Homilias de José Antonio Pagola
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José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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1 de septiembre de 2013
22º domingo Tiempo ordinario (C)
EVANGELIO
Todo el que se
enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
+ Lectura del santo
evangelio según san Lucas 14,1. 7-14
Entró Jesús un sábado en casa de
uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados
escogían los primeros puestos, les propuso este ejemplo:
- Cuando te conviden a una boda,
no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más
categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro, y te dirá: «Cédele
el puesto a éste». Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden,
vete a sentarte en el último puesto, para que cuando venga el que te convidó,
te diga: «Amigo, sube más arriba». Entonces quedarás muy bien ante todos los
comensales.
Porque todo el que se enaltece
será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Y dijo al que lo había invitado:
- Cuando des una comida o una
cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los
vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a
pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te
pagarán cuando resuciten los justos.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2012-2013 -
1 de septiembre de 2013
SIN
EXCLUIR
Jesús asiste a un banquete
invitado por “uno de los principales fariseos” de la región. Es una comida
especial de sábado, preparada desde la víspera con todo esmero. Como es
costumbre, los invitados son amigos del anfitrión, fariseos de gran prestigio,
doctores de la ley, modelo de vida religiosa para todo el pueblo.
Al parecer, Jesús no se siente
cómodo. Echa en falta a sus amigos los pobres. Aquellas gentes que encuentra
mendigando por los caminos. Los que nunca son invitados por nadie. Los que no
cuentan: excluidos de la convivencia, olvidados por la religión, despreciados
por casi todos. Ellos son los que habitualmente se sientan a su mesa.
Antes de despedirse, Jesús se
dirige al que lo ha invitado. No es para agradecerle el banquete, sino para
sacudir su conciencia e invitarle a vivir con un estilo de vida menos
convencional y más humano: “No invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a
tus parientes ni a los vecinos ricos porque corresponderán invitándote...
Invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú porque no pueden
pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”.
Una vez más, Jesús se esfuerza
por humanizar la vida rompiendo, si hace falta, esquemas y criterios de
actuación que nos pueden parecer muy respetables, pero que, en el fondo, están
indicando nuestra resistencia a construir ese mundo mas humano y fraterno,
querido por Dios.
De ordinario, vivimos instalados
en un círculo de relaciones familiares, sociales, políticas o religiosas con
las que nos ayudamos mutuamente a cuidar de nuestros intereses dejando fuera a
quienes nada nos pueden aportar. Invitamos a nuestra vida a los que, a su vez,
nos pueden invitar. Eso es todo.
Esclavos de unas relaciones
interesadas, no somos conscientes de que nuestro bienestar solo se sostiene
excluyendo a quienes más necesitan de nuestra solidaridad gratuita,
sencillamente, para poder vivir. Hemos de escuchar los gritos evangélicos del
Papa Francisco en la pequeña isla de Lampedusa: “La cultura del bienestar nos
hace insensibles a los gritos de los demás”. “Hemos caído en la globalización
de la indiferencia”. “Hemos perdido el sentido de la responsabilidad”.
Los seguidores de Jesús hemos de
recordar que abrir caminos al Reino de Dios no consiste en construir una
sociedad más religiosa o en promover un sistema político alternativo a otros
también posibles, sino, ante todo, en generar y desarrollar unas relaciones más
humanas que hagan posible unas condiciones de vida digna para todos empezando
por los últimos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
29 de agosto de 2010
SIN
ESPERAR NADA A CAMBIO
Invita a
los pobres.
Jesús está comiendo invitado por
uno de los principales fariseos de la región. Lucas nos indica que los fariseos
no dejan de espiarlo. Jesús, sin embargo, se siente libre para criticar a los
invitados que buscan los primeros puestos e, incluso, para sugerir al que lo ha
convidado a quiénes ha de invitar en adelante.
Es esta interpelación al
anfitrión la que nos deja desconcertados. Con palabras claras y sencillas,
Jesús le indica cómo ha de actuar: «No
invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos».
Pero, ¿hay algo más legítimo y natural que estrechar lazos con las personas que
nos quieren bien? ¿No ha hecho Jesús lo mismo con Lázaro, Marta y María, sus
amigos de Betania?
Al mismo tiempo, Jesús le señala
en quiénes ha de pensar: «Invita a los pobres,
lisiados, cojos y ciegos». Los pobres no tienen medios para corresponder a
la invitación. De los lisiados, cojos y ciegos, nada se puede esperar. Por eso,
no los invita nadie. ¿No es esto algo normal e inevitable?
Jesús no rechaza el amor familiar
ni las relaciones amistosas. Lo que no acepta es que ellas sean siempre las
relaciones prioritarias, privilegiadas y exclusivas. A los que entran en la
dinámica del reino de Dios buscando un mundo más humano y fraterno, Jesús les
recuerda que la acogida a los pobres y desamparados ha de ser anterior a las
relaciones interesadas y los convencionalismos sociales.
¿Es posible vivir de manera
desinteresada? ¿Se puede amar sin esperar nada a cambio? Estamos tan lejos del
Espíritu de Jesús que, a veces, hasta la amistad y el amor familiar están
mediatizados por el interés. No hemos de engañarnos. El camino de la gratuidad
es casi siempre duro y difícil. Es necesario aprender cosas como éstas: dar sin
esperar mucho, perdonar sin apenas exigir, ser más pacientes con las personas
poco agradables, ayudar pensando sólo en el bien del otro.
Siempre es posible recortar un
poco nuestros intereses, renunciar de vez en cuando a pequeñas ventajas, poner
alegría en la vida del que vive necesitado, regalar algo de nuestro tiempo sin
reservarlo siempre para nosotros, colaborar en pequeños servicios gratuitos.
Jesús se atreve a decir al
fariseo que lo ha invitado: «Dichoso tú
si no pueden pagarte». Esta bienaventuranza ha quedado tan olvidada que
muchos cristianos no han oído hablar nunca de ella. Sin embargo, contiene un
mensaje muy querido para Jesús: "Dichosos los que viven para los demás sin
recibir recompensa. El Padre del cielo los recompensará".
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
2 de septiembre de 2007
FUE LA
OPCIÓN DE JESÚS
Cuando
des un banquete, invita a pobres.
En los años posteriores al
Concilio se hablaba mucho de la «opción preferencial por los pobres». La
teología de la liberación estaba viva. Se percibía una nueva sensibilidad en la
Iglesia. Parecía que los cristianos queríamos escuchar de verdad la llamada del
Evangelio a vivir al servicio de los más desheredados del mundo.
Desgraciadamente, las cosas han
ido cambiando. Algunos piensan que la «opción por los pobres» es un lenguaje
peligroso inventado por los teólogos de la liberación y condenado justamente
por Roma. No es así. La opción preferencial por los pobres es una consigna que
le salió desde muy dentro a Jesús.
Según Lucas, éstas fueron sus
palabras: Cuando des una comida o una
cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los
vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedaras pagado. Cuando des
un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no
pueden pagarte; ya te pagarán cuando resuciten los justos.
¿Se pueden tomar en serio estas
palabras provocativas de Jesús? ¿Lo dice en serio o es una manera de impactar a
sus oyentes? Jesús habla de invitar a los excluidos, marginados y desamparados.
Son precisamente los desdichados a los que él se está dedicando en cuerpo y
alma por las aldeas de Galilea.
Sabe bien que esto no es lo
habitual. Los «pobres» no tienen medios para corresponder con cierta dignidad. Los lisiados, cojos y ciegos
sencillamente no pueden. En Qumrán son precisamente los que están excluidos de
la comida comunitaria.
Jesús habla en serio. Lo
prioritario para quien sigue de cerca a Jesús no es privilegiar la relación con
los ricos, ni atender las obligaciones familiares o los convencionalismos
sociales, olvidando a los pobres. Quien escucha el corazón de Dios, comienza a
privilegiar en su vida a los más necesitados.
Una vez de escuchar de labios de
Jesús su opción preferencial por los pobres, no es posible evitar nuestra
responsabilidad. En su Iglesia hemos de tomar una decisión: o no la tenemos en
cuenta para nada, o buscamos seriamente cómo darle una aplicación generosa.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
22 de agosto de 2004
OPTAR POR
LOS POBRES
Invita a los
pobres.
Hace unos años era frecuente
entre los cristianos hablar de «opción preferencial por los pobres». La
teología de la liberación estaba viva. Se percibía una nueva sensibilidad en la
Iglesia. Parecía que los cristianos queríamos escuchar en serio el «Evangelio
de los pobres». ¿Qué ha sido de esta llamada del Espíritu?
La «opción por los pobres» no es
de ahora. Es una invitación desconcertante de Jesús a vivir atentos a su
necesidad y sufrimientos: «Cuando des una
comida, no invites a tus amigos ni a tus vecinos ricos...; invita a pobres,
lisiados, cojos y ciegos». Dios ama a todos, sin excluir a nadie, pero en
su corazón de Padre, ocupan un lugar preferente los que no tienen sitio entre
los hombres.
Optar por los pobres es saber
mirarlos de manera especial. No andar por la vida con mirada distraída.
Fijarnos en los pequeños, los humillados, los que sobran. Pensar en ellos,
estar atentos a esa pobreza inmensa, creciente, vergonzosa de tantos pueblos
hundidos en el hambre y la miseria.
Es muy importante mirar la vida
desde los pobres. Lo que vemos depende de dónde nos coloquemos. No es lo mismo
mirar el mundo desde arriba, desde los intereses de nuestro pueblo o las
preocupaciones de nuestra Iglesia, que mirarlo desde abajo, desde las
necesidades y sufrimientos de los que no tienen pan ni dignidad.
Es importante también saber
escuchar sus gritos de protesta o sus gemidos. Si nadie los escucha, los pobres
«desaparecen» y «se evaporan». ¿Quién va a pensar en ellos, por ejemplo,
durante las vacaciones de verano, cuando toda Europa se relaja, se divierte y
disfruta de su bienestar? Alguien tiene que escuchar su sufrimiento y gritarlo
con fuerza en el interior de la Iglesia y de la sociedad.
Cada uno hemos de preguntarnos
qué podemos hacer, cómo concretar nuestra responsabilidad, cómo defender la
causa de los últimos, cómo concienciarnos más, cómo hacer valer los derechos de
los débiles, cómo compartir más lo que tenemos. Podemos engañarnos de muchas
maneras, pero todo es inútil. No se puede seguir a Jesús sin optar de manera
preferente por los pobres.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
2 de septiembre de 2001
LO
CONTRARIO
Invita a
los pobres.
Hace algunos años, CH. Lasch sacudió la conciencia de la sociedad
norteamericana con su obra «La cultura
del narcisismo» (1979). Lasch no ve en el individualismo actual aquel movimiento
que, en su origen, buscaba salvar la autonomía de la persona del poder invasor
del Estado desarrollando la fuerza de la voluntad y la razón del individuo. El
individualismo de hoy no es autoafirmación, sino pérdida de identidad, vacío
interior y empobrecimiento. Basta tomar nota de algunos de sus rasgos.
La personalidad narcisista centra
al individuo sobre sí mismo. La meta casi única es el propio bienestar y el
equilibrio emocional. Fuera problemas. Lo importante es vivir en paz y
tranquilo evitando lo que pueda complicarnos las cosas.
En consecuencia, se vive a
distancia de aquello que pueda comprometer. No se toma en serio lo que puede
significar exigencia y esfuerzo comprometido. Se habla de derechos, no de obligaciones.
El individuo defiende por encima de todo su interés personal.
El resultado es empobrecedor. La
persona no crece ni despliega sus posibilidades. Busca seguridad y bienestar.
Toda su identidad consiste en vivir cómodamente en cada momento. Todo vale con
tal de vivir bien: creencias de todo tipo, religión a la carta, ética de
conveniencia. Los problemas personales se hipertrofian. El individuo cae en la
apatía e indiferencia ante los sufrimientos ajenos.
El evangelio invita a orientar la
vida de otra manera. Se cita una frase sorprendente de Jesús: «Hay más alegría en dar que en recibir».
Sin duda, es una frase absolutamente contracultural, pero la experiencia
muestra que es verdad para aquel que tenga un espíritu suficientemente humano.
Más contrarias aún al espíritu de los tiempos son las palabras recogidas por el
evangelio de Lucas: «Cuando des un
banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos: dichoso tú porque no
pueden pagarte».
Tenemos miedo a la verdadera
felicidad porque creemos que ésta se encuentra sólo en el placer y no en la
entrega generosa. Sin embargo, la sabiduría de ser feliz supone la libertad de
desprenderse. Hay una dicha que sólo conoce quien sabe dar sin recibir nada a
cambio, amar a fondo perdido. Todo lo contrario de lo que se nos enseña, pero
todo ello profundamente humano y gratificante. Cada uno ha de elegir su camino.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
30 de agosto de 1998
AUNQUE NO
SEA RENTABLE
Dichoso
tú porque no pueden pagarte.
La tierra pertenece a todos sus
habitantes, pero no todos pueden disfrutar de ella. No es la «Humanidad» quien
tiene los bienes de la creación en sus manos, sino unos pocos que los acaparan
para su exclusivo interés. No es necesario aportar muchas cifras. Basta un dato
estremecedor. Cada día mueren de hambre en el mundo unas 30.000 personas.
Mientras nosotros disfrutamos de las vacaciones, han muerto en agosto cerca de
un millón.
Nunca hemos tenido tantos
recursos, nunca hemos tenido tantos cauces de comunicación, pero nunca hemos
tenido tantos pobres y tanta hambre en el mundo. Somos la primera generación en
la historia de la Humanidad que tiene capacidad y medios para acabar con el
hambre, pero a la que falta la voluntad para hacerlo. Podemos, pero no
queremos.
Hasta la década de los ochenta,
el hambre era atribuido a catástrofes climáticas, crecimiento demográfico o
retraso en las técnicas agrícolas. Hoy no es así. La causa del hambre es la
injusticia e insolidaridad que existe entre los hombres. No hay falta de
alimentos. El hambre se debe a que hay pueblos y colectivos que no tienen
acceso a ellos porque nadie les ayuda a producirlos o adquirirlos.
Los países ricos no encuentran
rentable invertir en los países pobres del Sur. Las grandes multinacionales
buscan su propio interés. Después de tantas declaraciones y programas, la
verdad cruda es ésta: la transferencia neta de recursos es de unos 500.000
millones de dólares al año, pero del Sur
al Norte. (No se trata de una errata: los recursos se desplazan del
hemisferio empobrecido al hemisferio rico).
Mientras tanto, van
desapareciendo de nuestro lenguaje conceptos como «bien común» o «función
social de los bienes». Incluso, el concepto de «necesidad» es sustituido por el
de «demanda». Al Mercado no le interesan las necesidades de los pobres, sino
las demandas de quienes tienen «poder adquisitivo»
El Evangelio es una llamada a
cambiar de rumbo. Hay que «invitar a
nuestro banquete al pobre que no nos podrá pagar». Hay que buscar el bien
de quien sufre aunque no sea rentable para nuestro bienestar egoísta. Esto es
lo que salva y libera al ser humano.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
3 de septiembre de 1995
NO TODO
VA A SER EXIGIR
No pueden
pagarte.
Uno de los rasgos más positivos
de la sociedad actual es la sensibilidad ante los derechos de la persona. Los
individuos conocen y exigen con firmeza sus derechos. Se siguen cometiendo
abusos e injusticias múltiples, pero cada vez es más lúcida y firme la reacción
social.
Esto que, sin duda, significa un
notable progreso nos ha vuelto a todos mucho más propensos a la reivindicación.
Hay personas que sólo saben exigir. Se fomenta el espíritu reivindicativo de
tal forma que, como ha dicho Juan María
Uriarte en una preciosa Carta Pastoral sobre la misericordia, «exigir se convierte.., en una forma
privilegiada de relacionarnos con los demás».
Los hijos exigen a sus padres y
éstos a sus hijos. Los ciudadanos exigen a las autoridades y las autoridades
exigen a la sociedad. Las empresas exigen a sus trabajadores y éstos a sus
empresas. Los fieles exigen a la jerarquía eclesiástica y la jerarquía exige a
los fieles. Corremos el riesgo de pensar que «exigir» es la forma más noble de
vivir.
Sin duda, hay que saber exigir
aquello a lo que tenemos derecho. Pero no es justo que olvidemos exigirnos
también a nosotros mismos. Y, sobre todo, no es humano vivir tan obsesionados
por exigir que nos olvidemos de dar. Sería un retroceso que el espíritu
reivindicativo ahogara nuestra capacidad de ofrecer ayuda a quien la necesita
más que nosotros.
No somos individuos aislados,
luchando cada uno por lo suyo. Estamos vinculados unos a otros; formamos parte
de la misma familia humana. La sensibilidad hacia nuestros derechos no nos ha
de impedir escuchar el drama de los que sufren marginación y abandono. Es
legítimo mirar por los propios intereses. Pero es empobrecedor quedar confinado
en ellos.
Hemos de escuchar la
interpelación evangélica: «Cuando des un
banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Y dichoso tú porque no
pueden pagarte. » En la vida no todo es exigir o reivindicar derechos.
También hay que saber dar, socorrer, ayudar sin esperar recompensa.
Se ha dicho que «los marginados
de la sociedad y del Tercer Mundo han sido “redescubiertos” por la comunidad
cristiana en los últimos quince alios». Es cierto. Se percibe una sensibilidad
nueva, abnegada y creativa. Está creciendo el voluntariado. Hay cada vez más preocupación
por los toxicómanos, los ancianos, los pueblos pobres de África y de América
Latina.
Esta conciencia no es sólo fruto
de un deseo de justicia. No se trata sólo de exigir los derechos de los
indefensos. Es también dar y darse gratuitamente. Acercarse a sus necesidades,
sentir su drama, ponerse a su servicio. Dichosos también hoy los que saben
hacerlo sin esperar recompensa.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
30 de agosto de 1992
¿HACIA
UNA EUROPA INHUMANA?
Dichoso
tú, porque no pueden pagarte.
La consolidación de Europa se
está llevando a cabo con la afirmación de una conciencia europea en cuyo
interior es fácil detectar algunas líneas de fuerza que nos llevarán en una
dirección muy alejada del espíritu que animaba a sus primeros impulsores.
Europa se está construyendo desde
la decisión unánime de incrementar aceleradamente su desarrollo y su potencial
económico para emerger como un gran mercado internacional con pretensiones de
beneficiarse de un imperialismo comercial.
Por otra parte, Europa tiene hoy
como eje principal de su sistema la promoción de un individualismo hedonista
desde el que se busca exclusivamente el disfrute de los propios derechos,
mientras se van olvidando las grandes responsabilidades colectivas de la
sociedad.
Es patente también un laicismo
expansivo y militante que reacciona fuertemente contra las Iglesias cristianas.
En nombre del respeto a la libertad religiosa, Dios es silenciado y la
dimensión religiosa del hombre queda prácticamente atrofiada.
No es fácil criticar estos
vectores de la conciencia europea, pues constituyen hoy la cultura del
«progresismo europeo», palabra mágica con la que se puede descalificar a quien
ofrezca alguna resistencia o plantee alternativas diferentes. Y, sin embargo,
es cada vez más claro el riesgo de una Europa inhumana.
Una Europa centrada en su propio
desarrollo puede convertirse en un peligro no sólo para el Tercer Mundo, sino
también para la Europa del Este. Y puede ir generando cada vez más en su propio
interior ese Cuarto Mundo de marginados y desempleados, abocado a la
desintegración social y humana.
Una Europa promotora de hedonismo
materialista tiende a pervertir el contenido mismo de los derechos humanos.
Banalizando el valor de la familia y del matrimonio estable, despreciando la
vida humana desde una postura cada vez más permisiva frente al aborto y la
eutanasia, Europa se está derrotando a sí misma.
Por último, una Europa laicista y
agnóstica, olvidada de Dios, puede también olvidar peligrosamente el sentido de
la vida y de la muerte. El abandono de Dios la puede privar de la fuerza más
importante para generar un estilo de vida lleno de humanidad y esperanza.
Europa está necesitada de un
nuevo espíritu y una nueva conciencia que la liberen del egoísmo colectivo y la
orienten hacia la solidaridad con los más necesitados.
Para ello, Europa ha de estar más
atenta a las víctimas que puede producir y está ya produciendo. Y ha de
aprender a compartir su riqueza, no con los poderosos de la Tierra, sino con
esos «pobres» de los que habla
Cristo, que ni siquiera pueden «corresponder», pues se hallan hundidos en la
miseria. Europa ha de escuchar la voz de ese Dios que sigue preguntando: «¿Dónde está tu hermano?»
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
3 de septiembre de 1989
GRATIS
Dichoso
tú si no pueden pagarte.
Hay una “bienaventuranza” de
Jesús perdida en el evangelio y de la que siempre hemos hablado poco los
cristianos: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y
ciegos. Dichoso tú si no pueden pagarte.”
En realidad, se nos hace difícil
entender estas palabras porque el lenguaje de la gratuidad nos resulta extraño
e incomprensible.
Estamos olvidando lo que es vivir
gratuitamente y no acertamos ya ni a dar ni a darnos. Hemos construido una
sociedad donde predomina el intercambio, el provecho y el interés.
En nuestra “civilización del
poseer» casi nada hay gratuito. Todo se intercambia, se presta, se debe o se
exige. Nadie cree que “es mejor dar que recibir» (Act. 20, 35). Sólo sabemos
prestar servicios remunerados y “cobrar intereses” de diversas maneras por todo
lo que hacemos a lo largo de los días.
Sin embargo, los momentos m
intensos y culminantes de nuestra vida son los que sabemos vivir en la
gratuidad. Sólo en la entrega gratuita y desinteresada se puede saborear el
verdadero amor, el gozo, la solidaridad, la confianza mutua.
Dice San Gregorio Nacianzeno que “Dios ha hecho al hombre, cantor de su
irradiación” y, ciertamente, nunca el hombre es tan humano como cuando sabe
reflejar en su ser y en su actuar el amor gratuito y desinteresado a las
personas y las criaturas todas.
Pero, ¿se puede vivir de manera
“desinteresada” hoy en día entre nosotros? No hemos de engañarnos. El camino de
la gratuidad es duro, difícil y a veces agotador. Es necesario un esfuerzo
constante para amar con paciencia, dar sin correspondencia, acoger sin
condiciones, perdonar sin exigencias.
Pero es posible recortar un poco
nuestros intereses, renunciar a pequeñas ventajas, aprender a perder para poner
alegría en la vida de los necesitados, regalar un poco de nuestro tiempo sin
reservarlo siempre para nosotros, comprometerse en pequeños servicios
gratuitos.
Pero, tal vez, todo esto es
posible cuando se sabe que uno mismo es regalo inmerecido del amor de Dios y
que, en definitiva, en la vida “el que pierde gana» como decía Ch. Peguy.
Acostumbrados a correr detrás de
toda clase de goces y satisfacciones, ¿nos atreveremos a saborear la dicha
oculta pero auténtica que se encierra en la entrega gratuita al que nos
necesita?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
31 de agosto de 1986
INVITAR A
POBRES
Cuando
des un banquete.
Jesús vivió un estilo de vida
diferente. Quien quiere seguirlo con sinceridad, se siente invitado a vivir de
manera nueva y revolucionaria, en contradicción con el modo «normal» de
comportarse que observamos a nuestro alrededor.
¿Cómo no sentirse desconcertado e
interpelado cuando se escuchan estas palabras enormemente claras y sencillas?
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni
a tus parientes ni a los vecinos ricos, porque corresponderán invitándote y
quedarás pagado... Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos
y ciegos. Dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los
justos».
Se nos invita a actuar desde una
actitud de gratuidad y de comunión con el pobre, opuesta totalmente a la lógica
de quien busca acumular, aprovecharse y excluir a los demás de la propia
riqueza.
Se nos llama a compartir nuestros
bienes gratis, sin seguir la lógica de quien busca siempre cobrar las deudas,
aun a costa de humillar a ese pobre «que siempre está en deuda frente al
sistema que lo exprime» (H. Echegaray).
Jesús piensa en unas relaciones
humanas basadas en un nuevo espíritu de libertad, gratuidad y amor. Un espíritu
que está en contradicción con la práctica y el comportamiento normal del
sistema.
Unas relaciones propias de una
humanidad nueva, germen de una comunidad diferente a esta sociedad que siembra
la muerte y desprecia al pobre.
De esta manera, los creyentes
debemos sentirnos llamados a prolongar la actuación de Jesús, aunque sea en
gestos muy modestos y humildes.
Esta es nuestra misión evangelizadora.
Dinamizar la historia desde ese espíritu revolucionario de Jesús. Contradecir
la lógica de la codicia y la acumulación egoísta. Romper con nuestro
comportamiento esa escala de valores que nos está deshumanizando a todos.
Quizás, no lograremos cambios
espectaculares y, menos, de manera inmediata. Pero, con nuestra actuación
solidaria, gratuita y fraterna, criticaremos el comportamiento social actual
como algo caduco y llamado a desaparecer, y anunciaremos así el hombre nuevo
que nacerá un día en la plenitud del Reino.
El que sigue de cerca a Jesús
sabe que su actuación resulta absurda, incómoda e intolerable para la «lógica»
de la mayoría. Pero sabe también que con su actuar está apuntando a la
salvación definitiva, cuando, por fin, el hombre podrá ser humano.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 – APRENDER A VIVIR
28 de agosto de 1983
EL AMOR
GRATUITO
Invita a
los pobres.
Vivimos en una sociedad en donde
prácticamente todo se compra y se paga. El trabajo, los servicios, la
enseñanza, el deporte, el ocio…
Nuestra sociedad produce con
frecuencia un tipo de hombre egoísta, insolidario, consumista, de corazón
pequeño y horizonte estrecho, incapaz de amar con auténtica generosidad.
Es difícil en nuestra sociedad
ver gestos verdaderamente desinteresados y gratuitos. Con frecuencia, hasta la
amistad y el amor aparecen directa o indirectamente mediatizados por el interés
y el egoísmo.
Por eso resulta duro a nuestros
oídos escuchar la invitación desconcertante de Jesús: “Cuando des una comida o
una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a
los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando
des una comida, invita a los pobres …”
Jesús no critica la amistad, las
relaciones familiares ni el amor gozosamente correspondido. Pero nos invita a
reflexionar sobre la verdad última de nuestra conducta.
Amar al que nos ama, ser amable
con el que lo es con nosotros, puede ser todavía el comportamiento normal de un
hombre egoísta en donde el propio interés sigue siendo el criterio principal de
nuestras preferencias y de nuestra predilección.
Sería una equivocación creer que
uno sabe amar de verdad y con generosidad por el simple hecho de vivir en
armonía y saber desenvolverse con facilidad en el círculo de sus amistades y en
las relaciones familiares. También el hombre egoísta “ama” mucho a quienes le
aman mucho.
Saber amar no es simplemente
saber tratar debidamente a aquél al que me liga una amistad, una simpatía o una
relación social. Saber amar es no pasar de largo ante nadie que me necesite
cerca.
Jesús pensaba en una sociedad en
la que cada uno se sintiera servidor de los más necesitados. Una sociedad muy
distinta de la actual, en la que los hombres aprendiéramos a mar no a quien
mejor nos paga sino a quién más nos necesita.
Es bueno preguntarnos con
sinceridad qué buscamos cuando nos acercamos a los demás. ¿Buscamos dar o
buscamos recibir? Solo ama el que es capaz de comprender aquellas palabras de
Jesús “Hay más felicidad en dar que en recibir”.
José Antonio Pagola