El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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29º domingo Tiempo ordinario (B)
EVANGELIO
El hijo del hombre ha
venido para dar su vida en rescate por todos.
+ Lectura del santo
evangelio según san Marcos 10, 35-45
En aquel tiempo, se acercaron a
Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos
que hagas lo que te vamos a pedir». Les preguntó: « ¿Qué queréis que haga por
vosotros?». Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y
otro a tu izquierda». Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de
beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo
me voy a bautizar?». Contestaron: «Lo somos». Jesús les dijo: «El cáliz que yo
voy a beberlo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a
bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí
concederlo; está ya reservado».
Los otros diez, al oír aquello,
se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis
que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los
grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea
vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el
Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida
en rescate por todos».
Palabra de Dios.
HOMILIA
2014-2015 -
18 de octubre de 2015
NADA DE
ESO ENTRE NOSOTR0S
Vosotros,
nada de eso.
Camino de Jerusalén, Jesús va
advirtiendo a sus discípulos del destino doloroso que le espera a él y a los que
sigan sus pasos. La inconsciencia de quienes lo acompañan es increíble. Todavía
hoy se sigue repitiendo.
Santiago y Juan, los hijos del
Zebedeo, se separan del grupo y se acercan ellos solos a Jesús. No necesitan de
los demás. Quieren hacerse con los puestos más privilegiados y ser los primeros
en el proyecto de Jesús, tal como ellos lo imaginan. Su petición no es una
súplica sino una ridícula ambición: «Queremos
que hagas lo que te vamos a pedir ». Quieren que Jesús los ponga por encima
de los demás.
Jesús parece sorprendido. «No sabéis lo que pedís ». No le han
entendido nada. Con paciencia grande los invita a que se pregunten si son
capaces de compartir su destino doloroso. Cuando se enteran de lo que ocurre,
los otros diez discípulos se llenan de indignación contra Santiago y Juan.
También ellos tienen las mismas aspiraciones. La ambición los divide y
enfrenta. La búsqueda de honores y protagonismos interesados rompen siempre la
comunión de la comunidad cristiana. También hoy. ¿Qué puede haber más contrario
a Jesús y a su proyecto de servir a la liberación de las gentes?
El hecho es tan grave que Jesús «los reúne » para dejar claro cuál es la
actitud que ha de caracterizar siempre a sus seguidores. Conocen sobradamente
cómo actúan los romanos, «jefes de los
pueblos » y «grandes » de la
tierra: tiranizan a las gentes, las someten y hacen sentir a todos el peso de
su poder. Pues bien, «vosotros nada de
eso».
Entre sus seguidores, todo ha de
ser diferente: «El que quiera ser grande,
sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos».
La grandeza no se mide por el poder que se tiene, el rango que se ocupa o los
títulos que se ostentan. Quien ambiciona estas cosas, en la Iglesia de Jesús,
no se hace más grande sino más insignificante y ridículo. En realidad, es un
estorbo para promover el estilo de vida querido por el Crucificado. Le falta un
rasgo básico para ser seguidor de Jesús.
En la Iglesia todos hemos de ser
servidores. Nos hemos de colocar en la comunidad cristiana, no desde arriba,
desde la superioridad, el poder o el protagonismo interesado, sino desde abajo,
desde la disponibilidad, el servicio y la ayuda a los demás. Nuestro ejemplo es
Jesús. No vivió nunca «para ser servido,
sino para servir». Éste es el mejor y más admirable resumen de lo que fue
él: servicio a todos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2011-2012 -
21 de octubre de 2012
DE ESO
NADA
Mientras suben a Jerusalén, Jesús
va anunciando a sus discípulos el destino doloroso que le espera en la capital.
Los discípulos no le entienden. Andan disputando entre ellos por los primeros
puestos. Santiago y Juan, discípulos de primera hora, se acercan a él para
pedirle directamente sentarse un día "el uno a su derecha y el otro a su
izquierda".
A Jesús se le ve desalentado:
"No sabéis lo que pedís". Nadie en el grupo parece entenderle que
seguirle a él de cerca colaborando en su proyecto, siempre será un camino, no
de poder y grandezas, sino de sacrificio y cruz.
Mientras tanto, al enterarse del
atrevimiento de Santiago y Juan, los otros diez se indignan. El grupo está más
agitado que nunca. La ambición los está dividiendo. Jesús los reúne a todos
para dejar claro su pensamiento.
Antes que nada, les expone lo que
sucede en los pueblos del imperio romano. Todos conocen los abusos de Antipas y
las familias herodianas en Galilea. Jesús lo resume así: Los que son
reconocidos como jefes utilizan su poder para "tiranizar" a los
pueblos, y los grandes no hacen sino "oprimir" a sus súbditos. Jesús
no puede ser más tajante: "Vosotros, nada de eso".
No quiere ver entre los suyos
nada parecido: "El que quiera ser grande, que sea vuestro servidor, y el
que quiera ser primero, que sea esclavo de todos". En su comunidad no
habrá lugar para el poder que oprime, solo para el servicio que ayuda. Jesús no
quiere jefes sentados a su derecha e izquierda, sino servidores como él, que
dan su vida por los demás.
Jesús deja las cosas claras. Su
Iglesia no se construye desde la imposición de los de arriba, sino desde el
servicio de los que se colocan abajo. No cabe en ella jerarquía alguna en clave
de honor o dominación. Tampoco métodos y estrategias de poder. Es el servicio
el que construye la comunidad cristiana.
Jesús da tanta importancia a lo
que está diciendo que se pone a sí mismo como ejemplo, pues no ha venido al
mundo para exigir que le sirvan, sino "para servir y dar su vida en
rescate por muchos". Jesús no enseña a nadie a triunfar en la Iglesia,
sino a servir al proyecto del reino de Dios desviviéndonos por los más débiles y
necesitados.
La enseñanza de Jesús no es solo
para los dirigentes. Desde tareas y responsabilidades diferentes, hemos de
comprometernos todos a vivir con más entrega al servicio de su proyecto. No
necesitamos en la Iglesia imitadores de Santiago y Juan, sino seguidores fieles
de Jesús. Los que quieran ser importantes, que se pongan a trabajar y
colaborar.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO
18 de octubre de 2009
NADA DE
ESO ENTRE NOSOTR0S
(Ver homilía del 18 de octubre de
2015)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
22 de octubre de 2006
NO HA DE
SER ASÍ
El que
quiera ser grande, sea vuestro servidor.
Santiago y Juan se acercan a
Jesús con una petición extraña: ocupar los puestos de honor junto a él. «No saben lo que piden». Así les dice
Jesús. No han entendido nada de su proyecto al servicio del reino de Dios y su
justicia. No piensan en «seguirle»,
sino en «sentarse» en los primeros
puestos.
Al ver su postura, los otros diez
«se indignan». También ellos
alimentan sueños ambiciosos. Todos buscan obtener algún poder, honor o
prestigio. La escena es escandalosa. ¿Cómo se puede acoger a un Dios Padre y
trabajar por un mundo más fraterno con un grupo de discípulos animados por este
espíritu?
El pensamiento de Jesús es claro.
«No ha de ser así». Hay que ir
exactamente en la dirección opuesta. Hay que arrancar de su movimiento de
seguidores esa «enfermedad» del poder que todos conocen en el imperio de
Tiberio y el gobierno de Antipas. Un poder que no hace sino «tiranizar» y «oprimir».
Entre los suyos no ha de existir
esa jerarquía de poder. Nadie está por encima de los demás. No hay amos ni
dueños. La parroquia no es del párroco. La iglesia no es de los obispos y
cardenales. El pueblo no es de los teólogos. El que quiera ser grande, que se
ponga a servir a todos.
El verdadero modelo es Jesús. No
gobierna, no impone, no domina ni controla. No ambiciona ningún poder. No se
arroga títulos honoríficos. No busca su propio interés. Lo suyo es «servir» y «dar la vida». Por eso es el primero y más grande.
Necesitamos en la Iglesia
cristianos dispuestos a gastar su vida por el proyecto de Jesús, no por otros
intereses. Creyentes sin ambiciones personales, que trabajen de manera callada
por un mundo más humano y una iglesia más evangélica. Seguidores de Jesús que
«se impongan» por la calidad de su vida de servicio.
Padres que se desviven por sus
hijos, educadores entregados día a día a su difícil tarea, hombres y mujeres
que han hecho de su vida un servicio a los necesitados. Son lo mejor que
tenemos en la Iglesia. Los más «grandes»
a los ojos de Jesús.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2002-2003 – REACCIONAR
19 de octubre de 2003
TRIUNFAR
EN LA VIDA
El que
quiera ser grande, sea vuestro servidor.
«El que quiera ser grande que, se
ponga a servir». ¿Qué eco pueden tener estas palabras de Jesús en la sociedad
actual? Nadie quiere ser hoy grande ni héroe ni santo. Basta con «triunfar»
asegurándonos una buena calidad de vida, éxito profesional y un bienestar
afectivo suficiente.
El ideal no es crecer y ser
persona. Lo importante es sentirse bien, cuidar la salud, gestionar bien el
stress y no complicarse la vida. Lo inteligente es vivir a gusto, ser un «tío
majo» y tener siempre algo interesante que hacer o contar. Ser un «triunfador».
Y, ¿los demás? ¿Quién piensa en
los demás? Lo que haga cada uno es cosa suya. No vamos a metemos en la vida de
los otros. Hay que ser tolerantes. Lo importante es no hacer daño a nadie.
Respetar siempre a todos.
Eso sí, a ser posible, es mejor
vivir sin tener que depender de los demás. Mantener una sana «independencia»
sin quedar presos de ningún vínculo exigente. Hay que ser «hábil» y no asumir
compromisos, responsabilidades o cargas que luego no nos dejarán vivir a gusto.
¿Servir a los demás? Un
«triunfador» no entiende exactamente qué quiere decir «servir». Más bien tiende
a «servirse» de los demás y a utilizarlos para sus intereses y juegos.
Pero, ¿qué es triunfar en la
vida? Con frecuencia, este individuo autosuficiente y triunfador termina
sintiéndose más frágil y perdido que lo que nunca pudo pensar. Poco a poco,
puede uno quedarse sin raíces ni fuerza interior, centrado en uno mismo,
encerrado en la soledad de su propio corazón. El riesgo de todo triunfador es
caer derribado por su falta de amor.
Según Jesús, si alguien quiere
triunfar en la vida, ha de saber amar, salir de su narcisismo, abrir los ojos y
ser sensible al sufrimiento de los demás. No es una piadosa consideración
cristiana. Mientras creemos estar triunfando en la vida, la podemos estar
estropeando cada día un poco más. Nadie es triunfador si no hace más feliz la
vida de los demás.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1999-2000 – COMO ACERTAR
22 de octubre de 2000
¿IMPONER
O SERVIR?
No para
que le sirvan, sino para servir.
Hace algunos años Marcel Legaut publicaba un penetrante
estudio titulado Creer en la Iglesia del
futuro (Sal Terrae 1988) en el que, después de analizar y diferenciar lo
que él llama «religiones de autoridad» y «religión de llamada», sugería caminos
y pistas de futuro para una Iglesia que busque ser fiel a Cristo en la sociedad
moderna.
Las «religiones de autoridad»
ofrecen, según el pensador francés, certezas absolutas y estructuras seguras.
Al mismo tiempo, exigen de sus miembros obediencia y sometimiento a
prescripciones a veces minuciosas. Además, cuando una «religión de autoridad»
se instala mayoritariamente en una sociedad, trata de influir y dominar para
impedir que se tome una orientación opuesta o ajena a sus dogmas religiosos.
Una religión endurecida en torno
al principio de autoridad no ayuda a la maduración personal de sus fieles. Al
contrario, corre el riesgo de aprisionarlos en unas doctrinas y prácticas que
sólo se viven a medias, incluso cuando la adhesión a la doctrina parece
ferviente y la observancia de la ley rigurosa.
La «religión de llamada» es
diferente. No impone una doctrina, sino que propone un camino de salvación. No
dictamina, sólo llama e invita. No entiende su actuación como un ejercicio de
poder, sino como un servicio. No pretende someter a todos por medios
sociológicos. Se pone más bien al servicio del hombre para invitarlo a buscar
en Dios su salvación.
El cristianismo nace, sin duda,
de la autoridad que irradia la persona de Jesucristo. Pero éste entiende toda
su actuación como un servicio. Sus seguidores no han de dominar ni oprimir. Han
de servir como él mismo, que «no ha
venido para que la sirvan, sino para servir» (Mc 10,42-45). Cristo es
llamada, ofrecimiento, semilla, fermento, pero nunca imposición. El cambio que
la Iglesia necesita es corregir lo que en ella hay de imposición no evangélica
para adoptar una actitud total de servicio.
Un cristianismo autoritario tiene
poco futuro. En una sociedad plural ya no dispondrá del poder político ni de la
organización social que antes poseía. Su influencia en la cultura y la
educación será cada vez menor. Le será difícil vivir a la defensiva, en lucha
desigual con las corrientes modernas. El paso del tiempo trabaja contra el
autoritarismo religioso pero puede ofrecer nuevas posibilidades a un
cristianismo entendido como servicio humanizador al hombre desvalido de todos
los tiempos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1996-1997 – DESPERTAR LA FE
19 de octubre de 1997
OTRO
CAMINO
El que
quiera ser grande…
Lo más importante en la vida no
es tener éxito y superar a los demás. Lo verdaderamente decisivo es ser
auténtico y saber crecer como ser humano. Sin embargo, con frecuencia, nos
equivocamos desde el punto de partida. Creemos que para afirmar nuestra propia
vida y asegurar nuestra pequeña felicidad y libertad, debemos necesariamente
dominar a los demás.
Insatisfechos por no tener
siempre todo lo que queremos, temerosos de perder felicidad, queremos
asegurarnos frente a todo y frente a todos, tratando de dominar la situación
desde una posición de superioridad y de poder sobre los demás. Y así, tratamos
de manipular de mil maneras a quienes son más débiles que nosotros,
esforzándonos por mantenerlos al servicio de nuestras expectativas e intereses.
Basta observar con cierto detenimiento las relaciones que se establecen entre
jefes y subordinados, entre poderosos y económicamente débiles, entre
profesores y alumnos, esposos y esposas.
Se diría que no acertamos a ser
algo, si no es manipulando, dominando y oprimiendo a los demás. Y, sin embargo,
según sociólogos actuales, este camino es propio de neuróticos. En palabras de Fritz Perls, «neurótico es todo hombre
que usa su potencial para manipular a los demás, en vez de crecer él mismo».
Este deseo de ser grandes
dominando a los demás, no proviene de la fuerza que uno posee, sino
precisamente de la debilidad y el vacío personal. Es un intento equivocado de
conseguir por la fuerza lo que uno no sabe vivir desde la propia libertad y
capacidad de amar.
Lo importante es darnos cuenta de
que existen otros caminos para encauzar nuestra vida y ser auténticamente
grandes. Según Jesús, el que quiera ser grande, tiene que renunciar a su deseo
de poder sobre los demás y aprender sencillamente a servir desde una postura de
amor fraterno.
Los que aciertan a vivir desde la
generosidad, el servicio y la solidaridad son personas que irradian una
autoridad única. No necesitan amenazar, manipular, sobornar ni adular. Son
hombres y mujeres que nos atraen por su generosidad y nobleza de vida. En su
existencia resplandece la grandeza del mismo Jesús que «no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por
todos» (Marcos 10, 45). Su vida es grande precisamente porque saben darla.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
16 de octubre de 1994
¿QUIEN
DECIDE Ml VIDA?
Para
servir y dar su vida.
No es fácil responder a esta
pregunta. Y no solo porque hemos de contar con ese mundo de fuerzas
inconscientes que influyen en nuestras decisiones o porque actuamos muy
condicionados por el aprendizaje familiar o social, sino porque vivimos
sutilmente programados desde fuera.
Nuestra vida la quieren decidir
hoy desde el mercado; la sociedad de consumo necesita saber, no quiénes somos,
sino qué vamos a consumir, el dinero del que vamos a disponer, las nuevas
necesidades que se han de despertar en nosotros. Desde una perspectiva
mercantilista lo que importa es si yo seré un buen consumidor, no una persona
digna.
La publicidad, por su parte,
pretende marcar qué intereses hemos de tener y hacia dónde hemos de dirigir
nuestros gustos y apetencias. Y de la misma manera que la moda decide cómo
hemos de vestir, las corrientes culturales nos dictan cómo hemos de pensar, qué
hemos de sentir y amar o cómo hemos de valorar los diversos aspectos de la
vida.
Al mismo tiempo, cada uno se
esfuerza por cumplir lo mejor posible su rol para funcionar ágilmente en esta
sociedad. Y uno aprende a ser un buen vendedor, un empleado eficaz o un
profesor estimado, aunque su verdadera personalidad se diluya detrás de una
máscara.
Es difícil no dejarse vivir desde
fuera. Pero el camino de una maduración personal no es aceptar como criterio
algo tan postmoderno como el «me apetece» o «me gusta»; ésa puede ser la manera
más ingenua de abandonarse al zarandeo de cualquier moda cambiante. Lo más
importante es plantearse desde dónde quiero vivir, a quién o a qué le doy poder
para decidir mi vida.
«Escoger mi vida» exige acertar
con un hilo conductor que oriente de manera más o menos consciente mis
decisiones y mi actuación. Y es aquí donde la fe cristiana puede tener un lugar
decisivo para elegir un estilo acertado de vivir.
La tarea, sin embargo, no es
sencilla pues cuando Jesús explica cómo entiende y vive su vida y la ofrece
como modelo a sus discípulos, dice estas sorprendentes palabras: «El Hijo del Hombre no ha venido para que le
sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate de muchos.» Según Jesús,
la vida se entiende y se vive en su verdadero contenido humano cuando uno se entrega,
no a competir, producir, ganar o dar imagen, sino a algo tan poco «normal» y
«presentable» en nuestra sociedad como es servir, ayudar, compartir.
Hay muchos estilos de vivir.
Desde el que dice «mi vida es mía y solo mía» hasta el que decide darla de mil
formas poniéndola al servicio de los demás. Para el cristiano solo ésta es la
manera acertada de vivir.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
20 de octubre de 1991
SON
GRANDES
El que
quiera ser grande…
Nunca viene su nombre en los
periódicos. Nadie les cede el paso en ningún lugar. No tienen títulos ni
cuentas corrientes elevadas. Pero son grandes. No poseen muchas riquezas pero
tienen algo que no se puede comprar con dinero: bondad, capacidad de acogida,
ternura y compasión hacia el necesitado.
Hombres y mujeres del montón,
gentes de a pie a los que pocos valoran, pero que van pasando por la vida
poniendo amor y cariño a su alrededor. Personas sencillas y buenas que sólo
saben vivir echando una mano y haciendo el bien a quien les necesita.
Gentes que no conocen el orgullo
ni tienen grandes pretensiones. Hombres y mujeres a los que se les encuentra en
el momento oportuno, cuando se necesita la palabra de ánimo, la mirada cordial,
la mano cercana.
Padres sencillos y buenos que se
toman tiempo para escuchar a sus hijos pequeños, responder a sus infinitas
preguntas, disfrutar con sus juegos y descubrir de nuevo la vida junto a ellos.
Madres incansables que llenan el
hogar de calor y alegría. Mujeres que no tienen precio pues saben dar a sus
hijos lo que más necesitan para enfrentarse confiadamente a la vida.
Esposos que van madurando su amor
día a día, aprendiendo a ceder, cuidando generosamente la felicidad del otro,
perdonándose mutuamente en los mil pequeños roces de la vida.
Estas gentes desconocidas son los
que hacen el mundo más habitable y la vida más humana. Ellos ponen un aire
limpio y respirable en nuestra sociedad. De ellos ha dicho Jesús que son
grandes porque viven al servicio de los demás.
Ellos mismos no lo saben, pero
gracias a sus vidas se abre paso en nuestros barrios y hogares la energía más
antigua y genuina: la energía del amor. En el desierto de este mundo, a veces
tan inhóspito y duro, donde sólo parece crecer la rivalidad y el enfrentamiento,
ellos son pequeños oasis en que brota la amistad, la reciprocidad y mutua
ayuda. No usan los puños ni gritan muchas palabras. No se pierden en discursos
y teorías. Lo suyo es amar calladamente y prestar ayuda a quien la necesite.
Es posible que nadie les
agradezca nunca nada. Probablemente no se les hará grandes homenajes. Pero
estos hombres y mujeres son grandes porque son humanos. Ahí está su grandeza.
Dios los lleva grabados en su corazón.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
16 de octubre de 1988
DAR LA
VIDA
Para
servir y dar la vida en rescate.
(Ver la homilía del 20 de octubre
de 1985)
José Antonio Pagola
HOMILIA
1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
20 de octubre de 1985
DAR LA
VIDA
Para
servir y dar la vida en rescate.
Marcos recoge en su evangelio
unas palabras con las que Jesús resume el sentido último de su vida. «El Hijo
del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar la vida en
rescate por todos».
Normalmente, al escuchar estas
palabras, los cristianos solemos pensar en el sacrificio último realizado por
Jesús en lo alto de la cruz, olvidando que toda su vida fue entrega y servicio.
En realidad, la muerte de Jesús
no fue sino la culminación de un «desvivirse» constante a lo largo de los años.
Día tras día, fue entregando sus fuerzas, su juventud, sus energías, su tiempo,
su esperanza, su amor. La entrega final fue el mejor sello a una vida de
servicio total a los hombres.
Los cristianos somos, pues,
seguidores de alguien que ha dado su vida por los demás. Esto no significa
necesariamente que tendremos que sacrificar nuestra vida para salvar la de
otro, pero sí que tenemos que entender nuestro vivir diario como un servicio y
don a los demás.
Lo más precioso que tenemos y lo
más grande que podemos dar es nuestra propia vida. Poder dar lo que está vivo
en nosotros. Nuestra alegría, nuestra fe, nuestra ternura, nuestra confianza,
la esperanza que nos sostiene y nos anima desde dentro.
Dar así la vida es siempre un
gesto que enriquece, que ayuda a vivir, que crea vida en los demás, que
rescata, libera y salva a las personas.
Tal vez éste sea el secreto más
importante de la vida y el más ignorado. Vivimos intensamente la vida sólo
cuando la regalamos. Sólo se puede vivir cuando se hace vivir a otros.
Cuántas personas terminan por no
saber qué hacer con sus vidas. Han trabajado incansablemente, han logrado casi
todo lo que se han propuesto, han alcanzado éxito allí donde lo han buscado,
pero no saben lo que es dar la vida.
Su existencia sólo ha sido
acaparar, acumular, competir, dominar. Pero no entienden nada de lo que es dar
y por lo tanto, nada saben de enriquecer, liberar, rescatar y salvar la vida de
los demás.
Encontrarán en la vida
satisfacciones, halagos, éxitos. Pero nunca podrán experimentar el gozo y la
dicha que se encierra siempre en la vida de aquellos que, sin haber logrado
grandes cosas en la vida, han sabido darla sencillamente en una actitud de
servicio y ayuda generosa y desinteresada.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1981-1982 – APRENDER A VIVIR
17 de octubre de 1982
COMO SER
GRANDE
El que
quiera ser grande...
Lo más importante en la vida no
es tener éxito y superar a los demás. Lo verdaderamente decisivo es ser
auténtico y saber crecer como ser humano.
Sin embargo, con frecuencia, nos
equivocamos desde el punto de partida. Creemos que para afirmar nuestra propia
vida y asegurar nuestra pequeña felicidad y libertad, debemos necesariamente
dominar a los demás.
Insatisfechos por no tener
siempre todo lo que queremos, temerosos de perder felicidad, queremos
asegurarnos frente a todo y frente a todos, tratando de dominar la situación
desde una posición de superioridad y de poder sobre los otros.
Y así, tratamos de manipular de
mil maneras a quienes son más débiles que nosotros, esforzándonos por
mantenerlos al servicio de nuestras expectativas e intereses.
Basta observar con cierto
detenimiento las relaciones que se establecen entre jefes y subordinados, entre
poderosos y económicamente débiles, entre profesores y alumnos, esposos y
esposas.
Se diría que no acertamos a
crecer y ser algo, si no es manipulando, dominando y oprimiendo a los demás. Y
sin embargo, según sicólogos actuales, este camino es propio de neuróticos. En
palabras de Fritz Perls, «neurótico
es todo hombre que usa su potencial para manipular a los demás en vez de crecer
él mismo».
Este deseo de ser grandes
dominando a los demás, no proviene de la fuerza que uno posee, sino precisamente
de la debilidad y el vacío personal. Es un intento equivocado de conseguir por
la fuerza lo que uno no sabe vivir desde la propia libertad y capacidad de
amar.
Lo importante es darnos cuenta de
que existen otros caminos para encauzar de nuevo nuestra vida y ser
auténticamente grandes.
Según Jesús, el que quiera ser grande,
tiene que renunciar a su deseo de poder sobre los demás y aprender
sencillamente a servir desde una postura de amor fraterno.
Los que aciertan a vivir desde la
generosidad, el servicio y la solidaridad son personas que irradian una
autoridad única. No necesitan amenazar, manipular, sobornar ni adular. Son
hombres y mujeres que nos atraen por su generosidad y nobleza de vida.
En su existencia resplandece la
grandeza del mismo Jesús que «no vino a ser servido, sino a servir y dar su
vida en rescate por todos». Su vida es grande precisamente porque saben darla.
José Antonio Pagola
HOMILIA
NO HA DE
SER ASÍ
La Iglesia es una comunidad
diferente y no ha de pedir prestados sus esquemas de gobierno a otras
sociedades. Lo dijo Jesús de manera rotunda: «Los jefes de los pueblos los tiranizan y los grandes los oprimen. Pero
no ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande, sea vuestro
servidor». No hay duda. Jesús ha querido introducir en el mundo una
comunidad sorprendente donde quede suprimido el poder y el dominio sobre los
demás, y donde la autoridad se entienda y se viva sólo como servicio.
La Iglesia no es una democracia,
pero tampoco una monarquía ni un sistema feudal. La Iglesia no es del Papa ni
de los Obispos. No es de los teólogos ni del pueblo. Es de su Señor, y todos
los que en ella quieran tener alguna autoridad, se han de poner a servir y
ayudar. Así de claro.
Jesús sólo admite en su Iglesia
una autoridad que sea servicio fraterno entre iguales. Desde su modo de
entender las cosas, la «autoridad» no es un premio por los méritos adquiridos,
ni el reconocimiento de una buena conducta, ni se ha de otorgar a quienes den
garantías de guardar el orden. No se la ha de confundir con el poder pues, en
la Iglesia de Jesús, la autoridad termina cuando se convierte en poder.
No es difícil detectar dónde hay
en la Iglesia ese poder contrario al Evangelio. Quien vive desde el poder se
sitúa sobre los demás y trata de imponerse y dominar. Utiliza la presión y crea
desigualdad. Aún sin pretenderlo, va construyendo una Iglesia donde siempre hay
superiores e inferiores, varones y mujeres, clérigos y laicos, teólogos y
pueblo llano. Exactamente lo que nunca quiso Jesús.
Lo peor del «poder religioso» es
que se siente seguro pues cree tener su origen en Dios. Para Jesús, sin
embargo, Dios es sólo fuente de amor y servicio, y de nada más. Cuando el poder
se «sacraliza», puede llegar incluso a quitar libertad, controlar las
conciencias y hasta decidir cuáles son exactamente los caminos de acceso a Dios.
La llamada de Jesús ha de ser
escuchada por todos los que tenemos algún grado de autoridad en el gobierno de
la Iglesia, dirección de la comunidad, educación o familia.
José Antonio Pagola
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
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