Homilias de José Antonio Pagola
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José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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6 de enero de 2014
La Epifanía del Señor (A)
EVANGELIO
Venimos de Oriente a adorar al Rey.
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Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 1-12
Jesús nació en
Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.
Entonces, unos
magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
-« ¿Dónde está el
Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos
a adorarlo.»
Al enterarse el rey
Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes
y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le
contestaron:
-«En Belén de
Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
"Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel."»
"Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel."»
Entonces Herodes
llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había
aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
-«Id y averiguad
cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo
también a adorarlo.»
Ellos, después de
oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto
salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el
niño.
Al ver la estrella,
se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María,
su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le
ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido
en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra
por otro camino.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2013-2014 -
6 de enero de 2014
Título
---
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 – JESÚS ES PARA TODOS.
6 de enero de 2011
¿A QUIÉN
ADORAMOS?
(Ver homilía del 6 de enero de
2008).
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 – RECREADOS POR JESÚS.
6 de enero de 2008
¿A QUIÉN
ADORAMOS?
Cayendo de rodillas, lo adoraron.
Los magos vienen del «Oriente»,
un lugar que evoca en los judíos la patria de la astrología y de otras ciencias
extrañas. Son paganos. No conocen las Escrituras Sagradas de Israel, pero sí el
lenguaje de las estrellas. Buscan la verdad y se ponen en marcha para
descubrirla. Se dejan guiar por el misterio, sienten necesidad de «adorar».
Su presencia provoca un
sobresalto en todo Jerusalén. Los magos han visto brillar una estrella nueva
que les hace pensar que ya ha nacido «el rey de los judíos» y vienen a «adorarlo».
Este rey no es Augusto. Tampoco Herodes. ¿Dónde está? Ésta es su
pregunta.
Herodes se «sobresalta». La
noticia no le produce alegría alguna. Él es quien ha sido designado por Roma
«rey de los judíos». Hay que acabar con el recién nacido: ¿dónde está ese rival
extraño? Los «sumos sacerdotes y letrados» conocen las Escrituras y
saben que ha de nacer en Belén, pero no se interesan por el niño ni se ponen en
marcha para adorarlo.
Esto es lo que encontrará Jesús a
lo largo de su vida: hostilidad y rechazo en los representantes del poder
político; indiferencia y resistencia en los dirigentes religiosos. Sólo quienes
buscan el reino de Dios y su justicia lo acogerán.
Los magos prosiguen su larga
búsqueda. A veces, la estrella que los guía desaparece dejándolos en la
incertidumbre. Otras veces, brilla de nuevo llenándolos de «inmensa alegría».
Por fin se encuentran con el Niño, y «cayendo de rodillas, lo adoran».
Después, ponen a su servicio las riquezas que tienen y los tesoros más valiosos
que poseen. Este Niño puede contar con ellos pues lo reconocen como su Rey y
Señor.
En su aparente ingenuidad, este
relato nos plantea preguntas decisivas: ¿ante quién nos arrodillamos nosotros?,
¿cómo se llama el «dios» que adoramos en el fondo de nuestro ser? Nos decimos
cristianos, pero ¿vivimos adorando al Niño de Belén?, ¿ponemos a sus pies
nuestras riquezas y nuestro bienestar?, ¿estamos dispuestos a escuchar su
llamada a entrar en el reino de Dios y su justicia? En nuestras vidas siempre
hay alguna estrella que nos guía hacia Belén.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
6 de enero de 2005
ADORAR
(Ver homilía del 6 de enero de 1990)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
6 de enero de 2002
ACOGER A
LOS NIÑOS
Vieron al
niño con María, su madre.
No es fácil adoptar una postura
acertada con los niños. Lo saben muy bien los padres y educadores. A veces, los
idealizamos ingenuamente. Otras, descargamos sobre ellos nuestra irritación. En
ocasiones, los utilizamos. Casi siempre los sometemos a nuestra voluntad. La
actitud sorprendente de Jesús ante los pequeños y su invitación a acoger a los
niños nos han de hacer pensar.
El niño es siempre un ser débil y
vulnerable. Basta mirarlo con un poco de ternura. Su vida es frágil. Si no es
acogido y protegido con amor, está llamado a sufrir lo indecible. Sin amor,
nadie crece de manera sana y feliz.
El niño es sólo una «promesa de
vida». Sólo lo pueden acoger y cuidar bien quienes lo miran con esperanza. Para
ser un buen padre o un buen educador hay que olvidarse de cálculos. Hay que
amar al niño sin ver resultados inmediatos. No todo se puede planificar. Lo
importante es creer, confiar y acompañar con paciencia.
Rara vez el niño agradece lo que
está recibiendo. Sólo se le puede querer con amor gratuito, a fondo perdido. El
padre o el educador que pretenda exigir una respuesta adecuada a lo que está
haciendo por él, se sentirá frustrado. Aquí no funciona la reciprocidad. Sólo
son buenos padres y buenos educadores quienes disfrutan buscando el bien del
niño y no su respuesta agradecida.
Al niño hay que tratar con alegría
que es el signo que acompaña siempre a cualquier tarea creadora. Hacer feliz a
un niño es ayudarle a ser bueno. Enseñarle a disfrutar y enseñarle a vivir.
Esos niños de rostro triste y mirada apagada nos están acusando a todos. No les
estamos transmitiendo la alegría de vivir.
Hay algo más. También los niños
nacidos en esta sociedad tienen derecho a que alguien los inicie en la
reflexión personal, en una cierta vida interior y en la apertura a Dios. Pocas
cosas me apenan más que esos jóvenes a veces tan vacíos de interioridad y tan
desvalidos para descubrir un sentido un poco hondo e inteligente a sus vidas.
No hay mejor «regalo de Reyes» para un niño que encontrarse en la vida con un
buen padre o un buen educador.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
6 de enero de 1999
REGALOS
Le ofrecieron regalos.
Es una costumbre ya tradicional en estas fechas el
intercambio de regalos realizado de diversas maneras. En los países nórdicos es
Papá Noël o Santa Claus el portador de la ilusión. Entre nosotros los Magos de
Oriente o el Olentzero que se desliza por las chimeneas. En Rusia la legendaria
Babushka. En Italia la simpática Befana. Y en muchos países el mismo niño
Jesús.
Hoy el regalo navideño ha adquirido una importancia
excepcional. Todo ha sido convenientemente explotado por una sociedad que nos
invita a comprar, consumir y gastar siempre más y más. Lo paradójico de esta
sociedad es que sabe promover gestos tan humanos como el regalo, vaciándolos de
su contenido más profundo.
Regalar es un gesto entrañablemente humano, pues
expresa nuestro deseo de ofrecer algo gratis o, mejor, damos gratuitamente al
amigo o a la persona querida. Pero nuestra sociedad interesada y egoísta está
olvidando lo que es el verdadero regalo. Corremos el riesgo de convertirlo todo
en cumplimiento, interés y cálculo interesado.
Por otra parte, es más fácil dar un regalo a
nuestros hijos, nuestra esposa o a las personas queridas, que ofrecerles
cercanía, escucha sincera, entrega generosa y amor paciente cada día.
Otras veces, «ponemos regalos» a nuestros hijos en
una actitud de ostentación y de envidia o para sobresalir por encima de los
demás. Lo importante es que la bicicleta de nuestro hijo sea más hermosa que la
del vecino. Cuántos niños sufrirán amargamente esta mañana de Reyes al comparar
con envidia su regalo con el de sus pequeños compañeros.
Estamos creando una sociedad de envidiosos que sólo
disfrutan poseyendo más que los demás, sin descubrir el gozo del compartir y
del regalar. Y, mientras tanto, apenas recordará nadie el regalo que los Magos
agradecen en Belén. El regalo que nos ha hecho el mismo Dios, el único que sabe
regalar de verdad. El que nos ha manifestado su amor insondable regalándonos a
su Hijo. «En Él se nos ha manifestado el
amor de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres» (Tt 3, 4).
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
6 de enero de 1996
ABRIR FRONTERAS
Hemos visto salir su estrella.
La noción de frontera como límite preciso entre dos
estados ha surgido en la edad moderna, al desarrollarse estados con una
administración centralizada. En sus inicios, la frontera era, más bien, una
zona bastante deshabitada, de libre tránsito, entre dos grupos humanos
diferentes. De hecho, las fronteras concretas que conocemos en la actualidad
son un producto histórico, y representan, con frecuencia, el resultado más o
menos estable de un pacto entre dos tendencias expansionistas.
Las fronteras indican la existencia de grupos
humanos diferentes, y no deben ser condenadas sin más, pues pueden ser lugar de
encuentro, comunicación y entendimiento entre los grupos que están a ambos
lados de las mismas. Sin embargo, cuando se imponen por la fuerza, cuando se
cierran herméticamente a toda comunicación, o cuando se convierten en puntos de
conflicto y enfrentamiento violento, las fronteras son el mejor exponente del
fracaso de la fraternidad humana.
En la actualidad hay otras fronteras más difíciles
de detectar que las fijadas por ríos o montañas. Son las fronteras económicas,
fruto de egoísmos individuales y colectivos, que van ahondando cada vez más la
separación y la insolidaridad más trágica entre pueblos y hasta continentes
enteros. Basta pensar en la construcción de la Europa del bienestar,
cerrada a los pueblos hambrientos.
¿Qué significan estas divisiones levantadas por los
hombres, desde una perspectiva evangélica, según la cual, la fraternidad
universal es meta del hombre y de las sociedades? No faltan pecados y sombras
en la vida de la Iglesia ,
pero no por ello deja de esforzarse por ser «signo
de la unidad del género humano» (Concilio Vaticano II). El impulso
misionero, la apertura universal de todos los pueblos, la solidaridad entre las
Iglesias están al servicio de la evangelización, pero también de la fraternidad
universal, pues el evangelio que anuncian los misioneros lleva consigo el
esfuerzo y la promesa de establecer unas relaciones más fraternas y solidarias
entre los pueblos.
La fiesta cristiana de la Epifanía es el anuncio de
la salvación de Dios para todos los pueblos y, al mismo tiempo, una invitación
a abrir fronteras para vivir la fe de manera más universal. La Iglesia ha de contribuir
eficazmente a promover un mundo sin fronteras egoístas e insolidarias.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
6 de enero de 1993
UN OLVIDO GRAVE
Se pusieron en camino.
El cristianismo presenta a Cristo como portador de
salvación, pero no pocos se preguntan hoy de qué nos puede «salvar» una
religión: ¿qué necesidad tenemos nosotros de una «salvación» de naturaleza
religiosa? Difícilmente podrá el hombre contemporáneo intuir las posibilidades
que encierra la experiencia religiosa si no es capaz de detectar sus dolencias
más profundas, las enfermedades que están arruinando su vida.
Uno de estos males es, sin duda, el olvido del
misterio. El hombre ha desarrollado de manera extraordinaria la razón, pero
está perdiendo sabiduría para captar el misterio. La técnica, con su lenguaje
neutral de datos y códigos, es plana y sin misterio. Los medios de comunicación
difunden una cultura del «entretenimiento», sin eco ni profundidad alguna. Las
noticias se suceden unas a otras, sin tiempo para la reflexión. Atrae lo
aparatoso o lo truculento, las emociones del «reality show», el sexo convertido
en consumo, la cultura del «usar y tirar».
Y, sin embargo, el misterio nos acompaña de manera
permanente, y no es difícil vislumbrarlo. Detrás de ese rostro que podemos ver
con nuestros ojos, está el misterio de la persona. Tras el cuerpo y la figura
del ser querido, se esconde el misterio de su afecto, su inteligencia, su amor.
Detrás de lo que podemos ver y tocar, late el misterio de la interioridad, el
espíritu, la vida. Lo que nosotros observamos es el rostro exterior, pero «lo
esencial es invisible a los ojos» (Saint-Exupéry).
Este misterio que hay en la vida no es precisamente
enigma u oscuridad; es sencillamente una realidad más profunda y superior, que
escapa a nuestra visión. No es algo opuesto a la razón; es la cara oculta pero
real de lo que nosotros percibimos, lo que da más claridad y sentido a todo.
La vida nos remite siempre al misterio: ¿qué hay
tras la armonía insondable del cosmos? ¿Hacia dónde apunta el anhelo de bondad,
belleza y verdad que late en el ser humano? ¿De dónde viene y hacia dónde va la
humanidad? ¿Con qué nombre designar ese «misterio invisible» que se esconde
detrás de todo lo que nosotros vemos o sentimos?
Las religiones responden: «El misterio del mundo se
llama Dios.» Jesús concreta: «El misterio de Dios es Amor.» Lo profundo de la existencia
no es algo tenebroso, es amor de un Dios Padre. Sin ese misterio de Amor, la
vida se convierte en laberinto, nuestros pasos se pierden por caminos
equivocados.
Los hombres se olvidan del misterio pero Dios no se
olvida de ellos. Como escribía J.M.
Rovira, Dios «se acerca a ellos buscando la rendija que el hombre mantiene
abierta a lo verdadero, a lo bueno, a lo bello, a lo humano». Dios sigue ahí,
presencia desconocida u olvidada, sosteniendo y alentando desde el misterio la
vida de todo ser humano. El relato de los Magos buscando al Salvador es una
invitación a caminar por la vida abiertos al Absoluto.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
6 de enero de 1990
ADORAR
Cayendo de rodillas, lo adoraron.
Se habla hoy mucho de crisis de
fe religiosa, pero apenas se dice algo sobre la crisis del sentimiento
religioso. Y, sin embargo, como apunta algún teólogo, el drama del hombre
contemporáneo no es, tal vez, su incapacidad para creer, sino su dificultad
para sentir a Dios como Dios. Incluso los mismos que se dicen creyentes parecen
estar perdiendo capacidad para vivir ciertas actitudes religiosas ante Dios.
Un ejemplo claro es la dificultad
para adorarlo. En tiempos no muy lejanos, parecía fácil sentir reverencia y
adoración ante la inmensidad y misterio insondable de Dios. Es más difícil hoy
adorar a quien reducimos a veces tan ligeramente a compañero o «colega».
Para adorar a Dios es necesario
sentirnos criaturas, infinitamente pequeños ante El, pero infinitamente amados.
Admirar su grandeza insondable y gustar su presencia cercana y amorosa que
envuelve todo nuestro ser.
La adoración es admiración. Es
amor y entrega. Es rendir nuestro ser a Dios y quedarnos en silencio agradecido
y gozoso ante El, admirando su misterio desde nuestra pequeñez e
insignificancia.
Nuestra dificultad para adorar
proviene de raíces diversas. Quien vive aturdido interiormente por toda clase
de ruidos y zarandeado por mil impresiones pasajeras sin detenerse nunca ante
lo esencial, difícilmente encontrará «el rostro adorable» de Dios.
Para adorar a Dios es necesario
detenerse ante el misterio del mundo y saber mirarlo con amor. Quien mira la
vida amorosamente hasta el fondo, comenzará a vislumbrar las huellas de Dios
antes de lo que sospecha.
Por otra parte, sólo Dios es
adorable. Ni las cosas más valiosas ni las personas más amadas son dignas de
ser adoradas como El. Por eso hay que ser libre interiormente para poder adorar
a Dios de verdad.
Esta adoración a Dios no aleja
del compromiso. Quien adora a Dios lucha contra todo lo que destruye a ese
hombre que es su «imagen sagrada». Quien adora al Creador respeta y defiende
todo lo que vive. Están íntimamente unidas adoración y solidaridad, adoración y
ecología. Se entienden las palabras del gran científico y adorador que fue Teilhard
de Chardin: «Cuanto más hombre se haga el hombre, más experimentará la
necesidad de adorar».
El relato de los Magos nos ofrece
un modelo de auténtica adoración. Estos sabios saben mirar el cosmos hasta el
fondo, captar sus signos, acercarse al Misterio y ofrecer su humilde homenaje a
ese Dios encarnado en nuestra vida.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
6 de enero de 1987
ENCONTRAR A DIOS
Se llenaron de inmensa alegría.
El relato de Mateo nos dice que, después de superar
momentos de desconcierto e incertidumbre, los magos “se llenaron de alegría al
ver la estrella» que les indicaba la presencia del Señor.
Son muchos los que no pueden siquiera sospechar que
encontrarse con Dios pueda producir alegría. Llevan muchos años reprimiendo de
manera constante y sistemática toda llamada interior y se han hecho ya
insensibles a la presencia de lo divino.
Otros se dicen creyentes pero les falta precisamente
la experiencia personal de Dios. Y, como dice C. G. Jung, “mientras la religión no sea sino creencia y forma
exterior, y lo religioso no se convierta en experiencia de la propia alma, no
ha tenido lugar lo fundamental”.
Por eso hemos de felicitarnos por ese nuevo y
excelente libro con que acaba de regalarnos José
María Mendiola.
Venciendo el pudor natural de quien habla de lo más
íntimo y secreto de su corazón, el escritor donostiarra nos desvela de manera
cautivadora la historia de su seducción por Dios.
Porque eso es, sobre todo, su libro “Encontrar a Dios”. La apasionante
aventura de un hombre de nuestros días que siente la nostalgia de Dios, se
adentra por caminos de silencio, meditación e interiorización y nos dice con la
convicción de quien ha tocado algo real: «No hay soledad.., la soledad es
imposible... Dios está siempre ahí, a tu lado, en tu interior».
Sospecha el escritor que el lector que no haya
conocido esta experiencia inenarrable pensará con razón que está loco quien así
habla. No lo sé. Tal vez, más de uno quedará tocado por lo genuino de su
testimonio y se pregunte si no nos estaremos perdiendo lo mejor de la vida.
Porque, ¿qué podemos pensar ante un hombre
convencido, que nos repite una y otra vez que no hay nada comparable ni de
lejos con el regalo del encuentro con Dios o cuando nos asegura fascinado que
en la oración hay un placer inmenso, exquisito, dulce, apasionante?
Tal vez, José
María Mendiola nos comunica lo mejor de su experiencia precisamente cuando
se queda sin palabras para explicarla: “Algo ocurre dentro de la persona. No sé
explicar qué puede ser ese algo. Solamente sé que sucede, y que este suceso te
marca para toda la vida”.
Cada uno tiene que descubrirlo, experimentarlo y
disfrutarlo. Como nos dice el escritor: “Dios está pugnando por salir, dentro de
cada uno de nosotros. Está empujando, está necesitando que el hombre despierte
de una vez del horrible sueño en el que está inmerso. Dios es despertar”.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
6 de enero de 1984
SIN FRONTERAS
Unos magos de Oriente se presentaron en Belén.
El mensaje central del relato que Mateo nos ofrece
de los magos es claro: el Salvador nacido en Belén es para todos los hombres.
La salvación que trae Jesucristo es para toda la humanidad.
Vivimos en un siglo que pretende llamarse del hombre
universal, cósmico, planetario. Pero los hombres andamos divididos,
enfrentados, despedazados en bloques, razas, pueblos, naciones, regiones. ¿No
podrá el amor universal nacido de la fe en Cristo salvar distancias, unir divisiones,
curar rupturas?
¿Dónde ha quedado el carácter universal y católico
del cristianismo? Si somos honestos, hemos de reconocer que también los
cristianos vivimos divididos por particularismos ideológicos, políticos y
sentimentales. Separados por discriminaciones, rupturas y sectarismos de origen
diverso.
Vivimos nuestra fe con horizonte estrecho. Nuestro
amor no es universal, sin fronteras, amplio, capaz de entender a todos los
hombres y buscar la justicia y el bien para todos los pueblos.
Vivimos encerrados cada uno en nuestras propias
adhesiones y grupos. Incluso de espaldas a otros grupos cristianos. Sin sufrir
demasiado por las rupturas que se dan en nuestra propia Iglesia.
¿Cómo caminar hacia esa actitud amplia y universal
que exige la adhesión al Salvador del mundo? Como ha dicho Aragón: «Ya no son éstos, días para vivir separados». Los
cristianos hemos de adoptar una postura de colaboración eficaz en esta tarea de
unir fraternalmente a los hombres y mujeres del mundo.
¿Qué es lo que sucede entre nosotros? ¿No hemos
asimilado el amor de Cristo en nuestras comunidades? Porque el amor de Cristo
hace universal al hombre. Abre su horizonte y lo hace profunda y anchamente
universal.
Teilhard de Chardin escribía hace unos años: «No es posible
fijar habitualmente la mirada sobre los grandes horizontes descubiertos por la
ciencia, sin que surja un deseo oscuro de ver ligarse entre los hombres una
simpatía y un conocimiento crecientes, hasta que, bajo los efectos de alguna
atracción divina, no existan más que un solo corazón y un alma única sobre la
faz de la tierra».
En esta mañana de Reyes, el relato de los magos nos
descubre en ese Niño de Belén esa «atracción divina» de la que habla Teilhard de Chardin. Ese Niño nos invita
a los creyentes a ensanchar nuestro horizonte, vivir nuestra fe con mayor
amplitud y ser creadores de un clima de simpatía universal con todos los
hombres y mujeres de la tierra.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
6 de enero de 1981
UN HORIZONTE MÁS UNIVERSAL
Unos Magos de Oriente...
Una vez más, han pasado las fiestas de Navidad.
Fiestas llenas de hondura y contenido religioso. Fiestas que llenan de
esperanza el corazón del creyente, al mismo tiempo que le invitan a cambiar.
Pero, una vez más, es fácil que toda la hondura
cristiana de estas fiestas se nos haya escapado en la superficialidad de unas
cenas abundantes, en la banalidad de una despedida agridulce del año o en la
compra casi alocada de regalos.
No es fácil en esta sociedad entender el significado
profundo de la Navidad.
«Dios hecho hombre».
Cuando todos queremos subir, Dios quiere «bajar».
Cuando todos nos queremos dar importancia, Dios se hace «poco importante».
Cuando todos queremos ser ricos, Dios se hace pobre. Cuando cada uno parece que
nos preocupamos sólo de nuestras cosas, desentendiéndonos de los demás, Dios se
hace solidario de los hombres.
Hoy, en esta fiesta de Reyes que cierra la
celebración navideña, recordamos otro aspecto importante del gesto de Dios
encarnado. El Señor viene a salvar a todos los hombres.
La dimensión universal es algo esencial en la vida
de un creyente. La experiencia de tener a Dios como Padre es una llamada a la
fraternidad universal con todos los hombres.
Nuestro país está viviendo momentos decisivos para
su futuro. Es grande el esfuerzo que hay que realizar para no perder la
identidad de pueblo «euskaldun» tan gravemente amenazada. En el orden político,
vivimos pendientes de los logros concretos que permitan un autogobierno cada
vez más real. La crisis económica absorbe nuestras preocupaciones.
Es fácil en esta situación olvidar que somos parte
de una familia humana más amplia, y que hay otros pueblos que viven en «el
tercer mundo».
En realidad, pertenecemos al mundo de los
privilegiados, y sería una burla disputar entre nosotros por un mayor bienestar
y libertad, olvidando egoístamente a pueblos que viven sumidos en la miseria y
la opresión.
Los de los pueblos privilegiados debemos vivir
siempre con la sospecha de ser opresores, tal vez, pequeños «opresores
oprimidos».
A la lucha por una sociedad más justa en los pueblos
del tercer mundo, debe responder aquí, entre nosotros, la lucha y la
resistencia contra el ideal de tener siempre más y vivir siempre mejor, al
margen de todos los demás pueblos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
ACOGER A
LOS NIÑOS
Vieron al niño con María, su madre.
No es fácil adoptar una postura
acertada con los niños. Lo saben muy bien los padres y educadores. A veces, los
idealizamos ingenuamente. Otras, descargamos sobre ellos nuestra irritación. En
ocasiones, los utilizamos. Casi siempre los sometemos a nuestra voluntad. La
actitud sorprendente de Jesús ante los pequeños y su invitación a acoger a los
niños nos han de hacer pensar.
El niño es siempre un ser débil y
vulnerable. Basta mirarlo con un poco de ternura. Su vida es frágil. Si no es
acogido y protegido con amor, está llamado a sufrir lo indecible. Sin amor,
nadie crece de manera sana y feliz.
El niño es sólo una «promesa de
vida». Sólo lo pueden acoger y cuidar bien quienes lo miran con esperanza. Para
ser un buen padre, una buena madre o un buen educador hay que olvidarse de
cálculos. Hay que amar al niño sin ver resultados inmediatos. No todo se puede
planificar. Lo importante es creer, confiar y acompañar con paciencia.
Rara vez el niño agradece lo que
está recibiendo. Sólo se le puede querer con amor gratuito, a fondo perdido. El
padre, la madre o el educador que pretenda exigir una respuesta adecuada a lo
que está haciendo por él, se sentirá frustrado. Aquí no funciona la
reciprocidad. Sólo son buenos padres y buenos educadores quienes disfrutan
buscando el bien del niño y no su respuesta agradecida.
Al niño hay que tratar con
alegría que es el signo que acompaña siempre a cualquier tarea creadora. Hacer feliz
a un niño es ayudarle a ser bueno. Enseñarle a disfrutar y enseñarle a vivir.
Esos niños de rostro triste y mirada apagada nos están acusando a todos. No les
estamos transmitiendo la alegría de vivir.
Hay algo más. También los niños
nacidos en esta sociedad tienen derecho a que alguien los inicie en la
reflexión personal, en una cierta vida interior y en la apertura a Dios. Pocas
cosas me apenan más que esos jóvenes a veces tan vacíos de interioridad y tan
desvalidos para descubrir un sentido un poco hondo e inteligente a sus vidas.
No hay mejor «regalo de Reyes» para un niño que encontrarse en la vida con un
buen padre, una buena madre o un buen educador.
José Antonio Pagola
HOMILIA
Matar o
adorar
HERODES y su corte de Jerusalén
representan el mundo de los poderosos. Todo vale en este mundo con tal de
asegurar el propio poder: el cálculo, la estrategia y la mentira. Vale incluso
la crueldad, el terror, el desprecio al ser humano y la destrucción de los
inocentes. Es un mundo que conocemos bien pues respiramos su atmósfera hasta la
náusea. Parece un mundo grande y poderoso, se nos presenta como defensor del
orden y la justicia, pero es débil y mezquino pues termina siempre buscando al
niño «para matarlo».
Según el relato de Mateo, unos
magos venidos de Oriente irrumpen en este mundo de tinieblas. Algunos exegetas
interpretan hoy la leyenda evangélica acudiendo a la sicología de lo profundo.
Los magos representan el camino que siguen quienes escuchan los deseos más
nobles del corazón humano: la estrella que los guía es la nostalgia de lo
divino; el camino que recorren es el deseo. Para descubrir lo divino en lo
humano, para adorar al niño en vez de buscar su muerte, para reconocer la
dignidad del ser humano en vez de destruirla, hay que recorrer un camino muy
diferente del que sigue Herodes.
No es un camino fácil. No basta
escuchar la llamada del corazón; hay que ponerse en marcha, exponerse, correr
riesgos. El gesto final de los magos es sublime. No matan al niño sino que lo
adoran. Se inclinan respetuosamente ante su dignidad; ven resplandecer en él la
estrella de Dios, descubren lo divino en lo humano. Es el mensaje central del
Hijo de Dios encarnado en el niño de Belén. Podemos vislumbrar también el
significado simbólico de los regalos que ofrecen al niño. Con el oro reconocen
la dignidad y el valor inestimable del ser humano; todo ha de quedar
subordinado a su felicidad. Un niño merece que se pongan a sus pies todas las
riquezas del mundo. El incienso recoge el deseo de que la vida del niño se despliegue
y su dignidad se eleve hasta el cielo. Todo ser humano está llamado a
participar de la vida misma de Dios. La mirra es medicina para curar enfermedad
y aliviar el sufrimiento. El ser humano necesita de cuidados y consuelo, no de
violencia y agresión.
Con su atención al débil y su
ternura hacia el humillado, este Niño introducirá en el mundo la magia del
amor, única fuerza de salvación, que ya desde ahora hace temblar al poderoso
Herodes.
José Antonio Pagola
Mira
también:
Para
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