domingo, 4 de noviembre de 2018

09-11-2018 - Dedicación de la basílica de Letrán (B)


El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó  en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos  la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.

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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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Dedicación de la basílica de Letrán (B)



EVANGELIO

Hablaba del templo de su cuerpo.

Lectura del santo evangelio según san Juan 2,13-22

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:

- Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.

Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora».

Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:

- ¿Qué signos nos muestras para obrar así?

Jesús contestó:

- Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.

Los judíos replicaron:

- Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?

Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

Palabra de Dios.

HOMILIA

ADULTERAR LA LITURGIA

Uno de los factores que llevó a Jesús a su ejecución fue sin duda su ataque frontal a la liturgia del templo judío. Criticar la estructura del templo era poner en cuestión uno de los pilares fundamentales de la sociedad judía.

Al subir a Jerusalén, Jesús encuentra el templo lleno de «vendedores y cambistas», hombres que no buscan a Dios, sino que se afanan egoístamente por sus propios intereses. Aquella liturgia no es un encuentro sincero con Dios, sino un culto hipócrita que encubre injusticias, opresiones, intereses y explotaciones mezquinas a los peregrinos.

La crítica profunda de Jesús va a desenmascarar aquel culto falso. El templo no cumple ya su misión de ser signo de la presencia salvadora de Dios en medio del pueblo. No es la casa de un Padre que pertenece a todos. No es el lugar donde todos se deben sentir acogidos y en donde todos pueden vivir la experiencia del amor y la fraternidad.

Uno se explica la reacción de malestar y las quejas que puede provocar en algunos creyentes el ver que algunas celebraciones litúrgicas no se ajustan en todos sus detalles a una determinada normativa ritual. Pero antes que nada, si no queremos adulterar de raíz la liturgia de nuestros templos, hemos de saber escuchar la crítica profunda de Jesús que no se detiene a analizar el ritual judío sino que condena un culto en donde el templo ya no es la casa del Padre.

Solamente recordaremos un hecho que desgraciadamente se repite constantemente entre nosotros. Vivimos en una sociedad en donde los hombres se matan unos a otros y donde todos traen sus muertos al templo cristiano para llorar su dolor y orar por ellos a Dios. Con frecuencia son celebraciones ejemplares en donde la fe, la esperanza cristiana y el perdón sincero prevalecen sobre los sentimientos de impotencia, rabia y venganza que tratan de apoderarse de los familiares y amigos de las víctimas.

Pero, ¿qué decir de otras celebraciones que deforman el significado profundo de la liturgia cristiana? ¿Se puede orar a un mismo Padre, llorando la muerte de unos hermanos y pidiendo la destrucción de otros? ¿Se puede instrumentalizar la Eucaristía y servirse de lo que debería ser el signo más expresivo de la fraternidad, para acrecentar los sentimientos de odio y venganza frente al enemigo? ¿Se puede oír fielmente la palabra de Dios, escuchando de él solamente una condena para los otros? ¿Se puede intentar «monopolizar» a Dios, tratando de identificarlo con nuestra causa y nuestros intereses parciales y hasta partidistas?

La trágica situación que estamos viviendo, hace todavía más urgente la necesidad de encontrar al menos en el templo un ámbito en donde todos nos dejemos juzgar por el Único que lo hace justamente, un lugar en donde tratemos de encontrarnos como hermanos ante un mismo Padre, un espacio en donde busquemos en el Creador de la vida fuerza para liberarnos del odio y la venganza. No convirtamos la casa del Padre en un lugar de división, enfrentamientos y mutua destrucción.

José Antonio Pagola

HOMILIA

EL CULTO AL DINERO

Hay algo alarmante en nuestra sociedad que nunca denunciaremos lo bastante. Vivimos en una civilización que tiene como eje de pensamiento y criterio de actuación, la secreta convicción de que lo importante y decisivo no es lo que uno es sino lo que tiene.

Se ha dicho que el dinero es «el símbolo e ídolo de nuestra civilización» (Miguel Delibes). Y de hecho, son mayoría los que le rinden y sacrifican todo su ser.

J. Galbraith, el gran teórico del capitalismo moderno, describe así el poder del dinero en su obra «La sociedad de la abundancia». El dinero «trae consigo tres ventajas fundamentales: primero, el goce del poder que presta al hombre; segundo, la posesión real de todas las cosas que pueden comprarse con dinero; tercero, el prestigio o respeto de que goza el rico gracias a su riqueza».

Cuantas personas, sin atreverse a confesarlo, saben que en su vida, lo decisivo, lo importante y definitivo es ganar dinero, adquirir un bienestar material, lograr un prestigio económico.

Aquí está sin duda, una de las quiebras más graves de nuestra civilización. El hombre occidental se ha hecho materialista y, a pesar de sus grandes proclamas sobre la libertad, la justicia o la solidaridad, apenas cree en otra cosa que no sea el dinero.

Y, sin embargo, hay poca gente feliz. Con dinero se puede montar un piso agradable, pero no crear un hogar cálido. Con dinero se puede comprar una cama cómoda, pero no un sueño tranquilo. Con dinero se puede adquirir nuevas relaciones pero no despertar una verdadera amistad. Con dinero se puede comprar placer pero no felicidad.

Pero, los creyentes hemos de recordar algo más. El dinero abre todas las puertas, pero nunca abre la puerta de nuestro corazón a Dios.

No estamos acostumbrados los cristianos a la imagen violenta de un Mesías fustigando a las gentes con un azote en las manos. Y, sin embargo, ésa es la reacción de Jesús al encontrarse con hombres que, incluso en el templo, no saben buscar otra cosa sino su propio negocio.

El templo deja de ser lugar de encuentro con el Padre cuando nuestra vida es un mercado donde sólo se rinde culto al dinero. Y no puede haber una relación filial con Dios Padre cuando nuestras relaciones con los demás están mediatizadas sólo por intereses de dinero.

Imposible entender algo del amor, la ternura y la acogida de Dios a los hombres cuando uno vive comprando o vendiéndolo todo, movido únicamente por el deseo de «negociar» su propio bienestar.

José Antonio Pagola




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