Homilias de José Antonio Pagola
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José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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15 de diciembre de 2013
3º domingo de Adviento (A)
EVANGELIO
¿Eres
tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?
Lectura
del santo evangelio según san Mateo 11,2-11
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la
cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus
discípulos:
- ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que
esperar a otro?
Jesús les respondió:
- Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y
oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los
sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. ¡Y
dichoso el que no se sienta defraudado por mí!
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la
gente sobre Juan:
- ¿Qué salisteis a contemplar en el desierto,
una caña sacudida por el viento? O qué fuisteis a ver, ¿un hombre vestido con
lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué
salisteis, a ver a un profeta?
Sí, os digo, y más que profeta; él es de
quien está escrito: «Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el
camino ante ti».
Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más
grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el reino de los cielos es
más grande que él.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2013-2014 -
15 de diciembre de 2013
CURAR
HERIDAS
La actuación de Jesús dejó
desconcertado al Bautista. Él esperaba un Mesías que extirparía del mundo el
pecado imponiendo el juicio riguroso de Dios, no un Mesías dedicado a curar
heridas y aliviar sufrimientos. Desde la prisión de Maqueronte envía un mensaje
a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”.
Jesús le responde con su vida de
profeta curador: “Decidle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven
y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los
muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia”. Este es el
verdadero Mesías: el que viene a aliviar el sufrimiento, curar la vida y abrir
un horizonte de esperanza a los pobres.
Jesús se siente enviado por un
Padre misericordioso que quiere para todos un mundo más digno y dichoso. Por
eso, se entrega a curar heridas, sanar dolencias y liberar la vida. Y por eso
pide a todos: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.
Jesús no se siente enviado por un
Juez riguroso para juzgar a los pecadores y condenar al mundo. Por eso, no
atemoriza a nadie con gestos justicieros, sino que ofrece a pecadores y
prostitutas su amistad y su perdón. Y por eso pide a todos: “No juzguéis y no
seréis juzgados”.
Jesús no cura nunca de manera
arbitraria o por puro sensacionalismo. Cura movido por la compasión, buscando
restaurar la vida de esas gentes enfermas, abatidas y rotas. Son las primeras
que han de experimentar que Dios es amigo de una vida digna y sana.
Jesús no insistió nunca en el
carácter prodigioso de sus curaciones ni pensó en ellas como receta fácil para
suprimir el sufrimiento en el mundo. Presentó su actividad curadora como signo
para mostrar a sus seguidores en qué dirección hemos de actuar para abrir
caminos a ese proyecto humanizador del Padre que él llamaba “reino de Dios”.
El Papa Francisco afirma que
“curar heridas” es una tarea urgente: “Veo con claridad que lo que la Iglesia
necesita hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor, cercanía y
proximidad a los corazones... Esto es lo primero: curar heridas, curar
heridas”. Habla luego de “hacernos cargo de las personas, acompañándolas como el
buen samaritano que lava, limpia y consuela”. Habla también de “caminar con las
personas en la noche, saber dialogar e incluso descender a su noche y oscuridad
sin perderse”.
Al confiar su misión a los
discípulos, Jesús no los imagina como doctores, jerarcas, liturgistas o
teólogos, sino como curadores. Su tarea será doble: anunciar que el reino Dios
está cerca y curar enfermos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 -
12 de diciembre de 2010
MÁS CERCA
DE LOS QUE SUFREN
Encerrado en la fortaleza de
Maqueronte, el Bautista vive anhelando la llegada del juicio terrible de Dios
que extirpará de raíz el pecado del pueblo. Por eso, las noticias que le llegan
hasta su prisión acerca de Jesús lo dejan desconcertado: ¿cuándo va a pasar a
la acción?, ¿cuándo va a mostrar su fuerza justiciera?
Antes de ser ejecutado, Juan
logra enviar hasta Jesús algunos discípulos para que le responda a la pregunta
que lo atormenta por dentro: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar
a otro» ¿Es Jesús el verdadero Mesías o hay que esperar a alguien más poderoso
y violento?
Jesús no responde directamente.
No se atribuye ningún título mesiánico. El camino para reconocer su verdadera
identidad es más vivo y concreto. Decidle a Juan «lo que estáis viendo y
oyendo». Para conocer cómo quiere Dios que sea su Enviado, hemos de observar
bien cómo actúa Jesús y estar muy atentos a su mensaje. Ninguna confesión
abstracta puede sustituir a este conocimiento concreto.
Toda la actuación de Jesús está
orientada a curar y liberar, no a juzgar ni condenar. Primero, le han de
comunicar a Juan lo que ven: Jesús vive volcado hacia los que sufren, dedicado
a liberarlos de lo que les impide vivir de manera sana, digna y dichosa. Este
Mesías anuncia la salvación curando.
Luego, le han de decir lo que
oyen a Jesús: un mensaje de esperanza dirigido precisamente a aquellos
campesinos empobrecidos, víctimas de toda clase de abusos e injusticias. Este
Mesías anuncia la Buena
Noticia de Dios a los pobres.
Si alguien nos pregunta si somos
seguidores del Mesías Jesús o han de esperar a otros, ¿qué obras les podemos
mostrar? ¿qué mensaje nos pueden escuchar? No tenemos que pensar mucho para
saber cuáles son los dos rasgos que no han de faltar en una comunidad de Jesús.
Primero, ir caminando hacia una
comunidad curadora: un poco más cercana a los que sufren, más atenta a los
enfermos más solos y desasistidos, más acogedora de los que necesitan ser
escuchados y consolados, más presente en las desgracias de la gente.
Segundo, no construir la
comunidad de espaldas a los pobres: al contrario, conocer más de cerca sus
problemas, atender sus necesidades, defender sus derechos, no dejarlos
desamparados. Son ellos los primeros que han de escuchar y sentir la Buena Noticia de
Dios.
Una comunidad de Jesús no es sólo
un lugar de iniciación a la fe ni un espacio de celebración. Ha de ser, de
muchas maneras, fuente de vida más sana, lugar de acogida y casa para quien
necesita hogar.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 - RECREADOS POR JESÚS
16 de diciembre de 2007
IDENTIDAD
DE CRISTO
¿Eres tú
el que ha de venir?
Hasta la prisión de Maqueronte
donde está encerrado por Antipas, le llegan al Bautista noticias de Jesús. Lo
que oye lo deja desconcertado. No responde a sus expectativas. El espera un
Mesías que se imponga con la fuerza terrible del juicio de Dios, salvando a
quienes han acogido su bautismo y condenando a quienes lo han rechazado. ¿Quién
es Jesús?
Para salir de dudas, el Bautista
encarga a dos discípulos que pregunten a Jesús sobre su verdadera identidad: «¿Eres
tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». La pregunta era
decisiva en los primeros momentos del cristianismo.
La respuesta de Jesús no es
teórica, sino muy concreta y precisa: comunicarle a Juan «lo que estáis
viendo y oyendo». Le preguntan por su identidad, y Jesús les responde
con su actuación curadora al servicio de los enfermos, los pobres y
desgraciados que encuentra por las aldeas de Galilea, sin recursos ni esperanza
para una vida mejor: «los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos
quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les
anuncia la Buena Noticia ».
Para conocer a Jesús, lo mejor es
ver a quiénes se acerca y a qué se dedica. Para captar bien su identidad, no
basta confesar teóricamente que es el Mesías, Hijo de Dios. Es necesario
sintonizar con su modo de ser Mesías, que no es otro sino aliviar el
sufrimiento, curar la vida y abrir un horizonte de esperanza a los pobres.
Jesús sabe que su respuesta puede
decepcionar a quienes sueñan con un Mesías poderoso, juez y condenador de los
humanos. Por eso añade: «Dichoso el que no se sienta defraudado por mí».
Que nadie espere otro Mesías que realice otro tipo de «obras»; que nadie
invente otro Cristo más a su gusto, pues el Hijo ha sido enviado para hacer la
vida más digna y dichosa para todos hasta alcanzar su plenitud en la fiesta
final del Padre.
¿A qué Mesías seguimos hoy los
cristianos? ¿Nos dedicamos a hacer «las obras» que hacía Jesús? Y si no las
hacemos, ¿qué estamos haciendo en medio del mundo? ¿Qué está «viendo y
oyendo» la gente en la
Iglesia de Jesús? ¿Qué ve en nuestras vidas? ¿Qué oye en
nuestras palabras?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
12 de diciembre de 2004
HECHOS,
NO PALABRAS
Lo que
estáis viendo y oyendo.
Los expertos nos hablan de un
curioso fenómeno lingüístico propio de nuestros días. En pocos años se ha
extendido en las sociedades desarrolladas un lenguaje de carácter técnico,
aséptico y eufemista para hablar de quienes sufren problemas o enfermedades. Se
ha publicado incluso en América un diccionario políticamente correcto donde se
nos indica cómo designar a ciertas personas y colectivos.
Así, en la sociedad moderna ya no
hay pobres, sino gente «económicamente débil», no hay viejos, sino personas que
han llegado a la «tercera edad»; los ciegos son ahora «invidentes» y los
moribundos sólo «enfermos en fase terminal»; los que viven sin techo se han
convertido en «transeúntes»; los negros son ahora afortunadamente «personas de
color» y las criadas han alcanzado la dignidad de «colaboradoras domésticas».
Este lenguaje refleja, sin duda,
una actitud más respetuosa y cuidada hacia esas personas, pero puede favorecer,
al mismo tiempo, una postura más aséptica, distante y tranquilizadora pues, de
alguna manera, disimula el sufrimiento y la tragedia. No hemos de preocuparnos
mucho: se trata de problemas de los que se ha de ocupar la Administración , la Seguridad Social
o las instituciones.
Por eso, no es superfluo recordar
la advertencia cristiana: el amor al que sufre no consiste en usar palabras
correctas y amables, sino en ayudarle con obras. Lo dice ya un escrito
cristiano del primer siglo: «Hijos míos,
no améis de palabra ni con la boca, sino con hechos y de verdad».
La escena evangélica es
aleccionadora. El profeta Juan envía a sus discípulos para hacerle a Jesús una
pregunta decisiva: « ¿Eres tú el que ha
de venir o tenemos que esperar a otro?». Jesús no responde con un discurso
teórico. Lo importante para captar su identidad no son las palabras, sino los
hechos. «Id a anunciar a Juan lo que
estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos
quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les
anuncia la Buena Noticia ».
Lo que identifica al verdadero
Mesías y a quienes le siguen es su servicio a los que sufren; no las bellas
palabras, sino las obras. He leído que el filósofo danés S. Kierkeegard
comienza uno de sus tratados con estas palabras: «Estas son reflexiones cristianas. Por eso, no se habla aquí de amor
sino de las obras del amor». Sencillamente genial. El amor cristiano al que
sufre no es un amor exhibido, explicado, cantado, exaltado. El amor verdadero
no consiste en palabras, sino en hechos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
16 de diciembre de 2001
GRITAR A
DIOS
Dichoso
el que no se sienta defraudado por mí.
No son agnósticos. Menos aún
ateos. En el fondo de su corazón hay fe aunque hoy se encuentre cubierta por
capas de indiferencia, olvido y descuido. Nunca han tomado la decisión de
alejarse de Dios, pero llevan muchos años sin comunicarse con él.
Algunos desearían reavivar su
vida, sentirse de otra manera por dentro, vivir con más luz. Incluso, hay
quienes sienten necesidad de despertar de nuevo su fe. No es fácil. No tienen
tiempo para dedicarse a estas cosas. Nunca tomarán parte en un grupo de búsqueda.
Viven demasiado ocupados.
Hay algo, sin embargo, que todos
podemos hacer ahora mismo, sin pensar en compromisos complicados, y es empezar
sencillamente a comunicarnos con Dios de manera humilde y sincera. No conozco
otro camino más eficaz para reavivar la fe.
No es lo mismo pensar de vez en
cuando en la religión, discutir de Dios con los amigos y plantearse si habrá
otra vida más allá de la muerte, o pararse unos minutos y decir desde dentro:
«Creo en ti, Dios mío, ayúdame a creer».
No es lo mismo vivir agobiado por
mil problemas y preocupaciones, sufrir día a día una enfermedad y seguir
caminando sólo e incomprendido, o saber decir cada noche antes de acostarse:
«Dios mío, yo confío en ti. No me abandones».
No es lo mismo sentirse lleno de
vitalidad, disfrutar de buena salud y vivir satisfecho de los propios logros y
éxitos, o saber alegrarse desde lo más hondo y decir: «Dios mío, te doy gracias
por la vida».
Por otra parte, hay algo que no
hemos de olvidar. Es importante cuestionarse la vida, reflexionar y buscar la
verdad, pero nada acerca más a Dios que el amor. Decirle a Dios con frecuencia
y de corazón «Yo te amo y te busco», nos va dando poco a poco una conciencia
nueva de su Persona y de su presencia cariñosa en nuestra vida.
Se acerca la Navidad. Días de
fiesta entrañable o jornadas de consumismo alocado. No es lo mismo vivirlas
como sea o invocar a Dios desde el fondo de nuestro ser: «Dios mío, necesito
que nazcas de nuevo en mi vida».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
13 de diciembre de 1998
HECHOS,
NO PALABRAS
Lo que
estáis viendo y oyendo.
(Ver homilía del 12-12-2004)
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
17 de diciembre de 1995
EL HOMBRE
DEL MILENIO
No ha
nacido de mujer uno más grande.
La prestigiosa revista
norteamericana Time ha preguntado a
sus lectores quién ha sido, a su juicio, «el hombre más importante del milenio
que acaba». Las respuestas han colocado en primer lugar a Francisco de Asís. Entre tantos hombres ilustres, científicos,
descubridores, literatos, artistas o militares, se ha escogido al pequeño y
humilde Francisco, nacido el siglo XII.
No es fácil saber por qué el
Santo de Asís sigue fascinando e inquietando a las gentes. Chesterton decía que «cada generación es salvada por el santo que
más la contradice». Si es así, probablemente Francisco de Asís es el santo que
mejor puede salvar e iluminar nuestros tiempos, pues es quien más frontalmente
contradice el espíritu de la vida moderna, configurado por la rivalidad y el
consumo, la despersonalización, la falta de originalidad y de alegría interior.
Tal vez hemos de decir que
Francisco recuerda las aspiraciones más hondas del ser humano traicionadas hoy
por una vida desquiciada. Quien más quien menos intuye en Francisco el ideal
humano que toda persona lleva dentro de sí, esa armonía consigo mismo, con los
otros, con la naturaleza y con Dios, que tan lejos queda de la conciencia
desgarrada del hombre moderno.
Atrae la libertad de Francisco,
vivida como la forma más bella de existir. Esa capacidad de desprenderse de las
cosas. «Cada cosa que eliminaba de su vida le abría a un nuevo horizonte» (J.A. Merino). Esa personalidad original
e independiente de quien no quiere ser prisionero de nada ni de nadie. No
quiere convento porque cuatro muros serán su prisión; no quiere dignidades
porque toda dignidad es servidumbre. Su meta consiste en vivir el evangelio
como forma de vida sencilla, fraterna y gozosa.
Dios lo es todo para Francisco:
presencia amorosa, fuerza, regalo, liberación, misterio, gozo. Su Dios no es
una definición escolástica, sino una experiencia luminosa y fascinante. El Dios
creador y salvador, que crea la vida, que redime, que ilumina y salva.
Como dice Toynbee, si queremos construir y mantener un mundo habitable,
tendremos que dejar de imitar a Pietro
Bernardone, padre de Francisco e importante hombre de negocios del siglo
XIII, y seguir más de cerca a su hijo san
Francisco, «el hombre más grande entre los hombres que han existido en todo
Occidente».
En su tiempo, Jesús empleó una
expresión semejante para hablar de Juan el Bautista, «el más grande de los nacidos de mujer», no por su riqueza o su
poder, sino por su libertad para preparar los caminos de la salvación de Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
13 de diciembre de 1992
DE TODOS
Dichoso
el que no se sienta
defraudado
por mí.
En estos tiempos de crisis
religiosa y confusión interior, es importante recordar que Jesucristo no es
propiedad particular de las Iglesias. Es de todos. A El pueden acercarse
quienes lo confiesan Hijo de Dios, y también quienes andan buscando un sentido
más humano a sus vidas.
Hace ya algunos años, el conocido
pensador Roger Garaudy, marxista
convencido en aquel tiempo, gritaba así a los cristianos: «Vosotros habéis
recogido y conservado esta esperanza que es Jesucristo. Devolvédnosla, pues
ella pertenece a todo el mundo.»
Casi por la misma época (1974), Jean Onimus publicaba su apasionante e
insólito libro sobre Jesús con el provocativo título de «Le Perturbateur». Dirigiéndose a Jesucristo, decía así el escritor
francés: «Por qué vas a permanecer propiedad privada de los predicadores, de
los doctores y de algunos eruditos, tú que has dicho cosas tan sencillas,
palabras directas, palabras que permanecen para los hombres, palabras de vida
eterna?»
Por eso, pocas cosas me producen
más alegría que saber que hombres y mujeres, alejados de la práctica religiosa
habitual, leen mi libro «Jesús de Nazaret»,
o llaman a «La voz del Evangelio».
Estoy convencido de que Jesús puede ser para muchos el mejor camino para
encontrarse con el Dios Amigo. Y para dar un sentido más esperanzado a sus
vidas.
Jesús no deja indiferente a nadie
que se acerca a El. Uno se encuentra, por fin, con alguien que vive en la
verdad, alguien que sabe por qué hay que vivir y por qué merece la pena morir.
Intuye que ese estilo de vivir «tan de Jesús» es la manera más acertada y
humana de enfrentarse a la vida y a la muerte.
Jesús sana. Su pasión por la vida
pone al descubierto nuestra superficialidad y convencionalismos. Su amor a los
indefensos desenmascara nuestros egoísmos y mediocridad. Su verdad desvela
nuestros autoengaños. Pero, sobre todo, su fe incondicional en el Padre nos
invita a salir de la incredulidad y a confiar en Dios.
Quienes hoy abandonan la Iglesia porque se
encuentran incómodos dentro de ella, o porque discrepan de alguna de sus
actuaciones o directrices concretas, o porque, sencillamente, la liturgia
cristiana ha perdido para ellos todo interés vital, no deberían, por ello,
abandonar automáticamente a Jesucristo.
Cuando uno ha perdido otros
puntos de referencia y siente que «algo» está muriendo en su conciencia, puede
ser decisivo no perder contacto con Jesucristo. El texto evangélico nos
recuerda las palabras de Jesús: «¡Dichoso el que no se siente defraudado por
mí!» Dichoso el que entienda todo lo que Cristo puede significar en su vida.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
17 de diciembre de 1989
AMOR A LA VIDA
Dichoso el que no se sienta
defraudado por mí.
Frente a las diferentes
tendencias destructivas que se pueden detectar en la sociedad contemporánea
(necrofilia), E. Fromm ha hecho una llamada vigorosa a desarrollar todo
lo que sea amor a la vida (biofilia), si no queremos caer en lo que el célebre
científico llama «síndrome de decadencia».
Sin duda, hemos de estar muy
atentos a las diversas formas de agresividad, violencia y destrucción que se
generan en la sociedad moderna. Más de un sociólogo habla de auténtica «cultura
de la violencia». Pero hay otras formas más sutiles y, por ello mismo, más
eficaces de destruir el crecimiento y la vida de las personas.
La mecanización del trabajo, la
masificación del estilo de vida, la burocratización de la sociedad, la cosificación
de las relaciones, son otros tantos factores que están llevando a muchas
personas a sentirse, no seres vivos, sino piezas de un engranaje social.
Millones de individuos viven hoy
en occidente unas vidas cómodas pero monótonas, donde la falta de sentido y de
proyecto puede ahogar todo crecimiento verdaderamente humano.
Entonces, algunas personas
terminan por perder el contacto con todo lo que es vivo. Su vida se llena de
cosas. Sólo parecen vibrar adquiriendo nuevos artículos. Funcionan según el programa
que les dicta la sociedad.
Otras buscan toda clase de
estímulos. Necesitan trabajar, producir, agitarse o divertirse. Han de
experimentar siempre nuevas emociones.
Algo excitante que les permita
sentirse todavía vivos. Si algo caracteriza la personalidad de Jesús de Nazaret
es su amor apasionado a la vida, su biofilia. Los relatos más antiguos lo
presentan luchando contra todo lo que bloquea la vida, la mutila o empequeñece.
Siempre atento a lo que puede
hacer crecer a las personas. Siempre sembrando vida, salud, sentido.
El mismo nos traza su tarea con
expresiones tomadas de Isaías:
«Los ciegos ven y los inválidos
andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a
los pobres se les anuncia la
Buena Noticia. Y dichoso el que no se sienta defraudado por
mí».
Dichosos en verdad los que
descubren que ser creyente no es odiar la vida sino amarla, no es bloquear o
mutilar nuestro ser sino abrirlo a sus mejores posibilidades.
Muchas personas abandonan hoy la
fe en Jesucristo antes de haber experimentado la verdad de estas palabras
suyas: «Yo he venido para que los hombres tengan vida y la tengan en
abundancia».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
14 de diciembre de 1986
ESE DIOS
NO EXISTE
Dichoso
el que no se sienta defraudado.
Muchos hombres y mujeres viven
con la oscura convicción de que Dios es una presencia opresiva y dañosa para el
hombre. Pensar en él, les crea malestar. Están convencidos de que Dios no deja
ser ni disfrutar. Y, naturalmente, han terminado por prescindir de él.
Son personas que, tal vez,
durante años han acudido a misa domingo tras domingo, pero nunca “han celebrado
la eucaristía” ni la vida. No han dado gracias a Dios por la existencia ni se
han sentido alimentados interiormente.
Son hombres y mujeres que,
quizás, se han confesado de sus pecados durante años, pero no han experimentado
el gozo, la fuerza renovadora y la liberación que nace en la persona cuando se
sabe perdonada en las mismas raíces de su ser. Les parecía un castigo horroroso
acercarse a recibir el don que más debería apreciar el hombre.
La moral cristiana siempre les ha
parecido una carga insoportable y un fastidio. La mejor manera de hacer la vida
de las personas más dura, pesada y molesta de lo que ya es en realidad. Una
imposición más o menos represiva. Nunca una liberación y crecimiento personal.
Su relación con Dios ha estado
impregnada de un temor oscuro e inevitable. ¿Cómo acercarse gozosamente a
Alguien que nos presiona con castigos infinitos e inexplicables?
Estas personas necesitan escuchar
hoy una noticia importante. La mejor noticia que puedan escuchar si saben
realmente entender lo que significa. Ese Dios al que tanto temen, NO EXISTE.
Sería monstruoso pensar en un
Dios que se acerca a los hombres precisamente para agravar nuestra situación e
impedir nuestra felicidad.
Dios no es carga, sino mano
tendida. No es represión sino expansión de nuestra verdadera libertad. Dios es
ayuda, alivio, fuerza interior, luz.
Y todo lo que impida ver la
religión como gracia, apoyo al hombre, alegría para vivir, alivio ante la dura
tarea de la existencia, constituye sencillamente una deformación, una grave
perversión o un inmenso malentendido, aunque lo hagamos con la mejor intención.
Cuando Jesús, encarnación del
mismo Dios, se presenta al Bautista, viene a anunciarse como alguien que ayuda
a ver, que ofrece apoyo para caminar, que limpia nuestra existencia, nos hace
oír un mensaje nuevo, pone una buena noticia en nuestras vidas. “Dichoso el que no se siente defraudado por
mí”.
Dentro y fuera de la Iglesia , para practicantes
y alejados, para creyentes’ y para quienes dudan, Dios siempre es el mismo:
perdón sin límite, comprensión en la debilidad, consuelo en la mediocridad,
esperanza en la oscuridad, amistad en la soledad.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
11 de diciembre de 1983
BUSCAR LA PAZ SIN DESALIENTO
Los
ciegos ven...
El peligro de desaliento es
grande entre nosotros. La violencia no sólo no se detiene sino que está
adquiriendo una crueldad nueva e inexorable. Por otra parte y para eliminarla,
se acude a toda clase de medidas antiterroristas, sin que apenas podamos
observar esfuerzos significativos por buscar una solución en la raíz misma del
problema vasco.
¿Estamos caminando así hacia la
pacificación del País Vasco o nos estamos alejando cada vez más de una
verdadera paz? ¿Se puede resolver el problema de nuestro pueblo con las armas
de la violencia? ¿Se puede pacificar la historia ya larga del problema vasco
sólo con medidas antiterroristas?
Son demasiado graves y profundos
los problemas con los que estamos enfrentados para permitirnos gastar nuestras
energías en intereses puramente electoralistas o en enfrentamientos estériles y
crispados que hacen más difícil todavía el proceso hacia la pacificación.
Necesitamos otra atmósfera de
diálogo, creatividad, voluntad sincera de profundizar en los problemas hasta
encontrar su verdadera solución, sin confiar una vez más sólo en la fuerza. «No
prestan buen servicio a la sociedad vasca quienes, en lugar de fomentar estas
actitudes, se empeñan, por unos u otros caminos, en sumirla en el desaliento,
el desencanto o la desesperanza» (J.M.
Setién, Obispo de San Sebastián).
Los creyentes no podemos
inhibimos ni permanecer pasivos. Son muchos los cristianos que están en las
bases de todos los partidos y grupos políticos. Muchos los que tienen una
responsabilidad pública de carácter político o social.
La fe no nos aporta soluciones
técnicas a nuestros problemas. Pero nos ha de dar un amor apasionado por la
justicia y la paz, libertad de espíritu para buscar honradamente la verdad, un
deseo eficaz de concordia, una búsqueda sincera del bien del pueblo vasco en
solidaridad con los otros pueblos, por encima de estrategias coyunturales o
protagonismos sin sentido.
El evangelio de hoy nos recuerda
la fuerza liberadora de la persona de Jesús. Al encontrarse con él, los ciegos
ven, los inválidos andan, los sordos oyen...
¿Puede la fe en Jesucristo
ayudarnos a ver el problema de la violencia de otra manera o estamos condenados
a seguir ciegos la marcha de los acontecimientos? ¿Nos puede impulsar a
profundizar en la búsqueda de la paz o seguiremos paralizados en nuestras
propias posiciones? ¿Nos hará oír la «voluntad política» de un pueblo cansado
de incomprensiones históricas y de violencias impuestas, que sólo quiere buscar
su propia entidad en la paz, o seguiremos sordos a toda llamada que nos obligue
a cambiar nuestro posicionamiento político?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
14 de diciembre de 1980
GESTOS
LIBERADORES
Las obras
de Cristo.
La actuación de Jesús no ha sido
de fuerza y opresión. Las «obras» que presenta a los enviados del Bautista no
son gestos justicieros, sino servicio liberador a los que necesitan vida.
El gesto que mejor descubre su
verdadera identidad es su tarea de curar, sanar y liberar la vida. Podríamos
recoger así su respuesta a Juan: «Yo soy: los ciegos ven y los inválidos andan;
los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los
pobres se les anuncia la buena noticia».
La vida de Jesús es la de un
hombre cercano a los necesitados. Un hombre entregado totalmente a liberar a
hombres y mujeres de todo lo que bloquea el crecimiento de la vida e impide a
la humanidad vivir con esperanza.
Un hombre que sabe liberar con su
acogida, su cercanía, su palabra, su fe en el Padre, su búsqueda apasionada de
fraternidad.
Heinrich Böll lo ha visto con claridad. «En el Nuevo
Testamento hay una teología de la ternura que siempre es curativa: con
palabras, con manos, que también pueden llamarse caricia, con besos, con una
comida en común... Este elemento del Nuevo Testamento, la ternura, no ha sido
descubierto aún; todo ha sido transformado en riñas y gritos; hay, sin embargo,
ciertos seres que pueden ser curados por una voz simplemente o por una comida
en común... Y, entonces, imagínense algo así como una ternura socialista».
Quizá este texto de H. Böll deba ser leído con atención
entre nosotros. Nos estamos acostumbrando a descalificar apresuradamente
cualquier gesto de acogida, servicio personal o presencia solidaria junto a los
desvalidos, como una actitud sospechosa de «reformismo», incapaz de renovar
nuestra sociedad.
Pensamos con ingenuidad que el
«pueblo nuevo, liberado y solidario» nacerá sólo del enfrentamiento, la lucha y
la violencia.
Es necesario luchar con firmeza y
tenacidad contra toda forma de injusticia y opresión, desenmascarando todos los
mecanismos sociales que los generan. Pero no es suficiente para hacer surgir un
«hombre nuevo».
Hay algo que no puede ser
resuelto ni por la reforma más profunda ni por la revolución más radical: el
afecto que falta a tantas personas, la soledad, la crisis de sentido de la
vida, el vacío interior, la desafección, la desesperanza que experimentan no
pocos. El afecto a cada persona, la cercanía amistosa, el respeto y la escucha
a cada hombre, la acogida y comprensión de cada vida, no pueden ser
garantizados si no surgen del corazón de hombres y mujeres animados por el
Espíritu de Jesús.
José Antonio Pagola
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