El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Para leer, compartir, bajarse o imprimir las homilias de José Antonio Pagola del domingo haz "clic" sobre el título del domingo, o haz "clic" sobre Ciclo A, Ciclo B o Ciclo C, en el menú superior para leer las homilias de cada ciclo.
¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
2º domingo de Adviento (B)
EVANGELIO
Preparad el camino al Señor.
+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,1-8
Comienza el Evangelio de
Jesucristo, Hijo de Dios.
Está escrito en el profeta
Isaías:
- Yo envío mi mensajero delante de ti
para que te prepare el camino.
para que te prepare el camino.
Una voz grita en el desierto:
«Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos».
allanad sus senderos».
Juan bautizaba en el desierto;
predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los
pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él
los bautizaba en el Jordán.
Juan iba vestido de piel de
camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y
miel silvestre. Y proclamaba:
- Detrás de mí viene el que puede
más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.
Yo os he bautizado con agua,
pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2017-2018 -
10 de diciembre de 2017
CON JESÚS COMIENZA ALGO BUENO
(BUENA NOTICIA)
(Ver homilía del ciclo B -
2011-2012)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2014-2015 -
7 de diciembre de 2014
CONFESAR NUESTROS PECADOS
Preparadle
el camino al Señor.
«Comienza la Buena Noticia de Jesucristo, Hijo de
Dios». Éste es el inicio solemne y gozoso del
evangelio de Marcos. Pero, a continuación, de manera abrupta y sin advertencia
alguna, comienza a hablar de la urgente conversión que necesita vivir todo el
pueblo para acoger a su Mesías y Señor.
En el desierto aparece un profeta diferente. Viene a
«preparar el camino del Señor». Éste es su gran servicio a Jesús. Su
llamada no se dirige sólo a la conciencia individual de cada uno. Lo que busca
Juan va más allá de la conversión moral de cada persona. Se trata de «preparar
el camino del Señor», un camino concreto y bien definido, el camino que va
a seguir Jesús defraudando las expectativas convencionales de muchos.
La reacción del pueblo es conmovedora. Según el
evangelista, dejan Judea y Jerusalén y marchan al «desierto» para
escuchar la voz que los llama. El desierto les recuerda su antigua fidelidad a
Dios, su amigo y aliado, pero, sobre todo, es el mejor lugar para escuchar la
llamada a la conversión.
Allí el pueblo toma conciencia de la situación en
que viven; experimentan la necesidad de cambiar; reconocen sus pecados sin
echarse las culpas unos a otros; sienten necesidad de salvación. Según Marcos,
«confesaban sus pecados» y Juan «los bautizaba».
La conversión que necesita nuestro modo de vivir el
cristianismo no se puede improvisar. Requiere un tiempo largo de recogimiento y
trabajo interior. Pasarán años hasta que hagamos más verdad en la Iglesia y
reconozcamos la conversión que necesitamos para acoger más fielmente a
Jesucristo en el centro de nuestro cristianismo.
Ésta puede ser hoy nuestra tentación. No ir al
«desierto». Eludir la necesidad de conversión. No escuchar ninguna voz que nos
invite a cambiar. Distraernos con cualquier cosa, para olvidar nuestros miedos
y disimular nuestra falta de coraje para acoger la verdad de Jesucristo.
La imagen del pueblo judío «confesando sus
pecados» es admirable. ¿No necesitamos los cristianos de hoy hacer un
examen de conciencia colectivo, a todos los niveles, para reconocer nuestros
errores y pecados? Sin este reconocimiento, ¿es posible «preparar el camino
del Señor»?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2011-2012 -
4 de diciembre de 2011
BUENA NOTICIA
A lo largo de este nuevo año
litúrgico, los cristianos iremos leyendo los domingos el evangelio de Marcos.
Su pequeño escrito arranca con este título: «Comienzo de la buena noticia de
Jesús, el Mesías, Hijo de Dios». Estas palabras nos permiten evocar algo de lo
que encontraremos en su relato.
Con Jesús «comienza algo nuevo».
Es lo primero que quiere dejar claro Marcos. Todo lo anterior pertenece al
pasado. Jesús es el comienzo de algo nuevo e inconfundible. En el relato, Jesús
dirá que «el tiempo se ha cumplido». Con él llega la buena noticia de Dios.
Esto es lo que están
experimentando los primeros cristianos. Quien se encuentra vitalmente con Jesús
y penetra un poco en su misterio sabe que con él empieza una vida nueva, algo
que nunca había experimentado anteriormente.
Lo que encuentran en Jesús es una
«Buena Noticia». Algo nuevo y bueno. La palabra «evangelio» que emplea Marcos
es muy frecuente entre los primeros seguidores de Jesús y expresa lo que
sienten al encontrarse con él. Una sensación de liberación, alegría, seguridad
y desaparición de miedos. En Jesús se encuentran con «la salvación de Dios».
Cuando alguien descubre en Jesús
al Dios amigo del ser humano, el Padre de todos los pueblos, el defensor de los
últimos, la esperanza de los perdidos, sabe que no encontrará una noticia
mejor. Cuando conoce el proyecto de Jesús de trabajar por un mundo más humano,
digno y dichoso, sabe que no podrá dedicarse a nada más grande.
Esta Buena Noticia es Jesús
mismo, el protagonista del relato que va a escribir Marcos. Por eso su
intención primera no es ofrecernos doctrina sobre Jesús ni aportarnos
información biográfica sobre él, sino seducirnos para que nos abramos a la
Buena Noticia que solo podremos encontrar en él.
Marcos le atribuye a Jesús dos
títulos: uno típicamente judío; el otro, más universal. Sin embargo, reserva a
los lectores algunas sorpresas. Jesús es el «Mesías» al que los judíos
esperaban como liberador de su pueblo. Pero un Mesías muy diferente del líder
guerrero que muchos anhelaban para destruir a los romanos. En su relato, Jesús
es descrito como enviado por Dios para humanizar la vida y encauzar la historia
hacia su salvación definitiva. Es la primera sorpresa.
Jesús es «Hijo de Dios», pero no
dotado del poder y la gloria que algunos hubieran imaginado. Un Hijo de Dios
profundamente humano, tan humano que solo Dios puede ser así. Solo cuando
termine su vida de servicio a todos, ejecutado en una cruz, un centurión romano
confesará: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios». Es la segunda
sorpresa.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO.
7 de diciembre de 2008
CONFESAR NUESTROS PECADOS
(Ver homilía del 7 de diciembre de 2014)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
4 de diciembre de 2005
CONVERSIÓN
SOSTENIDA
Preparadle
el camino al Señor.
Entre el otoño del año 27 y la
primavera del 28 aparece en el horizonte religioso de Palestina un profeta
original e independiente que provoca un fuerte impacto en el pueblo. Su nombre
es Juan. Las primeras generaciones lo vieron siempre como el hombre que preparó
el camino a Jesús.
Hay algo nuevo y sorprendente en
este profeta. No predica en Jerusalén como Isaías y otros profetas: vive
apartado de la elite del templo. Tampoco es un profeta de la corte: se mueve
lejos del palacio de Antipas. De él se dice que es «una voz que grita en el desierto», un lugar que no puede ser
fácilmente controlado por ningún poder.
No llegan hasta el desierto los
decretos de Roma ni las órdenes de Antipas. No se escucha allí el bullicio del
templo. Tampoco se oyen las discusiones de los maestros de la ley. En cambio,
se puede escuchar a Dios en el silencio y la soledad. Es el mejor lugar para
iniciar la conversión a Dios preparando el camino a Jesús.
Éste es precisamente el mensaje
de Juan: «Preparad el camino al Señor
allanad sus senderos». Este «camino
del Señor» no son las calzadas romanas por donde se mueven las legiones de
Tiberio. Estos «senderos» no son los
caminos que llevan al templo. Hay que abrir caminos nuevos al Dios que llega
con Jesús.
Esto es lo primero que
necesitamos también hoy: convertimos a Dios, volver a Jesús, abrirle caminos en
el mundo y en la Iglesia. No se trata de un «aggiornamento» ni de una
adaptación al momento actual. Es mucho más. Es poner a la Iglesia entera en
estado de conversión.
Probablemente se necesitará mucho
tiempo para poner la compasión en el centro del cristianismo. No será fácil
pasar de una «religión de autoridad» a una «religión de llamada». Pasarán años
hasta que en las comunidades cristianas aprendamos a vivir para el reino de
Dios y su justicia. Se necesitarán cambios profundos para poner a los pobres en
el centro de nuestra religión.
A Jesús sólo se le puede seguir
en estado de conversión. Necesitamos alimentar una «conversión sostenida». Una
actitud de conversión que hemos de transmitir a las siguientes generaciones.
Sólo una Iglesia así es digna de Jesús.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2002-2003 – REACCIONAR
BUSCAR
CAMINOS
Preparad
el camino del Señor.
«Preparad el camino al Señor». Tal vez, es la primera llamada que
hemos de escuchar hoy los cristianos. La más urgente y decisiva. Estamos
tratando de hacer no pocas cosas, pero ¿cómo preparar nuevos caminos al Señor
en nuestras comunidades?
Antes que nada, nos hemos de
parar para detectar qué zonas de nuestra vida no están iluminadas o conducidas
por el Espíritu de Jesús. Podemos funcionar bien como una comunidad religiosa
en torno al culto, pero seguir impermeables a aspectos esenciales del
Evangelio. ¿En qué nos reconocería hoy Jesús como sus discípulos y seguidores?
Además, hemos de discernir la
calidad evangélica de lo que hacemos. La palabra de Jesús nos puede liberar de
algunos autoengaños. No todo lo que vivimos viene de Galilea. Si no somos un
grupo configurado por los rasgos esenciales de Jesús, ¿qué somos exactamente?
Es esencial «buscar el reino de Dios y su justicia». Rebelamos frente a la
indiferencia social que nos impide mirar la vida desde los que sufren.
Resistirnos a formas de vida que nos encierran dentro de nuestro egoísmo. Si no
contagiamos compasión y atención a los últimos, ¿qué estamos difundiendo en la
sociedad?
Hay un «imperativo cristiano» que
podría orientamos en la búsqueda real de la justicia de Dios en el mundo:
actuar entre nosotros de tal forma que ese comportamiento se pudiera convertir
en norma universal para todos los humanos. Señalar testimonialmente caminos
hacia un mundo más justo, amable y esperanzado. ¿Cambiaría mucho la sociedad si
todos actuaran como lo hacemos en nuestra pequeña comunidad?
Seguramente, sería enriquecedor
introducir entre nosotros aquel lema incisivo y sugerente que circuló hace unos
años en comunidades cristianas de Alemania: «Piensa globalmente y actúa
localmente». Hemos de abrir el horizonte de nuestras comunidades hasta el mundo
entero; aprender a procesar la información que recibimos desde la mirada compasiva
de Dios hacia todas sus criaturas. Luego, abrir caminos de compasión y justicia
en el pequeño mundo en que nos movemos cada día.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1999-2000 – COMO ACERTAR
5 de diciembre de 1999
CAMINO
Preparadle
el camino al Señor.
No pocos cristianos practicantes
entienden su fe sólo como una «obligación». Hay un conjunto de creencias que se
«deben» aceptar aunque uno no conozca su contenido ni sepa el interés que
puedan tener para la vida; hay también un código de leyes que se «debe»
observar aunque uno no entienda bien tanta exigencia de Dios; hay, por último,
unas prácticas religiosas que se «deben» cumplir aunque sea de manera
rutinaria.
Esta manera de entender y vivir
la fe genera un tipo de cristiano aburrido, sin deseo de Dios, sin creatividad
ni pasión alguna por vivir y contagiar su fe. Basta con «cumplir». Esta
religión no tiene atractivo alguno; se convierte en un peso difícil de
soportar; a no pocos les produce alergia. No andaba descaminada Simone Weil cuando escribía que «donde falta el deseo de encontrarse con Dios
allí no hay creyentes, sino pobres caricaturas de personas que se dirigen a
Dios por miedo o por interés».
En las primeras comunidades
cristianas se vivieron las cosas de otra manera. La fe cristiana no era
entendida como un «sistema religioso». Se le llamaba «camino» (hodos) y se lo proponía como la vía más
acertada para vivir con sentido y esperanza (Hch 10, 25-26). Se dice que es un
«camino nuevo y vivo» que «ha sido inaugurado por Jesús para nosotros»,
un camino que se recorre «con los ojos
fijos en él» (Hb 10, 20; 12,2).
Me parece de gran importancia
tomar conciencia de que la fe es un recorrido y no un sistema religioso. Y en
un recorrido hay de todo: marcha gozosa y momentos de búsqueda, pruebas a
superar y retrocesos, decisiones ineludibles, dudas e interrogantes. Todo es
parte del camino: también las dudas, que pueden ser más estimulantes que no
pocas certezas y seguridades poseídas de forma rutinaria y simplista.
Cada uno ha de hacer su propio
recorrido. Cada uno es responsable de la «aventura» de su vida. Cada uno tiene
su propio ritmo. No hay que forzar nada. En el camino cristiano hay etapas: las
personas pueden vivir momentos y situaciones diferentes. Lo importante es «caminar», no detenerse, escuchar la
llamada que a todos se nos hace de vivir de manera más digna y dichosa. Este
puede ser el mejor modo de «preparar el
camino del Señor».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1996-1997 – DESPERTAR LA FE
8 de diciembre de 1996
RENDIJAS
Preparadle
el camino al Señor.
Son bastantes las personas que ya
no aciertan a creer en Dios. No es que lo rechacen. Es que no saben qué camino
seguir para encontrarse con él. Y, sin embargo, Dios no está lejos. Oculto en
el interior mismo de la vida, Dios sigue nuestros pasos, muchas veces errados o
desesperanzados, con amor respetuoso y discreto. ¿Cómo vislumbrar su presencia?
El evangelio de hoy nos recuerda
el grito del profeta en medio del desierto: «Preparadle el camino al Señor. Allanad sus senderos» (Marcos 1, 3).
¿Dónde y cómo abrir caminos a Dios en nuestras vidas?
No hemos de pensar en vías
espléndidas y despejadas por donde llegue un Dios espectacular. El teólogo
catalán J.M. Rovira nos ha recordado
que Dios se acerca a nosotros buscando la
rendija que el hombre mantiene abierta a lo verdadero, a lo bueno, a lo bello,
a lo humano. Son esos resquicios humanos de la vida los que hemos de
atender para abrir caminos a Dios.
Para algunos, la vida se ha
convertido en un laberinto. Ocupados en mil cosas, se mueven y agitan sin
cesar, pero no saben de dónde vienen ni a dónde van. Se abre en ellos una
rendija hacia Dios cuando se detienen para encontrarse con lo mejor de sí
mismos.
Hay quienes viven una vida
descafeinada, plana e intrascendente donde lo único importante es estar
entretenido. Dios sólo puede ser vislumbrado cuando se empieza a atender el
misterio que late en el fondo de la vida.
Otros viven sumergidos en «la
espuma de las apariencias». Sólo se preocupan de su imagen, de lo aparente y
externo. Se encontrarán más cerca de Dios si buscan sencillamente la verdad.
Quienes viven fragmentados en mil
trozos por el ruido, la retórica, las ambiciones o la prisa, darán pasos hacia
Dios si se esfuerzan por encontrar un hilo conductor que humanice sus vidas.
Otros necesitan pasar de esa
creencia vaga del «algo tiene que haber» a una postura confiada de invocar a
Dios desde el fondo del corazón. Otros «allanarán
senderos» hacia Dios si saben pasar de una actitud defensiva ante él a una
postura de acogida; del tono arrogante a la oración humilde; del miedo al amor;
de la autocondena a la acogida de su perdón. Y todos haremos más sitio a Dios
en nuestra vida si sabemos buscarlo con corazón sencillo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
5 de diciembre de 1993
REACCIONAR
Preparadle
el camino al Señor.
A veces se piensa que la
diferencia entre creyentes y no creyentes es clara. Unos tienen fe y otros no.
Así de sencillo. Nada más lejos de la realidad. Hoy es frecuente encontrarse
con personas que no saben exactamente si creen o no creen. Basta escucharles:
«,A esto que yo siento se le puede llamar fe?»
Esta situación de ambigüedad
puede prolongarse durante años. Pero lo más sano es reaccionar. No se trata de
«volver a la Iglesia» y comenzar de nuevo a «cumplir» unas prácticas religiosas
sin convicción alguna. Lo importante es clarificar la propia postura y decidir
cómo quiere uno orientar su vida.
Antes que nada, es necesario
aclarar dónde está uno, y saber exactamente de qué se ha alejado: ¿Me he
distanciado de una determinada educación religiosa, o he suprimido a Dios de mi
vida? ¿He abandonado una «religión» que me aburría, o he eliminado de mi
corazón todo rastro de comunicación con Dios? Rechazar lo que uno encuentra de
incoherente, artificial o infantil en su pasado es signo de madurez. Pero solo
es un paso. No se debe eludir otra cuestión: una vez rechazado lo religioso,
¿desde dónde doy un sentido último a mi vida?
Por eso es importante seguir
aclarando cuál es mi actitud básica ante la existencia: ¿Sé prestar atención a
lo «profundo» de la vida, lo que no se capta inmediatamente con los sentidos, o
sólo vivo de lo que «salta a la vista» y me resulta útil para mis intereses
actuales?
Pero abrirse a lo «profundo» no
significa creer en cualquier cosa, ser sensible a la parasicología, creer en
los espíritus o buscar las energías ocultas del cosmos. La fe cristiana no va
por ahí. El cristiano cree que el mundo entero recibe su existencia, su sentido
y cumplimiento último de un Dios que es solo Amor. En el fondo, para un
cristiano creer es abrirse con confianza al misterio de la vida, porque se sabe
querido por Dios.
Pero, ¿se tiene que sentir algo
especial? ¿Qué pasa si uno no vibra como esos creyentes que parecen vivir algo
inalcanzable? Hay que recordar que la fe es algo que se vive a un nivel más
profundo que el de los sentimientos. La sensibilidad de las personas es
diferente y no todos viven la fe de la misma forma. Lo decisivo es buscar
confiadamente a Dios, como alguien desde el que mi vida puede cobrar más
sentido, orientación y esperanza.
«Preparadle el camino al Seño, allanad sus senderos.» Este grito del
Bautista puede ser escuchado también hoy por hombres y mujeres que buscan de
alguna manera «salvación». Lo importante es «abrir caminos» en nuestra vida.
Hacer algún gesto que manifieste nuestro deseo de reaccionar. Dios está cerca
de quien busca con verdad.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
9 de diciembre de 1990
BUSCANDO
CAMINOS
Preparadle
el camino al Señor.
Casi todos los estudios que se
vienen publicando sobre la sociedad contemporánea insisten, de una u otra
manera, en las contradicciones que caracterizan al hombre de hoy. Por ello, no
es extraño que cada vez sean más los que, sin acertar tal vez a formular con
claridad su malestar, andan buscando un sentido nuevo a su vida.
Estos años ha crecido de manera
muy positiva el nivel cultural. Las nuevas generaciones reciben una formación
más amplia. Vivimos mejor informados que nunca. Y, sin embargo, son cada vez
más los que se sienten desprovistos de razones convincentes para dar un sentido
a la vida. ¿Qué le falta a nuestra cultura? ¿Qué es lo que necesitamos para
aprender a vivir?
Han crecido también los contactos
entre las personas y la relación entre los pueblos. Hoy es posible una
comunicación rápida y eficaz por toda clase de medios. Y, sin embargo, parece
que el hombre contemporáneo es cada vez menos capaz de entablar relaciones de
amor y amistad. ¿Qué es lo que hace tan difícil la relación profunda entre las
personas?
Hemos de alegrarnos también de
que la sociedad actual esté mejor equipada que nunca para luchar contra el
dolor, la enfermedad y el mal. Pero, al mismo tiempo, parece que las personas
se sienten cada vez más débiles para enfrentarse al sufrimiento y las
contrariedades de la vida. ¿Qué es lo que ha debilitado la consistencia
interior de las personas?
El hombre contemporáneo puede
satisfacer necesidades y deseos que hace unos años eran impensables para
muchos. Cada vez son mayores las posibilidades de viajar, divertirse, cultivar
toda clase de aficiones artísticas y culturales. ¿Por qué crece el número de
personas profundamente insatisfechas?
No es necesario seguir enumerando
contradicciones. Casi sin darnos cuenta, comienzan a despertarse en nosotros
graves interrogantes. ¿En qué no estamos acertando? ¿Qué es lo que falla? No
son preguntas forzadas. Es el planteamiento realista de toda persona que quiere
vivir su vida a fondo.
E. Rojas nos ha recordado
recientemente en su libro “El hombre light” que la vida se nos presenta a todos
como un problema que hay que ir resolviendo día a día. Y como en cualquier
problema, “lo importante es plantearlo bien”. Será el mejor modo de enfocarlo y
resolverlo con acierto.
No pocos hombres y mujeres
sienten que su verdadero problema comienza ahí. Intuyen que no tienen la vida
bien planteada. Les falta coherencia interior, afán de superación, proyecto,
sentido, exigencia personal.
Cada hombre es responsable de
buscar el camino acertado en la vida. Lo que caracteriza al cristiano es que,
al diseñar su vida, al darle un sentido y al vivirla, tiene como punto de
referencia clave a Jesucristo. De ahí la importancia de escuchar con atención
la voz del profeta: “Preparadle el camino al Señor”.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
6 de diciembre de 1987
NI
CREYENTES NI INCREYENTES
Preparad
el camino al Señor.
Son muchas las personas que no
son ni creyentes ni increyentes. Sencillamente se han instalado en una forma de
vida en la que no puede aparecer la pregunta por el sentido último de la vida.
Más que de increencia, deberíamos
hablar en estos casos de una falta de condiciones indispensables para que la
persona pueda adoptar una postura creyente o increyente.
Son hombres y mujeres que carecen
de una «infraestructura interior». Su estilo de vida les impide ponerse en
contacto un poco profundo consigo mismos. No se acercan nunca al fondo de su
ser. No son capaces de escuchar todas las preguntas que surgen desde su
interior.
Sin embargo, para adoptar una
postura responsable ante el misterio de la vida y de Dios, es indispensable
llegar hasta el fondo de uno mismo, ser sincero interiormente, abrirse a la
vida honestamente hasta el final.
Tras la crisis religiosa de
muchas personas, ¿no se encierra con frecuencia una crisis anterior? Si tantos
parecen alejarse hoy de Dios, ¿no es porque antes se han alejado de sí mismas y
se han instalado en un nivel de existencia donde ya Dios no puede ser
escuchado?
Cuando un hombre se contenta con
un bienestar hecho de cosas y su corazón está cogido sólo por preocupaciones de
orden material, ¿puede acaso plantearse lúcidamente la pregunta por Dios?
Cuando una persona vive buscando
siempre la satisfacción inmediata y el placer a cualquier precio, ¿puede tal
vez abrirse con hondura al misterio de la existencia?
Cuando uno vive privado de
interioridad, identificado con la función social que ejerce, esforzándose por
aparentar u ostentar una determinada imagen de sí mismo ante los demás, ¿puede
pensar sinceramente en el sentido último de su vida?
Cuando una persona vive volcada
siempre hacia lo exterior, perdiéndose en las mil formas de evasión y
divertimiento que ofrece esta sociedad, ¿puede encontrarse realmente consigo
misma y preguntarse por su último destino?
“Preparad el camino al Señor». Este grito de Juan el Bautista no ha
perdido actualidad. Seamos conscientes o no de ello, Dios está siempre viniendo
a toda persona.
Podemos de nuevo encontrarnos con
El. La fe se puede despertar otra vez en nuestro corazón. Tal vez, lo primero
que necesitamos es encontrarnos con nosotros mismos con más hondura y
sinceridad.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
9 de diciembre de 1984
¿ES
POSIBLE LA ESPERANZA?
Preparadle
el camino al Señor.
Cuando un hombre contemporáneo se
detiene a mirar con cierta lucidez este mundo donde crece la inseguridad, la
incertidumbre y la angustia, no puede sentirse optimista.
Los optimismos han ido
desapareciendo estos últimos años. Son muchos los pensadores de la postmodernidad
que llegan a la conclusión de que «no hay razón para la esperanza».
La historia contemporánea aparece
atrapada en una especie de «destino fatal». Queremos cambiar muchas cosas, pero
crece el sentimiento de que, en realidad, apenas puede cambiarse nada.
¿Se puede ser hombre de esperanza
en un mundo donde lo más «razonable» y normal empieza a ser la desesperanza y
la resignación?
Antes que nada, digamos que la
esperanza cristiana no es un «optimismo barato» ni la búsqueda de un consuelo
ingenuo, sino todo un estilo de enfrentarse a la vida desde la confianza
radical en un Dios «Padre de todos, que está sobre todos, entre todos y en
todos» (Ef 4,6).
No es cuestión de ser optimistas
o pesimistas. La esperanza es otra cosa. El creyente experimenta la vida como
algo que está en marcha hacia su plenitud. La vida está siendo trabajada por la
fuerza salvadora de Dios.
En el interior del hombre de
esperanza crece una convicción: Dios está
viniendo. Y cuando todas las esperanzas humanas parecen apagarse, el creyente
sabe que Dios «sigue viniendo» en
nuestros trabajos, sufrimientos, aspiraciones y luchas.
Por eso, el hombre de esperanza
no se refugia cobardemente en d disfrute alocado del momento presente, ni busca
consuelo en un mundo artificial y engañoso ni se hunde en un pesimismo
destructor.
Sencillamente, «prepara el camino al Señor». Es decir,
se niega a entrar por caminos que no conducen a ninguna parte. Y se esfuerza
por liberar todas las fuerzas que bloquean el crecimiento y el progreso de una
vida auténticamente humana.
Cada día es una nueva ocasión y
una nueva posibilidad para hacer crecer entre nosotros el reino de Dios. En
cada una de nuestras actuaciones por pequeña que sea, estamos engendrando o
abortando esa nueva sociedad.
Cristianos, «profesionales de la
esperanza» que repetimos palabras y ritos sin abrir entre nosotros nuevos
caminos a un Dios Salvador, ¿por qué nos dejamos desalentar por «las malas
experiencias de superficie» sin enraizar nuestra vida en un Dios que sigue vivo
y activo en medio de nosotros?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1981-1982 – APRENDER A VIVIR
6 de diciembre de 1981
LA BUENA
NOTICIA
Comienza
el evangelio de Jesucristo.
Los primeros creyentes han visto
en Jesús, antes que nada, una buena
noticia. Así ha titulado su pequeño escrito el primer redactor cristiano
que ha recogido los dichos y la actuación de Jesús: «Buena noticia de Jesús el Cristo, el Hijo de Dios».
Una buena noticia trata siempre
de un acontecimiento feliz que no es todavía conocido, aunque en el fondo, el
hombre lo espera y lo busca.
Pero, ¿qué ha anunciado y
ofrecido Jesús, que todavía no es conocido por los hombres aunque éstos lo esperan
y buscan? ¿Hay todavía algo que los hombres de hoy siguen anhelando y que puede
encontrar una respuesta en Jesucristo?
La mayor originalidad de Jesús
consiste en anunciar de manera convencida que con él comienza ya a realizarse
una utopía que estaba siempre viva en Israel y que es tan vieja como el corazón
del hombre: la desaparición del mal, de la injusticia, el dolor y la muerte. Lo
que Jesús llamaba el reino de Dios.
Este es el anuncio de Jesús: algo
nuevo se ha puesto en marcha en la historia. La humanidad no camina sola,
abandonada a sus propios recursos. Hay Alguien empeñado en la felicidad última
del hombre. En el fondo de la vida hay Alguien que es bondad, acogida,
liberación, plenitud: Dios, nuestro Padre.
Esto lo cambia todo. Comienza una
situación nueva en la que se nos invita a comprender y vivir nuestra existencia
de una manera nueva: construyendo el reino del Padre, es decir, construyendo
una convivencia fraterna, hecha de justicia, verdad y paz.
Esta es la buena noticia y el
reto, al mismo tiempo, de Jesús. «Sentimos que algo radical, total,
incondicional, nos es pedido; pero nos rebelamos contra ello, intentamos rehuir
su apremio, y no queremos aceptar su promesa» (P. Tillich).
Como ha señalado en alguna
ocasión González Faus, hay iglesias
que parecen anunciar a un Dios, sin reino de justicia, verdad y fraternidad. Y
hay humanismos que pretenden buscar este reino de humanidad realizada, sin
Dios.
Jesús es una crítica y un reto
para ambos. No hay acceso a Dios nuestro Padre, sin búsqueda dolorosa del reino
de fraternidad. Así caen por tierra los falsos ídolos de un Dios presentado
como indiferente y pasivo ante la injusticia humana.
Pero no hay reino posible sino en
Dios Padre, porque, en última instancia, el hombre no puede darse a sí mismo la
salvación que anda buscando. Caen así tambíén los falsos «paraísos
totalitarios» en los que el hombre se hunde inevitablemente, siempre que
construye un reino, sin Padre.
José Antonio Pagola
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La publicación de los comentarios requerirán la aceptación del administrador del blog.