Homilias de José Antonio Pagola
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1 de noviembre de 2012
Todos los Santos (B)
EVANGELIO
Estad alegres y
contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
+ Lectura del
santo evangelio según san Mateo 5, 1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y
se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de
los cielos.
“Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
“Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
“Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos
quedarán saciados.
“Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
“Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
“Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los
Hijos de Dios.
“Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es
el reino de los cielos.
“Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de
cualquier modo por mi causa.
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el
cielo."
Palabra de Dios.
HOMILIA
2011-2012 -
2012ko azaroaren 1ea
Título
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José Antonio Pagola
HOMILIA
MAL
PROGRAMADOS
Todos experimentamos que la vida
está sembrada de problemas y conflictos que en cualquier momento nos pueden
hacer sufrir. Pero, a pesar de todo, podemos decir que la «felicidad interior» es uno de los mejores indicadores para saber
si una persona está acertando en el difícil arte de vivir. Se podría incluso
afirmar que la verdadera felicidad no es sino la vida misma cuando está siendo
vivida con acierto y plenitud.
Nuestro problema consiste en que
la sociedad actual nos programa para buscar la felicidad por caminos
equivocados que casi inevitablemente nos conducirán a vivir de manera
desdichada.
Una de las instrucciones erróneas
dice así: «Si no tienes éxito, no vales».
Para conseguir la aprobación de los demás e, incluso, la propia estima hay que
triunfar.
La persona así programada
difícilmente será dichosa. Necesitará tener éxito en todas sus pequeñas o
grandes empresas. Cuando fracase en algo, sufrirá de manera indebida.
Fácilmente crecerá su agresividad contra la sociedad y contra la misma vida.
Esa persona quedará, en gran
parte, incapacitada para descubrir que ella vale por sí misma, por lo que es,
aun antes de que se le añadan éxitos o logros personales.
La segunda equivocación es ésta: «Si quieres tener éxito, has de valer más
que los demás». Hay que ser siempre más que los otros, sobresalir, dominar.
La persona así programada está
llamada a sufrir. Vivirá siempre envidiando a los que han logrado más éxito,
los que tienen mejor nivel de vida, los de posición más brillante.
En su corazón crecerá fácilmente
la insatisfacción, la envidia oculta, el resentimiento. No sabrá disfrutar de
lo que es y de lo que tiene. Vivirá siempre mirando de reojo a los demás. Así,
difícilmente se puede ser feliz.
Otra consigna equivocada: «Si no respondes a las expectativas, no
puedes ser feliz». Has de responder a lo que espera de ti la sociedad,
ajustarte a los esquemas. Si no entras por donde van todos, puedes perderte.
La persona así programada se
estropea casi inevitablemente. Termina por no conocerse a sí misma ni vivir su
propia vida. Sólo busca lo que buscan todos, aunque no sepa exactamente por qué
ni para qué.
Las Bienaventuranzas nos invitan
a preguntarnos si tenemos la vida bien planteada o no, y nos urgen a eliminar
programaciones equivocadas. ¿Qué sucedería en mi vida si yo acertara a vivir
con un corazón más sencillo, sin tanto afán de posesión, con más limpieza
interior, más atento a los que sufren, con una confianza grande en un Dios que
me ama de manera incondicional? Por ahí va el programa de vida que nos trazan
las Bienaventuranzas de Jesús.
José Antonio Pagola
HOMILIA
LA
FELICIDAD NO SE COMPRA
Nadie sabemos dar una respuesta
demasiado clara cuando se nos pregunta por la felicidad. ¿Qué es de verdad la
felicidad? ¿En qué consiste realmente? ¿Cómo alcanzarla? ¿Por qué caminos?
Ciertamente no es fácil acertar a
ser feliz. No se logra la felicidad de cualquier manera. No basta conseguir lo
que uno andaba buscando. No es suficiente satisfacer los deseos. Cuando uno ha
conseguido lo que quería, descubre que está de nuevo buscando ser feliz.
También es claro que la felicidad
no se puede comprar. No se la puede adquirir en ninguna planta de ningún gran
almacén, como tampoco la alegría, la amistad o la ternura. Con dinero sólo
podemos comprar apariencia de felicidad.
Por eso, hay tantas personas
tristes en nuestras calles. La felicidad ha sido sustituida por el placer, la
comodidad y el bienestar. Pero nadie sabe cómo devolverle al hombre de hoy el
gozo, la libertad, la experiencia de plenitud.
Nosotros tenemos nuestras
«bienaventuranzas». Suenan así: Dichosos los que tienen una buena cuenta
corriente, los que se pueden comprar el último modelo, los que siempre
triunfan, a costa de lo que sea, los que son aplaudidos, los que disfrutan de
la vida sin escrúpulos, los que se desentienden de los problemas...
Jesús ha puesto nuestra
«felicidad» cabeza abajo. Ha dado un vuelco total a nuestra manera de entender
la vida y nos ha descubierto que estamos corriendo «en dirección contraria».
Hay otro camino verdadero para
ser feliz, que a nosotros nos parece falso e increíble. La verdadera felicidad
es algo que uno se la encuentra de paso, como fruto de un seguimiento sencillo
y fiel a Jesús.
¿En qué creer? ¿En las
bienaventuranzas de Jesús o en los reclamos de felicidad de nuestra sociedad?
Tenemos que elegir entre estos
dos caminos. O bien, tratar de asegurar nuestra pequeña felicidad y sufrir lo
menos posible, sin amar, sin tener piedad de nadie, sin compartir... O bien,
amar... buscar la justicia, estar cerca del que sufre y aceptar el sufrimiento
que sea necesario, creyendo en una felicidad más profunda.
Uno se va haciendo creyente
cuando va descubriendo prácticamente que el hombre es más feliz cuando ama,
incluso sufriendo, que cuando no ama y por lo tanto no sufre por ello.
Es una equivocación pensar que el
cristiano está llamado a vivir fastidiándose más que los demás, de manera más
infeliz que los otros. Ser cristiano, por el contrario, es buscar la verdadera
felicidad por el camino señalado por Jesús. Una felicidad que comienza aquí,
aunque alcanza su plenitud en el encuentro final con Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
CREER EN
EL CIELO
Alegraos
y regocijaos...
En esta fiesta cristiana de Todos
los Santos, quiero decir cómo entiendo y trato de vivir algunos rasgos de mi fe
en la vida eterna. Quienes conocen y siguen a Jesucristo me entenderán.
Creer en el cielo es para mí
resistirme a aceptar que la vida de todos y de cada uno de nosotros es sólo un
pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándome en Jesús, intuyo,
presiento, deseo y creo que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud
el deseo de vida, de justicia y de paz que se encierra en la creación y en el
corazón da la humanidad.
Creer en el cielo es para mí
rebelarme con todas mis fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y
niños, que sólo han conocido en esta vida miseria, hambre, humillación y
sufrimientos, quede enterrada para siempre en el olvido. Confiando en Jesús,
creo en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie
tendrá que llorar. Por fin podré ver a los que vienen en las pateras llegar a
su verdadera patria.
Creer en el cielo es para mí
acercarme con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos,
minusválidos físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión y la
angustia, cansadas de vivir y de luchar. Siguiendo a Jesús, creo que un día
conocerán lo que es vivir con paz y salud total. Escucharán las palabras del
Padre: Entra para siempre en el gozo de tu Señor.
No me resigno a que Dios sea para
siempre un «Dios oculto», del que no podamos conocer jamás su mirada, su
ternura y sus abrazos. No me puedo hacer a la idea de no encontrarme nunca con
Jesús. No me resigno a que tantos esfuerzos por un mundo más humano y dichoso
se pierdan en el vacío. Quiero que un día los últimos sean los primeros y que
las prostitutas nos precedan. Quiero conocer a los verdaderos santos de todas
las religiones y todos los ateísmos, los que vivieron amando en el anonimato y
sin esperar nada.
Un día podremos escuchar estas
increíbles palabras que el Apocalipsis pone en boca de Dios: «Al que tenga sed,
yo le daré a beber gratis de la fuente de la vida». ¡Gratis! Sin merecerlo. Así
saciará Dios la sed de vida que hay en nosotros.
José Antonio Pagola
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