El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
Santa María, Madre de Dios (A)
EVANGELIO
Encontraron
a María y a José, y al niño. A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús.
Lectura del santo
evangelio según san Lucas 2,16-21
En aquel
tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y
al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de
aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los
pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los
pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y
oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse
los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como
lo había llamado el ángel antes de su concepción.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2016-2017 -
1 de enero de 2017
LA MADRE
María
conservaba todas estas cosas.
A muchos puede extrañar que la
Iglesia haga coincidir el primer día del nuevo año civil con la fiesta de Santa
María Madre de Dios. Y sin embargo, es significativo que, desde el siglo iv, la
Iglesia, después de celebrar solemnemente el nacimiento del Salvador, desee
comenzar el año nuevo bajo la protección maternal de María, Madre del Salvador
y Madre nuestra.
Los cristianos de hoy nos tenemos
que preguntar qué hemos hecho de María estos últimos años, pues probablemente
hemos empobrecido nuestra fe eliminándola demasiado de nuestra vida.
Movidos, sin duda, por una
voluntad sincera de purificar nuestra vivencia religiosa y encontrar una fe más
sólida, hemos abandonado excesos piadosos, devociones exageradas, costumbres
superficiales y extraviadas.
Hemos tratado de superar una
falsa mariolatría en la que, tal vez, sustituíamos a Cristo por María y veíamos
en ella la salvación, el perdón y la redención que, en realidad, hemos de
acoger desde su Hijo.
Si todo ha sido corregir
desviaciones y colocar a María en el lugar auténtico que le corresponde como
Madre de Jesucristo y Madre de la Iglesia, nos tendríamos que alegrar y
reafirmar en nuestra postura.
Pero, ¿ha sido exactamente así?
¿No la hemos olvidado excesivamente? ¿No la hemos arrinconado en algún lugar
oscuro del alma junto a las cosas que nos parecen de poca utilidad?
Un abandono de María, sin ahondar
más en su misión y en el lugar que ha de ocupar en nuestra vida, no enriquecerá
jamás nuestra vivencia cristiana sino que la empobrecerá. Probablemente hemos
cometido excesos de mariolatría en el pasado, pero ahora corremos el riesgo de
empobrecemos con su ausencia casi total en nuestras vidas.
María es la Madre de Cristo. Pero
aquel Cristo que nació de su seno estaba destinado a crecer e incorporar a sí
numerosos hermanos, hombres y mujeres que vivirían un día de su Palabra y de su
gracia. Hoy María no es sólo Madre de Jesús. Es la Madre del Cristo total. Es
la Madre de todos los creyentes.
Es bueno que, al comenzar un año
nuevo, lo hagamos elevando nuestros ojos hacia María. Ella nos acompañará a lo
largo de los días con cuidado y ternura de madre. Ella cuidará nuestra fe y
nuestra esperanza. No la olvidemos a lo largo del año.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2013-2014 -
1 de enero de 2014
LA MADRE
(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 – JESÚS ES PARA TODOS
1 de enero de 2011
LA MADRE
(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 -
1 de enero de 2008
LA MADRE
(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
1 de enero de 2005
ANTE UN NUEVO AÑO
... meditándolas en su corazón.
Dice
el teólogo Ladislao Boros en alguno de sus escritos que uno de los principios
cardinales de la vida cristiana consiste en que «Dios comienza siempre de nuevo». Con él nada hay definitivamente
perdido. En él todo es comienzo y renovación.
Por
decirlo de manera sencilla, Dios no se deja desalentar por nuestra mediocridad.
La fuerza renovadora de su perdón y de su gracia es más vigorosa que nuestros
errores y nuestro pecado. Con él, todo puede comenzar de nuevo.
Por
eso, es bueno comenzar el año con voluntad de renovación. Cada año que se nos
ofrece de vida es un tiempo abierto a nuevas posibilidades, un tiempo de gracia
y de salvación en el que se nos invita a vivir de manera nueva. Por ello, es
importante escuchar las preguntas que pueden brotar de nuestro interior.
¿Qué
espero yo del nuevo año? ¿Será un año dedicado a «hacer cosas», resolver
asuntos, acumular tensión, nerviosismo y malhumor o será un año en que
aprenderé a vivir de manera mas humana?
¿Qué
es lo que realmente quiero yo este año? ¿A qué dedicaré el tiempo más precioso
e importante? ¿Será, una vez más, un año vacío, superficial y rutinario, o un
año en que amare la vida con gozo y gratitud?
¿Qué
tiempo reservaré para el descanso, el silencio, la música, la oración, el
encuentro con Dios? ¿Alimentaré mi vida interior o viviré de manera agitada, en
permanente actividad, corriendo de una ocupación a otra, sin saber exactamente
qué quiero ni para qué vivo?
¿Qué
tiempo dedicaré al disfrute íntimo con mi pareja y a la convivencia gozosa con
los hijos? ¿Viviré fuera de mi hogar organizándome la vida a mi aire o sabré
amar con más dedicación y ternura a los míos?
¿Con
quiénes me encontraré este año? ¿A qué personas me acercaré? ¿Pondré en ellas
alegría, vida, esperanza, o contagiaré desaliento, tristeza y muerte? Por donde
yo pase, ¿será la vida más gozosa y llevadera o más dura y penosa?
¿Viviré
este año preocupado sólo por mi pequeño bienestar o me interesaré también por
hacer felices a los demás? ¿Me encerraré en mi viejo egoísmo de siempre o
viviré de manera creativa, tratando de hacer a mí alrededor un mundo más humano
y habitable?
¿Seguiré
viviendo de espaldas a Dios o me atreverá a creer que es mi mejor Amigo?
¿Permaneceré mudo ante él, sin abrir mis labios ni mi corazón, o brotará por
fin desde mi interior una invocación humilde pero sincera?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
1 de enero de 2002
ARRIESGARSE
…
meditándolas en su corazón.
Los expertos afirman que ha
crecido en la sociedad moderna la búsqueda de seguridad. Es normal que suceda
así en tiempos de crisis. Las personas se arriesgan cada vez menos. Es lo mejor
para no tener problemas o disgustos. No hay que cometer errores. Hay que medir
bien las consecuencias para evitar críticas o rechazos.
Unos se defienden reduciendo su
vida al ámbito de lo privado. Otros se parapetan detrás de una ideología, una
religión o un código de comportamiento social obligado. Hay que ser
políticamente o religiosamente correcto. Es peligroso salirse del «pensamiento
único».
Ahora bien, quien sólo busca
seguridad, termina empobreciendo su existencia. Es difícil que en esa vida
aparezca algo realmente nuevo. Las personas se incapacitan para tener ideas
nuevas. Pierden creatividad. Se les apaga la imaginación. Su vida es pura
repetición.
Ésta búsqueda de seguridad que
tanto puede paralizar la vida no afecta sólo a los individuos. Hay un modo de
hacer política inmediatista y pragmática que ahoga cualquier proyecto renovador
para el futuro. Los problemas siguen bloqueados por falta de voluntad y de
audacia. Algo parecido sucede en la Iglesia. Vivimos tiempos de graves crisis,
pero nos falta valor para intentar caminos nuevos. Nos parece más seguro y
hasta más evangélico seguir haciendo lo de siempre.
Es difícil imaginar un deseo más
irreal y falso que ése del «Año Nuevo, vida nueva», que se repite entre
nosotros estos días. Una cifra nueva en nuestros calendarios no introducirá
nada nuevo en nuestras vidas. Si los políticos no actúan de manera más audaz y
decidida, nuestros problemas seguirán bloqueados. Si en la Iglesia no confiamos
más en la fuerza renovadora del Evangelio, seguiremos evitando posibles riesgos
y errores, pero no aportaremos luz y esperanza al mundo moderno.
Para cada uno de nosotros, este
año será nuevo si nos entusiasmamos por algún proyecto nuevo, si tomamos
iniciativas nuevas, si nos arriesgamos a amar con más generosidad, si nos
atrevemos a creer en Dios con más verdad.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
1 de enero de 1999
NUEVO
Dando gloria y alabanza a Dios.
Mañana
comenzaremos un año nuevo. Todos conocemos el ritual: cenas ruidosas, copas de
champagne y augurios de felicidad. ¿Cómo creer de verdad en esa mentira
repetida una y otra vez deseándonos «año nuevo, vida nueva». Año nuevo, pero
vida nada nueva, nada diferente y renovada.
Además,
no nos gusta por lo general lo realmente nuevo. Lo nuevo es desconocido, nos
inquieta, no lo podemos controlar. Nos tranquiliza más recorrer los caminos conocidos
de siempre. Es más seguro. Sin embargo, algo queremos desearnos mutuamente con
esos saludos de comienzo de año. En el fondo, todos intuimos que hemos nacido
para vivir algo más grande, más pleno y verdadero que lo que vamos conociendo
año tras año.
Pero,
¿qué puede haber de nuevo en el año que comienza? ¿Qué puede suceder de nuevo
por el hecho de que el reloj dé esta noche doce campanadas? Nada realmente.
También el próximo año se sucederán los hechos de siempre, las mismas
desgracias, los mismos errores, parecidas satisfacciones. Lo que puede
introducir verdadera novedad en nuestra vida es la manera nueva de vivirla.
Nuestra actitud nueva ante los acontecimientos, las personas y las cosas.
Este
año será nuevo si sabemos mirar los rostros de las personas queridas con más
cariño y más comprensión, si sabemos estar más atentos a los desconocidos y
detenemos ante quienes sufren. Será nuevo si sabemos hacer cosas tan sencillas
como mirar de manera diferente la belleza de los paisajes de siempre o disfrutar
más despacio del encanto de las estaciones.
Será
un año nuevo si hacemos a Dios más sitio en nuestra vida, si aprendemos a creer
de manera diferente, con más confianza y menos miedos. Si nos atrevemos a
rezarle no sólo con oraciones prestadas, sino con palabras salidas de nuestro
corazón.
En
la liturgia de este primer día del año se recuerda una hermosa bendición judía
que dice así: «El Señor te bendiga y te
proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda la paz» (Números 6, 24-26).
Esta bendición de Dios será nueva cada día. Dios no se repite y aunque nosotros
sigamos los caminos viejos de nuestros errores y pecados de siempre, El estará
cerca buscando en todo nuestro bien. Dios será la verdadera novedad del año.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
1 de enero de 1996
DESPEDIR EL AÑO
Dando gloria y alabanza a Dios.
Paso
los últimos días del año conviviendo con misioneros y misioneras que trabajan
en Rwanda. Aquí están, en medio de la tragedia de este pueblo dividido por el
odio y amenazado por la muerte y el hambre. Aquí viven aliviando el dolor de la
gente, curando como pueden a los enfermos, organizando la acogida a los
huérfanos y tratando de quitar el hambre.
Les
oigo hablar de sus experiencias en los campos de refugiados y de sus visitas a
las cárceles. Les veo arriesgar su propia seguridad para estar cerca de los que
sufren. Hablan de las cosas más terribles con la mayor sencillez. No son
héroes. Al menos, ellos, nunca se dejarían llamar así. Son hombres y mujeres movidos
por una fe grande en Dios y por un amor incondicional al ser humano.
Estos
misioneros despiden un año duro y difícil y comienzan otro lleno de
incertidumbre. Mientras convivo con ellos, llegan hasta aquí noticias de que en
el País Vasco sigue corriendo la sangre. Van pasando los años y nada parece
cambiar. ¿Por qué no somos capaces ya de abrir caminos de diálogo y
pacificación?
Llega
el momento de despedir el año. Cada uno ha de hacerlo en lo hondo de su corazón
porque cada persona es diferente. El año vivido por uno, no es igual al que ha
vivido el otro. Cada uno va recorriendo su propio camino. Ha transcurrido un
año más. Queda para siempre en nuestro pasado, con sus trabajos y sus penas,
con sus gozos y sus logros.
Pero,
¿dónde queda este año que ahora termina?, ¿desaparece en la nada?, ¿lo podemos
confiar a Alguien? Sin duda, este año es nuestro, lo hemos vivido nosotros y
nos pertenece. Pero es un año que lo dejamos para siempre en manos de Dios.
No
lo podemos hacer sin pedir perdón, no sólo por nuestra mediocridad, sino, sobre
todo, por el bien que hemos dejado de hacer. Hemos de despedirlo también con un
sentimiento de agradecimiento. Dios nos ha ido regalando la vida día a día. No
importa que nosotros lo hayamos olvidado. El ha estado ahí. Como dice san
Pablo: «En Él vivimos, nos movemos y
existimos.» No nos ha faltado su bendición. Su gracia ha sido más grande
que nuestro pecado. Su misericordia, mayor que nuestra mediocridad.
Sin
detenernos un instante, entraremos en un año nuevo. Sabemos que será un año
como tantos otros. La única novedad será la que introduzcamos nosotros mismos
en nuestra propia vida.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
1 de enero de 1993
BALANCE
Meditándolas en su corazón.
Acabamos
de concluir un año para comenzar otro nuevo. Son días propicios para el balance
y la reflexión. La persona que nunca se detiene para encontrarse consigo misma,
corre el riesgo de vivir ausente de su centro, dejándose llevar por la vida,
sin renovarse ni ser ella misma.
Por
eso, es bueno en estas fechas detenernos para ponernos en contacto con nuestro
verdadero yo. Sin miedo alguno, con paz, ante ese Dios que sólo quiere nuestro
bien. Pero, ¿cómo se hace un balance personal? ¿Cómo comenzar el año en actitud
de renovación? He aquí algunas sugerencias.
Tal
vez, lo primero es preguntarnos cuál es nuestro estado de ánimo en estos
momentos. Comienza un año nuevo, ¿qué siento dentro de mí? ¿Verdad, paz, vida?
O por el contrario, ¿percibo turbación, ansiedad y confusión? Es bueno mirar de
frente nuestros sentimientos y ponerles nombre. Ahí podemos encontrar ya alguna
luz para orientar nuestra vida por un camino más acertado.
Pero
hemos de preguntarnos enseguida por lo positivo que hay en nuestra vida. ¿Qué
he recibido de bueno a lo largo de este año? ¿Qué experiencias y encuentros
positivos he vivido? ¿Qué es lo que más he de agradecer? Experimentar la vida
como don que vamos recibiendo gratuitamente es una de las maneras más
espontáneas de ir descubriendo la bondad de Dios. Sólo este convencimiento
podría ya cambiar mi vida.
Hay
otras preguntas de suma importancia. ¿Qué he aprendido este año? ¿Qué he
descubierto con más claridad sobre mí mismo o sobre los demás? He descubierto a
Dios en mis gozos y mis penas, en mis temores y en mis trabajos? ¿Ha habido
algún acontecimiento o alguna persona que me ha dado nueva luz? Nuestra
experiencia no crece sólo con el pasar de los años, sino con la reflexión que
vamos haciendo sobre lo vivido.
También
hemos de revisar nuestros errores. ¿Qué equivocaciones he cometido a lo largo
de este año? ¿Qué relaciones he estropeado? ¿Qué es lo que más he descuidado?
¿Por qué he vivido tan ocupado por mis cosas y tan olvidado del bien de los
demás? Arrepentirse y distanciarse de lo malo que ha habido en nuestra vida es
ya una manera de renovarse y despertar lo mejor que hay dentro de nosotros.
Ahora
comienza un año nuevo. ¿No siento ninguna llamada en mi interior? ¿Cómo quiero
que sea este año? ¿Qué he de hacer para vivir de manera más sana y más humana?
No sabemos qué nos espera a lo largo de este año que comienza. Una cosa es
segura. Dios estará siempre buscando nuestro bien. Podremos confiar en El.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
1 de enero de 1990
ANTE UN
NUEVO AÑO
... Meditándolas en su corazón.
Dice el teólogo Ladislao Boros
en alguno de sus escritos que uno de los principios cardinales de la vida
cristiana consiste en que «Dios comienza siempre de nuevo». Con él nada hay
definitivamente perdido. En El todo es comienzo y renovación.
Por decirlo de manera sencilla,
Dios no se deja desalentar por nuestra mediocridad. La fuerza renovadora de su
perdón y de su gracia es más vigorosa que nuestros errores y nuestro pecado.
Con El, todo puede comenzar de nuevo.
Por eso, es bueno comenzar el año
con voluntad de renovación. Cada año que se nos ofrece de vida es un tiempo
abierto a nuevas posibilidades, un tiempo de gracia y de salvación en el que se
nos invita a vivir de manera nueva. Por ello, es importante escuchar las
preguntas que pueden brotar de nuestro interior.
¿Qué espero yo del nuevo año?
¿Será un año dedicado a «hacer cosas», resolver asuntos, acumular tensión,
nerviosismo y malhumor o será un año en que aprenderé a vivir de manera más
humana?
¿Qué es lo que realmente quiero
yo este año? ¿A qué dedicaré el tiempo más precioso e importante? ¿Será, una
vez más, un año vacío, superficial y rutinario, o un año en que amaré la vida
con gozo y gratitud?
¿Qué tiempo reservaré para el
descanso, el silencio, la música, la oración, el encuentro con Dios?
¿Alimentaré mi vida interior o viviré de manera agitada, en permanente
actividad, corriendo de una ocupación a otra, sin saber exactamente qué quiero
ni para qué vivo?
¿Qué tiempo dedicaré al disfrute
íntimo con mi pareja y a la convivencia gozosa con los hijos? ¿Viviré fuera de
mi hogar organizándome la vida a mi aire o sabré amar con más dedicación y
ternura a los míos?
¿Con quiénes me encontraré este
año? ¿A qué personas me acercaré? ¿Pondré en ellas alegría, vida, esperanza, o
contagiaré desaliento, tristeza y muerte? Por donde yo pase, ¿será la vida más
gozosa y llevadera o más dura y penosa?
¿Viviré este año preocupado sólo
por mi pequeño bienestar o me interesaré también por hacer felices a los demás?
¿Me encerraré en mi viejo egoísmo de siempre o viviré de manera creativa,
tratando de hacer a mi alrededor un mundo más humano y habitable?
¿Seguiré viviendo de espaldas a
Dios o me atreveré a creer que es mi mejor Amigo? ¿Permaneceré mudo ante El,
sin abrir mis labios ni mi corazón, o brotará por fin desde mi interior una
invocación humilde pero sincera?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
1 de enero de 1987
Le pusieron por nombre Jesús.
Desde
hace unos años, las iglesias cristianas de todo el mundo comienzan el año nuevo
celebrando el Día mundial de la paz. La paz anunciada y promovida por ese Jesús
que nace en Belén.
Muchas
veces los cristianos no hemos sabido ver algo que M. Gandhi descubrió con gozo al leer el evangelio: la profunda
convicción de Jesús de que sólo la no-violencia puede salvar a la humanidad.
Después
de su encuentro con el evangelio, Gandhi
escribía estas palabras: «Leyendo toda la historia de esta vida.., me parece
que el cristianismo está todavía por realizar... Mientras no hayamos arrancado
de raíz la violencia de la civilización, Cristo no ha nacido todavía».
La
vida entera de Jesús ha sido, desde el principio hasta el fin, una llamada a
resolver los problemas de la humanidad por caminos no violentos.
La
violencia tiende siempre a destruir. Lleva dentro de sí misma la tendencia al
exceso, Pretende solucionar los problemas de la convivencia humana arrasando al
que considera enemigo, pero no hace sino poner en marcha una reacción en cadena
que no tiene fin.
Jesús
urge a «hacer violencia a la violencia». El verdadero enemigo del hombre hacia
el que tenemos que dirigir nuestra agresividad no es el otro sino nuestro
propio «yo» egoísta, capaz de destruir a quien se nos oponga.
Es
una equivocación creer que el mal se puede detener con el mal y la injusticia
con la injusticia. El respeto total a cada hombre y a cada mujer, tal como lo
entiende Jesús, está pidiendo un esfuerzo constante por reducir progresivamente
la mutua violencia para ir extendiendo la cooperación, el diálogo y la búsqueda
común de la justicia.
Los
cristianos hemos de preguntarnos por qué no hemos sabido todavía extraer del
evangelio todas las consecuencias de la «no-violencia» de Jesús ni le hemos
dado el papel central que ha de ocupar en la vida y la predicación de las
Iglesias.
Paradójicamente,
han sido los países de tradición cristiana los primeros en hacer posible el
deseo de los discípulos. Ya tenemos sobre nuestras cabezas ese «paraguas
nuclear» que puede hacer bajar fuego del cielo y arrasarnos a todos.
Tal
vez, uno de los mayores pecados de las Iglesias actuales sea el no promover e
impulsar con fuerza y convicción un movimiento de no-violencia que vaya
desarrollando una cultura diferente de la que estamos habituados a escuchar de
los profetas del armamentismo y el «equilibrio del terror».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
1 de enero de 1984
María conservaba todas estas cosas en su corazón.
A
muchos puede extrañar que la
Iglesia haga coincidir el primer día del nuevo año civil con
la fiesta de Santa María Madre de Dios.
Y
sin embargo, es significativo que, desde el siglo IV, la Iglesia , después de
celebrar solemnemente el nacimiento del Salvador, desee comenzar el año nuevo
bajo la protección maternal de María, Madre del Salvador y Madre nuestra.
Los
cristianos de hoy nos tenemos que preguntar qué hemos hecho de María estos
últimos años, pues probablemente hemos empobrecido nuestra fe eliminándola
demasiado de nuestra vida.
Movidos,
sin duda, por una voluntad sincera de purificar nuestra vivencia religiosa y
encontrar una fe más sólida, hemos abandonado excesos piadosos, devociones
exageradas, costumbres superficiales y extraviadas.
Hemos
cuidado de superar una falsa mariolatría en la que, tal vez, sustituíamos a
Cristo por María y veíamos en Ella la salvación, el perdón y la redención que,
en realidad, hemos de acoger desde su Hijo.
Si
todo ha sido corregir desviaciones y colocar a María en el lugar auténtico que
le corresponde como Madre de Jesucristo y Madre de la Iglesia , nos tendríamos
que alegrar y reafirmar en nuestra postura.
Pero,
¿ha sido exactamente así? ¿No la hemos olvidado excesivamente? ¿No la hemos
arrinconado en algún lugar oscuro del alma junto a las cosas que nos parecen de
poca utilidad?
Un
abandono de María, sin ahondar más en su misión y en el lugar que ha de ocupar
en nuestra vida, no enriquecerá jamás nuestra vivencia cristiana sino que la
empobrecerá. Probablemente hemos cometido excesos de mariolatría en el pasado,
pero ahora corremos el riesgo de empobrecernos con su ausencia casi total en
nuestras vidas.
María
es la Madre de
Cristo. Pero aquel Cristo que nació de su seno estaba destinado a crecer e
incorporar a sí numerosos hermanos, hombres y mujeres que vivirían un día de su
Palabra y de su gracia. Hoy María no es sólo Madre de Jesucristo. Es la Madre del Cristo total. Es la Madre de todos los
creyentes.
Es
bueno que, al comenzar un año nuevo, lo hagamos elevando nuestros ojos hacia
María. Ella nos acompañará a lo largo de los días con cuidado y ternura de
madre. Ella cuidará nuestra fe y nuestra esperanza. No la olvidemos a lo largo
del año.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
1 de enero de 1981
Encontraron a María y a José con el niño.
Se
ha dicho que los cristianos de hoy vibran menos ante la figura de María que los
creyentes de otras épocas. Quizás somos víctimas inconscientes de muchos
recelos y sospechas ante deformaciones habidas en la piedad mariana.
A
veces, se había insistido de manera excesivamente unilateral en la función
protectora de María, la Madre
que protege a sus hijos de todos los males, sin convertirlos a una vida más
evangélica.
Otras
veces, algunos tipos de devoción mariana no han sabido exaltar a María como
madre sin crear una dependencia insana de una «madre idealizada» y fomentar una
inmadurez y un infantilismo religioso.
Quizás,
esta misma idealización de María como «la mujer única» ha podido alimentar un
cierto menosprecio a la mujer real y ser un refuerzo más del dominio masculino.
Al menos, no deberíamos desatender ligeramente estos reproches que, desde
frentes diversos, se nos hace a los católicos.
Pero
sería lamentable que los católicos empobreciéramos nuestra vida religiosa
olvidando el regalo que María puede significar para los creyentes.
Una
piedad mariana bien entendida no encierra a nadie en el infantilismo, sino que
asegura en nuestra vida de fe la presencia enriquecedora de lo femenino.
El
mismo Dios ha querido encarnarse en el seno de una mujer. Desde entonces,
podemos decir que «lo femenino es camino hacia Dios y de Dios» (L. Boff).
La
humanidad necesita siempre de esa riqueza que asociamos a lo femenino porque,
aunque también se da en el varón, se condensa de una manera especial en la
mujer: intimidad, acogida, solicitud, cariño, ternura, entrega al misterio,
gestación, donación de vida.
Siempre
que marginamos a María de nuestra vida, empobrecemos nuestra fe. Y siempre que
despreciamos lo femenino, nos cerramos a cauces posibles de acercamiento a ese
Dios que se nos ha ofrecido en los brazos de una madre.
Comenzamos
el año celebrando la fiesta de Santa María Madre de Dios. Que ella esté siempre
más presente en nuestro vivir diario.
Su
fidelidad y entrega a la palabra de Dios, su identificación con los pequeños,
su adhesión a las opciones de su Hijo, su presencia servidora en la Iglesia naciente y, antes
que nada, su servicio de Madre del Salvador hacen de ella la Madre de nuestra fe y de
nuestra esperanza.
José Antonio Pagola
HOMILIA
Año Nuevo
No es fácil comenzar el año
nuevo. Lo desconocido inquieta, no sabemos lo que nos traerá. Por eso lo
festejamos de manera ruidosa: ya no es sólo la cena de Nochevieja y las ofertas
especiales de las cadenas televisivas; son cada vez más los que comienzan el
año echando cohetes o haciendo explotar petardos. También los antiguos romanos
metían ruido para ahuyentar los malos espíritus al inicio del año. Pero se
puede comenzar el año en silencio. Es, sin duda, la manera más lúcida de
adentrarnos en el misterio de ese tiempo que no podemos detener y que
constituye nuestra vida.
No es difícil recordar el año que
se va: hemos vivido alegrías y sinsabores, hemos hecho cosas buenas y hemos
cometido errores; nos hemos encontrado con personas nuevas; hemos amado y
sufrido; algo ha crecido en mí y algo se ha apagado. Esa es mi verdad, ese soy
yo. Si en algún rincón de mi alma sigue viva una pequeña fe, puedo agradecer,
pedir perdón y confiar en ese Misterio que los creyentes llaman Dios.
Llega ahora un año nuevo. Lo
nuevo no sólo inquieta, también tiene su atractivo. Lo nuevo es algo intacto,
inédito, lleno de posibilidades: produce un placer especial conducir un coche
nuevo, escuchar por primera vez un compacto, estrenar una prenda de vestir.
Pero, ¿qué puede haber de realmente nuevo en el año que comienza? Tal vez, lo
que más novedad puede introducir en nuestra vida es nuestra manera de vivirla.
¿Puedo ser yo un «hombre nuevo»,
una «mujer diferente»? ¿Se pueden despertar en mí ideas y sentimientos nuevos?
¿Puedo recorrer caminos no transitados, encontrar gestos nuevos, amar con nueva
ternura, acercarme a Dios con corazón renovado? No hace falta que lo cambie
todo. En realidad, lo nuevo está ya en germen dentro de mí. Lo importante es
que viva atento a lo mejor que hay en mi corazón acogiendo aquello que me puede
hacer crecer. Por eso, es bueno que nos deseemos mutuamente un Año Nuevo feliz,
pero es mejor todavía que nos preguntemos: ¿qué deseo realmente para mí?, ¿qué
es lo que necesito?, ¿qué busco?, ¿qué sería para mí algo realmente nuevo y
bueno en este año que comienza?
José Antonio Pagola
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