dice: «No os la doy yo
como la da el mundo». La paz de Jesús no se construye con estrategias
inspiradas en la mentira o en la injusticia, sino actuando con el Espíritu de
la verdad. Han de reafirmarse en él: «Que
no tiemble vuestro corazón ni se acobarde».
En estos tiempos difíciles de
desprestigio y turbación que estamos sufriendo en la Iglesia, sería un grave
error pretender ahora defender nuestra credibilidad y autoridad moral actuando
sin el Espíritu de la verdad prometido por Jesús. El miedo seguirá penetrando
en el cristianismo si buscamos asentar nuestra seguridad y nuestra paz
alejándonos del camino trazado por él.
Cuando en la Iglesia se pierde la
paz, no es posible recuperarla de cualquier manera ni sirve cualquier estrategia.
Con el corazón lleno de resentimiento y ceguera no es posible introducir la paz
de Jesús. Es necesario convertirnos humildemente a su verdad, movilizar todas
nuestras fuerzas para desandar caminos equivocados, y dejarnos guiar por el
Espíritu que animó la vida entera de Jesús.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2012-2013 -
5 de mayo de 2013
ULTIMOS
DESEOS DE JESÚS
Jesús se está despidiendo de sus
discípulos. Los ve tristes y acobardados. Todos saben que están viviendo las
últimas horas con su Maestro. ¿Qué sucederá cuando les falte? ¿A quién
acudirán? ¿Quién los defenderá? Jesús quiere infundirles ánimo descubriéndoles
sus últimos deseos.
Que no se
pierda mi Mensaje. Es el primer deseo de Jesús. Que no se olvide su Buena Noticia
de Dios. Que sus seguidores mantengan siempre vivo el recuerdo del proyecto
humanizador del Padre: ese “reino de Dios” del que les ha hablado tanto. Si le
aman, esto es lo primero que han de cuidar: “el
que me ama, guardará mi palabra...el que no me ama, no la guardará”.
Después de veinte siglos, ¿qué
hemos hecho del Evangelio de Jesús? ¿Lo guardamos fielmente o lo estamos
manipulando desde nuestros propios intereses? ¿Lo acogemos en nuestro corazón o
lo vamos olvidando? ¿Lo presentamos con autenticidad o lo ocultamos con nuestras
doctrinas?
El Padre
os enviará en mi nombre un Defensor. Jesús no quiere que se queden
huérfanos. No sentirán su ausencia. El Padre les enviará el Espíritu Santo que
los defenderá de riesgo de desviarse de él. Este Espíritu que han captado en
él, enviándolo hacia los pobres, los impulsará también a ellos en la misma
dirección.
El Espíritu les “enseñará” a comprender mejor todo lo
que les ha enseñado. Les ayudará a profundizar cada vez más su Buena Noticia.
Les “recordará” lo que le han
escuchado. Los educará en su estilo de vida.
Después de veinte siglos, ¿qué
espíritu reina entre los cristianos? ¿Nos dejamos guiar por el Espíritu de
Jesús? ¿Sabemos actualizar su Buena Noticia? ¿Vivimos atentos a los que sufren?
¿Hacia dónde nos impulsa hoy su aliento renovador?
Os doy mi
paz. Jesús quiere que vivan con la misma paz que han podido ver en
él, fruto de su unión íntima con el Padre. Les regala su paz. No es como la que
les puede ofrecer el mundo. Es diferente. Nacerá en su corazón si acogen el
Espíritu de Jesús.
Esa es la paz que han de
contagiar siempre que lleguen a un lugar. Lo primero que difundirán al anunciar
el reino de Dios para abrir caminos a un mundo más sano y justo. Nunca han de
perder esa paz. Jesús insiste: “Que no
tiemble vuestro corazón ni se acobarde”.
Después de veinte siglos, ¿por
qué nos paraliza el miedo al futuro? ¿Por qué tanto recelo ante la sociedad
moderna? Hay mucha gente que tiene hambre de Jesús. El Papa Francisco es un
regalo de Dios. Todo nos está invitando a caminar hacia una Iglesia más fiel a
Jesús y a su Evangelio. No podemos quedarnos pasivos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
9 de mayo de 2010
LA PAZ EN
LA IGLESIA
(Ver homilía del ciclo C -
2015-2016)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
13 de mayo de 2007
CUALQUIERA
NO PUEDE SEMBRAR PAZ
Os dejo
la paz, os doy mi paz.
Siguiendo la costumbre judía, los
primeros cristianos se saludaban deseándose mutuamente la paz. No era un saludo rutinario y convencional. Para ellos tenía un
significado más profundo. En una carta que Pablo escribe hacia el año 61 a una
comunidad cristiana de Asia Menor, les manifiesta su gran deseo: Que la paz de Cristo reine en vuestros
corazones.
Esta paz no hay que confundirla
con cualquier cosa. No es una ausencia de conflictos y tensiones. Tampoco una
sensación de bienestar o una búsqueda de tranquilidad interior. Según el
evangelio de Juan, es el gran regalo de Jesús, la herencia que ha querido dejar
para siempre en sus seguidores. Así dice Jesús: Os dejo la paz, os doy mi paz.
Sin duda, recordaban lo que Jesús
había pedido a sus discípulos al enviarlos a construir el reino de Dios: En la casa en que entréis, decid primero:
paz a esta casa. Para humanizar la vida, lo primero es sembrar paz, no
violencia; promover res peto, diálogo y escucha mutua, no imposición, enfrentamiento y
dogmatismo.
¿Por qué es tan difícil la paz?
¿Por qué volvemos una y otra vez al enfrentamiento y la agresión mutua? Hay una
respuesta primera, tan elemental y sencilla, que nadie la toma en serio: sólo
los hombres y mujeres que poseen paz, pueden ponerla en la sociedad.
Cualquiera no puede sembrar paz.
Con el corazón lleno de resentimiento, intolerancia y dogmatismo se puede
movilizar a la gente, pero no es posible aportar verdadera paz a la
convivencia. No se ayuda a acercar posturas y a crear un clima amistoso de
entendimiento, mutua aceptación y diálogo.
No es dificil señalar algunos
rasgos de la persona que lleva en su interior la paz de Cristo. Busca siempre
el bien de todos, no excluye a nadie, respeta las diferencias, no alimenta la
agresión, fomenta lo que une, nunca lo que nos enfrenta.
¿Qué estamos aportando hoy desde
la Iglesia de Jesús? ¿Concordia o división? ¿Reconciliación o enfrentamiento? Y
silos seguidores de Jesús no llevan paz en su corazón, ¿qué es lo que llevan?
¿Miedos, intereses, ambiciones, irresponsabilidad?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
16 de mayo de 2004
VEN
ESPÍRITU SANTO
El
Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre.
«El
Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo
y os vaya recordando todo lo que os he dicho». Esta es la promesa de
Jesús. Del Espíritu no habría que hablar mucho. Es mejor desearlo, esperarlo en
oración anhelante, invocarlo y dejamos penetrar, reanimar y conducir por Él.
Ven Espíritu Santo. Sin Ti,
nuestra lucha por la vida termina sembrando muerte, nuestros esfuerzos por
encontrar felicidad acaban en egoísmo amargo e insatisfecho.
Ven Espíritu Santo. Sin Ti,
nuestro «progreso» no nos conduce hacia una vida más digna, noble y gozosa. Sin
Ti, no habrá nunca un «pueblo unido» sino un pueblo constantemente vencido por
divisiones, rupturas y enfrentamientos. Sin Ti, seguiremos dividiendo y
separándolo todo: Norte y Sur, bloque occidental y oriental, primer mundo y
tercer mundo, izquierdas y derechas, creyentes y ateos, hombres y mujeres.
Recuérdanos que todos venimos de las entrañas de un mismo Padre y todos estamos
llamados a la comunión gozosa y feliz en Él.
Renueva nuestro amor al mundo y a
las cosas. Enséñanos a cuidar esta tierra que nos has regalado como casa común
entrañable donde pueda crecer la familia humana. Sin Ti, nos la seguiremos
disputando agresivamente, buscaremos cada uno nuestra «propiedad privada» y la
iremos haciendo cada vez más inhóspita e inhabitable.
Ven Espíritu Santo. Enséñanos a
entendemos aunque hablemos lenguajes diferentes. Si tu ley interior de Amor no
nos habita, seguiremos la escalada de la violencia absurda y sin salida.
Ven Espíritu Santo y enséñanos a
orar. Sin tu calor y tu fuerza, nuestra liturgia se convierte en rutina,
nuestro culto en rito legalista, nuestra plegaria en palabrería. Ven Espíritu
Santo y enséñanos a creer. Sin tu aliento, nuestra fe se convierte en ideología
de derechas o de izquierdas, nuestra religión en triste «seguro de vida
eterna». Recuérdanos todo lo que nos ha dicho Jesús. Condúcenos al evangelio.
Ven a mantener dentro de la Iglesia el esfuerzo de conversión. Sin tu impulso,
toda renovación termina en anarquía, involución, cansancio o desilusión.
Ven a alegrar nuestro mundo tan
sombrío. Ayúdanos a imaginarlo mejor y más humano. Ábrenos a un futuro más
fraterno, limpio y solidario. Entra hasta el fondo de nuestras almas. Mira el
vacío del hombre si Tú le faltas por dentro. Mira el poder del pecado cuando Tú
no envías tu aliento.
Ven Señor y dador de vida. Pon en
los hombres gozo, fuerza y consuelo, en sus grandes y pequeñas decisiones, en
sus miedos, luchas, esperanzas y temores.
Ven Espíritu Santo y enséñanos a
creer en Ti como ternura y cercanía personal de Dios, como fuerza y como gracia
que puede conquistar nuestro interior y dar vida a nuestra vida.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
20 de mayo de 2001
PAZ
La paz os
dejo, mi paz os doy.
Todos hablan de paz pero no es
fácil decir en qué consiste. Todos dicen desearla y buscarla pero no se sabe
bien cómo alcanzarla. Intuimos que es un bien precioso, no sólo para la vida personal
de cada uno, sino para la convivencia de la Humanidad entera. Debería ser lo
primero para asegurar una vida digna y dichosa para todos. Pero casi siempre es
lo primero que estropeamos.
¿Por qué es tan difícil la paz?
¿Por qué fracasa una y otra vez el diálogo? ¿Por qué se vuelve una y otra vez
al enfrentamiento y la agresión mutua? ¿Por qué se ponen tantos obstáculos a la
concordia? Hay una primera respuesta tan elemental y sencilla que nadie la toma
en serio: sólo los hombres que poseen paz pueden ponerla en la sociedad.
Cualquiera no puede sembrar paz.
Con el corazón lleno de resentimiento, intolerancia y dogmatismo se puede
movilizar a algunos sectores; desde actitudes de prepotencia, hostilidad y agresión
se puede hacer política y propaganda electoral, pero no se puede aportar
verdadera paz a la convivencia de las gentes.
Las fuentes cristianas hablan de
la paz de una manera original y desconcertante. Hay una paz que no proviene de
los planteamientos y estrategias que ponemos en marcha los humanos. Esta paz,
antes que nada, es un regalo que hay que acoger y sólo después contagiar y
comunicar. Así dice Jesús: «Os dejo la
paz, os doy mi paz; no os la doy como la da el mundo» (Jn 14, 27).
Nos falta paz porque nos faltan
hombres y mujeres de paz. Personas que poseen la paz en su corazón, la llevan
consigo, la comunican y la difunden. Estos construyen paz porque ayudan a
acercar posturas y crean un clima amistoso de entendimiento, mutua aceptación y
diálogo.
No es difícil señalar algunos
rasgos del «hombre de paz». Busca siempre el bien de todos, no excluye a nadie,
respeta las diferencias, no alimenta la agresión, fomenta lo que une, nunca lo
que nos enfrenta. Sencillamente ama a todo ser humano.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
17 de mayo de 1998
ACTITUDES
PARA LA PAZ
La paz os
dejo, mi paz os doy.
La paz no va a nacer
espontáneamente de la violencia. No llegará sólo del cansancio de ETA, y menos
de sus sangrientas escaladas terroristas. La paz requiere un clima social
propicio que hemos de crear entre todos. He aquí algunas actitudes que
despiertan en mí las palabras de Jesús: «La
paz os dejo, mi paz os doy.»
Condenar no sólo
interiormente, sino también de manera pública, los crímenes y asesinatos de ETA. A alguno se le puede hacer más
difícil por lazos afectivos y familiares o por identificarse con sus objetivos.
Pero la conciencia es antes que todo. Es necesario que todos defendamos de
manera unánime la vida y los derechos fundamentales de la persona.
Hacer ver
con claridad a ETA cuál es la verdadera voluntad de este pueblo. ETA se
equivoca cuando escucha los gritos de algunos que le piden intervenir. El
clamor de los vascos es unánime: ETA no debe actuar por más tiempo contra la
voluntad mayoritaria de su propio pueblo.
Buscar la
paz como el primer objetivo para el bien común en estos momentos. La paz
es más importante que los intereses de cada uno de los partidos. No es justo
impedirla, dificultarla o retrasarla. La paz ha de ser logro de todos y para
todos.
Aprender
a resolver nuestros problemas por vías dignas del ser humano. No
estamos hechos para vivir permanentemente en la violencia y en el odio. Antes
que cualquier otra cosa, somos personas y estamos llamados a entendernos
buscando lo mejor para todos.
Apoyar y
defender todo lo que puede conducir a un acercamiento de posturas y una
búsqueda de entendimiento por caminos que no sean el enfrentamiento destructor.
Todos somos necesarios en el País Vasco para construir el futuro. También los
que alguna vez hayan podido defender la violencia.
Educar la
pasionalidad política. Unos renunciando a extremismos y maximalismos que no pueden
conducir con realismo al bien del pueblo. Otros luchando contra las reacciones
viscerales que puede provocar en nosotros la cruel y persistente actuación de
ETA a lo largo de estos años.
Actuar
con lucidez, sin dejarnos arrastrar por consignas, «esloganes» o campañas que
puedan generar odio o venganza. Buscar la paz y exigirla de manera firme, pero
pacífica. Una paz que sea verdadera y sea paz para todos.
Buscar la
verdad. No deformarla por intereses partidistas ni sacrificarla a
ninguna estrategia. La mentira impide el entendimiento y la comunicación. La
ceguera engendra violencia. Hacia la paz se avanza por caminos de la objetividad
y del esclarecimiento de las razones enfrentadas.
Disponemos
para el perdón sincero y noble, rechazando sentimientos de
venganza. La pacificación exige introducir en la convivencia social la
capacidad de perdonar. El perdón libera de la violencia del pasado, nos
ennoblece a todos y genera en la sociedad nuevas energías para construir el
futuro.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
21 de mayo de 1995
NO DA LO
MISMO
Guardará
mi palabra.
El pluralismo cultural es un hecho
innegable. Se puede incluso afirmar que es uno de los datos más característicos
de la sociedad moderna. Se ha fraccionado en mil pedazos aquel mundo monolítico
de hace unos años. Hoy conviven entre nosotros toda clase de posicionamientos,
ideas o valores.
Este pluralismo no es sólo un
dato. Es uno de los pocos dogmas de nuestra cultura. Hoy todo puede ser
discutido. Todo menos el derecho de cada uno a pensar como le parezca y a ser
respetado en lo que piensa.
Ciertamente este pluralismo nos
puede estimular a la búsqueda responsable, al diálogo y a la confrontación de
posturas. Pero nos puede llevar también a graves retrocesos.
De hecho, no pocos están cayendo
en un relativismo total. Todo da lo mismo. Como dice G. Lipovetsky, «vivimos en la hora de los feelings». Ya no existe
verdad ni mentira, belleza ni fealdad. Nada es bueno ni malo. Se vive de
impresiones y cada uno piensa lo que quiere y hace lo que le apetece.
En este clima de relativismo se
está llegando a situaciones realmente decadentes. Se defienden las creencias
más peregrinas sin un mínimo esfuerzo racional. Se pretende resolver con cuatro
tópicos las cuestiones más vitales del ser humano. Tiene razón A. Finkielkraut cuando afirma que «la barbarie se está apoderando de la
cultura».
La pregunta es inevitable. ¿Se
puede llamar «progreso» a todo esto? ¿Es bueno para el hombre y para la
humanidad poblar la mente de cualquier idea o llenar el corazón de cualquier
creencia, renunciando a una búsqueda honesta de mayor verdad, bondad y sentido de
la existencia?
El cristiano está llamado hoy a
vivir su fe en actitud de búsqueda responsable y compartida. No da igual pensar
cualquier cosa de la vida. Hemos de seguir buscando la verdad última del hombre
que está muy lejos de quedar explicada satisfactoriamente a partir de teorías
científicas, sistemas sicológicos o visiones ideológicas.
El cristiano está llamado también
a vivir sanando esta cultura. No es lo mismo ganar dinero sin escrúpulo alguno
que desempeñar honestamente un servicio público, ni es igual dar gritos a favor
del terrorismo que defender los derechos de cada persona. No da los mismo
abortar que acoger la vida, ni es igual «hacer el amor» de cualquier manera que
amar de verdad al otro. No es lo mismo ignorar a los necesitados o trabajar por
sus derechos. Lo primero es malo y daña al hombre. Lo segundo está cargado de
esperanza y promesa.
También en medio del actual
pluralismo siguen resonando las palabras de Jesús: «El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
24 de mayo de 1992
UNA
CULTURA DE LA PAZ
La paz os
dejo, mi paz os doy.
Son muchos ¡os conflictos que
sacuden hoy nuestra sociedad. Además de ¡as tensiones y enfrentamientos que se
producen entre las personas y en el seno de las familias, graves conflictos de
orden social, político y económico impiden entre nosotros la convivencia
pacífica.
Para resolver los conflictos, los
hombres han de hacer siempre individual y colectivamente una opción: o escogemos
la vía del diálogo y del mutuo entendimiento, o seguimos los caminos de la
violencia y del enfrentamiento destructor. Por eso, muchas veces, lo más grave
no es la existencia misma de los conflictos, sino que una sociedad termine
creyendo que los conflictos sólo se pueden resolver por medio de la violencia o
la imposición de la fuerza.
Frente a esta «cultura de la
violencia» que tanto se ha cultivado entre nosotros, necesitamos promover hoy
una «cultura de la paz». La fe en la violencia ha de ser sustituida por la fe
en la eficacia de los caminos no violentos.
Hemos de aprender a resolver
nuestros problemas por vías dignas del ser humano. No estamos hechos para vivir
permanentemente en el enfrentamiento violento. Antes que cualquier otra cosa,
somos hombres y estamos llamados a entendernos buscando honestamente soluciones
justas para todos.
Esta «cultura de la paz» exige
buscar la eliminación de las injusticias sin introducir otras nuevas y sin
alimentar y ahondar más las divisiones. Sólo los que se resisten a los medios
injustos y combaten todo atentado contra la persona pueden ser constructores de
paz.
Una «cultura de paz» exige además
crear un clima de diálogo social promoviendo actitudes de respeto y escucha
mutuos. Una sociedad avanza hacia la paz renunciando a los dogmatismos,
buscando el acercamiento de posturas y esclareciendo en el diálogo las razones
enfrentadas.
La «cultura de paz» se enraíza
siempre en la verdad. Deformarla o manipularla al servicio de intereses
partidistas o de estrategias oscuras no conduce a la verdadera paz. La mentira
y el engaño al pueblo engendran siempre violencia.
La «cultura de paz» sólo se
asienta en una sociedad cuando las gentes están dispuestas al perdón sincero,
rechazando sentimientos de venganza y revancha. El perdón libera de la
violencia del pasado y genera nuevas energías para construir el futuro entre
todos.
En medio de esta sociedad, los
cristianos hemos de escuchar de manera nueva las palabras de Jesús, «la paz os dejo, mi paz os doy», y hemos
de preguntarnos qué hemos hecho de esa paz que el mundo no puede dar pero
necesita conocer.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
30 de abril de 1989
ACOGER A
DIOS EN LA CIUDAD
Haremos
morada en él…
No parece que la ciudad moderna,
sobre todo la gran ciudad, sea un lugar muy propicio para acoger a ese Dios
que, según Jesús, desea “habitar” en el hombre.
El ruido permanente, el asedio
continuo de todo tipo de mensajes e impresiones, los desplazamientos constantes
de una parte a otra, las prisas y las tensiones hacen casi imposible el sosiego
y la paz que parecen indispensables para acoger a Dios.
No es extraño que las gentes
aprovechen cualquier ocasión para huir de la ciudad en busca de aire puro para
sus pulmones y de un poco de silencio, sosiego y paz para sus espíritus.
El contacto con la naturaleza y
el paseo por el campo producen en nosotros una verdadera liberación. Respiramos
con más profundidad, nuestro rostro se relaja, miramos el entorno con ojos más
serenos y contemplativos, percibimos en nosotros una calma interior nueva, nos
sentimos más dispuestos a la escucha y al diálogo. Parece más fácil creer y
acoger a Dios.
Pero la solución no puede estar
exclusivamente en esas salidas periódicas. Hemos de aprender a acoger a Dios en
medio de la ciudad pues Dios está sobre todo en el hombre, en medio de sus
luchas, sus disputas, tensiones y cansancios.
También por la ciudad se puede
caminar con ojos suficientemente tranquilos para contemplar la vida con sus
destellos de bondad y sus tragedias, y descubrir a Dios en el rostro cansado de
la gente y el agobio y la insatisfacción de tantos.
También en la ciudad se puede
luchar contra esa ansiedad y avidez por vivir siempre volcados hacia fuera,
buscando incansablemente nuevas sensaciones, novedades, noticias y ruidos.
También en la ciudad se puede
encontrar algún momento para orar, aunque sea en el retiro de la habitación, en
el interior del propio coche o durante la espera del autobús.
También desde la ciudad se puede
invocar a Dios y presentarle las angustias, penas, luchas y gozos de esos
ancianos gastados, esos jóvenes ruidosos, esas mujeres indiferentes y tantas
gentes desconocidas que cruzamos en nuestro camino.
También en la ciudad, Jesús nos
puede dar su paz, ésa que el mundo no puede dar. Sólo necesitamos adoptar una
actitud de acogida y oración.
Recordemos lo que escribe E. Wiesel: “No orar no es un pecado; es
un castigo». El castigo de verse condenado a vivir sin la mejor compañía que el
hombre puede tener.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
4 de mayo de 1986
VEN,
ESPIRITU SANTO
El
Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre.
«El Espíritu Santo que enviará el
Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo
que os he dicho». Esta es la promesa de Jesús.
Del Espíritu no habría que hablar
mucho. Es mejor desearlo, esperarlo en oración anhelante, invocarlo y dejarnos
penetrar, reanimar y conducir por El.
Ven Espíritu Santo. Sin Ti,
nuestra lucha por la vida termina sembrando muerte, nuestros esfuerzos por
encontrar felicidad acaban en egoísmo amargo e insatisfecho.
Ven Espíritu Santo. Sin Ti,
nuestro «progreso» no nos conduce hacia una vida más digna, noble y gozosa. Sin
Ti, no habrá nunca un «pueblo unido» sino un pueblo constantemente vencido por
divisiones, rupturas y enfrentamientos.
Sin Ti, seguiremos dividiendo y
separándolo todo: Norte y Sur, bloque occidental y oriental, primer mundo y
tercer mundo, izquierdas y derechas, creyentes y ateos, hombres y mujeres.
Recuérdanos que todos venimos de
las entrañas de un mismo Padre y todos estamos llamados a la comunión gozosa y
feliz en El.
Renueva nuestro amor al mundo y a
las cosas. Enséñanos a cuidar esta tierra que nos has regalado como casa común
entrañable donde pueda crecer la familia humana. Sin Ti, nos la seguiremos
disputando agresivamente, buscaremos cada uno nuestra «propiedad privada» la
iremos haciendo cada vez más inhóspita e inhabitable.
Ven Espíritu Santo. Enséñanos a
entendernos aunque hablemos lenguajes diferentes. Si tu Ley interior de Amor no
nos habita, seguiremos la escalada de la violencia absurda y sin salida.
Ven Espíritu Santo y enséñanos a
creer. Sin tu aliento, nuestra fe se convierte en ideología de derechas o de
izquierdas, nuestra religión en triste «seguro de vida eterna». Recuérdanos
todo lo que nos ha dicho Jesús. Condúcenos al evangelio.
Ven Espíritu Santo y enséñanos a
orar. Sin tu calor y tu fuerza. nuestra liturgia se pierde en rutina, nuestro
culto en rito legalista. nuestra plegaria en palabrería.
Ven a mantener dentro de la
Iglesia el esfuerzo de conversión. Sin tu impulso, toda renovación termina en
anarquía, involución, cansancio o desilusión.
Ven a alegrar nuestro mundo tan
sombrío. Ayúdanos a imaginarlo mejor y más humano. Ábrenos a un futuro más
fraterno, limpio solidario. Enséñanos a pensar lo todavía no pensado y
construir lo todavía no trabajado.
Entra hasta el fondo de nuestras
almas. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro. Mira el poder del
pecado cuando Tú no envías tu aliento.
Ven Señor y dador de vida. Pon en
los hombres gozo, fuerza y consuelo, en sus grandes y pequeñas decisiones, en
sus miedos, luchas, esperanzas y temores.
Ven Espíritu Santo y enséñanos a
creer en Ti como ternura proximidad personal de Dios a los hombres, como fuerza
y poder de gracia que puede conquistar nuestro interior y dar vida a nuestra
vida.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 – APRENDER A VIVIR
8 de mayo de 1983
HOMBRES
EMPOBRECIDOS
Vendremos
a él y haremos morada en él.
Todo hombre vive condicionado por
la realidad sociológica e histórica en la que se encuentra inserto. Sin que
podamos evitarlo, somos parte integrante de un mundo complejo que incide
poderosamente en nuestra manera de ser, actuar y vivir.
El marco sociocultural y
sicosocial en el que vivimos marca decisivamente nuestra conducta, nuestra
actitud existencial y nuestro ser entero.
Por eso deberíamos estar ms
atentos a aquellos fenómenos sociológicos que están modelando el ser del hombre
contemporáneo. Fenómenos tales como el cambio cultural, la tecnología, el
consumo, la movilidad, el anonimato social, la incomunicación, el pluralismo...
No son pocos los observadores
que, al estudiar las posibilidades y los riesgos de la sociedad contemporánea,
señalan con tono alarmante el empobrecimiento interior y el vacío que parece
amenazar al hombre contemporáneo.
Un hombre que ha avanzado
técnicamente de manera insospechada, pero que vive en dependencia cada vez
mayor de aquello que él mismo produce y fabrica.
Un hombre que, en la mayoría de
los casos, se ve obligado a vivir encadenado para siempre a un oficio
especializado, sin poder desarrollar adecuadamente más que una parte mínima de
su ser.
Un hombre que vive de manera
acelerada, sometido a un ritmo de vida agotador, sin posibilidad de detenerse
serenamente ante su propia vida.
Un hombre abrumado por una
información múltiple y variada de noticias y datos, pero sin medios para
discernir, reflexionar y formarse su propio juicio con responsabilidad y
lucidez.
Un hombre seducido por los mil
engañosos atractivos de la sociedad de consumo, pero «mf ra-alimentado»
espiritualmente.
Un hombre alienado por diversos
eslóganes y distraído por innumerables modas o consignas, pero sin capacidad
para enfrentarse a su propia verdad.
Los creyentes entendemos que la
fe puede ser la gran fuerza interior que nos ayude a liberarnos de la
alienación, la superficialidad, la desintegración y el vacío interior.
Para vivir de una manera más
humana y liberada necesitamos una energía interior capaz de animar y dinamizar
toda nuestra existencia. Por eso escuchamos hoy con gozo las palabras de Jesús:
«El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y
haremos morada en él».
José Antonio Pagola
Para
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