Homilias de José Antonio Pagola
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José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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22 de diciembre de 2013
4º domingo de Adviento (A)
EVANGELIO
Jesús
nacerá de María, desposada con José, hijo de David.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo 1,18-24
El nacimiento de Jesucristo fue de esta
manera:
María, su madre, estaba desposada con José y,
antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu
Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería
denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta
resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
- José, hijo de David, no tengas reparo en
llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del
Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él
salvará a su pueblo de los pecados.
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo
que había dicho el Señor por el Profeta:
- Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá
por nombre Enmanuel, que significa «Dios-con-nosotros».
Cuando José se despertó, hizo lo que le había
mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2013-2014 -
22 de diciembre de 2013
EXPERIENCIA
INTERIOR
El evangelista Mateo tiene un
interés especial en decir a sus lectores que Jesús ha de ser llamado también
“Emmanuel”. Sabe muy bien que puede resultar chocante y extraño. ¿A quién se le
puede llamar con un nombre que significa “Dios con nosotros”? Sin embargo, este
nombre encierra el núcleo de la fe cristiana y es el centro de la celebración
de la Navidad.
Ese misterio último que nos rodea
por todas partes y que los creyentes llamamos “Dios” no es algo lejano y distante.
Está con todos y cada uno de nosotros. ¿Cómo lo puedo saber? ¿Es posible creer
de manera razonable que Dios está conmigo, si yo no tengo alguna experiencia
personal por pequeña que sea?
De ordinario, a los cristianos no
se nos ha enseñado a percibir la presencia del misterio de Dios en nuestro
interior. Por eso, muchos lo imaginan en algún lugar indefinido y abstracto del
Universo. Otros lo buscan adorando a Cristo presente en la eucaristía.
Bastantes tratan de escucharlo en la Biblia. Para otros, el mejor camino es
Jesús.
El misterio de Dios tiene, sin
duda, sus caminos para hacerse presente en cada vida. Pero se puede decir que,
en la cultura actual, si no lo experimentamos de alguna manera dentro de
nosotros, difícilmente lo hallaremos fuera. Por el contrario, si percibimos su
presencia en nuestro interior, nos será más fácil rastrear su misterio en
nuestro entorno.
¿Es posible? El secreto consiste,
sobre todo, en saber estar con los ojos cerrados y en silencio apacible,
acogiendo con un corazón sencillo esa presencia misteriosa que nos está
alentando y sosteniendo. No se trata de pensar en eso, sino de estar
“acogiendo” la paz, la vida, el amor, el perdón... que nos llega desde lo más
íntimo de nuestro ser.
Es normal que, al adentrarnos en
nuestro propio misterio, nos encontremos con nuestros miedos y preocupaciones,
nuestras heridas y tristezas, nuestra mediocridad y nuestro pecado. No hemos de
inquietarnos, sino permanecer en el silencio. La presencia amistosa que está en
el fondo más íntimo de nosotros nos irá apaciguando, liberando y sanando.
Karl Rahner, uno de los teólogos
más importantes del siglo veinte, afirma que, en medio de la sociedad secular
de nuestros días, “esta experiencia del corazón es la única con la que se puede
comprender el mensaje de fe de la Navidad: Dios se ha hecho hombre”. El
misterio último de la vida es un misterio de bondad, de perdón y salvación, que
está con nosotros: dentro de todos y cada uno de nosotros. Si lo acogemos en
silencio, conoceremos la alegría de la Navidad.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 -
19 de diciembre de 2010
ESTÁ CON NOSOTROS
Antes de que nazca Jesús en Belén, Mateo declara que
llevará el nombre de «Emmanuel», que significa «Dios-con-nosotros». Su
indicación no deja de ser sorprendente, pues no es el nombre con que Jesús fue
conocido, y el evangelista lo sabe muy bien. En realidad, Mateo está ofreciendo
a sus lectores la clave para acercarnos al relato que nos va a ofrecer de
Jesús, viendo en su persona, en sus gestos, en su mensaje y en su vida entera
el misterio de Dios compartiendo nuestra vida. Esta fe anima y sostiene a
quienes seguimos a Jesús.
Dios está con nosotros. No pertenece a una religión
u otra. No es propiedad de los cristianos. Tampoco de los buenos. Es de
todos sus hijos e hijas. Está con los que lo invocan y con los que lo ignoran,
pues habita en todo corazón humano, acompañando a cada uno en sus gozos y sus
penas. Nadie vive sin su bendición.
Dios está con nosotros. No escuchamos su voz. No
vemos su rostro. Su presencia humilde y discreta, cercana e íntima, nos
puede pasar inadvertida. Si no ahondamos en nuestro corazón, nos parecerá
que caminamos solos por la vida.
Dios está con nosotros. No grita. No fuerza a
nadie. Respeta siempre. Es nuestro mejor amigo. Nos atrae hacia lo bueno,
lo hermoso, lo justo. En él podemos encontrar luz humilde y fuerza vigorosa
para enfrentarnos a la dureza de la vida y al misterio de la muerte.
Dios está con nosotros. Cuando nadie nos
comprende, él nos acoge. En momentos de dolor y depresión, nos consuela. En
la debilidad y la impotencia nos sostiene. Siempre nos está invitando a amar la
vida, a cuidarla y hacerla siempre mejor.
Dios está con nosotros. Está en los oprimidos
defendiendo su dignidad, y en los que luchan contra la opresión alentando su
esfuerzo. Y en todos está llamándonos a construir una vida más justa y
fraterna, más digna para todos, empezando por los últimos.
Dios está con nosotros. Despierta nuestra
responsabilidad y pone en pie nuestra dignidad. Fortalece nuestro espíritu para
no terminar esclavos de cualquier ídolo. Está con nosotros salvando lo que
nosotros podemos echar a perder.
Dios está con nosotros. Está en la vida y estará
en la muerte. Nos acompaña cada día y nos acogerá en la hora final. También
entonces estará abrazando a cada hijo o hija, rescatándonos para la vida
eterna.
Dios está con nosotros. Esto es lo que celebramos
los cristianos en las fiestas de Navidad: creyentes, menos creyentes, malos
creyentes y casi increyentes. Esta fe sostiene nuestra esperanza y pone alegría
en nuestras vidas.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 – RECREADOS POR JESÚS
23 de diciembre de 2007
EL NOMBRE
DE JESÚS
Entre
los hebreos no se le ponía a las personas un nombre cualquiera de forma
arbitraria, pues el «nombre», como en casi todas las culturas antiguas,
indica el ser de la persona, su verdadera identidad, lo que se espera de ella.
Por eso
el evangelista Mateo tiene tanto interés en explicar desde el comienzo a sus
lectores el significado profundo del nombre de ese personaje del que va a
hablar a lo largo de todo su evangelio. El «nombre» de ese niño que
todavía no ha nacido es «Jesús», que significa «Dios salva».
Se llamará así porque «salvará a su pueblo de los pecados».
En el
año 70 Vespasiano, designado como nuevo emperador mientras estaba sofocando la
rebelión judía, marcha hacia Roma donde es recibido y aclamado con dos nombres:
«salvador» y «benefactor». El evangelista Mateo quiere dejar las
cosas claras. El «salvador» que necesita el mundo no es Vespasiano sino
Jesús.
La
salvación no nos llegará de ningún emperador ni de ninguna victoria de un
pueblo sobre otro. La humanidad necesita ser salvada del mal, de las
injusticias y la violencia, necesita ser perdonada y reorientada hacia una vida
más digna del ser humano. Esta es la salvación que se nos ofrece en Jesús.
Mateo
le asigna además otro nombre: «Emmanuel». Sabe que Jesús no ha
sido llamado así históricamente. Es un nombre chocante, absolutamente nuevo,
que significa «Dios-con-nosotros». Un nombre que sólo le
atribuimos a Jesús los que creemos que, en él y desde él, Dios nos acompaña,
nos bendice y nos salva.
Las
primeras generaciones cristianas llevaban el nombre de Jesús grabado en su
corazón. Lo repiten una y otra vez. Se bautizan en su nombre, se reúnen a orar
en su nombre. Para Mateo, es una síntesis afectiva de su fe. Para Pablo, nada
hay más grande. Según uno de los primeros himnos cristianos, «ante el
nombre de Jesús se ha de doblar toda rodilla».
Después
de veinte siglos, hemos de aprender a pronunciar el nombre de Jesús de manera
nueva. Con cariño y amor, con fe renovada, en actitud de conversión. Con su
nombre en nuestros labios y en nuestro corazón podemos vivir y morir con
esperanza.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
19 de diciembre de 2004
PARA
SABER «ALGO» DE LA NAVIDAD
Emmanuel,
que significa Dios con nosotros
Está tan desfigurada que parece
casi imposible hoy ayudar a alguien a comprender el misterio que encierra la Navidad. Tal vez hay
un camino, pero lo ha de recorrer cada uno. No consiste en entender grandes
explicaciones teológicas sino en vivir una experiencia interior diferente.
Lo primero es prepararse. Las
grandes experiencias de la vida son un regalo pero, de ordinario, sólo las
viven aquellos que están dispuestos a recibirlas. Para vivir la experiencia de la Navidad hay que prepararse
por dentro. ¿Quieres tú conocer el misterio de la Navidad ?
El evangelista Mateo nos viene a
decir que Jesús, el niño que nace en Belén, es el único al que podemos llamar
con toda verdad «Emmanuel», que
significa «Dios-con-nosotros». Pero,
¿qué quiere decir esto? ¿Cómo puedes tú «saber» que Dios está contigo?
Ten valor para quedarte a solas
contigo mismo. Busca un lugar tranquilo y sosegado. Escúchate a ti mismo.
Acércate silenciosamente a lo más íntimo de tu ser. Es fácil que experimentes
una sensación tremenda: qué solo estás en la vida; qué lejos están todas esas
personas que te rodean y a las que te sientes unido por el amor. Te quieren
mucho, pero están fuera de ti.
Sigue en silencio. Tal vez
sientas una impresión extraña: tú vives porque estás enraizado en una realidad
inmensa y desconocida. ¿De dónde te llega la vida? ¿Qué hay en el fondo de tu
ser? Si eres capaz de «aguantar» un poco más el silencio, probablemente
empieces a sentir temor y, al mismo tiempo, paz. Estás ante el misterio último
de tu ser. Los creyentes lo llaman Dios.
Abandónate a ese misterio con
confianza. Dios te parece inmenso y lejano. Pero si te abres a él, lo sentirás
cercano. Dios está en ti sosteniendo tu fragilidad y haciéndote vivir. No es
como las personas que te quieren desde fuera. Dios está en tu mismo ser.
Según K. Rahner, «esta experiencia del corazón es la única
con la que se puede comprender el mensaje de fe de la Navidad : Dios se ha hecho
hombre». Ya nunca estarás solo. Nadie está solo. En todos nosotros está
Dios. Ahora sabes «algo» de la Navidad. Puedes celebrarla, disfrutar y
felicitar. Puedes gozar con los tuyos y ser más generoso con los que sufren y
viven tristes.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
23 de diciembre de 2001
PARA
SABER «ALGO» DE LA NAVIDAD
Emmanuel,
que significa Dios con nosotros.
Está tan desfigurada que parece
casi imposible hoy ayudar a alguien a comprender el misterio que encierra la
Navidad. Tal vez hay un camino, pero lo ha de recorrer cada uno. No consiste en
entender grandes explicaciones teológicas sino en vivir una experiencia
interior diferente.
Lo primero es prepararse. Las
grandes experiencias de la vida son un regalo pero, de ordinario, sólo las
viven aquellos que están dispuestos a recibirlas. Para vivir la experiencia de
la Navidad hay que prepararse por dentro. ¿Quieres tú conocer el misterio de la
Navidad?
Si es así, ten valor para
quedarte sólo contigo mismo durante un rato. Busca un lugar tranquilo y
sosegado. Silo consigues, piensa un poco cómo quieres vivir estos días. ¿No
podrías ser en estas fiestas un poco más paciente y cariñoso, más amable y
generoso? ¿No sería ése el mejor regalo que puedes hacer a quienes te rodean?
Pero no te quedes sólo en eso.
Escúchate a ti mismo. Acércate silenciosamente a lo más íntimo de tu ser. Es
fácil que experimentes una sensación tremenda: qué solo estás en la vida; qué
lejos están todas esas personas que te rodean y a las que te sientes unido por
el amor. Te quieren mucho, pero están fuera de ti.
Sigue en silencio. Tal vez
sientas una impresión extraña: tú vives porque estás enraizado en una realidad
inmensa y desconocida. ¿De dónde te llega la vida? ¿Qué hay en el fondo de tu
ser? Si eres capaz de «aguantar» un poco más el silencio, probablemente
empieces a sentir temor y, al mismo tiempo, paz. Estás ante el misterio último
de tu ser. Los creyentes lo llaman Dios.
Abandónate a ese misterio con
confianza. Dios te parece inmenso y lejano. Pero si te abres a él, lo sentirás
cercano. Dios está en ti sosteniendo tu fragilidad y haciéndote vivir. No es
como las personas que te quieren desde fuera. Dios está en tu mismo ser.
Según K. Rahner, «esta
experiencia del corazón es la única con la que se puede comprender el mensaje
de fe de la Navidad: Dios se ha hecho hombre». Ya nunca estarás solo. Nadie está
solo. En todos nosotros está Dios. Ahora sabes «algo» de la Navidad. Puedes
celebrarla, disfrutar y felicitar. Puedes gozar con los tuyos y ser más
generoso con los que sufren y viven tristes.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
20 de diciembre de 1998
ESTÁ CON
NOSOTROS
Emmanuel
que significa «Dios con nosotros».
No entenderemos la Navidad si no sabemos
hacer silencio en nuestro corazón, abrir nuestra alma al misterio de un Dios
que se nos acerca, reconciliarnos con la vida que se nos ofrece y saborear la
fiesta de la llegada de un Dios Amigo.
En medio de nuestro vivir diario,
a veces tan aburrido, apagado y triste, se nos invita a la alegría. «No puede haber tris- teca cuando nace la
vida» (S. León Magno). No se trata de una alegría insulsa y superficial. La
alegría de quienes están alegres sin saber por qué. «Nosotros tenemos motivos para el júbilo radiante, para la alegría
plena y para la fiesta solemne: Dios se ha hecho hombre, y ha venido a habitar
entre nosotros» (L. Boff).
Hay una alegría que sólo la
pueden disfrutar quienes se abren a la cercanía de Dios y se dejan coger por su
ternura. Una alegría que nos libera de miedos y desconfianzas ante Dios. ¿Cómo
temer a un Dios que se nos acerca como niño? ¿Cómo huir ante quien se nos
ofrece como un pequeño frágil e indefenso? Dios no ha venido armado de poder
para imponerse a los hombres. Se nos ha acercado en la ternura de un niño a
quien podemos hacer sonreír o llorar.
Dios no puede ser ya el Ser
Omnipotente y Poderoso que nosotros sospechamos encerrado en la seriedad y el
misterio de un mundo inaccesible. Dios es este niño entregado cariñosamente a
la humanidad, este pequeño que busca nuestra mirada para alegrarnos con su
sonrisa. El hecho de que Dios se haya hecho niño, dice mucho más de cómo es
Dios, que todas nuestras cavilaciones y especulaciones sobre su misterio.
Si supiéramos detenernos en
silencio ante este Niño y acoger desde el fondo de nuestro ser toda la cercanía
y la ternura de Dios, quizás entenderíamos por qué el corazón de un creyente
debe estar transido de una alegría diferente estos días de Navidad:
sencillamente porque Dios está con nosotros.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
24 de diciembre de 1995
El
salvará a su pueblo.
Llueve con fuerza en todo Rwanda.
Es la estación de las lluvias. Esta mañana he andado por Butare acompañando a
unos jóvenes de Médicus Mundi. Siempre la misma escena: niños y más niños
mojados hasta los huesos que apenas te dejan caminar. No entiendo lo que nos
dicen, pero su gesto es suficientemente claro: una mano extendida con
insistencia hacia nosotros, la otra señalando su estómago, y una mirada
desgarradora difícil de olvidar.
Otra imagen se me ha quedado hoy
de manera especial. La de una mujer con alguna enfermedad que desfiguraba
horriblemente sus ojos, moviéndose lentamente como sin fuerzas para espantar
las moscas que cubrían el rostro de su hijo desnutrido. ¿Cómo escribo yo desde
aquí un comentario sobre la
Navidad ?, ¿qué puedo decir?, ¿no sería mejor callar? Sin
embargo, ahora entiendo tal vez mejor esa «leyenda de la Navidad » que, en imágenes
sencillas pero certeras, ha sabido recoger lo esencial del misterio de Dios y
de su venida al mundo.
«Era de noche.» Aunque los evangelios no lo dicen, siempre se ha
pensado que Jesús nació en medio de una noche, iluminada sólo por las
estrellas. Y es verdad. En el mundo es de noche y los hombres caminamos en
tinieblas. Creemos saberlo todo y no vemos lo esencial. La leyenda tiene razón.
Si Dios nace en nosotros, siempre será para iluminar nuestra ceguera y abrir
nuestros ojos al dolor del hermano que sufre.
«Hacía frío en Belén» y hace frío en el mundo actual. Falta el calor
del amor y la amistad. Se ha helado el corazón de Occidente y, bloqueado por la
superficialidad y el bienestar, ya no es capaz de sentir verdadera compasión
por quienes mueren de hambre. La leyenda dice la verdad. Si Dios nace en
nosotros, será para poner en el mundo el calor del amor y la solidaridad.
Solo hay una manera de acoger a
Dios: abandonar nuestras presunciones y seguridades, dejar de engañarnos, no
confiar en tantas palabras vanas que salen de nuestra boca y tener el coraje de
creer más en el amor y la compasión. Podemos ser mejores. En el mundo puede
crecer la solidaridad. Pero esto sí, Dios sólo puede nacer allí donde se le
deja entrar, y sólo se le deja entrar allí donde se deja entrar al amor.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
20 de diciembre de 1992
MARIA
Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Emmanuel.
Después de un cierto eclipse de la devoción mariana,
provocado en parte por abusos y desviaciones notables, los cristianos vuelven a
interesarse por María para descubrir su verdadero lugar dentro de la
experiencia cristiana.
No se trata de acudir a ella para escuchar «mensajes
apocalípticos» que amenazan con castigos terribles a un mundo hundido en la
impiedad y la increencia, mientras se ofrece su protección maternal a quienes
hagan penitencia y recen determinadas oraciones.
No se trata tampoco de fomentar una piedad que
alimente secretamente una relación infantil de dependencia y fusión con una
madre idealizada. Hace ya tiempo que la sicología nos puso en guardia frente a
los riesgos de una devoción que exaltara falsamente a María como «Virgen y
Madre», favoreciendo, en el fondo, un desprecio hacia la «mujer real» como
eterna tentadora del varón.
El primer criterio para comprobar la «verdad
cristiana» de toda devoción a María es saber si repliega al creyente sobre sí
mismo o silo abre al proyecto de Dios; si lo hace retroceder hacia una relación
infantil con una «madre imaginaria» o silo impulsa a vivir su fe de forma
adulta y responsable en seguimiento fiel a Jesucristo.
Los mejores esfuerzos de la mariología actual tratan
de conducir a los cristianos a una visión de María como Madre de Jesucristo,
primera discípula de su Hijo y modelo de vida auténticamente cristiana.
Más en concreto, María es hoy para nosotros modelo
de acogida fiel de Dios desde una postura de fe obediente; ejemplo de actitud
servicial a su Hijo y de preocupación solidaria por todos los que sufren; mujer
comprometida por el «Reino de Dios» predicado e impulsado por su Hijo.
En tiempos de trágico cansancio y de pesimismo
increyente, María, con su obediencia radical a Dios y su esperanza confiada,
puede darnos la pauta para una vida cristiana más honda y más fiel a Dios.
La devoción a María no es, pues, un elemento
secundario para alimentar la religión de gentes «sencillas» aficionadas a
prácticas supersticiosas o ritos cuasi «folklóricos». Acercarse a María es, más
bien, colocarse en un punto central para descubrir el misterio de Cristo y
acogerlo. Es bueno recordarlo en estos días cercanos ya a la Navidad , en que el
Evangelio nos recuerda a María como la
Madre de «Emmanuel», es decir, la mujer que nos puede acercar
a Jesús, «el Dios-con-nosotros».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
24 de diciembre de 1989
«Emmanuel» que
significa
«Dios con nosotros»
Hay una pregunta que todos los años me ronda desde
que comienzo a observar por las calles los preparativos que anuncian la
proximidad de la Navidad :
¿Qué puede haber todavía de verdad en el fondo de estas fiestas tan estropeadas
por intereses consumistas y por nuestra propia mediocridad?
No soy el único. A muchas personas oigo hablar estos
días de la superficialidad navideña, de la pérdida de su carácter familiar y
hogareño, de la vergonzosa manipulación de los símbolos religiosos y de tantos
excesos y despropósitos que deterioran hoy la Navidad.
Pero, a mi juicio, el problema es más hondo. ¿Cómo
puede celebrar el misterio de un Dios hecho hombre una sociedad
que vive prácticamente de espaldas a Dios y que destruye de tantas maneras la
dignidad del hombre?
¿Cómo puede celebrar «el nacimiento de Dios» una
sociedad en la que el célebre profesor francés G. Lipovetsky, al
describir la actual indiferencia, ha podido decir estas palabras: «Dios ha
muerto, las grandes finalidades se extinguen, pero a todo el mundo le da igual,
ésta es la feliz noticia».
Al parecer, son bastantes las personas a las que les
da exactamente igual creer o no creer, oír que «Dios ha muerto» o que «Dios ha
nacido». Su vida sigue funcionando lo mismo. No parecen necesitar ya de Dios.
Y, sin embargo, la historia contemporánea nos está
obligando ya a hacernos algunas graves preguntas. Hace algún tiempo se hablaba
de «la muerte de Dios»; hoy se habla de «la muerte del hombre». Hace algunos
años se proclamaba «la desaparición de Dios»; hoy se anuncia «la desaparición
del hombre». ¿No será que la muerte de Dios arrastra consigo de manera
inevitable la muerte del hombre?
Expulsado Dios de nuestras vidas, encerrados en un
mundo creado por nosotros mismos y que no refleja sino nuestras propias
contradicciones y miserias, ¿quién nos puede decir quiénes somos y qué es lo
que realmente queremos?
¿No necesitamos que Dios nazca de nuevo entre
nosotros? ¿Qué brote con luz nueva en nuestras conciencias? ¿Que se abra camino
en medio de nuestros conflictos y contradicciones?
Para encontrarse con ese Dios no hay que ir muy
lejos. Basta acercarse silenciosamente a uno mismo. Basta ahondar en nuestros
interrogantes y anhelos más profundos.
Este es el mensaje de la Navidad : Dios está cerca
de ti, ahí donde tú estás, con tal de que te abras al Misterio. El Dios
inaccesible se ha hecho humano y su cercanía misteriosa nos envuelve. En cada
uno de nosotros puede nacer Dios. En cada uno puede suceder una verdadera
Navidad.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
21 de diciembre de 1986
NOMBRES
Le
pondrán por nombre Jesús.
En vísperas de las fiestas
navideñas, el evangelio nos recuerda un hecho aparentemente intrascendente y
sin importancia alguna para nosotros. A José se le indica que ponga a su hijo
el nombre de Jesús (Yahveh salva) porque “él salvará a su pueblo de los pecados».
Sin embargo, en la cultura
hebrea, imponer el nombre al hijo era un acto de gran importancia pues
significaba dar un sentido a la vida del niño.
En poco tiempo han cambiado
profundamente entre nosotros los criterios para elegir los nombres que llevarán
los hijos durante toda su vida.
Todavía hay quienes siguen
poniendo a sus niños el nombre de su padre, su madre, sus abuelos o algún ser
querido, siguiendo la tradición familiar.
La mayoría actúa de otra manera.
Hay quienes se fijan sobre todo en la sonoridad de las palabras y buscan un
nombre que suene bien, incluso aunque no contenga significado alguno.
Otros piensan en algo que evoque
otros tiempos más arcaicos. Bastantes eligen un término que sugiera el mundo de
la naturaleza o algún recuerdo entrañable para sus padres.
Más de uno recurre a cualquier
nombre con tal de que quede lejos de cualquier influencia cristiana.
Pocos son los que, dejando de
lado criterios tan ligeros y superficiales, se fijan en razones más profundas,
sencillas y cristianas.
Durante muchos siglos los
cristianos han elegido para sus hijos nombres de santos y santas, conocidos por
su seguimiento incondicional a Jesucristo. Esta costumbre, hoy más
desprestigiada, tiene, sin embargo, un hondo contenido.
Al atribuirle al niño este nombre,
se le confía a un compañero de camino para toda su vida. Al mismo tiempo, se
pone ante sus ojos un proyecto de vida que le sirva de ejemplo a seguir y de
estímulo que aliente su vida cristiana.
Por otra parte, es una manera
sencilla y honda de introducir al niño en la comunión de los hombres y mujeres
que caminan hacia la vida eterna de Dios.
Vivimos en una sociedad que va
perdiendo sus raíces cristianas. Muchos de nuestros jóvenes ya no llevan un
nombre cristiano. No sabemos invocar a los santos.
Sin embargo, creyentes e
increyentes, todos tenemos un nombre en el corazón de ese Dios que ha querido
compartir nuestra vida. A todos y cada uno de nosotros nos conoce y nos llama
por nuestro propio nombre.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
18 de diciembre de 1983
SALVAR AL
PUEBLO
Salvará a
su pueblo de los pecados.
Para la mentalidad semita, el
nombre no es algo indiferente y casual, sino que expresa el ser mismo de la
persona, su destino y misión.
Por ello, los primeros cristianos
han descubierto en el nombre hebreo de Jesús (Yehosua = «Yahveh salva») el
contenido profundo de su misión. Si Jesús lleva este nombre es «porque salvará al pueblo de sus pecados».
Esta fe en un Dios preocupado por
salvar al hombre tiene que ser para el creyente fuerza y estímulo para vivir
siempre al servicio humanizador del pueblo.
Y hoy este servicio al pueblo
tiene entre nosotros una palabra: PAZ. Esta paz que nuestro pueblo quiere y
necesita para ser más humano.
Pero al pueblo, antes de imponerle
nuestra propia «salvación», hay que respetarlo y escuchar su voluntad más
profunda y mayoritaria.
Se mata en nombre del pueblo,
pero el pueblo en su gran mayoría no aprueba estas muertes frías. El pueblo
calla porque, quizás, tiene miedo para gritar lo que de verdad siente en su
corazón. Pero este pueblo no ha dado a nadie autoridad para juzgar, condenar y
ejecutar estas sentencias de muerte.
Quizás en estos mismos momentos
alguien está decidiendo la muerte de los que caerán la próxima semana. Pero
nosotros no podemos intervenir ni decidir nada.
¿Quiere realmente nuestro pueblo
dejar su futuro en manos del más fuerte, del más violento, del mejor armado?
¿Quién nos puede garantizar que los que imponen ahora la fuerza de las armas,
respetarán un día los derechos de los que no estamos armados?
Pero, por otra parte, no se
alcanzará una verdadera pacificación si no se escucha la voluntad política de
este pueblo con respeto, lealtad y voluntad sincera de buscar una solución
justa. En las raíces más profundas de la violencia en el País Vasco hay un
problema histórico- político que no puede ser ignorado, olvidado o
menospreciado.
Nos lo ha recordado la última
Carta Pastoral de nuestro Obispo D. José
María Setién: «No será posible dar pasos firmes hacia una verdadera
pacificación si no se llega al debido reconocimiento y estima de la voluntad política del Pueblo Vasco».
A un pueblo no se le salva de la
violencia de cualquier manera. Somos muchos los que creemos que para una
verdadera pacificación entre nosotros, es imprescindible abordar el problema
vasco desde el respeto sincero a la identidad de este pueblo, la debida
solidaridad con los otros pueblos, el diálogo político y la búsqueda pacífica
de soluciones.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
21 de diciembre de 1980
NO
ESTAMOS SOLOS
Emmanuel,
que significa Dios-con-nosotros.
La fe cristiana se enraíza y
fundamenta en una afirmación sencilla y escandalosa: Dios ha querido hacerse
hombre. Ha querido compartir con nosotros la aventura de la vida, saber por
experiencia propia qué es el vivir diario del hombre y caminar con nosotros
hacia la salvación.
Ser cristiano no es creer que
Dios existe. Imaginar «Algo» que desde una lejanía misteriosa da origen y
sostiene la creación entera. Ser cristiano es descubrir con gozo que Dios está con nosotros. Intuir desde la
fe que Dios está en el corazón de nuestra existencia y en el fondo de nuestra
historia humana, compartiendo nuestros problemas y aspiraciones, conviviendo la
vida de cada hombre.
Este gesto de Dios que se
solidariza con los hombres y comparte nuestra historia, es el que sostiene, en
definitiva, nuestra esperanza cristiana.
Nuestros esfuerzos y nuestras
luchas no pueden terminar en fracaso definitivo. Dios ha querido ser uno de los
nuestros y ya no puede dejar de preocuparse por esta historia nuestra en la que
se ha encarnado y a la que él mismo pertenece.
La fe en un Dios hecho hombre nos
debería ayudar a los cristianos no sólo a agradecer la solidaridad de Dios,
sino también a creer más en el hombre. Hemos de hacer nuestras con más razón
que nadie las conocidas palabras de A.
Camus: «En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio».
Esto sigue siendo verdad también
hoy aquí, entre nosotros. Necesitamos creer más en el hombre y en su capacidad
para ir resolviendo los problemas de la convivencia socio-política desde una
actitud de diálogo y colaboración. Creer más en las gentes de nuestro pueblo y
en su capacidad para resolver sus problemas por unos cauces de paz.
El camino hacia la paz es, sin
duda, largo y sólo se avanza en él por etapas. Son muchos los obstáculos a
vencer. Muchos los intereses y dificultades que obstaculizan el lento caminar.
A veces, puede parecer que la
verdadera paz se aleja cada vez más, en la medida en que se abren nuevas
heridas, aumentan los odios, crece la desconfianza en el diálogo, y parece
cundir el cansancio y el desaliento.
Pero el deseo sincero de paz,
justicia y verdad que sienten tantos hombres y mujeres sencillos de nuestro
pueblo se abrirá camino tarde o temprano. No estamos solos. Dios está con
nosotros.
José Antonio Pagola
HOMILIA
DEMASIADO bello para ser verdad.
Así se nos presenta hoy el mensaje de la Navidad. ¿Cómo anunciar una «alegría grande» a
todo el mundo cuando sabemos que la vida es para tantos una amenaza continua de
inseguridad, de sinsentido y de miedo? ¿Cómo cantar la paz en la tierra cuando
vivimos envueltos en crueles imágenes de guerra y terror? ¿Quién podrá consolar
nuestro corazón del cansancio y la desilusión?
Hace unos años K. Rahner escribió
algo que quiero escuchar estos días: «Cuando al pobre corazón le parece que lo
que anuncia la Navidad
es demasiado bello para ser verdad, entonces la voz del corazón debe atender con
más urgencia al mensaje del Niño que ha nacido hoy». Navidad nos dice, en
primer lugar, quién es Dios. Hay algo muy metido en nosotros que nos lleva a
imaginarlo omnipotente, eterno y lejano. Sin embargo, Dios es diferente de lo
que nosotros pensamos de él. Dios no es un invento de los teólogos; es algo
misterioso e increíble que ha llevado a Dios a compartir nuestra existencia.
¿No es una suerte que Dios sea así?
Navidad nos revela, al mismo
tiempo quién es el hombre. Sentimientos contrarios se entremezclan dentro de mí
estos meses: decepción y confianza, pena por el ser humano y deseo grande de
paz, desilusión y secreta esperanza: no puedo «entender» la lógica de los
poderosos de la Tierra
y me apena el silencio de los hombres de bien. Navidad nos dice que la aventura
humana no es un fracaso; que no estamos solos en manos del mal; que Dios sufre
con nosotros; que él nos acompaña hacia la vida eterna. Desde el desamparo del
Pesebre hasta el asesinato de la
Cruz , Cristo no dice otra cosa. ¿De quién nos puede llegar la
«salvación» si no es de El?.
No es fácil pronunciar hoy esta
palabra, pero tiene razón el teólogo belga A. Gesche cuando afirma que «la idea
de salvación merece ser escuchada de nuevo como una de esas viejas palabras que
vuelven a resonar en nosotros porque todavía tienen algo que decirnos». El
mundo busca «salvación» y no sabe hacia dónde dirigir su mirada. ¿Nos
atreveremos a escuchar el mensaje navideño?
José Antonio Pagola
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