Homilias de José Antonio Pagola
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25 de noviembre de 2012
34º domingo Tiempo ordinario (B)
JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
EVANGELIO
Tú lo dices: soy rey.
+ Lectura del santo
evangelio según san Juan 18, 33b-37
En aquel tiempo, dijo Pilato a
Jesús: « ¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús le contestó: « ¿Dices eso por
tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?». Pilato replicó: « ¿Acaso soy yo
judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?».
Jesús le contestó: «Mi reino no
es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado
para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Pilato
le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo
para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad.
Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
Palabra de Dios.
HOMILIA
2011-2012 -
25 de noviembre de 2012
INTRODUCIR
VERDAD
El juicio contra Jesús tuvo lugar
probablemente en el palacio en el que residía Pilato cuando acudía a Jerusalén.
Allí se encuentran una mañana de abril del año treinta un reo indefenso llamado
Jesús y el representante del poderoso sistema imperial de Roma.
El evangelio de Juan relata el
dialogo entre ambos. En realidad, más que un interrogatorio, parece un discurso
de Jesús para esclarecer algunos temas que interesan mucho al evangelista. En
un determinado momento Jesús hace esta solemne proclamación: "Yo para esto
he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad,
escucha mi voz".
Esta afirmación recoge un rasgo
básico que define la trayectoria profética de Jesús: su voluntad de vivir en la
verdad de Dios. Jesús no solo dice la verdad, sino que busca la verdad y solo
la verdad de un Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos e
hijas.
Por eso, Jesús habla con
autoridad, pero sin falsos autoritarismos. Habla con sinceridad, pero sin dogmatismos.
No habla como los fanáticos que tratan de imponer su verdad. Tampoco como los
funcionarios que la defienden por obligación aunque no crean en ella. No se
siente nunca guardián de la verdad sino testigo.
Jesús no convierte la verdad de
Dios en propaganda. No la utiliza en provecho propio sino en defensa de los
pobres. No tolera la mentira o el encubrimiento de las injusticias. No soporta
las manipulaciones. Jesús se convierte así en "voz de los sin voz, y voz
contra los que tienen demasiada voz" (Jon Sobrino).
Esta voz es más necesaria que
nunca en esta sociedad atrapada en una grave crisis económica. La ocultación de
la verdad es uno de los más firmes presupuestos de la actuación de los grandes
poderes financieros y de la gestión política sometida a sus exigencias. Se nos
quiere hacer vivir la crisis en la mentira.
Se hace todo lo posible para
ocultar la responsabilidad de los principales causantes de la crisis y se
ignora de manera perversa el sufrimiento de las víctimas más débiles e
indefensas. Es urgente humanizar la crisis poniendo en el centro de atención la
verdad de los que sufren y la atención prioritaria a su situación cada vez más
grave.
Es la primera verdad exigible a
todos si no queremos ser inhumanos. El primer dato previo a todo. No nos
podemos acostumbrar a la exclusión social y la desesperanza en que están
cayendo los más débiles. Quienes seguimos a Jesús hemos de escuchar su voz y
salir instintivamente en su defensa y ayuda. Quien es de la verdad escucha su
voz.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO
22 de noviembre de 2009
EXAMEN
ANTE EL TESTIGO DE LA VERDAD
He venido
al mundo para ser testigo de la verdad.
Dentro del proceso en el que se
va a decidir la ejecución de Jesús, el evangelio de Juan ofrece un sorprendente
diálogo privado entre Pilato, representante del imperio más poderoso de la
Tierra y Jesús, un reo maniatado que se presenta como testigo de la verdad.
Precisamente, Pilato quiere, al
parecer, saber la verdad que se encierra en aquel extraño personaje que tiene
ante su trono: « ¿Eres tú el rey de los
judíos?» Jesús va a responder exponiendo su verdad en dos afirmaciones
fundamentales, muy queridas al evangelista Juan.
«Mi reino no es de este mundo». Jesús no es rey al
estilo que Pilato puede imaginar. No pretende ocupar el trono de Israel ni
disputar a Tiberio su poder imperial. Jesús no pertenece a ese sistema en el
que se mueve el prefecto de Roma, sostenido por la injusticia y la mentira. No
se apoya en la fuerza de las armas. Tiene un fundamento completamente diferente. Su realeza proviene
del amor de Dios al mundo.
Pero añade a continuación algo
muy importante: «Soy rey...y he venido al
mundo para ser testigo de la verdad» Es en este mundo donde quiere ejercer
su realeza, pero de una forma sorprendente. No viene a gobernar como Tiberio
sino a ser «testigo de la verdad»
introduciendo el amor y la justicia de Dios en la historia humana.
Esta verdad que Jesús trae
consigo no es una doctrina teórica. Es una llamada que puede transformar la
vida de las personas. Lo había dicho Jesús: «Si
os mantenéis fieles a mi Palabra...conoceréis la verdad y la verdad os hará
libres». Ser fieles al Evangelio de Jesús es una experiencia única pues
lleva a conocer una verdad liberadora, capaz de hacer nuestra vida más humana.
Jesucristo es la única verdad de
la que nos está permitido vivir a los cristianos. ¿No necesitamos en la Iglesia
de Jesús hacer un examen de conciencia
colectivo ante el "Testigo de la Verdad"¿Atrevernos a discernir con
humildad qué hay de verdad y qué hay de mentira en nuestro seguimiento a Jesús?
¿Dónde hay verdad liberadora y dónde mentira que nos esclaviza? ¿No necesitamos
dar pasos hacia mayores niveles de verdad humana y evangélica en nuestras
vidas, nuestras comunidades y nuestras instituciones?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
26 de noviembre de 2006
TESTIGOS
DE LA VERDAD
Para ser
testigo de la verdad.
El juicio tiene lugar en el
palacio donde reside el prefecto romano cuando viene a Jerusalén. Acaba de
amanecer. Pilato ocupa la sede desde la que dicta sus sentencias. Jesús
comparece maniatado como un delincuente. Allí están frente a frente: el
representante del imperio más poderoso y el profeta del reino de Dios.
A Pilato le resulta increíble que
aquel hombre intente desafiar a Roma: «
¿Con que tú eres rey?». Jesús es muy claro: «Mi reino no es de este mundo». No pertenece a ningún sistema
injusto de este mundo. No pretende ocupar ningún trono. No busca poder ni
dinero.
Pero no le oculta la verdad: «Soy Rey». Ha venido a este mundo a
introducir verdad. Si su reino fuera de este mundo, tendría «guardias» que lucharían por él con
armas. Pero sus seguidores no son «legionarios», sino «discípulos» que escuchan
su mensaje y se dedican a poner verdad, justicia y amor en el mundo.
El reino de Jesús no es el de
Pilato. El prefecto vive para extraer las riquezas y cosechas de los pueblos y
conducirlas a Roma. Jesús vive «para ser
testigo de la verdad». Su vida es todo un desafío: «todo el que es de la verdad, escucha mi voz». Pilato no es de la
verdad. No escucha la voz de Jesús. Dentro de unas horas, intentará apagarla
para siempre.
El seguidor de Jesús no es «guardián» de la verdad sino «testigo». No ha venido tras las huellas
de Jesús para ser legionario sino discípulo. Su quehacer no es disputar,
combatir y derrotar a los adversarios, sino vivir la verdad del evangelio y
comunicar la experiencia de Jesús que está cambiando su vida.
El cristiano tampoco es
«propietario» de la verdad, sino testigo. No impone su doctrina, no controla la
fe de los demás, no pretende tener razón en todo. Vive convirtiéndose a Jesús,
contagia la atracción que siente por él, ayuda a mirar hacia el evangelio, pone
en todas partes la verdad de Jesús. La Iglesia atraerá a la gente cuando vean
que nuestro rostro se parece al de Jesús, y que nuestra vida recuerda a la
suya.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2002-2003 – REACCIONAR
23 de noviembre de 2003
BUSCAR A
DIOS
Todo el
que es de la verdad, escucha mi voz.
No todos los que han abandonado
la práctica religiosa tienen la misma postura ante Dios. Algunos rechazan todo
contacto con lo religioso; Dios les resulta un ser incómodo y amenazador del
que prefieren prescindir. Otros viven absolutamente despreocupados de estas
cosas; les basta con ir resolviendo los problemas de cada día: Dios no tiene
sitio en su vida. Hay, sin embargo, un número creciente de no practicantes en
los que comienza a despertarse una inquietud religiosa.
No es fácil expresar lo que
sienten ni lo que buscan. Ciertamente no están pensando en volver al
cristianismo que un día conocieron y que, por una razón o por otra, han
abandonado. Su búsqueda se sitúa ahora a otro nivel diferente. Andan detrás de
algo que ni ellos mismos aciertan a definir con precisión.
Lo que conocen de la Iglesia les
parece excesivamente complicado. El lenguaje eclesiástico les resulta difícil.
Tampoco les convence mucho la vida de otros cristianos practicantes que
conocen. Pero sienten la necesidad de algo que dé más coherencia y más sentido
a su vida.
En el fondo de todo está la
cuestión de Dios. La mayoría no duda de que Dios existe. Pero, ¿cómo es ese
Dios del que la Iglesia habla tanto? ¿Es un Dios terrible y peligroso del que
uno no se puede fiar nunca del todo? ¿Es un Dios bueno que entiende nuestra
debilidad y busca siempre sólo nuestro bien?
Pero, ¿con quién hablar de todo
esto? Al que se ha alejado de la Iglesia no se le hace fácil acercarse a un
sacerdote. Es normal. Si al menos pudiera hablar con toda confianza con algún
amigo creyente. Porque es bueno escuchar la experiencia de alguien que vive
gozosamente su fe para aclarar equívocos, deshacer prejuicios o exponer las
propias dudas.
En cualquier caso, lo importante
son los pasos que uno mismo va dando por dentro. Hay preguntas que es bueno
contestar: ¿Por qué he abandonado yo el contacto con lo religioso? ¿Me ha hecho
bien alejarme de Dios? Ahora sé lo que es vivir de espaldas a la fe, ¿quiero
terminar así mi vida? ¿No necesito encontrarme con un Dios Amigo?
Hay personas que se alejaron hace
mucho de todo lo religioso, pero tampoco tienen nada contra Dios. En este
momento no sabrían cómo rezar; han olvidado las palabras del Padre Nuestro; no
les sale ninguna oración. ¿Es difícil decir a Dios: «Tú me conoces y me
entiendes. Ayúdame a vivir. Enséñame a creer» ? Puede parecer algo trivial y,
sin embargo, una invocación sincera a Dios puede significar un cambio interior
importante. Las palabras de Jesús son alentadoras: «Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1999-2000 – COMO ACERTAR
26 de noviembre de 2000
CON
VERDAD
Todo el
que es de la verdad, escucha mi voz.
Es raro que una persona pueda
vivir la vida entera sin plantearse nunca el sentido último de todo. Por muy
frívolo que sea el discurrir de sus días, tarde o temprano se producen
«momentos de ruptura» que pueden hacer brotar en la persona interrogantes de
fondo sobre el problema de la vida.
Hay horas de intensa felicidad
que nos obligan a preguntarnos por qué la vida no es siempre dicha y plenitud.
Momentos de desgracia que despiertan en nosotros pensamientos sombríos: ¿por
qué tanto sufrimiento?, ¿merece la pena vivir? Instantes de mayor lucidez que
nos conducen a las cuestiones fundamentales: ¿Quién soy yo?, ¿qué es la vida?,
¿qué me espera?
Tarde o temprano, de una manera u
otra, toda persona termina por plantearse un día el sentido de la vida. Todo
puede quedar ahí, o puede también despertarse de manera callada pero inevitable
la cuestión de Dios. Las reacciones pueden ser entonces muy diversas.
Hay quienes hace tiempo han
abandonado, si no a Dios, sí un mundo de cosas que tenían relación con Dios: la
Iglesia, la misa dominical, los dogmas... Poco a poco, se han ido desprendiendo
de algo que ya no tiene interés alguno para ellos. Abandonado todo ese mundo
religioso, ¿qué hacer ahora ante la cuestión de Dios?
Otros han abandonado incluso la
idea de Dios. No tienen necesidad de Él. Les parece algo inútil y superfluo.
Dios no les aportaría nada positivo. Al contrario, tienen la impresión de que
les complicaría la existencia. Aceptan la vida tal como es y siguen su camino
sin preocuparse excesivamente del final.
Otros viven envueltos en la
incertidumbre. No están seguros de nada: ¿Qué es creer en Dios?, ¿cómo se puede
uno relacionar con Él?, ¿quién sabe algo de estas cosas? Mientras tanto, Dios
no se impone. No fuerza desde el exterior con pruebas ni evidencias. No se
revela desde dentro con luces o revelaciones. Sólo es silencio, posibilidad,
invitación respetuosa...
Lo primero ante Dios es ser
honestos. No andar eludiendo su presencia con planteamientos poco sinceros.
Quien se esfuerza por buscar a Dios con honradez y verdad no está lejos de Él.
No hemos de olvidar unas palabras de Jesús que pueden iluminar a quien viva en
la incertidumbre religiosa: «Todo el que
es de la verdad escucha mi voz» (Jn 18, 37).
José Antonio Pagola
HOMILIA
1996-1997 – DESPERTAR LA FE
23 de noviembre de 1997
CONTRA LA
MENTIRA
Todo el
que es de la verdad, escucha mi voz.
No es frecuente escuchar a
alguien defender el derecho del hombre a la verdad. Uno se pregunta por qué no
se escuchan en nuestra sociedad gritos de protesta contra la mentira, al menos,
con la misma fuerza con que se grita contra la injusticia.
¿Será que no somos conscientes de
la mentira que nos envuelve por todas partes? ¿Será que cuando exigimos justicia
nos sentimos solo víctimas y nunca opresores? ¿Será que para gritar contra la
mentira, la hipocresía y el engaño, es necesario vivir con un mínimo de
sinceridad personal?
La mentira es hoy uno de los
presupuestos más firmes de nuestra convivencia social. El mentir es aceptado
como algo necesario tanto en el complejo mundo del quehacer político y la
información social como en «la pequeña comedia» de nuestras relaciones
personales de cada día.
El hombre contemporáneo se ve
obligado a pensar, decidir y actuar envuelto en una densa niebla de mentira y
falsedad. Indefenso ante un cerco de engaños, falacias y embustes del que es
difícil liberarse. ¿Cómo saber la «verdad» que se oculta tras las decisiones
políticas de los diversos partidos? ¿Cómo descubrir los verdaderos intereses
que se encierran tras campañas y acciones que se nos pide defender o rechazar?
¿Cómo actuar con lucidez en medio de la información deformada, parcial e
interesada que diariamente nos vemos obligados a consumir?
Se dirá que la mentira es
necesaria para actuar con eficacia en la construcción de una sociedad más libre
y más justa. Pero, realmente, ¿hay alguien que pueda garantizar que estamos
haciendo un mundo más humano cuando desde los centros de poder se oculta la
verdad, cuando entre nosotros se utiliza la calumnia para destruir al
adversario, cuando se obliga a las masas sencillas a que sean protagonistas de
su historia desde una situación de engaño y de ignorancia?
En el fondo de todo hombre hay
una búsqueda de verdad y difícilmente se construirá nada verdaderamente humano
sobre la mentira y la falsedad. En el mensaje de Jesús hay una invitación a
vivir en la verdad ante Dios, ante uno mismo y ante los demás. « Yo he venido para ser testigo de la
verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (Juan 18, 37). No es
absurdo que se vuelvan a escuchar en nuestra sociedad aquellas palabras
inolvidables de Jesús, que son un reto y una promesa para todo hombre que busca
sinceramente una sociedad más humana: «La
verdad os hará libres» (Juan 8, 32).
José Antonio Pagola
HOMILIA
1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
20 de noviembre de 1994
CAMBIO
IMPORTANTE
Todo el
que es de la verdad, escucha mi voz.
No todos los que han abandonado
la práctica religiosa tienen la misma postura ante Dios. Algunos rechazan todo
contacto con lo religioso; Dios les resulta un ser incómodo y amenazador del
que prefieren prescindir. Otros viven absolutamente despreocupados de estas
cosas; les basta con ir resolviendo los problemas de cada día; Dios no tiene sitio
en su vida. Hay, sin embargo, un número creciente de no practicantes en los que
comienza a despertarse una inquietud religiosa.
No es fácil expresar lo que
sienten ni lo que buscan. Ciertamente no están pensando en volver al
cristianismo que un día conocieron y que, por una razón o por otra, han
abandonado. Su búsqueda se sitúa ahora a otro nivel diferente. Andan detrás de
algo que ni ellos mismos aciertan a definir con precisión.
Lo que conocen de la Iglesia les
parece excesivamente complicado. El lenguaje eclesiástico les resulta difícil.
Tampoco les convence mucho la vida de otros cristianos practicantes que conocen.
Pero sienten la necesidad de algo que dé más coherencia y más sentido a su
vida.
En el fondo de todo está la
cuestión de Dios. La mayoría no duda de que Dios exista. Pero, ¿cómo es ese
Dios del que la Iglesia habla tanto? ¿Es un Dios terrible y peligroso del que
uno no se puede fiar nunca del todo? ¿Es un Dios bueno que entiende nuestra
debilidad y busca siempre solo nuestro bien?
Pero, ¿con quién hablar de todo
esto? Al que se ha alejado de la Iglesia no se le hace fácil acercarse a un
sacerdote. Es normal. Si al menos pudiera hablar con toda confianza con algún
amigo creyente. Porque es bueno escuchar la experiencia de alguien que vive
gozosamente su fe para aclarar equívocos, deshacer prejuicios o exponer las
propias dudas.
En cualquier caso, lo importante
son los pasos que uno mismo va dando por dentro. Hay preguntas que es bueno
contestar: ¿Por qué he abandonado yo el contacto con lo religioso? ¿Me ha hecho
bien alejarme de Dios? Ahora sé lo que es vivir de espaldas a la fe, ¿quiero
terminar así mi vida? ¿No necesito encontrarme con un Dios Amigo?
¿Se puede rezar? Hay personas que
se alejaron hace mucho de todo esto, pero tampoco tienen nada contra Dios. En
este momento no sabrían cómo rezar; han olvidado las palabras del Padre
Nuestro; no les sale ninguna oración. ¿Es difícil decir a Dios: «Tú me conoces
y me entiendes. Ayúdame a vivir. Enséñame a creer»? Puede parecer algo trivial
y, sin embargo, una invocación sincera a Dios puede significar un cambio
interior importante. Las palabras de Jesús son alentadoras: «Todo el que es de la verdad, escucha mi
voz.»
José Antonio Pagola
HOMILIA
1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
24 de noviembre de 1991
ANTE EL
VACIO ETICO
Testigo
de la verdad.
Entre las consecuencias que el
olvido de Dios está acarreando a la sociedad moderna no es el menos grave el
resquebrajamiento de la conciencia moral. El alejamiento de la fe ha arrastrado
a no pocos a una especie de “liberación” frente a los imperativos morales. No
se trata de rechazo de una norma concreta o de otra, sino de un auténtico
“vaciamiento ético”.
En pocos años ha surgido entre
nosotros una manera puramente subjetiva de situarse ante lo moral. Hay incluso
quienes piensan que no se puede imponer a nadie un código moral sin atentar
contra la libertad de la persona. “Ya sabré yo cómo debo comportarme. Nada ni
nadie puede exigirme a mí actuar de manera distinta de lo que yo piense”.
Es cierto que todavía se sigue
funcionando como “por inercia” y que sectores importantes de la sociedad viven
de una cultura moral que estuvo vigente en otros tiempos. Seguimos hablando de
amor, justicia, verdad, respeto al otro, solidaridad. Pero son palabras que se
van gastando. Poco a poco, estos grandes valores éticos van siendo sustituidos
en la práctica por los intereses de cada uno. A la hora de la verdad, lo que
cuenta es el propio provecho y el placer.
Pero la sociedad comienza ya a
sentir las graves consecuencias de este vacío ético. Una ciencia económica “sin
conciencia” termina generando paro y pobreza en los más débiles. La corrupción
crece en la medida en que otros intereses suplantan el servicio de los
políticos al bien común. La permisividad absoluta en lo sexual y el poco
aprecio de la fidelidad conyugal acarrea cada vez más sufrimiento a parejas y
hogares. Los medios de comunicación se convierten en poderosos mecanismos al
servicio del dinero. Ya no hay límites. Todo se compra y se vende. Los dolores
más secretos, las emociones más íntimas.
Ante todo esto, ha comenzado a
despertarse la conciencia colectiva. No se puede seguir por este camino. Son
demasiado graves las lesiones que se están cometiendo contra el hombre y su
dignidad. Una sociedad “sin moral” puede llevar a la destrucción de todo lo
humano. Hay que reaccionar.
Tenemos que preguntarnos qué tipo
de hombre queremos y qué clase de sociedad vamos a construir. Un pueblo no se
hace sólo con medidas legales y planificaciones económicas. Necesitamos un
sistema de valores éticos asumidos socialmente y por cada uno. De lo contrario,
¿para qué queremos construir juntos una sociedad donde vamos a ser cada vez
menos humanos?
Hemos de reconocer nuestra
ceguera. Hacer luz en nuestra propia conciencia. Descubrir de nuevo la
importancia de los valores éticos. Recuperar colectivamente el sentido del
comportamiento moral y la verdad última del ser humano. El cristiano sabe que
cuenta para ello con un punto de referencia insustituible: el mensaje y la
actuación de aquel que vino a este mundo “para
ser testigo de la verdad”. Todo el que es de la verdad, escucha su voz.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
20 de noviembre de 1988
CREER
DESDE LA DUDA
Todo el
que es de la verdad, escucha mi voz.
¿Qué puede significar para muchos
hombres y mujeres de hoy la fiesta de Cristo Rey? ¿Cómo pueden reaccionar ante
una invitación a acoger el reinado de Dios? ¿Hay que volver, tal vez, a cantar
aquellos cantos triunfalistas del colegio y recitar de nuevo aquellas extrañas
consagraciones a un Cristo que, nadie sabe por qué, quería reinar en España de
manera privilegiada?
Fiestas como la de Cristo Rey,
Corpus Christi o el Sagrado Corazón despiertan en muchas personas un recuerdo
agridulce. Palabras como «religión, misa, pecado, mandamientos, oración” les
evoca un mundo lejano y extraño que se pierde en las brumas del pasado y no
tiene nada que ver con la vida real.
Detrás de ese mundo está la
sombra de un Dios que les trae malos recuerdos. Un Dios que, desde los primeros
años juveniles, les ha impedido ser realmente felices.
Y sin embargo, muchas de estas
personas siguen buscando a Dios. En lo más íntimo de su corazón sospechan que
Dios es más grande, más vivo, más alegre y hermoso que todo lo que escucharon
acerca de Él.
¿Es posible acoger de nuevo a
Dios con gozo y paz después de tan negativa y triste experiencia como la que
dicen haber vivido en el pasado? ¿Qué se puede hacer?
Antes que nada, buscar su rostro,
aunque sea a tientas. Dios es más grande que todas nuestras palabras, todas
nuestras ideas y todas nuestras pruebas. Por eso, hemos de aceptar humildemente
“la compañía de la duda” y confiarnos a Él desde el sufrimiento de la
incertidumbre.
Pero, ¿qué hacer cuando las dudas
son tantas que uno quiere creer pero honradamente no puede hacerlo? Entonces
hay que escuchar unas palabras decisivas de Jesús: “Todo el que es de la verdad escucha mi voz”.
No hay que esperar a que todas
nuestras dudas queden resueltas para vivir
en verdad ante Dios. El que se esfuerza por vivir con honradez y con
verdad, no está lejos de Dios.
Lo importante es ser honestos
ante Él y saber que el valor y la calidad de una vida no dependen de la
claridad de ideas que uno tenga en su cabeza sino de la verdad con que vivamos
nuestra relación con Dios.
Quien quiere creer en Dios ha de
hacer la experiencia de ser sincero con El. Vivir abierto a Él. Como dice B. Pascal, “esto le hará sencillo y le
llevará a la fe”.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
24 de noviembre de 1985
EL REINO
DE CRISTO
Para esto
he venido al mundo.
Con frecuencia, frases como ésta
en que Jesús afirma que su reino «no es
de este mundo» han servido para reforzar una visión del cristianismo como
una religión que no debe inmiscuirse absolutamente en las cosas de este mundo.
En el fondo se piensa que cuanto más entregado vive uno al reino de Cristo,
menos se debe comprometer en asuntos políticos, económicos o sociales.
De hecho, es una de las típicas citas
que se aportan cuando se desea descalificar o cuestionar intervenciones
eclesiales de incómodas repercusiones en el orden socio-político.
Y sin embargo, ni la salvación es
algo que sucede sólo en el otro mundo, ni ser cristiano es sólo buscar para sí
mismo y para los demás un estado de felicidad con Dios más allá de la muerte.
Ciertamente, el reino de Cristo
no pertenece al sistema injusto de este mundo. Jesús no pretende ocupar ningún
trono de este mundo apoyándose en la fuerza de las armas. No disputa el poder a
ningún rey adversario.
Su realeza tiene otro origen y
fundamento completamente distintos. Su reinado no se impone con armas, poder o
dinero. Es un reinado que crece desde el amor y la justicia de un Dios Padre de
todos.
Pero, Jesús es un rey que «ha venido a este mundo», pues este
reino de amor y justicia debe crecer ya en medio de los hombres, sus
instituciones, sus luchas y sus problemas.
Por eso, Jesús toma siempre muy
en serio la realidad de este mundo. No es del mundo, pero ni huye del mundo ni
invita a nadie a huir de él.
Todo esto no son disquisiciones
sin consecuencias. En concreto, Jesús, al no ser del mundo, toma distancias
respecto a los distintos grupos influyentes en el pueblo judío, y no emplea
nunca las armas, la diplomacia, el dinero, el poder para imponer su reinado a
nadie.
Pero, al mismo tiempo, hace de su
opción en favor de los marginados y desheredados de esta tierra el signo
distintivo de que llega ya el amor y la justicia del reino de Dios a este mundo
injusto.
Una iglesia, preocupada por «no ser del mundo» deberá estar atenta a
tomar distancia de los poderes influyentes y a no caer en la falsa ilusión de
fortalecer el reino de Cristo defendiendo posiciones con diplomacia, poder,
dinero o armas.
Al mismo tiempo, si quiere «estar en el mundo» como Jesús, deberá
escuchar las acertadas palabras de Juan
Pablo II a los obispos españoles: «Donde esté el hombre padeciendo dolor,
injusticia, pobreza o violencia, allí debe estar la voz de la Iglesia con su
vigilante caridad y con la acción de los cristianos».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1981-1982 – APRENDER A VIVIR
21 de noviembre de 1982
LA
MENTIRA COMO SISTEMA
Todo el
que es de la verdad, escucha mi voz.
No es frecuente escuchar a
alguien defender el derecho del hombre a la verdad. Uno se pregunta por qué no
se escuchan en nuestra sociedad gritos de protesta contra la mentira, al menos,
con la misma fuerza con que se grita contra la injusticia.
¿Será que no somos conscientes de
la mentira que nos envuelve por todas partes? ¿Será que cuando exigimos
justicia, nos sentimos sólo víctimas y nunca opresores? ¿Será que para gritar
contra la mentira, la hipocresía y el engaño, es necesario vivir con un mínimo
de sinceridad personal?
La mentira es hoy uno de los
presupuestos más firmes de nuestra convivencia social. El mentir es aceptado
como algo necesario tanto en el complejo mundo del quehacer político y la
información social como en «la pequeña comedia» de nuestras relaciones
personales de cada día.
El hombre contemporáneo se ve
obligado a pensar, decidir y actuar envuelto en una densa niebla de mentira y
falsedad. Indefenso ante un cerco de engaños, falacias y embustes del que es
difícil liberarse.
¿Cómo saber la «verdad» que se
oculta tras las decisiones políticas de los diversos partidos? ¿Cómo conocer
los verdaderos hilos que mueven a los autores de hechos tan dolorosos como los
que se suceden día tras día entre nosotros? ¿Cómo descubrir los verdaderos
intereses que se encierran tras campañas y acciones que se nos pide defender o
rechazar? ¿Cómo actuar con lucidez en medio de la información deformada,
parcial e interesada que diariamente nos vemos obligados a consumir?
Se dirá que la mentira es
necesaria para actuar con eficacia en la construcción de una sociedad más libre
y más justa. Pero, realmente, ¿hay alguien que pueda garantizar que estamos
haciendo un mundo más humano cuando desde los centros de poder se oculta la
verdad, cuando entre nosotros se utiliza la calumnia para destruir al
adversario, cuando se obliga a las masas sencillas a que sean protagonistas de
la historia desde una situación de engaño e ignorancia?
En el fondo de todo hombre hay
una búsqueda de verdad. Y difícilmente se construirá nada verdaderamente humano
sobre la mentira y la falsedad. En el mensaje de Jesús hay una invitación a
vivir en la verdad ante Dios, ante uno mismo y ante los demás. «Yo he venido
para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».
No es absurdo que se vuelvan a
escuchar en nuestra sociedad aquellas palabras inolvidables de Jesús que son un
reto y una promesa para todo hombre que busca sinceramente una sociedad más
humana: «La verdad os hará libres».
José Antonio Pagola
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